Como estábamos un poco cansados y nos apetecía llegar al hotel para darnos una ducha decidimos coger un taxi en el aeropuerto. Nos llevo unos 70 yuanes hasta el centro (no había grandes atascos porque era domingo) y por el recorrido ya vimos la gran nube de contaminación perpetua que tiene Pekín, que los chinos conducen como locos, que Pekín es una ciudad un tanto gris y que hacía bastante humedad y calor.
Llegamos al hotel, el Park Plaza Wangfujing, el hotel más caro del viaje,(unos 90 euros) pero mereció la pena porque era un 4 estrellas lujoso español y estaba situado muy bien, a 5 minutos andando de la calle Wangfujing y a 20 andando de la ciudad prohibida, con el metro también cerca. Era un poco caro pero fue un acierto, porque en Pekín las distancias son enormes, aún en metro, y al menos por la noche teníamos la zona comercial al lado.
Entre que llegamos, nos aseamos un poco y salimos eran casi las dos: tuvimos un buen comienzo, nos perdimos, como los nombres de las calles están en chino no sabíamos muy bien en que dirección tomar y, claro, como dice la ley de Murphy, tiramos para el lado equivocado, para cuando nos dimos cuenta llevábamos casi 20 minutos andando y tuvimos que dar la vuelta. Llegamos a la calle Wangfujing, una de las principales calles comerciales de Pekín y nos metimos en la calle de la comida, una pequeña calleja perependicular a la calle. Nada más entrar nos encontramos con los puestos que ponen pinchos de escorpiones, caballitos de mar, estrellas de mar y gusanos, todo a la brasa, y previamente vivos pataleando el pincho. Les sacamos unas fotos, igual que los chinos de alrededor (les llamaba la atención tanto como a nosotros) pero nadie los probaba.



Al final nos metimos en uno de los pocos sitios con mesas y elegimos algunas cosas de unos mostradores: no me preguntéis el qué, era algo de verdura y no estaba muy bueno.
Este día teníamos la intención de ir a ver el templo del cielo, nos metimos en el metro (que barbaridad de gente) y nos llamó la atención una cosntante en China, la obsesión por la seguridad, en cada estación de metro hay un scaner y hay que pasar mochilas y bolsos por él, aunque muchas veces el que mira el escaner está dormido o directamente ni mira, vamos, un paripé. Otra cosa que vimos es que sobra gente, les pagarán 4 duros y los ponen en cualquier lado, porque una mujer sentada en una silla, mirando para las escaleras mecánicas todo el día no tiene mucho sentido que digamos.
A todo esto ya notamos que la gente nos mira continuamente, no se ven apenas occidentales ni en los lugares turísticos y les llamamos mucho la atención.
Llegamos al parque del Templo del Cielo y sacamos la entrada, vemos gente bailando en el parque, cantando y vendiendo todo tipo de chucherías tipo cadena 100. cuando llegamos a la entrada interior del recinto las de los tornos nos dicen que no podemos pasar. Como hay mucha gente sentada creemos que están esperando que salga gente y luego podríamos entrar. Nuestro gozo en un pozo, tras casi 30 minutos de espera, ver salir a un monton de gente, y recoger a las de los tornos, les vuelvo a preguntar y me dicen que está cerrado. Parece ser que hay 2 tipos de entrada, para ver solo el parque que está abierto hasta las 20:00 y para ver los edificios que cierran a las 16:30, ¿sabéis cuál era la nuestra? Sí, la del parque. Esa es una constante en toda China, los monumentos y edificios para visitar cierran sobre las 16:30 (excepto la Ciudad Prohibida), con lo cual hay que madrugar bastante, aunque te queda casi toda la tarde sin poder visitar nada.
Un poco chasqueados decidimos ir a dar una vuelta por Tianamenn, nos encontramos con una marea de gente china, nada de occidentales y todo el mundo mirándonos con mayor o menor disimulo.

Ahora sí que estábamos en China, sumergidos en el meollo. ¿Lo más impactante por ahora? varias cosas: se ven muy poquitos occidentales, todos son turistas chinos y que los tíos no paran de escupir. Lo has leído, te lo han dicho, pero hay que verlo y escucharlo, parece que se quieren sacar hasta el hígado y lo hacen continuamente y sin cortarse. Lo bueno es que como es tan sonoro te da tiempo a prepararte (es como el relámpago y el trueno, jeje). De comunismo queda más bien poco, los chinos son consumistas a tope. Otra cosa es la moda hombre de verano en China, como hace bastante calor se remangan la camiseta por encima de la barriga y van así, enseñando barriga prominente.

En cuanto a las mujeres, parecen encantarles los zapatos de tacones y “llamativos” por decirlo de alguna manera, y aunque esté nublado muchas van con paraguas para protegerse del sol. Capítulo aparte son los niños: si es niño se le rapa el pelo dejándole un mechó delante, si es niña se la viste de princesa, de bailarina de ballet, se le pone una diadema bastante estrafalaria y las niás encantadas, claro. Y si son más pequeños la mayoría no usa pañales, o no llevan nada puesto y los llevan con el culo al aire o bien llevan un pantalón con una abertura en forma de círculo detras, ya sabéis, por si te da un apretón, y otra igual por delante, para el pitorro. En fin, otro mundo, pero era lo que buscábamos, allí donde mirabas algo te llamaba la atención.
Como estábamos cansados, nos tomamos algo y nos volvímos para el hotel, necesitábamos dormir y reponer fuerzas para el día siguiente.