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El verano de 2007 lo recordaré toda la vida por el fantástico viaje que hice junto a Gemma por los países de Bélgica y Holanda. Fueron 18 días en los que visitamos Bruselas, Gante, Brujas, Ostende, Amberes, Mastrich, Delf, La Haya, Leiden, Rótterdam y Ámsterdam.
Todo ello con la mochila a cuestas, el plan de ruta, las reservas en albergues y los planos de las ciudades que pudimos obtener por Internet o gracias a Monjove. Allí optamos por desplazarnos en tren, el medio más aconsejable para viajar por Europa.
Bruselas es la ciudad más importante de Bélgica, capital financiera y administrativa, no solo del país sino en muchos sentidos, de toda Europa, pues allí se sitúan las principales instituciones gubernamentales de la Unión Europea. Nosotros tuvimos la oportunidad de visitar el Consejo, principal centro de decisión política de la Unión Europea, previa cita con la secretaria de Javier Solana, quien no nos pudo recibir debido a que se encontraba en Manila. Aunque sí lo hicieron sus funcionarios, quienes nos acompañaron por todo el edificio. Además, al ser agosto pudimos entrar en casi todas las estancias.
Los belgas son los descubridores de Tintín, Obelix y Asterix, Los Pitufos, Spirou.... y haciendo alarde de esta imaginación, Bruselas ha diseñado “la ruta del comic”, donde encontraréis grandes murales que representan historietas de estos dibujos al mismo tiempo que recorreréis los puntos más representativos de la vieja ciudad. Las tiendas que hay junto a Le Gran Place hacen las delicias de los amantes del chocolate. El Gofre también es originalmente suyo, pero allí lo adornan con diferentes frutas y su tamaño es mayor al que estamos acostumbrados.
Gante es una ciudad que me fascinó, donde la antigüedad de los edificios, casas, canales e iglesias rompe con la cantidad de jóvenes que residen en la ciudad. Y es que después de Lovaina, es la ciudad con más universitarios, quienes se reúnen cada día junto al canal que atraviesa la ciudad. En Gante nace el socialismo europeo y es la primera ciudad que otorgó subvenciones para la reconstrucción de las casas, tras la cantidad de incendios que sufrieron las viviendas que antiguamente eran de madera. Ahora todas son de ladrillo, excepto una que ha sido reconvertida en un restaurante de lujo.
Brujas es la ciudad más turística y antigua de Bélgica. Los canales están repletos de barcos que sirven de guía al tiempo que navegas y descubres cómo las casas estaban pensadas para llegar a ellas por el río. En su famoso Rastro del domingo podremos encontrar infinidad de antigüedades e insólitos objetos. En la Brujas del siglo XV (siglo de oro) nació el mercado de valores y vivieron los principales pintores flamencos así como los mejores comerciantes de Europa. Es una ciudad rica en historia, y ahora ha sabido invertir los recursos que obtiene del turismo en la reforma de los monumentos, puentes, iglesias, fachadas, etc., logrando una sinergia que la convierte en una de las más bonitas de Europa.
Ostende no tiene nada que ver con las ciudades anteriormente mencionadas. Es la playa de los belgas y alemanes, con una extensión de arena artificial inmensa, que en verano se llena de lugareños dispuestos a tomar el sol, caminar por el paseo, o los más atrevidos, darse un baño. El ayuntamiento presta gratuitamente bicicletas a los turistas, y el marisco que venden en puestos a lo largo del paseo es algo muy típico. El plato especial es mejillones con patatas. Debido a la cercanía al mar se puede observar como funciona el sistema de exclusas cada vez que sale un barco.
Amberes es una ciudad ribereña llena de leyendas. Posee una catedral que se ve desde todos los puntos de la ciudad, castillos reconvertidos en museos y el puerto más importante del país por el que navegan cargueros venidos de todas las partes del mundo. No obstante lo ancho del río, éste se puede cruzar por puentes subterráneos. El barrio judío, famoso por la cantidad de joyeros, es algo digno de ver. En él se maneja el 70% del comercio mundial de diamantes. La estación de tren es la más antigua del país, y junto a ésta encontramos el zoológico de la ciudad. La leyenda cuenta que un joven llamado Bravo dio nombre a la ciudad tras cortar la mano del gigante Druoon Antigoon, que se dedicaba a cobrar peaje a los barqueros. Antwerpen en neerlandés significa lanzar la mano.
por Víctor Vallés Cholbi
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