Funchal. Punta de Sao Lourenzo. ✏️ Diarios de Viajes de Portugal

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6 de Julio.- Funchal. Punta de Sao Lourenzo.


Hoy tenemos una jornada mixta. Por la mañana visita urbana de Funchal y por la tarde senderismo en la Punta de Sao Lourenzo, (algunos de nosotros).

Vamos andando desde el hotel, en un paseo agradable. Se ven varias quintas residenciales que tienen muy buena pinta. Pasamos por el parque Santa Catherina dónde se está celebrando un festival de Jazz de tres días, hoy es el último. Obviamos su visita por ahora.
Llegamos a la Avenida Arriaga. Nos encontramos a la derecha el edificio del Teatro, enfrente el Jardín Municipal, que se aprecia bastante bonito, y en el mismo lateral del parque, a continuación, el museo Madeira Wine dónde se puede hacer degustación de vinos de Madeira. Pero acabamos de desayunar y no es hora de tomarse vinos, lo dejamos para más tarde.

Al finalizar la avenida nos topamos de frente con la Sé Catedral con su fachada marrón y blanca. Es de estilo románico-gótico con elementos hispano-árabes y del período Manuelino. Nada que nos maraville, lo más bonito los techos de madera.

Seguimos camino hasta el mercado de los Lavradores. Hoy es sábado y tanto el mercado como su entorno está muy animado y concurrido. El mercado está bien, pero nada del otro mundo, como otros muchos mercados. A destacar la primera planta llena de colorido por todos los puestos de flores y como zona más curiosa la zona dónde se encuentran las pescaderías dónde nos llama la atención la clase y tamaño de los pescados que allí se venden. Atunes enormes, pez espada, negro y largo, con los ojos saltones, pargos de un tamaño considerable y no visto por nosotros.





Nos vamos dirección Almirante Reis donde se toma el funicular a Monte. Pero el día de hoy lo tenemos totalmente cubierto. Miramos para arriba y la zona por la que cruza el teleférico se encuentra llena de niebla espesa. Parece que vamos a subir y no ver absolutamente nada. Y el precio del mismo es de 15€.

Estamos el grupo intercambiando opiniones cuando se nos acerca un taxista que nos ofrece una furgoneta, en la que cabemos todos, a buen precio. En 20 minutos estamos en la puerta del Jardín Tropical de Monte Palace.
La entrada a estos jardines cuesta 10€.

El Jardín Tropical de Monte Palace es algo más que lo que su nombre indica. Es un palacio-caserón rodeado por 70.000 m. cuadrados que albergan una amplia colección de plantas exóticas de todo el mundo, desde el Himalaya a Sudáfrica, desde Escocia a Nueva Zelanda, de todos los rincones del mundo hay alguna especie floral, cumpliéndose así el sueño de su actual dueño, José Manuel Rodríguez Berardo, gran amante de la naturaleza. Hasta aquí lo que su nombre sugiere.

Pero hay mucho más…, vamos a descubrirlo.

Nada más entrar hay unos pequeños jardines con olivos centenarios, mantenidos al estilo bonsái. Proseguimos camino dejando el museo de lado por ahora, quizá cuando acabemos la visita nos dé tiempo echarle una ojeada.



Nos adentramos en uno de los jardines orientales. Aquí hay varios protagonistas: el agua saltarina de pequeños riachuelos y cascadas, el agua clara de estanques con islas en miniatura y puentes ornamentales, el vivo color de la vegetación y las flores y la decoración de estilo oriental con pasarelas y pagodas. El verde de los abundantes helechos contrasta con el rojo y negro de las pasarelas orientales.





En los jardines superiores una copia muy buena de los guerreros de Xian y abundantes murales de azulejos. Estos azulejos no sólo están en este jardín sino rodeando todo el recinto, muchos de ellos contando la historia de Portugal. Esta colección de azulejos está considerada como una de las más importantes del país después de la del Museo Nacional del Azulejo.




En los jardines inferiores destacan los estanques con los peces Koi (viven 100 años) y un artilugio de bambú, en forma de tubo, sobre el que cae agua, cuando están llenos la descargan en el estanque produciendo un ruido especial que indica el paso del tiempo.

Dos estatuas de perros de Fo, animales míticos que custodian la entrada a los templos. En su boca semiabierta hay una bola de piedra a la que hay que dar la vuelta entera para que te traiga suerte.





Todo me iba encantando, pero hago mención especial al lago central, alimentado por una gran cascada, diseñada por el mismo Berardo, con varias islas artificiales y que parece ser el hogar de cisnes, patos, gallinas y pavos. Todo el entorno proporciona una gran paz y tranquilidad.

El lago se encuentra rodeado también de diversas obras de arte: vasija enorme de origen egipcio, ánforas, dinteles de puertas y ventanas cincelados en piedra erigidos a modo de estatua, faroles de piedra …, perteneciente todo ello a la colección de antigüedades del dueño actual.






El jardín de las orquídeas no estaba en su mejor momento, así que pasamos de él.

El Palacio, lo que era antes el hotel, da la impresión de estar habitado porque en su parte trasera, como en unos soportales, hay coches de gran porte aparcados, pero seguramente serán de miembros de la Fundación Berardo a la que pertenece hoy día todo el recinto. En el resto de estos soportales hay una exposición de vajillas de cerámica muy vistosa y bonita.



Al final del recorrido te obsequian con un vasito de vino de Madeira, seco o dulce, a escoger, en la cafetería del complejo que cuenta con unas vistas excelentes de Funchal.



Se nos estaban acabando las dos horas que le habíamos indicado al taxista para que nos esperara.

El museo parece estar muy interesante, sobre todo por el título de la exposición “Pasión por Africa”, pero no tenemos tiempo.

Entramos a dar una vuelta rápida a la exposición de “Los secretos de la madre naturaleza” y nos quedamos embobados con ella. Es una de las colecciones más finas de minerales con origen en Brasil, Sudáfrica, Zambia, Argentina …. Algunos minerales se muestran en huecos diseñados para imitar el entorno en el que se forman en las profundidades de la tierra y otros se encuentran como suspendidos en el aire. Lo que más me llama la atención son unos árboles petrificados cuyo corte, ya pulimentado, da la impresión de ser un mármol veteado de gran belleza. También hay una extensa colección de gemas preciosas y semipreciosas en la que destacan los diamantes, tallados y en bruto.

El taxista nos regresa a Funchal a las puertas del Madera Wine, pero ya está cerrado, así que ahora tampoco podemos entrar a degustar vinos. De todas formas ya se nos hacía tarde así que decidimos comer rápidamente en las calles aledañas a la Sé en las que hay muchos restaurantes y en los que creo que se come bien en todos. No recuerdo el nombre del que estuvimos, pero la comida muy buena y servida con prontitud ya que les indicamos que teníamos prisa. Pero al final tardaron mucho en traernos la cuenta y, aunque volvimos al hotel en taxi, llegamos tarde a nuestra cita con el conductor de la furgoneta que nos lleva a la Península de Sao Lourenço.
Y es que ocho de nosotros (los que entramos en la furgoneta), no nos queremos quedar sin hacer esta ruta que promete bastante.

Esta furgoneta la hemos alquilado por mediación de Adventure Kingdom. Primero nos indicaron que tenía un precio de 90€, que vimos bien, pero finalmente decidieron que la rebaja que la empresa arrendataria de las furgonetas le hace a ellos, (suelen contratarlas a menudo) nos la pasaban a nosotros. Pagamos 70€, ida y vuelta.

El chofer nos espera pacientemente durante la media hora que nos hemos retrasado. Salimos a las 4 de la tarde y a las 4:30 llegamos a nuestro destino.

Esta ruta es de 8 km. con un desnivel de 340 m. y está marcada como PR8. Se inicia al final de la carretera que sale cuando se acaba la autopista por el pueblo de Caniçal, en el aparcamiento llamado de La Baia d’Abra.

La Vereda de Ponta de Sao Lourenço se encuentra en la parte más oriental de la isla y es diferente a todos los demás paisajes de la misma. Ahora presenta un aspecto seco y desolado, con muchos restos de vegetación seca, señal de que en primavera e invierno muestra todo su verdor. No obstante su aspecto, nos encontramos con algunas plantas adaptadas a la falta de agua y el viento, así como una preciosa y solitaria amapola.

Es una ruta bastante popular, al menos nosotros nos encontramos a bastante gente caminando por ella.




Iniciamos el camino con un pequeño descenso y atravesando una pasarela de madera. Se llanea durante unos 15 minutos y se llega a un primer mirador con impresionantes vistas de los acantilados y allá abajo una pequeña cala de piedras. Comenzamos a subir por una cresta. Las partes que dan a los acantilados se encuentran protegidos por una valla. A los 30 minutos estamos en un segundo mirador. Las vistas al mar y los acantilados son sensacionales, apabullantes. Acantilados verticales con distintas vetas de colores, parecen algunas las chimeneas por dónde la lava surgía de la profundidad de la tierra. Abajo en el mar, algunos islotes de perfil rocoso, el agua chocando contra estos islotes y los acantilados. Agua azul y transparente, aún desde tanta altura. La acción de las olas contra los acantilados está formando algunas cuevas allá en el fondo.






A partir de aquí se continúa por la parte más estrecha de la península, apenas un par de metros y con acantilados a ambos lados. Desde el punto donde aparece a la vista la Casa do Sardinha el camino se divide en dos. A la derecha hay una bajada muy pendiente hasta una zona rodeada de piedras en la que hay varias tiendas de campaña. Escogemos el camino de la izquierda que parece que tiene una bajada menos pendiente.

Sin pararnos en la Casa do Sardinha comenzamos a subir hacia el Pico do Furado, con doble cumbre. La pendiente es fuerte y esta formada por escalones con refuerzos de madera. En la segunda cumbre finaliza la ruta. Como el día está nublado no vemos la lejana isla de Porto Santo y las Islas Desertas se encuentran difuminadas entre las nubes. Pero sí se ve muy bien la península y el camino por dónde hemos venido.






A la vuelta nos acercamos a la Casa do Sardhina, un centro del ministerio de Medio Ambiente. La casa está en buen estado de conservación y parece recién pintada con un zócalo de color extraño, podría ser púrpura. Tiene delante una zona de mesas y bancos de madera, como zona de pic-nic.

Para recordarte que no dejes basura en el parque hay unos letreros con una leyenda curiosa y bonita: “no dejes en el parque más que las huellas de tus pisadas y no te lleves más que el recuerdo de la misma en tu memoria”.

Somos los últimos visitantes del parque, atrás solo quedan los que ocupan las tiendas de campaña. Pero cuando apenas nos queda media hora para finalizar la ruta nos encontramos con un grupo de 5 personas que nos preguntan cuanto queda para llegar a la cumbre. Tuvieron que correr bastante y aún así, de seguro que la noche les sorprendió a la vuelta.



En resumen una ruta preciosa, diferente a todas las que hemos hecho días atrás, con vistas sorprendentes sobre el mar Atlántico y que no te deja indiferente.

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