Tras un recorrido de tres horas en tren, en el eurostar, y tras soportar al pesado que tenía a mi lado en el tren llegamos a la estación de Santa María Novella. Bajamos del tren y tomé dirección a mi hotel, que se encontraba en Vía Cavour, muy cerca del Duomo. Seguimos las indicaciones del plano donde se encontraba el hotel y de buenas a primeras, al girar la calle, zas....el Duomo!!!!!!...madre del amor hermoso, ¿pero qué es esa cosa tan enorme?...Iba avanzando y más grande lo veía. Paré la maleta, pero pensé, que no, que no lo mires más, vuelve la vista, apresúrate a soltar las maletas y ahora lo verás con todo lujo de detalles. Llegamos al hotel, (San Marco, para más señas), muy decente pero limpito, con baño propio y desayuno incluido (50 euros la noche). Tras dejar las maletas, nos fuimos a disfrutar de Florencia (y a sufrir su calor). Andamos de nuevo por Vía Cavour y rodeamos el Duomo. Precioso, impresionante, mármol blanco, verde y rosa:



Su cúpula bestial y el Campanile otro tanto:

El Baptisterio se quedaba pequeño al lado de ambos..en realidad el lugar se queda pequeño, ya que la Catedral es demasiado grande para el lugar en el que se encuentra ubicada.
Tras rodearla, nos pusimos en la cola (avanza rápido) y entramos a la Catedral. Sinceramente, con tanta inmensidad por fuera, lo de dentro (y salvando por supuesto la cúpula) me supo a poco. Tras verla, salimos fuera. Queríamos subir a la cúpula, pero había una cola considerable, y lo siento pero no soy amiga de éstas...no tengo paciencia, así que decidimos aplazar la subida para el día siguiente a primera hora (mejor con la fresquita de la mañana).
Rodeamos el Baptisterio y vimos sus famosas puertas del paraíso:

Tomamos la calle Vía del Proconsolo y comimos en un restaurante que recomendó nuestra compañera del foro Isis80, Gusto Leo. Tomamos una ensalada, macarrones a ¿? (jeje, no me acuerdo) y lasaña, con botella de agua y copa de vino por 25 euros.
De allí fuimos a la Plaza del Santo Croce, y con ella su Basílica (el altar en obras..juasssss...qué palo)...En esta Basílica se encuentras las tumbas de Miguel Ángel, Galileo Galilei, Maquiavelo..

(Siento no poder colgar demasiadas fotos de los interiores, pero sin flash y sin estabilizador, me salían movidas casi todas las imágenes






Tras salir de allí, fuimos dirección al río Arno, pasando por la Biblioteca Nacional.


Bajamos en dirección al Ponte Vecchio, pasando muchísimo calor, pero más calor fue al cruzarlo...masificado a tope de gente observando joyas...

Una vez lo cruzamos, íbamos dirección del mirador de Michaelangelo. Andamos un poquito, pero era demasiado calurosa la tarde como para subir sin anestesia. Cogimos el bus número 13 y nos dejó en la propia plaza. Las vistas son casi indescriptibles..mejor que lo describan las fotos:


De ahí, a la Iglesia de San Miniato al Monte, que está a unos 5 minutillos andando de la plaza. Esta iglesia para mí, fue de las más especiales, no sólo porque las vistas (ahora desde algo más de altura) son casi más espectaculares, sino que el momento en la Iglesia fue maravilloso. Aparte de lo bello de ésta, estaban tocando música, y ¿qué decir?, más bien poco, porque sólo podía sentir. Una bella melodía que me hizo sentar y dejar el rato pasar...




De allí nos bajamos en autobús, esta vez en el número 12, y vaya vuelta que nos dio. Fuimos a parar a la estación de tren Santa María Novella, que la verdad, tampoco me vino nada mal. Pensé que estar tan cerquita de Roma en tren, y no hacerme ni tan siquiera una visita panorámica era un poco delito, aún máxime sabiendo que una próxima vuelta a Italia estaría algo más lejana. Miré los billetes de tren, una hora y media, así que los saqué desde la máquina expendedora de los mismos (y con tarifa amica).
Desde la estación, nos acercamos a ver el exterior de la Basílica que da nombre a la estación. La Plaza estaba en obras.


Me acordé de las recomendaciones del foro para ver la Farmacia de Santa María Novella, así que nos acercamos..es una auténtica preciosidad. Si te sitúas de en la plaza de Santa María Novella, de espaldas a la iglesia, continuas andando por la parte de la derecha y la primera calle (Vía Scala) a mano derecha, es la que te lleva. Aún tengo grabado el olor de aquel lugar. Los habitáculos donde puedes comprar son preciosos. Es una maravilla.




Salimos andando dirección a la Piazza de la Signoria. Justo al lado está el Palacio Vecchio y la Gallería Uffizi (a la que no entré):

La Piazza de la Signoria derrocha arte, elegancia. Es uno de los lugares más bellos. Contempla varias esculturas importantes. De las que más me gustaron, la Fuente de Neptuno, el Perseo o el Rapto de las Sabinas.






Nos comimos un heladito en la plaza y tomamos un capuchino, y nos fuimos a cenar a Leo Gusto.De allí, y cansaditas, nos fuimos al hotel. Duchita y a dormir, que al día siguiente tocaba continuar.
A la mañana siguiente nos levantamos a las 08:00. Desayunamos en el hotel, que estaba bastante bien, por cierto, completito. Ya con el estómago lleno y aprovechando la fresquita de la mañana, nos fuimos camino del Duomo para subir a la cúpula, ya que el día de antes, aparte de haber una cola considerable, era más tarde y apretaba más el calor. Perfecto!, no había cola. Pagamos (6 euros) y comenzamos a subir. Cuando ves las pinturas del techo tan tan de cerca..impresionantes...y ahora tocaba lo “peor”. Comienza a subir por escaleras pequeñas, casi sin entrada de aire, hasta arriba del todo..buahhhh...cuatrocientos y pico escalones...las gotas de sudor empezaban a caer, pero bueno, suponía que el aire una vez que asomas al exterior las retiraría. Cuando sales....argggg...qué maravilla. Ver la catedral desde la altura, ver Florencia desde ahí...se me olvidó el dolor de piernas, el sudor, el agobio por las escaleras tan pequeñas...altamente recomendable. Aunque subiendo se pase un mal ratillo, una vez que llegas arriba, está más que compensado. Después de estar un ratillo descansando las piernas y agudizando la vista, comenzó el descenso.


Desde allí nos fuimos hacia la Iglesia de San Lorenzo y la Capilla Medici. He de decir que por fuera no le hace justicia, ni a una ni a otro, aunque a esta última mucho menos. Este fue el lugar que más vigilado encontré para realizar fotos interiores. Si no eran las responsables, eran los guías turísticos que acompañaban a grupos los que te decían de muy malas formas: “no se pueden hacer fotos”..en el idioma que terciara, claro. Lo más vigilado que me he encontrado y con diferencia.


Tras salir, estuvimos paseando por un mercadillo de la zona, comprando unas cuantas camisetas de Italia (me llamó la atención la cantidad de camisetas que había de la selección española, concretamente de Torres, ¿será porque marcó el gol que dio a España el mundial?) y fuimos a parar al Mercato Centrale.
Ay por dios.....maldita sea mi suerte...¿cómo se me ocurre entrar ahí en mi estado, sin poder comer muchas de las cosas que había?...aún se me cae la baba cuando lo recuerdo...puestos con cantidad de embutidos de la zona (qué salamis había), jamón, quesos, comidas preparadas para llevar, frutas, pastas...me ofrecieron para probar una “tapita” que tenía un minibocadillo de salami de la toscana en un pan que se las gastaba y otro con jamón...mi madre me dijo que estaba rico rico...a mí sólo me caían los lagrimones.



De allí a la Piazza de la Republica. Con mucho ambiente de cafés, el tío-vivo y unos músicos tocando la melodía de la canción de Nat King Kole: quizás, quizás, quizás...tengo debilidad por esta canción. Parece que me olieron llegar y la tocaron para mí. Al lado de esta plaza, está el Pórtico del Mercado Nuevo, también con muchos puestecillos de souvenirs, en el que por cierto, me compré la bandera italiana.


Tras este momento mágico, entramos en la Iglesia de Orsanmichelle...una maravilla. Está decorada con estatuas que rodean toda la Iglesia. El tabernáculo que hay dentro es...increíble. Fue en otro lugar en el que no pude hacer fotos, me tenían vigilada.

De allí, nos fuimos hasta la Iglesia de Santa María del Carmine, cruzando el puente Vecchio. Antes paramos a comer porque eran ya casi las 16 de la tarde en una trattoria que se llama del Carmine y que está justamente en la misma plaza. Tomamos una ensalada, arroz con queso (risoto con...no me acuerdo, jeje) y raviolli burro e salvia, con una copa de vino, una botella de agua y el servicio del cubierto, 28 euros. (La comida tampoco estaba para tirar cohetes).
Tras esto, entramos en la Iglesia de Santa María del Carmine. Van dando paso de 15 en 15 minutos, así que ése es el tiempo que tienes para contemplar la capilla Brancacci. Curioso es que esta iglesia ardió casi en su totalidad, salvándose del incendio la capilla. Es una auténtica obra de arte, de una realidad absoluta...



De allí fuimos andando hacia el Palacio Pitti y los Jardines de Bóboli (entramos a estos últimos). Pocas veces he pasado tanto calor como lo pasé aquí. Los jardines sí, están bien, pero los he visto más bonitos..si lo hubiera sabido, los hubiera sacrificado en favor de otros lugares, pero bueno, vistos quedaron y sudados, jeje.






Dirección a la Academia que teníamos reserva. Habíamos reservado por vía telefónica, nos dieron un número (localizador) que era el que había entregar en la cola de los que tienen la reserva. Pagas y p’dentro. ¿Qué decir del David que no se haya dicho ya?. Es inmensooooo y de una perfección abrumadora, eso sí, quedará sólo en la retina de mis ojos, porque la cámara se me quedó sin batería: ole, ole y ole.
Salimos de la Galería de la Academia que está cercana al hotel y dejamos la cámara cargando durante un ratito mientras descansábamos tomándonos un capuchino en una cafetería de Vía Cavour.
Tras hacer algo de tiempo para que la cámara cargara la batería, fuimos a ver la Basílica de la Santísima Annunzziata. Con el mal aspecto que presenta la plaza en la que se encuentra y lo poco atractiva que es la fachada, el interior me dejó impresionada. El techo es francamente increíble y el templete de la anunciación más. Estaban dando misa, así que me senté allí y la seguí con ellos. Curioso fue que en la entrada, no vigilaban el tema de la vestimenta, y yo iba con un jersey de tirantes anchos, pero tirantes al fin y al cabo. Uno de los propios feligreses, italiano, no hacía nada mas que indicarme mediante señas que me tapara.



Estaba realmente asfixiada, el calor lo debía de tener ya metido en el cuerpo, así que fuimos nuevamente al hotel a darnos una duchita y así poder ir tranquilamente a cenar. Nos acercamos a un bufete que había cercano al Duomo. No recuerdo exactamente si era la calle que quedaba cerca del Campanille, o del Baptisterio. Tomamos una cerveza, una botella de agua, un plato de ensalada de pulpo con arroz (los platos amplios, eso sí) y otro de pavo con verduras. No se comía mal, la verdad.Tras reposar un poquito y hacer hueco en el estómago, heladito de menta y chocolate y tras él, una granizada de menta (aquí en mi ciudad no las hay, así que las aproveché al máximo).
Al día siguiente madrugón y prometedora paliza, Roma esperaba.