Habíamos quedado en el lobby del Colonial a las 6:30 con el resto de foreros (en total 12 personas, 5 parejas y dos niños) y nuestro taxista. Para ganar tiempo, desayunamos en el lobby del Colonial, donde hay bollos, jarras de zumo y una máquina de café, ya que hasta las 7 no abren los buffets. Todo bien excepto el café con leche, pues el líquido resultante tenía un aspecto guarrillo, como de agua sucia; así que nos apañamos con el zumo y los bollos.
Nuestro taxista llegó media hora tarde por un problema que le surgió en la excursión del día anterior a Mérida y Uxmal con otros foreros (qué pena no tener tiempo para hacerla nosotros también). Este pequeño retraso no afectó al viaje: nos aseguró que lo veríamos todo sin agobios y así fue. Pusimos bebidas del minibar en la nevera del vehículo para refrescarnos durante el día.
Como vamos en la parte trasera de la van, apenas oímos los profusos y animados comentarios de nuestro taxista. Una lástima. El trayecto hasta Chichén Itza se hace largo, casi 200 Kilómetros por una carretera recta pero bastante anodina pues sólo se ve el tramo de asfalto y selva a ambos lados, excepto la travesía de algún pequeño pueblo, así como muchas palapas (chozas de madera y techos de paja) y tenderetes de mantas, cacharros y hamacas, eso sí, con mucho colorido:
Nuestro taxista llegó media hora tarde por un problema que le surgió en la excursión del día anterior a Mérida y Uxmal con otros foreros (qué pena no tener tiempo para hacerla nosotros también). Este pequeño retraso no afectó al viaje: nos aseguró que lo veríamos todo sin agobios y así fue. Pusimos bebidas del minibar en la nevera del vehículo para refrescarnos durante el día.
Como vamos en la parte trasera de la van, apenas oímos los profusos y animados comentarios de nuestro taxista. Una lástima. El trayecto hasta Chichén Itza se hace largo, casi 200 Kilómetros por una carretera recta pero bastante anodina pues sólo se ve el tramo de asfalto y selva a ambos lados, excepto la travesía de algún pequeño pueblo, así como muchas palapas (chozas de madera y techos de paja) y tenderetes de mantas, cacharros y hamacas, eso sí, con mucho colorido:
Resulta curioso que en Chichén Itza se paga más de tasas (177 pesos) que por la entrada (57 pesos). Son las 9:15 de la mañana y aún hay muy poca gente en esta ciudad maya (aunque también hay construcciones toltecas) Patrimonio de la Humanidad. Nuestro guía (nos cobró 500 pesos a repartir entre los 12) nos lleva hasta la pirámide de Kukulcán (también llamado El Castillo), declarada una de las 7 maravillas del mundo moderno. Sinceramente, me impresionó, no imaginaba que sería así, aunque en realidad era como la había visto en mil reportajes y fotos. Resulta difícil de explicar, más aún cuando te cuentan sus secretos (como que en realidad es un calendario, ya que los 91 escalones de cada lado más el de la cúpula suman 365, el total de los días del año) y escuchas el eco de las palmadas. Cuesta entender que una civilización con semejantes conocimientos matemáticos y astronómicos y capaz de construir estas estructuras desapareciera sin dejar rastro: según el guía, al margen de las leyendas, pudo deberse a la gran hambruna que siguió a una persistente sequía. Son teorías y no daré más detalles porque seguramente escribiría alguna barbaridad. Para los interesados en el tema resulta indispensable consultar información especializada y, sobre todo, verlo in situ.
Os dejo varias perspectivas de la maravilla, que tuvimos casi para nosotros solos bastante rato.
Admiramos otras ruinas significativas: el templo de los guerreros, presidido por Chaac Mool (un altar con forma humana, destacada obra tolteca), y rodeado del grupo de las mil columnas:
El templo de los jaguares, así denominado por las representaciones de jaguares de su friso:
El altar de los cráneos, donde los mayas exponían las calaveras de los enemigos vencidos (se puede ver en los relieves a los soldados con las cabezas cortadas):
El gran juego de pelota:
El templo del osario o tumba del Sumo Sacerdote, una réplica en pequeño de la pirámide principal.
El observatorio:
Pregunté al guía por unas estructuras llamadas “Las Monjas”. Son anteriores a los mayas, de estilo “Puuc”, por lo que carecen de serpientes emplumadas, pero es espectacular la decoración con dobles cornisas y trabajados mosaicos de piedra tallada:
Vimos otras estructuras también impresionantes, pero no pongo fotos para no hacer esta etapa interminable. Se nota que disfruto con las piedras, ¿verdad?
Después, una hora de tiempo libre. Es el sitio más barato para surtirse souvenirs en la multitud de puestos de artesanía que hay por todo el recinto. Compramos un reloj maya, una máscara y una talla de madera de cedro. Es una pesadez porque odio el regateo pero, claro, hay que regatear. Sucumbo antes de tiempo, me agota ese tira y afloja por cantidades realmente pequeñas y al final me queda la sensación poco grata de que me han tomado el pelo completamente aunque me lleve cosas bonitas y baratas. Por esta razón compro muy poco en estos sitios. Y de verdad que lo siento.
Al salir, unas colas inmensas aguardan en las puertas. Son los turistas que vienen con las agencias. ¡Y pensar que tenemos fotos nosotros solos en las pirámides!
Vamos al cenote Ik-Kil. Es un cenote abierto, muy bonito, la vegetación y las lianas colgantes que caen sobre el agua lo hacen portada de muchas guías turísticas. Sus más de 40 m. de profundidad no deben asustar a los nadadores poco avezados pues se alquilan chalecos salvavidas por 30 pesos. ¿Y quién se resiste a llevarse el recuerdo de nadar en este bello cenote?
Al salir, unas colas inmensas aguardan en las puertas. Son los turistas que vienen con las agencias. ¡Y pensar que tenemos fotos nosotros solos en las pirámides!
Vamos al cenote Ik-Kil. Es un cenote abierto, muy bonito, la vegetación y las lianas colgantes que caen sobre el agua lo hacen portada de muchas guías turísticas. Sus más de 40 m. de profundidad no deben asustar a los nadadores poco avezados pues se alquilan chalecos salvavidas por 30 pesos. ¿Y quién se resiste a llevarse el recuerdo de nadar en este bello cenote?
Nuestro taxista nos lleva a comer al centro de Valladolid, una ciudad de trazado colonial, alegre y bulliciosa. Enfrente de la iglesia (¿catedral?) de San Gervasio, tenemos reservada una mesa en un restaurante muy diferente del típico buffet para turistas. En la tele hay un partido de la Champhions del Real Madrid. ¿Un reportaje? ¿Diferido? No, no: ¡en directo! Claro, en España ya son las 9 de la noche.
Buena comida mejicana a buen precio (unos 20 euros por pareja), y el guacamole y el queso para untar, riquísimos.
Buena comida mejicana a buen precio (unos 20 euros por pareja), y el guacamole y el queso para untar, riquísimos.
Llegamos a Ek Balam (que significa Jaguar Negro) pasadas las cuatro. Estaban casi cerrando, pero tuvimos tiempo suficiente para la visita. Había muy poca gente. Me encantaron las ruinas, son realmente bonitas. Además, pudimos subir a dos de las estructuras. Al entrar, vemos este bonito arco maya:
Desde lo alto del llamado "Palacio Oval" se obtiene esta impresionante perspectiva del conjunto, con las pirámides gemelas y el juego de pelota a la izquierda y de frente el impresionante "Templo Mayor" o Acrópolis.
La Acrópolis es la tumba de un rey y con 32 metros de altura, 68 m. de ancho y 162 m. de largo es una de las estructuras más grandes de Mesoamérica. Su tamaño y aspecto impresionan y, naturalmente, es imposible enfocarla entera con la cámara. Así que ahí va una toma de la parte izquierda:
Y otra de la parte derecha:
Como en todas las pirámides, es al acercarte cuando aprecias realmente su inclinación.
Los escalones son altos y puede dar un poco de vértigo, pero son regulares y se sube bien; bajar, cada uno como pueda, jeje. Bueno, que tampoco es tan complicado.
Los escalones son altos y puede dar un poco de vértigo, pero son regulares y se sube bien; bajar, cada uno como pueda, jeje. Bueno, que tampoco es tan complicado.
Según se sube, a la izquierda, debajo de los techos de paja, no olvidéis echar un vistazo porque merece la pena.
Hay relieves y, sobre todo, una extraordinaria fachada de estuco con mascarones, fauces y colmillos de un monstruo, el rey con su trono y guardianes alados que formaba el portal de entrada al otro mundo. Está en restauración, pero se distinguen bien las figuras.
Desde lo alto, las vistas son espectaculares: las demás estructuras surgen entre la selva, que se extiende verde e inmensa alrededor. Una bandada de buitres revolotea a pocos metros de nuestras cabezas, dándole más emoción, jeje.
El regreso, de noche, se hizo muy largo y pesado, hay momentos en que parece que el coche no avanza. Nuestro taxista nos dejó en el lobby del Riviera y todo el grupo (excepto una pareja que se alojaba en otro hotel) fuimos a reservar para la cena-barbacoa del día siguiente en la playa. Paseo hasta nuestra villa, aseo, vuelta al lobby y cena en el buffet Kebah. Nos quedamos a ver el espectáculo en el teatro tomando los inevitables cócteles (¡qué ricos!). La agotadora jornada acabó con otro trenecito hasta nuestra villa. No sé cuántos kilómetros recorrimos por el complejo andando o en trenecitos,