Nuestro vuelo salió de Madrid a las 10:50. Para variar, salió puntual y nos regocijábamos de lo bien que empezaba la cosa. Error.
Todavía no sé que pasaría en el aeropuerto que el coche que tendría que haber guiado al avión se retrasó y salimos de él una hora más tarde, con sólo media hora para coger el siguiente. Primer tropiezo.
Menos mal que no facturamos por si ocurría algo así. Si llegamos a facturar, las maletas no llegan.
El segundo tropiezo fué al percatarnos que, a pesar de pasar todos los controles en origen, obligaron a los pasajeros en tránsito a "repasar" todos los controles. ¿os imagináis una cola inmensa de gente para pasar las maletas por los scanners y ver la hora. Se nos ocurrió enseñarles nuestra tarjeta de embarque a un empleado y nos coló de la fila.
Ya creíamos que la cosa estaba hecha cuando vemos una segunda cola para control de pasaportes. Vuelta a enseñar las tarjetas de embarque, volvemos a colarnos y conseguimos entrar en zona de embarque... y vemos que nuestra puerta está al otro lado del mundo mundial.
Para entonces, nuestra hora teórica de embarque había expirado. Pero la esperanza es lo último que se pierde y allí nos ves corriendo por el aeropuerto cargados con nuestras maletas y mochilas.
La cosa acabó bien, pues cuando llegamos todavía estaban esperando. Me imagino que sabían el retraso de nuestro primer avión y debería haber bastante gente en nuestra situación. De hecho mientras esperábamos a embarcar llegó más pasajeros con la lengua fuera.
Consejo: Si vais a Edimburgo vía Londres, dejad más tiempo entre vuelo y vuelo que nosotros y (éso si lo hicimos) coged los dos vuelos con la misma compañía. Y practicad antes de empezar el viaje los 500 m. aeropuertuarios con maleta, para ir entrenados.
Ya en Edimburgo, fuimos a la parada de taxis que nos llevó a nuestro hotel. Después de nuestro estres en Londres fué un alivio ver que habíamos acertado con nuestra elección con el hotel.
Dudamos mucho con el tema; pero como íbamos a estar sólo dos noches preferimos reservar en un hotel céntrico en vez de un B&B. Resultó la mejor idea en cuanto alojamientos, pues es un hotel muy céntrico, cómodo, limpio y con buena relación calidad/precio.
La habitación, amplísima, daba justo enfrente del Monumento a Scott.

Empezaba el viaje.
Empezamos nuestra visita con la visita a los jardines de Princess Street, frente al hotel. Como hacía un sol de narices vimos a todos los edimburguenses echados en la hierba tostándose.
Lo siguiente fué subir hasta la Royal Mile, que está bastante cerca. Es la calle mas conocida y visitada de la ciudad que va desde el castillo hasta el palacio de Holyroodhouse.
Está plagada de monumentos, tiendas de turistas, casas de época y escoceses en faldita que anuncian, venden, tocan música o lo que tercie.
Andando, andando llegamos hasta el palacio, que es donde reside la reina cuando se da una vueltecita por Escocia.
De vuelta, entramos en la catedral de San Giles, bastante chula.
A esas alturas debería ser que nuestros organismos se estaban habituando a los horarios de cenas de Escocia, pues empezamos a tener hambre. Y eran sólo las 7 de la tarde.
Como llevábamos alguna información de sitios para comer, elegimos uno no muy lejos del hotel: Howies. En Waterloo Place. El sitio es encantador (¿algun antiguo palacio?) en el que comimos muy bien.
Como después de comer, seguía haciendo muy bueno, aprovechamos para ir a ver la colina de Calton Hill, muy cerca del restaurante.
Como ya estábamos cansados, emprendimos la vuelta al hotel.
Alojamiento: Mercure Edinburgh City - Princes Street Hotel