El viaje hasta Pingyao dura siete horas. Al subir al tren, el revisor intercambia los billetes por unas tarjetas y te conduce hasta tu departamento que dispone de cuatro literas. Luego, cuando falta poco para llegar a tu destino, el revisor te despierta, te devuelve los billetes y te conduce hasta la puerta de salida. Después de haber leído mucho sobre los viajes en tren por China, éramos un mar de dudas respecto a lo que nos podíamos encontrar. Si el cuerpo aguanta –las literas no brillan por su comodidad-, es un asequible medio de transporte que, además, si viajas de noche, tiene la ventaja de ahorrarte una noche de hotel. Otra experiencia más.
Una vez en la estación tomamos un tuk tuk que nos conduce hasta nuestro hotel, el Pingyao Yide Hotel . Situado justo al lado de la calle principal de Pingyao, Ming-qing, el hotel ocupa lo que fue la residencia de un comerciante. Todo el hotel conserva la atmósfera de la que está considerada la ciudad medieval mejor conservada de China. A las habitaciones se entra desde el patio y disponen de una genuina cama Kang.
Después de desayunar, asearnos y descansar un poco en la habitación, salimos a pasear por Pingyao. El casco antiguo está rodeado por una muralla de 6 kilómetros de longitud y 12 metros de altura, con seis puertas y unas setenta torres. La Ciudad vieja de Pingyao fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1997.
En la misma calle Ming-qing se puede adquirir un pase turístico que, por 150 ¥, te permite visitar unos 20 lugares de interés, templos y casas fundamentalmente. Lo mejor que se puede hacer es callejear sin rumbo, cualquier rincón merece la pena. Existen numerosos restaurantes donde poder volver a disfrutar de los Kao lao lao.
De noche, la ciudad iluminada, sin olvidar los característicos farolillos rojos, ofrece una perspectiva diferente, pero igualmente encantadora.