Nuestro último día en Bélgica iba a estar pasado por agua. La verdad es que no nos podemos quejar de la climatología, de 5 días solo nos llovió uno y no tuvimos mucho frío para ser diciembre.
Decidimos seguir adelante con el plan inicial y nos fuimos a Malinas, una ciudad cercana a Bruselas que se nos había quedado pendiente en nuestro anterior viaje. El tren desde Bruselas son apenas 25 minutos y es posible parar en dos estaciones diferentes, ambas relativamente cercanas al centro. Nosotros bajamos en Mechelen-Nekkerspoel y desde allí fuimos paseando hacia el centro.
La primera parada que hicimos fue en el palacio de Margarita de Austria, el primer edificio renacentista de los Países Bajos, que hoy es el Palacio de Justicia. El edificio no se puede visitar, pero sí su patio ajardinado.
Con Margarita de Austria, a principios del siglo XVI, Malinas se convirtió en capital de los Países Bajos. En Malinas pasó su infancia y juventud el que se convertiría en el emperador Carlos V, bajo la tutela de su tía Margarita, que tuvo una gran influencia sobre su educación.
Prácticamente enfrente de él, se encuentra el palacio de Margarita de York, que fue residencia de Carlos V. El antiguo vestíbulo del palacio es hoy el teatro municipal.
Al lado del palacio de Margarita de York está la iglesia barroca de San Pedro y San Pablo, pero nos la encontramos cerrada.
Pronto llegamos a la Grote Markt, el centro neurálgico de la ciudad, que en esa mañana de sábado albergaba un gran mercado. Son muchos los edificios que destacan en la plaza, pero sin duda el más llamativo es el Ayuntamiento.
La curiosidad de este ayuntamiento es que parecen tres edificios, ya que su fachada tiene tres estilos arquitectónicos totalmente distintos, aunque en realidad es solo uno. De izquierda a derecha encontramos el palacio del Gran Consejo, de estilo gótico brabantino, el edificio del campanario (inacabado, no hay campanario) y el antiguo mercado de las telas.
Se puede entrar en el patio del ayuntamiento, que tiene dos puertas, una en la plaza y otra en la calle lateral, con una preciosa fachada.
Junto al ayuntamiento hay una curiosa escultura de un hombre siendo manteado. Se trata del “Opsinjoorke”: el muñeco que era llevado en procesión por las calles de la ciudad y lanzado al aire sobre una tela de lino. Representaba a los maridos borrachos que maltrataban a sus mujeres y que así eran castigados simbólicamente.
Al otro extremo de la plaza destaca la torre de la catedral de San Rumoldo, con sus 97 metros. Una de las cosas que se recomienda hacer en Malinas es subir a esta torre, pero con el día tan lluvioso que hacía decidimos no hacerlo. Pagar y subir 514 escalones para no disfrutar de las vistas no nos pareció buen plan.
Pero sí que entramos en la catedral (visita gratuita), que bien merece la pena. A pesar de ser de estilo gótico brabantino, hay algunos elementos en otros estilos, como un coro y un altar barrocos. Por fuera no pudimos hacer fotos en condiciones, entre la lluvia y el mercado que ocupaba toda la plaza.
Seguimos con nuestro paseo por la ciudad acompañados en todo momento por el sonido del carrillón de la catedral, y fuimos a los beaterios. En plural, porque Malinas tiene dos beaterios, el beaterio pequeño, más antiguo, y el beaterio grande, que se construyó cuando el primigenio se quedó pequeño. Merece la pena pasear por ellos, aunque para mi gusto no tienen el encanto del gran beaterio de Lovaina o del de Brujas. El hecho de verlos desde debajo de un paraguas tampoco ayudó.
Cerca del beaterio grande se encuentra la fábrica de cerveza Het Anker, que elabora la famosa Gouden Carolus, llamada así en honor a Carlos V. Es posible hacer visitas guiadas a la fábrica, pero cuando nosotros fuimos ya estaba todo completo, así que no puedo decir si merece la pena o no.
Nos acercamos al río Dyle para ver uno de los rincones con más encanto de Malinas: las casas de Havewerf, el muelle de la avena, uno de los puertos medievales de la ciudad. Estas tres casas tienen fachadas muy llamativas y parece que tenían funciones relacionadas con las aduanas y el comercio.

Ya cansados de caminar bajo la lluvia y con un poco de hambre, decidimos que era hora de entrar en un bar a comer algo y tomar una cerveza. Intentamos en un par de sitios recomendados en la Vismarkt, el mercado del pescado, junto al río, pero estaba todo completo. Así que fuimos hasta la Grote Markt, que con la cantidad de bares y restaurantes que hay allí seguro que encontrábamos algún sitio donde sentarnos. Entramos en una cervecería llamada Makadam, donde me pedí la Gouden Carolus Tripel, que me gustó mucho. Pasó al top 5 de mis cervezas belgas favoritas. La comida no destacaba y el precio un poco elevado para lo que era, pero nos mató el hambre.
Después de comer fuimos a la iglesia de San Juan, que tiene un tríptico de Rubens, el de la Adoración de los Magos. Además, tiene algunas otras pinturas interesantes.
Muy cerca encontramos el Palacio van Busleyden, que alberga un museo, pero estaba cerrado por obras, de hecho estaba todo patas arriba por allí.
Volvimos a la plaza, donde ya habían recogido los puestos del mercado, de manera que pudimos fijarnos un poco más en los detalles y hacer alguna foto bajo la lluvia. En lo alto de algunas de las típicas casas flamencas encontramos figuras. En una de ellas había un cerdo, que indicaba que la casa era de un carnicero. Antiguamente las casas no tenían número y se diferenciaban de esta manera, además de hacer publicidad del negocio que albergaba.
Dimos por terminada la visita a Malinas y nos fuimos hacia la estación. En esta ocasión fuimos a la Estación Central. De camino encontramos un mercado navideño y la Puerta de Bruselas, lo único que queda de la antigua muralla medieval de la ciudad. Esta puerta era la más alta de las 12 que daban acceso a Malinas.
Cuando llegamos a Bruselas seguía lloviendo, por lo que decidimos ir a tomarnos algo al Delirium Tremens, la cervecería más famosa del centro. A pocos pasos de la Grand Place, hay varios locales de Delirium que ocupan un callejón. Es el mismo callejón donde se encuentra la Jeanneke Pis, la niña meona.
De los varios locales de Delirium encontramos sitio para sentarnos en el local de arriba, donde sirven cerveza de 20 tiradores. Nosotros pedimos una Delirium Tremens, como no podía ser de otra manera, además de la Tripel Karmeliet. Mucha gente pedía el beer meter, 10 vasos de cervezas diferentes.
Aprovechando que había dejado de llover, volvimos a la plaza para ver de nuevo el espectáculo. Ese día era sábado y se notaba que había muchísima más gente, casi costaba caminar.
Al día siguiente ya nos íbamos, así que compramos chocolate y cervezas para llevarnos de recuerdo y después nos fuimos al mercado de la Plaza Marché aux Poissons, junto a la iglesia de Saint Catherine. Cenamos allí y nos tomamos la última cervecita belga del viaje en el stand de Chimay. De postre unos gofres buenísimos, con los que dimos por terminado el viaje.
Muchas gracias a todos por leer el diario, espero que os haya gustado.
Y a muchas gracias también a Los Viajeros y a las Oficinas de Turismo de Flandes y Bruselas y de Lovaina por organizar el concurso.
