Nos quedaban varias cosas por ver de Lovaina antes de irnos, y no nos daba tiempo a ir a la Abadía del Parque, que está un poco lejos del centro (queda para la próxima). Fuimos a ver el interior de la iglesia de San Pedro. Por fuera es preciosa, pero por dentro no lo es menos. Las dimensiones de esta iglesia son enormes. La construcción original es del siglo XV, de la misma época que el ayuntamiento, pero tuvo que ser reconstruida varias veces, ya que también fue quemada en la primera guerra mundial y bombardeada en la segunda. Originalmente debía tener 3 grandes torres, pero el terreno era inestable y se desechó la idea. Al final quedó solo una torre, bastante más modesta en altura que las iniciales, y en la reconstrucción del siglo XX decidieron no poner ninguna torre.
Su interior alberga dos de las obras más importantes de Dieric Bouts, la Última Cena y el Martirio de San Erasmo, que cuando nosotros fuimos estaban en la exposición del M. Leuven.
Aprovechamos para ver con detenimiento la fachada del ayuntamiento, sus doscientas estatuas y las escenas representadas. Bajo cada estatua hay dos escenas que representan diferentes pecados y su consecuencia. Era la manera de aleccionar en la moral al pueblo en una época en la que muchos no podían leer la biblia.
En la plaza había un enorme mercado, con puestos de todo tipo, desde comida preparada, carnicería, pescadería, ropa… Pero los más bonitos eran los de flores. Más tarde descubrimos que el mercadillo llegaba casi a la estación de trenes, ¡era enorme!
De camino al hotel pasamos por la Oude Markt, la que llaman la barra de bar más larga del mundo. Dicen que en ningún otro sitio hay tantos establecimientos de hostelería juntos como en esta plaza. Aparte de un colegio y de la sede principal de la Universidad de Lovaina, casi todos los edificios son bares o restaurantes. En este viaje no entramos en ninguno, pero en el anterior sí.
Una cosa curiosa que nos contaron en la visita guiada del día anterior es que todas las casas del centro de Lovaina que fueron quemadas en la primera guerra mundial, ahora lucen en su fachada una placa conmemorativa de aquello. En nuestro paseo de esa mañana nos fijamos en ella y pudimos verla en multitud de casas.
Era media mañana cuando cogimos el tren que nos llevó a Bruselas. En apenas 20 minutos nos dejó en la Estación Central. De allí caminamos otros 15 minutos hasta nuestro alojamiento, el Jacques Brel Hostel, donde habíamos reservado una habitación doble con baño privado. Buena relación calidad/precio con una ubicación cercana al centro.
Dejamos las maletas y nos fuimos a pasear por Bruselas. La primera parada la hicimos en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula. Es de estilo gótico brabantino, con dos torres hexagonales. El interior es bastante austero, ya que fue saqueada en varias ocasiones por protestantes y los revolucionarios franceses.
Seguimos dirección al centro. Nuestra intención era ir a la Grand Place, visita obligada en la ciudad, para verla con luz de día. Esta plaza no deja de maravillarme, es preciosa. No voy a hacer una descripción de todos los edificios que la componen, ya que sería muy aburrido y para eso hay guías. Pero sin duda el edificio más destacado y el más antiguo de la plaza es el Ayuntamiento, con su alta torre. Una joya arquitectónica del gótico brabantino.
Justo enfrente está la Maison du Roi (la Casa del Rey), construida en el siglo XVI. Durante muchos años fue el lugar de residencia de los monarcas reinantes, pero hoy en día acoge el Museo de la Ciudad.
Otros edificios destacados del a plaza son palacetes y casas gremiales, del siglo XVII. Todos tienen en común la decoración dorada, brillo por todos lados.
Dejamos la plaza en dirección al edificio de la Bolsa, donde está uno de los mercadillos navideños que se instalan en Bruselas. Ya teníamos un poco de hambre, así que optamos por tomar unas típicas patatas fritas en la Friterie Tabora, ya que no se puede ir uno de Bélgica sin comer unas patatas fritas. La verdad es que tenía yo muy buen recuerdo de las patatas belgas, tan crujientes por fuera y tiernas por dentro, con su doble fritura,… Pero he de reconocer que estas que comimos aquí no me parecieron tan buenas.
Seguimos paseando y llegamos a la plaza Sainte-Catherine, donde había otro mercadillo, mayor que el anterior, y con más opciones de comida. Además, tenía el tiovivo más bonito y original que he visto hasta ahora.
Comimos allí mismo en la plaza, en un local que se llama Noordsee, donde sirven pescado. Pedimos una sopa de pescado (buenísima), mejillones en salsa y bacalao rebozado, además de una cerveza local.
Después de comer, entramos en la iglesia de Sainte-Catherine y nos fuimos a ver el famoso Manneken Pis, el niño meón. Ese día lo tenían disfrazado de aviador, o algo así. Siempre tiene una multitud alrededor y es que esta fuente, a pesar de su pequeño tamaño, es un símbolo de la ciudad, y no te puedes ir sin verlo.
Justo junto al Manneken Pis está la cervecería Poechenellekelder, que tiene una decoración muy bonita, tanto por fuera como por dentro, con marionetas colgadas de sus paredes. En nuestro anterior viaje nos gustó mucho, así que entramos a tomarnos un par de cervezas.
Cuando salimos ya eran casi las 5 de la tarde, hora a la que empieza el espectáculo de luces y sonido de la Grand Place en Navidad. Se realiza cada hora desde las 5 de la tarde hasta las 10, y los fines de semana cada media hora.
Nos encantó el espectáculo, una preciosidad, tanto la música, como las luces, como la historia que se representa en la fachada del ayuntamiento. Toda la plaza se ilumina de muchos colores, pero es en el ayuntamiento donde se va contando una historia con imágenes, que este 2023 estaba relacionado con las estaciones del año y el paso del tiempo.
Solo os digo que nos gustó tanto, que lo vimos varias veces durante los dos días que estuvimos en Bruselas.
Seguimos recorriendo Bruselas. A la salida de la plaza paseamos por las Galerías Saint Hubert. Diseñadas en 1847, fueron las primeras galerías comerciales de Europa, y en su interior se encuentran tiendas de lujo, con decorados escaparates. Miden 200 metros y están divididas en tres zonas: la Galería de la Reina, la Galería del Rey y la Galería de los Príncipes.
Decidimos visitar otro mercadillo navideño, el que se encuentra en la Plaza de Brouckère. Había una gran pista de hielo y atracciones para pequeños y mayores. Había puestos de bebida, pero vimos pocos de comida.
El mercado más grande lo vimos en la Plaza Marché aux Poissons. Había multitud de puestos de todo tipo, muchas de comida, de algunas cerveceras importantes, artesanía, enmarcados por una gran noria.
Nos tomamos unos vinos calientes y cenamos en algunos de sus puestos. La verdad es que había cosas muy apetecibles y variadas.

