Amanece el día con una fina llovizna. El cielo está bastante cubierto y no sabemos qué hacer. Decidimos seguir con el plan previsto e ir a visitar el Parque Nacional de Krk. Por el camino cae una tremenda tormenta, llevamos el limpiaparabrisas a todo lo que da y aún así no vemos nada. De repente, para de llover, se despeja el cielo y empieza a lucir un sol espléndido. Sobre las 10h llegamos al parque Krka. Para la visita hay que dejar el coche en el aparcamiento de la entrada (hay varias formas de acceder, nosotros entramos por Lozovac). Allí compramos la entrada, hay varias posibilidades, nosotros optamos por la visita reducida, sin paseo en barco (13€/persona), después hay que coger un autobús naranja que te lleva al punto desde el que se inicia la visita. El camino desciende suavemente por la ladera de la montaña. El paisaje es precioso, un bosque de un intenso color verde y lagunas a ambos lados de color turquesa, el olor del musgo, el murmullo del agua…. Llegamos a la zona de las cascadas, que nos deja sin habla. Cuelgo unas fotos que son más significativas que cualquier descripción que yo pueda hacer...
En este parque también se encuentran los restos de la primera central hidráulica del país y un pequeño museo etnográfico que cuenta con un molino, lavadero, batán, etc. Continuamos el recorrido y llegamos al punto en el que nos había dejado el autobús al bajar (es una ruta circular de 2,5km), enseguida llega un bus a recogernos y nos deja en el aparcamiento.
El día sigue buenísimo así que nos dirigimos a otra de las visitas planeadas para ese día: Sibenic. Es día de mercado y está complicadísimo aparcar por el centro. Nos decidimos por un párking descubierto al lado de la estación, cuyo sistema de funcionamiento es bastante sui generis. Tú llegas, se levanta la baliza, coges el ticket y metes el coche, pero esto no quiere decir que tengas sitio para aparcar, puede ocurrir (como a nosotros) que el parking esté completo, con lo que te quedan 2 opciones: hacer tiempo con los dedos cruzados a ver si alguien marcha y queda sitio libre o salir por donde entraste pagando el correspondiente mínimo por haber entrado + la espera, en su caso. Nosotros tuvimos que esperar un buen rato a que todos los coches que aguardaban por una plaza libre se colocaran y llegara por fin nuestro turno. Una vez aparcados, comenzamos la visita de Sibenic. Este es otro pueblo costero, fundado por los croatas, muy famoso sobre todo por su catedral de Santiago construida en piedra de un color blanco inmaculado. Además de la fachada, es impresionante su pórtico lateral de estilo renacentista y las esculturas de cabezas que rodean el ábside, donde cada una de ellas es un retrato realista de habitantes de Sibenic de la época de construcción de la catedral (s.XV). La catedral se levanta en una plaza donde también destacan el ayuntamiento y la logia, magnífico ejemplo de arquitectura civil renacentista.
Recorremos las callejuelas empedradas y el paseo del puerto. Nos detenemos en el jardín de la iglesia de S. Francisco, remanso de sombra y frescor muy de agradecer en el calor del mes de julio. Ascendemos hacia el castillo de S. Miguel (entrada 2,7€). Desde lo alto las vistas son impresionantes, mar y cielo azul intenso, antiguos tejados, fachadas de piedra, numerosas islas y barcas en el horizonte entremezclado con el verde de los cipreses del antiguo cementerio que hay bajo nuestros pies, conforman una postal maravillosa.
Damos un último paseo por la orilla del mar, cogemos el coche y regresamos al cámping. Ese día comemos en la playa y pasamos la tarde tomando el sol y bañándonos en el mar. No lo sabemos, pero este es nuestro último día de playa en el adriático.
Sobre las 6 el sol ya no calienta, así que vamos hasta Trogir a dar una vuelta por el pueblo y el paseo del puerto. Las calles y las terrazas están animadísimas, pues mucha gente ya está cenando. Después de pasear un rato, me empiezo a sentir mareada, creo que tomé demasiado el sol esa tarde y debo tener la tensión bajo mínimos, decidimos volver al cámping. Una vez allí, compramos unas cervezas en el supermercado del cámping y nos las tomamos a la luz de las velas acompañadas de la cecina envasada al vacío que habíamos traído de España. Fue una de las mejores cenas del viaje. La noche está preciosa, no hay viento, el cielo está estrellado, la temperatura es estupenda... pues aún así se desata una tormenta que dura hasta por la mañana.
En este parque también se encuentran los restos de la primera central hidráulica del país y un pequeño museo etnográfico que cuenta con un molino, lavadero, batán, etc. Continuamos el recorrido y llegamos al punto en el que nos había dejado el autobús al bajar (es una ruta circular de 2,5km), enseguida llega un bus a recogernos y nos deja en el aparcamiento.
El día sigue buenísimo así que nos dirigimos a otra de las visitas planeadas para ese día: Sibenic. Es día de mercado y está complicadísimo aparcar por el centro. Nos decidimos por un párking descubierto al lado de la estación, cuyo sistema de funcionamiento es bastante sui generis. Tú llegas, se levanta la baliza, coges el ticket y metes el coche, pero esto no quiere decir que tengas sitio para aparcar, puede ocurrir (como a nosotros) que el parking esté completo, con lo que te quedan 2 opciones: hacer tiempo con los dedos cruzados a ver si alguien marcha y queda sitio libre o salir por donde entraste pagando el correspondiente mínimo por haber entrado + la espera, en su caso. Nosotros tuvimos que esperar un buen rato a que todos los coches que aguardaban por una plaza libre se colocaran y llegara por fin nuestro turno. Una vez aparcados, comenzamos la visita de Sibenic. Este es otro pueblo costero, fundado por los croatas, muy famoso sobre todo por su catedral de Santiago construida en piedra de un color blanco inmaculado. Además de la fachada, es impresionante su pórtico lateral de estilo renacentista y las esculturas de cabezas que rodean el ábside, donde cada una de ellas es un retrato realista de habitantes de Sibenic de la época de construcción de la catedral (s.XV). La catedral se levanta en una plaza donde también destacan el ayuntamiento y la logia, magnífico ejemplo de arquitectura civil renacentista.
Recorremos las callejuelas empedradas y el paseo del puerto. Nos detenemos en el jardín de la iglesia de S. Francisco, remanso de sombra y frescor muy de agradecer en el calor del mes de julio. Ascendemos hacia el castillo de S. Miguel (entrada 2,7€). Desde lo alto las vistas son impresionantes, mar y cielo azul intenso, antiguos tejados, fachadas de piedra, numerosas islas y barcas en el horizonte entremezclado con el verde de los cipreses del antiguo cementerio que hay bajo nuestros pies, conforman una postal maravillosa.
Damos un último paseo por la orilla del mar, cogemos el coche y regresamos al cámping. Ese día comemos en la playa y pasamos la tarde tomando el sol y bañándonos en el mar. No lo sabemos, pero este es nuestro último día de playa en el adriático.
Sobre las 6 el sol ya no calienta, así que vamos hasta Trogir a dar una vuelta por el pueblo y el paseo del puerto. Las calles y las terrazas están animadísimas, pues mucha gente ya está cenando. Después de pasear un rato, me empiezo a sentir mareada, creo que tomé demasiado el sol esa tarde y debo tener la tensión bajo mínimos, decidimos volver al cámping. Una vez allí, compramos unas cervezas en el supermercado del cámping y nos las tomamos a la luz de las velas acompañadas de la cecina envasada al vacío que habíamos traído de España. Fue una de las mejores cenas del viaje. La noche está preciosa, no hay viento, el cielo está estrellado, la temperatura es estupenda... pues aún así se desata una tormenta que dura hasta por la mañana.