El plan de hoy era coger el autobus a Chenge para ver sus famosos templos, dormir allí y volver al día siguiente a Pekín a estar 3 días más, pero todo nos salió mal. Nos fuimos a la estación de autobuses de Dongzhimen, porque estaba cerca y había visto por internet que también salían de allí. Primer problema, llegamos a la estación y todo en chino, pregunto enseñando el nombre escrito y me dicen que no salen de allí.
Plan B: hacerle caso a la Lonely Planet e ir la estación de bus de largo recorrido de Liulinqao, como queda bastante lejos cogemos un taxi, no ponen taximetro y acordamos 100 yuanes porque está bastante lejos y hay un gran atasco. Sabíamos que nos timaban pero como queríamos salir pronto aceptamos. Nos tiramos 45 minutos en el taxi y en atasco pequines, cuando llegamos, resulta que es una estación de mala muerte y nos dicen que de ahí no salen buses a Chengde, medio por señas nos dicen que es fuera, en otro lado. Seguimos una señal para otra parada en una calle lateral donde pone bus inter-city, nos encontramos con un montón de paradas en una acera, y los carteles en chino, preguntamos, pero nadie habla inglés, ni parece saber nada. Desesperados le preguntamos a un guardia, que se ofrece a indicarnos, lo seguimos y nos lleva... ¡ a la estación donde nos han dicho que no! Vuelvo a preguntar y que no, que vayamos fuera. Todo esto duró unas dos horas, y no había forma, con lo que teniendo en cuenta que llevaba 4 horas llegar a Chengdé y que todo cierra a las 16:30 decidimos que no merecía la pena ir, y que mejor nos quedabamos en Pekín y aprovechar el día. Pudimos arreglar reservar el hotel esa noche en nuestro mismo hotel, aunque perdimos la reserva del hotel en Chengdé. Este fracaso nos preocupó, no habíamos conseguido coger un bus y teniamos que coger trenes, buses y aviones en el viaje. A ver como hacíamos.
Realmente no sé si la Lonely Planet se equivocó o los chinos nos marearon, pero por experiencias posteriores me inclino más por esto, porque debéis saber que sobre todo en las taquillas no se desviven precisamente por ayudarte.
Decidimos cambiar el chip e ir a ver el templo del cielo otra vez. Ahora sí compramos la entrada completa (35 yuanes) y pudimos entrar: no nos decepcionó, los edificios son preciosos, y aunque había bastante gente al ser el recinto grande no te agobiaba, solo había que darse codazos para ver el interior del templo del cielo, que se ve desde la puerta, y los chinos no se amilanan precisamente: codos, empujones, metiéndose por las esquinas, etc.


Nos fuimos de allí con muy buen sabor de boca, los edificios son preciosos y muy “chinos”, con lo cual dijimos, ya estamos lanzados, y decidimos ir a ver el Templo de los Lamas (entrada 25 yuanes), el principal templo-monasterio budista de la ciudad. La zona está llena de tiendas que venden incienso, figuras de buda y objetos religiosos de todo tipo. Nunca habíamos estado en un templo budista, pero consisten en una sucesión de patios con pabellones donde están las figuras de los budas. En el templo de los lamas, cada patio que pasas tiene un pabellón que contiene un buda de mayor tamaño, hasta que llegas al último que contiene un buda de 8 metros de alto. Nos gustó mucho, además los templos son oasis de tranquilidad de todo el bullicio exterior, nadie grita y nadie escupe, cosa que se agradece un rato.


Cuando salimos fuimos a ver el templo de Confucio (entrada 30 yuanes), que está justo enfrente, aunque no es tan llamativo, tiene unas grandes lápidas grabadas, varias colocadas sobre unas grandes tortugas esculpidas, que eran ofrendas de los estudiantes que habían aprobado sus examenes a funcionarios imperiales.

Como ya eran más de las tres nos metimos en un restaurante de allì al lado, con su carta con fotos (indispensable): nos comimos un arroz riquísimo y un plato de carne con bastante guindilla, picante pero rico. Todo esto acompañados de las peceras acuario en la sala para que elijieras el pescado que quisieras, y otra con 8 grandes ranas que nos miraban fijamente. Si las pobres supieran para que estaban allí...
Para la tarde decidimos ir a ver la mezquita de Pekín, pero nos dimos una paliza porque la parada de metro más cercana estaba lejos y tuvimos que andar bastate, el barrio musulmán está un poco hecho polvo y huele regular porque veíamos las carnicería con la carne expuesta, sin neveras, con 35 grados y claro, eso olía nada más que regular. Llegamos a la mezquita (10 yuanes de entrada), como yo iba de pantalón corto tuve que ponerme una especie de pantalones bombachos de cuadros de antes de la guerra para entrar en el recinto , menuda pinta! Lo peor es que después de la caminata no pudimos entrar en la sala de oración, lo que ibamos a ver, porque estaba reservada a musulmanes, con lo que perdimos bastante tiempo en ir allí y no compensó tanto esfuerzo.
Cenamos en un restaurante tailandés de un centro comercial de la calle Wangfujing y vimos a unas 30 señoras bailando con abanicos en una de las esquinas principales de la calle. Parece que lo normal es que grupos de gente mayor se lleven un altavoz para la música y hagan sus coreografías en la calle o en los parques como forma de hacer ejercicio, igual que en España se va a un gimnasio y se hace aerobic allí la gente mayor lo hace en la calle y hace coreografías de baile con música. Es muy divertido, aunque los chinos están acostumbrados y no les hacen ni caso. A lo largo de todo el viaje veíamos estos grupos en las calles y en los parques, por la mañana o por la noche.