Tras ser un destino más que pendiente y haberse convertido en mi bestia negra, por fin pude realizar un ansiado viaje, conocer un trocito de la bella Italia. Tenía pocos días, 5, ya que al sexto cogía el avión a las 10:00 de la mañana, por lo que ese día no podía contar con él. La decisión era: Roma o Venecia y Florencia. Pensé en visitar Venecia antes de que se inundara, y en otra visita independiente hacer Roma antes de que se derrumbara.
Salimos desde el aeropuerto de Sevilla a las 6.40 de la madrugada. La compañía elegida fue Vueling, ya que era el único vuelo más asequible que encontré. Barajé opciones como llegar a Florencia, pero nada, lo más económico fue a Venecia. Aquí comienza:
Salimos desde el aeropuerto de Sevilla a las 6.40 de la madrugada. La compañía elegida fue Vueling, ya que era el único vuelo más asequible que encontré. Barajé opciones como llegar a Florencia, pero nada, lo más económico fue a Venecia. Aquí comienza:
VENECIA
Llegamos al aeropuerto de Marco Polo tras un vuelo de 2 horas y 40 minutos. Desde el avión, y tras su descenso, se comienza a ver toda la laguna. Tocamos tierra firme a las 9.20 de la mañana, a la hora prevista. Tras la recogida de maletas, buscamos la “Uscita” y nos dirigimos a coger el autobús número 5 de la compañía ACTV que es el que te lleva desde el aeropuerto a Piazzale Roma (última zona en tierra firme tras cruzar el Puente de la Libertad). El billete nos costó 2,5 € por persona, y tardó en llegar a Piazzale Roma 20 minutos, haciendo varias paradas. Decir que hay que validar el billete en la máquina que te encuentras en el propio autobús.
Una vez llegamos a Piazzale Roma, habíamos barajado la posibilidad de irnos andando al hotel para hacer una primera toma de contacto con la ciudad, pero como compramos el bono para 24 horas del vaporetto, decidimos aprovecharlo. En la misma Piazzale Roma, hay una oficina de la cía ACTV donde se pueden comprar los correspondientes abonos para el transporte. Bono vaporetto para 24 horas, 16 euros. Nos dirigimos a la parada del vaporetto de Piazzale Roma (llenísima de gente). Tras validarlo en la máquina correspondiente y hacer espera hasta que llegara nuestra línea (la uno), nos montamos en él para tener la primera visión de esta maravillosa ciudad. La primera impresión fue como conocerla..había visto tantas fotos que me era tremendamente familiar. Es una gozada pasear por el Gran Canal, es algo, al menos para mí, demasiado atípico. La estructura de la ciudad es única (de lo que he visto hasta ahora, claro). Nos bajamos en la parada de Cad D’Oro (la correspondiente a nuestro hotel):
Una vez llegamos a Piazzale Roma, habíamos barajado la posibilidad de irnos andando al hotel para hacer una primera toma de contacto con la ciudad, pero como compramos el bono para 24 horas del vaporetto, decidimos aprovecharlo. En la misma Piazzale Roma, hay una oficina de la cía ACTV donde se pueden comprar los correspondientes abonos para el transporte. Bono vaporetto para 24 horas, 16 euros. Nos dirigimos a la parada del vaporetto de Piazzale Roma (llenísima de gente). Tras validarlo en la máquina correspondiente y hacer espera hasta que llegara nuestra línea (la uno), nos montamos en él para tener la primera visión de esta maravillosa ciudad. La primera impresión fue como conocerla..había visto tantas fotos que me era tremendamente familiar. Es una gozada pasear por el Gran Canal, es algo, al menos para mí, demasiado atípico. La estructura de la ciudad es única (de lo que he visto hasta ahora, claro). Nos bajamos en la parada de Cad D’Oro (la correspondiente a nuestro hotel):
y nos dirigimos al Campo de San Apostoli. Está en el distrito de Cannaregio, y a 3 ó 4 minutos andando del Puente de Rialto. En la primera calle a mano izquierda, estaba nuestro hotel, el Bernardi Semenzato: el primer día que estuvimos nos dieron una habitación con baño compartido. Muy normalita y sin gran lujo, pero muy limpia, con televisión y aire acondicionado. Teníamos el desayuno incluido, aunque ningún día hicimos uso de él ya que salimos más temprano de la hora del comienzo del mismo. El precio de la habitación de este primer día fue de 56 euros. Tras darnos la habitación y soltar las maletas, nos dispusimos a recorrer Venecia. Creía que haría más calor, pero la verdad es que se puede soportar. De cuando en cuando aparecía una brisita fresca que te daba un respiro. Comenzamos a andar dirección a la Plaza de San Marcos. Llevaba un mapa en la mano, que te sirve para orientarte, pero no para dar con los lugares exactos. Si no fuera por los letreros que indican hacia dónde tienes que ir, nos hubiéramos perdido seguramente en infinidad de ocasiones, ya que como he dicho el mapa te orienta, pero no te lleva. Hay multitud de calles. Venecia es un laberinto puro, pero muy divertido. Llegamos a la Plaza de San Marcos. Vaya lugar abarrotado de personas y de palomas..puaggg...no me gustan estos bichejos, aunque he de decir que ofrecían simpáticas imágenes con los críos y no tan críos rodeándose de ellas. Pasear por la plaza bien merece la pena. Esos cafés tan lujosos, con sus músicos deleitando...
La Basílica es preciosa, tanto por fuera como por dentro, pero casi más por dentro que por fuera. Está prohibido hacer fotos, pero alguna que otra cayó. La calidad de la imagen del interior no es demasiado buena, incluso de muchos lugares los tendré que omitir, ya que como sabéis está prohibido usar flash, mi cámara no tiene estabilizador de imagen, y la mayoría de las fotos movidas.
Una cosa a tener en cuenta: con mochilas no dejan entrar. Si te sitúas frente a la Basílica, verás dos leones y algún que otro niño encima de ellos, jeje. A la izquierda hay una calle, que se llama San Basso. Entras en ese pequeña calle y hay una entrada con “consignas” para dejar la mochila gratis. Digo “consignas” porque las mochilas están a la vista sin guardar en armario a puerta cerrada. Dejé lo que no era valioso y me llevé el monedero, la cámara evidentemente, y el móvil, ya que no me hacía ninguna gracia dejarlo ahí. A todo esto, había dejado a mi madre en la cola para entrar en la basílica, pero al soltar la maleta, el chico me da una tarjetilla con el número de “consigna” para retirar la mochila y me dice: con esta tarjeta no tienes que esperar cola, directamente entras en la basílica justo al lado de donde está la cola. Efectivamente, me planté en la entrada de la basílica y le dije al hombre de la puerta: ¿entro directamente con esto?, y me dijo que sí. Fui corriendo a buscar a mi madre a la cola de infarto que había, y nada, para dentro sin esperar cola. Así que ojo al dato porque te ahorrarás tiempo y no pasarás calor. Nos cubrimos los hombros con los jerséis que llevábamos, aunque en la entrada te dan un poncho de papel (gratuito). El interior es precioso, y los mosaicos realmente asombrosos.
Entramos a ver la Pala de Oro (2 euros). Un trabajo de orfebrería impresionante.
De ahí subimos al museo (4 euros) y a asomarnos al exterior para tener una buena panorámica de la Plaza y del exterior del Palacio Ducal junto al canal.
En la misma Plaza, se encuentra el Campanile, de 98 metros de altura...quería subir a ver las vistas, pero no quería agotar todas mis fuerzas desde el primer día y prefería reservarme para otros.
También se encuentra allí el Palacio Ducal. Quería haberlo hecho junto con el itinerario secreto, pero al final no hice la reserva oportuna y me quedé sin verlo, aunque ya por fuera es una maravilla. De allí al puente de los suspiros (mucha gente haciéndose fotos, y sinceramente, hay cantidad de puentes con más encanto en Venecia, siempre desde mi punto de vista).
Desde allí, y paseando, fuimos a la famosa Pizzería recomendada en el foro, L’Angelo. Se encuentra en el distrito de San Marco, en la calle de la Mandolla. No tienen cartel ni nada. He de decir que está un poco difícil el encontrarla. Yo lo que hice fue tomar como punto de referencia el Puente de la Academia, y desde allí continuar al Campo Sant'Angelo. Una vez estás en él, sigues recto y entras directamente a la Calle de la Mandolla. He de decir que las pizzas, aparte de ser enormes y baratísimas, están riquísimas. Para mi gusto, ha sido la mejor que me he comida de los tres lugares que he estado en Italia. Masa fina y muy muy jugosas. Nos costó una pizza familiar, una botella de vino de ¼ y una botella de agua de 1 litro, 10 euros. No sé si se equivocó o es que es así de barato.
Desde el Campo de Sant’Angelo, se puede contemplar el campanario inclinado de la Iglesia de San Esteban.
Fuimos a la Basílica de la Salute, enorme, pero con la cúpula en obras (todo sea por la conservación). La fachada de la Iglesia es muy bella, y por dentro lo es más aún. El suelo hace un juego visual precioso. (La entrada es gratuita).
De allí pasamos por la Galería de la Academia (fachada en obra), y continuamos por el puente del mismo nombre.
Hay cantidad de pequeñas y estrechas calles en Venecia, a cuál más curiosa. Una muestra:
Fuimos dirección al Puente de Rialto, el más antiguo de Venecia. Cruzar el puente andando es toda una odisea. Cantidad de turistas haciéndose fotos y otros tantos contemplando las tiendas de joyería que hay en el mismo.
Andando, andando y reandando, fuimos a parar a la Iglesia de Santa María de Miracoli, en el distrito de Cannaregio. La fachada de mármol es preciosa, y el interior igualmente.
De allí, andando nuevamente para Plaza de San Marcos (es la mejor forma de recorrer Venecia, andando), para coger el vaporetto que nos llevara a la Isla de San Giorgio y ver la iglesia del mismo nombre que la isla. Pese a no subir al Campanile, muchos de los compañeros foreros recomiendan subir al de San Giorgio, ya que no hay tantas colas como en el de la Plaza de San Marcos, es más económico y las vistas parece ser que son mejores.
De allí, a la Isla de Giudecca, pasando por la Basílica del Cristo Redentor. De la misma historia que la Basílica de la Salud. Se encomendaron a los santos para que acabaran con la peste.
Cogimos el vaporetto de la línea 2 pero en sentido no correcto, esto es, que nos dimos una pedazo de vuelta bestial llegando hasta el parking de Tronchetto y apareciendo por Piazza Roma, jeje, pero bueno, así los pies descansaban. Hicimos parte de este recorrido en este vaporetto, y luego montamos en el número 1 para hacer el Gran Canal de noche. Esto es algo que nadie puede perderse. Ver Venecia con esa luz tenue, en el vaporetto, es una gozada, aunque previo a eso es mejor hacerlo de día.
Es una ciudad antigua, las fachadas de los edificios están casi se caen a pedazos, pero es parte del encanto de la ciudad. A mi parecer, más que una ciudad monumental, es una ciudad cuyo especial interés es andar por cada calle, cruzar cada puente...