Aquí si ya no sé ni por dónde empezar, me fascinó ya la llegada a la estación, impresionante, con sus revisores míticos, lleno de gente, una entrada que te deja los ojos como platos. A la salida a la derecha hay como un zoo, que no visité pero tengo pendiente y a continuación un museo del diamante, que sí entré a pesar de que no era el que quería ver (hay dos) y perdí bastante tiempo, ya que tiene cosas interesantes pero deja un poco indiferente.
La avenida de las tiendas (como yo le llamo) es fantástica, era sábado así que estaba todo abarrotado, las tiendas me encantaron, estaban en edificios también muy ornamentados y curioso, ni cafeterías ni nada a simple vista. Unos hombres tocando la ocarina, otro sobre un monociclo con antorchas de fuego, muy llamativo; me encantó toda la gente alrededor animándole y contestando lo que él les hablaba, muy participativos todos. Poco más adelante encontramos un local de comida rápida donde eliges los ingredientes para el bocadillo y recomiendo de postre un croissant de crema y fresas naturales (ricas) y no muy dulce, en su punto, el local se llama Delifrance (Meir, 26).
Luego buscamos la estatua de Rubens que está cerca de la catedral.
En la Catedral no pudimos pasar de la entrada, estaba en obras o algo, así que poco vimos y optamos por ir hasta el puerto; y como no, cuando una es de costa, aunque sea un río, parece que lleva la vida. Ver un río navegable, de esa magnitud, me encantó, fue donde más tiempo estuvimos y allí al lado hay como un castillo; digo como, porque nos entretuvimos a fotos (da mucho juego) con la figura del gigante y todo, pero cuando pasamos bajo la entrada, ya está!!! es sólo la fachada, jejeje. Dio para muchas risas, eso sí, así que vuelta a la entrada a sacar fotos

Al oscurecer, volviendo a la plaza central a mano izquierda hay un pequeño local, bastante acogedor con buena música, así que una paradita para otra cerveza y otra vez para casa.
De todas las ciudades que visite a modo relámpago, me quedo con Amberes, simplemente me fascinó.