Al día siguiente, cogimos de nuevo el tren para llegar a nuestro último destino: Praga. De Praga se ha escrito tanto: la madre de todas las ciudades, la ciudad más bonita de Europa… No se si será cierto o no pero, desde luego, es una ciudad preciosa. La parte negativa: está tomada por el turismo. No es solo que esté llena de gente, que también. Es el ambiente de turisteo y de mercadeo que se puede apreciar en lo que es el centro. Según vas por la calle, te van ofreciendo de todo… alojamiento, cambio de dinero (no se os ocurra aceptar), que entréis a tiendas o restaurantes, paseos en barco, etc. En muchas tiendas, te preguntan de dónde eres y te empiezan a hablar en castellano, te preguntan por tu equipo de fútbol, te ofrecen marionetas del Barça o del Real Madrid (que no tengo nada contra esos equipos, aunque no me guste el fútbol… pero es que estoy en República Checa, no se si me explico


Pero, dicho esto, voy a la parte positiva. Es una ciudad encantadora. Como íbamos solo para dos días, pudimos ver muy poquito (algo que ya sabíamos antes de ir). Digamos que iba a ser como una toma de contacto para, si nos gustaba, volver más adelante. Hicimos un plan de mínimos, con lo que no nos queríamos perder de ninguna manera, y eso es lo que vimos.
Estuvimos de nuevo en el hotel Salvator, bueno en los apartamentos. Nos dejaron ver un par de habitaciones de la segunda planta para que eligiéramos y cogimos la 204. Ésta ya era de un tamaño más razonable. No era grande, ni mucho menos. Pero estaba limpia, era cómoda y, por ese precio y en el centro de Praga, creo que estaba muy bien. Seguía dando a la misma calle con los tranvías. Pero bueno, estábamos ya tan agotados a esas alturas que al menos ya oíamos solo la mitad de los que pasaban

Cogimos de nuevo el “camino real”, con intención de llegar hasta Mala Strana (que era la zona que queríamos ver ese día). Desde la Plaza de la Ciudad Vieja, que es donde nos habíamos quedado la vez anterior, vimos el famoso reloj astronómico (lleno de gente, por lo que preferimos volver a verlo mejor por la noche, más tranquilos), la plaza pequeña (Male Namesti) y seguimos por la calle Karlova. Lo hicimos muy de pasada, para llegar a Mala Strana cuanto antes, ya que la zona de Stare Mesto la íbamos a ver al día siguiente. En el blog que os comenté en la introducción, tenéis información muy detallada sobre las cosas para ver en estas calles que atravesamos e información sobre sus edificios más importantes. Tanto en la calle Celetna como en la calle Karlova y, por supuesto, en la plaza hay muchos edificios preciosos, algunos con unas fachadas impresionantes. Ya os digo que en dicho blog los tenéis explicados uno a uno, por lo que no me voy a extender aquí (si no el diario sería interminable y no lo terminaríais nunca de leer

Llegamos al Puente Carlos que es, de verdad, impresionante. Como es lógico, bien concurrido. Había cola para poder tocar el lugar donde se supone que el pobre Nepomuceno fue arrojado al agua. Se dice que Juan Nepomuceno era el confesor de la reina Sofía de Bavaria. El rey Wenceslao IV de Bohemia quería conocer los secretos de su esposa pero Nepomuceno se negó a romper el secreto de confesión y acabó asesinado y tirado al Moldava. Sobre esta leyenda hay distintas variaciones, pero la idea general se repite. También hay distintas teorías sobre si lo que hay que tocar en su estatua es el perro, la doncella, la estrellas, etc. Mejor tocar todo… y así uno se asegura

Ese día, el puente no estaba tan animado, porque estaba lloviendo, y había solo algunos puestos de venta de souvenirs y cuadros (al dia siguiente, pudimos ver también músicos callejeros, caricaturistas, etc). Nuestra intención era verlo mejor por la tarde, con menos gente, así que lo vimos también de pasada.
Como sabréis, el puente está lleno de esculturas religiosas (en el blog que os he comentado os explica una por una cuáles son) y solo hay una que no lo es: la del caballero Brunckvick. También sobre él corren leyendas. Parece ser que quería encontrar un león para su escudo y, durante su viaje, recibió una espada mágica que estaría emparedada en el puente Carlos y que ayudaría a San Wenceslao a defender la nación en caso necesario. Ésta es, precisamente, la estatua que queríamos ver y la que nos costó Dios y ayuda encontrar. Yo me había hecho a la idea de que estaba al final del puente, así que ahí nos pusimos a buscar y no había manera (claro, es que no estaba allí

Para entonces, Nepomuceno había hecho caso de nuestras súplicas y había dejado de llover. ¡¡¡Bien!!!!!! Fuimos por la calle Mostecka y después cogimos Lezenska, para llegar a la iglesia de Santa Maria de la Cadena, la más antigua de Praga. No se podía entrar, dado que estaba cerrada con una reja, que permitía ver desde fuera el interior. Muy bonita, la verdad. De ahí, siguiendo el recorrido que aparece en el blog, estuvimos viendo la Plaza del Priorato, la Plaza Maltesa y el muro de Lennon. El triángulo que forman estas plazas es un rincón precioso, con muchísimo encanto. Parece mentira que la calle Nerudova, a solo dos pasos, estuviera atestada de gente y aquí no hubiera ni un alma. No lo entiendo, porque es uno de los rincones más bonitos que hemos visto en Praga.
Como era la hora de comer y estábamos cerca, decidimos probar suerte en el famoso “Ferdinanda”. La comida estuvo bastante bien. Pedimos ensalada de atún y filete de ternera con bacon. No es el mejor filete que haya probado en mi vida, pero estaba bastante bien. El lugar agradable y el trato muy bueno. Por cierto, el camarero debíó escucharnos hablar y nos atendió en castellano.
Llegamos a la plaza de Mala Strana y entramos en la iglesia de San Nicolás (www.stnicholas.cz/en/ ) . En la guía ponía que, independientemente de cuántas iglesias barrocas hayas visto, ésta te quita el hipo. Pues no puedo estar más de acuerdo. Decir que es impresionante se queda corto. Hay que verla para hacerse una idea, de verdad. Sencillamente inenarrable. Y si subís a la galería de arriba... os prometo que ver los frescos tan de cerca os va a dejar sin respiración. Si sois aficionados al arte, vais a alucinar. Y si no, también. La entrada cuesta 70 coronas y no lo dejéis para el final del día, porque cierran a las 5 de la tarde (los martes cierran a las 6).
Cuando salimos, empezó a llover de nuevo. Ni el bueno de Nepomuceno era ya capaz de contener esos nubarrones. Pero, estoicamente, paseamos por la calle Nerudova, viendo los famosos emblemas de sus casas (esos emblemas se usaban, antiguamente, para diferenciar las casas, porque no ponían números).
Nos dirigimos a la isla de Kampa. Y ya no llovía... diluviaba. La tuvimos que ver a toda prisa, yo con un cabreo monumental porque estaba cansadísima y mi plan era descansar, tranquilamente, en un banquito de aquella zona. Mientras buscábamos el famoso molino del diablo (que acabamos viendo, tras una reja llena de candados de enamorados), ya ni los chubasqueros podían con tanta agua y decidimos hacer un parón en una cafetería que estaba enfrente de la iglesia de Santa María de la Cadena, llamada “Cukr kava limonada”. Un lugar muy acogedor, con café, chocolates, tes y tartas. El capuchino (enorme) estaba buenísimo y también el chocolate con avellanas. Y nos tomamos, también, un trozo de tarta de mousse de chocolate, que estaba riquísima. Si os pilla la hora de la merienda por Mala Strana, no dejéis de entrar

Secos, descansados y ya sin mi cabreo (lo que hace un trozo de tarta

Poco a poco, fuimos volviendo sobre nuestros pasos hasta la plaza de la Ciudad Vieja. Esta vez sí, nos paramos a ver el famoso reloj astronómico y esperamos 15 minutos, rodeados de gente, a que fuera la hora en punto, para ver su “espectáculo”. Lo que fue un espectáculo fue mi cara cuando, en menos de 1 minuto, ya se había terminado todo. “¿Pero ya? ¿Eso es todo?” No me lo podía creer


Como ya os he comentado, la plaza de noche me tenía enamorada y pensamos que podíamos comernos un plato de jamón de Praga, en uno de los puestos de comida que hay allí mismo. Bueno, deciros que el precio que anuncian no es real... ya que ese precio es por peso. Nosotros picamos (ay, qué ingenuos somos


Ultimo día... ay, qué rápido se pasa todo

Vyšehrad es un lugar mágico, lleno de leyendas y, según dicen, hasta de fantasmas. Sí, sí… fantasmas. 34 para ser exactos

www.praha-Vyšehrad.cz/ ...ad/area481
Y, en ésta, podéis leer sobre sus numerosas leyendas
tejiendoelmundo.wordpress.com/ ...-de-praga/
Creo que merece mucho la pena acercarse hasta allí. Y no hay demasiada gente

Tras pasar por la Puerta de Leopoldo y ver la Rotonda de San Martín (posiblemente la más antigua de Praga, siendo erigida alrededor del año 1100), entramos en las Casamatas, subterráneos donde se pueden ver 6 de las estatuas originales del Puente Carlos. Entramos en la iglesia de San Pedro y San Pablo, muy bonita y original, con sus pinturas Art Nouveau. Por supuesto, también visitamos el cementerio, donde están enterrados muchos personajes destacados checos; entre muchos otros, Jan Neruda, quien da nombre a la calle Nerudova. (y de quien Pablo Neruda tomó su nombre), los compositores Dvorak y Smetana o el pintor Mucha. Merece la pena pasear por este cementerio y ver las tumbas, algunas de ellas muy bonitas y originales. Si buscáis alguna tumba en concreto, tenéis un listado a la entrada. No hagáis como nosotros que nos recorrimos, antes de saberlo, todo el cementerio buscando las de Smetana y Dvorak




Al lado del cementerio, hay un parque muy bonito con unas esculturas que nos gustaron mucho. Estas esculturas representan a personajes mitológicos checos; entre ellos, Libuse y Premysl.
Como ya era la hora de comer y hacía frío, hicimos un parón para comer en el café “La Citadella”, que fue el primer sitio que encontramos. Comimos una salchicha cada uno… y nos cobraron la propina. Fue el único sitio en el que nos la endosaron.
Tras el descanso, entramos en el “Gothic Cellar”, donde hay una exposición arqueológica e histórica sobre Vyšehrad muy interesante. Allí compramos un librito y, gracias a él, conseguimos averiguar qué era el Slavin y dónde estaba “el baño de Libuse” (allí es donde se supone que Libuse se encontraba con sus amantes, antes de tirarlos al rio), lugar que tampoco conseguíamos encontrar. La verdad es que está un pelín escondido.

De camino ya para la salida aun vimos el “Pilar del Diablo”. Cuenta una leyenda que el Diablo se apostó con el párroco de Vyšehrad que podía traer un pilar de San Pedro de Roma, en menos tiempo del que él utilizara para dar misa. Perdió la apuesta y, enfadado, lanzó el supuesto pilar contra la iglesia. Las tres piedras que hay colocadas en los jardines Karlach se supone que provienen de dicho pilar...
A la salida, justo enfrente de la oficina de información, vimos una tienda con productos realizados por personas discapacitadas. Si vais a Vyšehrad, éste puede ser un muy buen lugar para que compréis vuestros recuerdos. Tienen cosas realmente preciosas... y baratas. Además, así podéis colaborar con una causa solidaria

A estas alturas, estábamos ya completamente agotados y los pies dolían que daba gusto (los 8 dias anteriores ya iban pesando mucho). Así que decidimos dejar a un lado los planes que teníamos para ver la zona de Stare Mesto y nos propusimos ir de nuevo a ver la estatua de Bruckvick, para poder sacarle, por fin, una foto y ver la plaza de Ungelt (detrás de la plaza de la ciudad vieja). Así que cogimos el metro de nuevo y tomamos rumbo hacia Mala Strana, ya que yo pensaba que la parada del metro estaba cerca del Puente Carlos. Cerca, lo que se dice cerca… pues no tanto como pensaba


Yo ya no podía ni dar un paso más y la espalda me estaba matando

Cuando conseguí reponerme un poco, nos dirigimos a Stare Mesto, con intención de ir a ver la plaza de Ungelt (no sé porqué, pero había visto una foto de esa plaza antes del viaje y me encantó tanto que no quería irme sin verla). Pero, en el camino, pasamos por delante del Clementinum y vimos un cartel que anunciaba “Las cuatro estaciones” de Vivaldi. Ya el día anterior habíamos visto que, en distintos sitios de Praga, se ofrecen conciertos de música clásica… barroca, básicamente. Y a mí me había picado el gusanillo. Pero muchos eran solo de órgano y, además, muy caros, por lo que tampoco le pusimos más atención. Pero “Las Cuatro Estaciones” es una de nuestras obras favoritas y el cartel nos llamó la atención. Fue pararnos y ya empezaron a sobrevolar “los buitres” a nuestro alrededor




Cuando acabó el concierto, fuimos a cenar. Buscamos un restaurante que había visto recomendado en Tripadvisor, el Krcma (está en la calle Paritzka, al lado de la plaza). Vimos que no tenía carta fuera y nos dio un poco de reparo… Habitualmente no solemos entrar en sitios que no tiene la carta fuera, ni en el extranjero ni en España. Pero era ya de noche y no sabíamos a dónde ir así que, al final, entramos. Fue un acierto total. El local, muy bonito, en plan medieval. Con velas en las mesas… (la única pega es que no tenía zona de no fumadores… pero el ambiente no estaba excesivamente cargado). Decidimos probar el pato ya que era la única carne, de las habituales, que aun no habíamos probado. Cuando el camarero nos preguntó si queríamos dos debimos sospechar lo que se nos venía encima



No pudimos terminarlo, pero estaba buenísimo. Desde luego, fue una buena forma de terminar nuestro viaje. En general, todo ese día y, sobre todo, esa tarde, fue un colofón de oro para nuestro viaje

De camino para el hotel, pasamos por fin por la plaza de Ungelt (el antiguo patio de mercaderes) y ya, con una tristeza enorme, nos tocó hacer la maleta

Al día siguiente, volvíamos a casa y, además, temprano. A las 7:15 nos esperaba el transfer para llevarnos al aeropuerto y, sin ningún contratiempo, a las 10 volábamos ya rumbo a Madrid
