Nos levantamos temprano. A las nueve ya estábamos cogiendo la línea 1 del vaporetto dirección San Marco, y por lo tanto validando nuestra tarjeta-bono de 72 horas.
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La sensación que tuvimos durante el trayecto por el Canal Grande fue la relación directa que tienen los habitantes de Venecia con el mar en su vida cotidiana. Por donde quiera que pasabas, veías una ambulancia, el que retiraba la basura, el que hacía el reparto de mercancías, la policía, los taxis, los bomberos…Todos iban en medios de transporte acuáticos y en ese paseo te podías hacer una idea de cómo es el día a día del veneciano.
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Durante el recorrido no paramos de hacer fotos a los palacios e iglesias que te ibas encontrando en ambos márgenes, así como al Mercado, al Ponte Rialto, Ponte dell’Accademia hasta que llegamos a nuestra parada en San Marco.
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Era temprano pero la Piazza San Marco era un bullicio de turistas, los vaporettos llegaban repletos de gente. Nos dirigimos a visitar el Palazzo Ducale (16 € por persona). La entrada también te permitía visitar el Museo Correr, el Arqueológico y la Biblioteca Nacional. Estuvimos visitándolo hasta las once y cuarto, ya que teníamos reservada la entrada a la Basílica a las once y media (2€ por persona), ya que a esta hora es cuando la iluminan durante una hora. Muy recomendable la visita al Palazzo Ducale.
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Tras esto, nos fuimos a la Basílica, concretamente, los que llevamos la entrada reservada, tenemos que acceder por la Puerta de San Pietro. Allí hay un torno, como en los estadios de fútbol, pero antes hay que poner el código de barras de la reserva en un lector. De esta manera, nos ahorramos una larga cola que había ya a esas horas.
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La pena es que la Basílica tiene parte de su fachada en proceso de restauración, y eso deslucía pero la verdad es que es una belleza los mosaicos que tiene sobre las puertas. El interior fue majestuoso. Impresionantes los techos de la Basílica. También visitamos el tesoro (3€ p.p.). Allí podías ver en dos pequeñas salas reliquias de santos, cálices y otros instrumentos religiosos. Me esperaba más por el dinero que pagué.
Después fuimos a la parte trasera del altar. Ahí estaba la Pala D’Oro. También hubo que pagar 2€ p.p., pero contemplar esta joya sí que mereció la pena. El retablo no tenía desperdicio.
Ya nos quedaba sólo visitar el Museo de San Marco (5€ p.p). Allí puedes ver los mosaicos del techo de la basílica pero desde mucho más cerca, ya que estás en la planta alta. Así mismo puedes ver tapices, maquetas y los famosos cuatro caballos de bronce de San Marco. Los que están en la fachada son réplicas. Además, se puede acceder a un balcón que recorre toda la fachada de la basílica con unas vistas bonitas tanto a la Piazza como a la Piazzetta San Marco, donde se encuentran las dos famosas columnas con el León de San Marco y San Teodoro.
Después de visitar la Basílica durante una hora, más o menos, subimos al Campanile (8€ p.p.). Muy bonitas las vistas, pero, en mi opinión, lo son más desde las del Campanile de San Giorgio Maggiore.
Después fuimos a la parte trasera del altar. Ahí estaba la Pala D’Oro. También hubo que pagar 2€ p.p., pero contemplar esta joya sí que mereció la pena. El retablo no tenía desperdicio.
Ya nos quedaba sólo visitar el Museo de San Marco (5€ p.p). Allí puedes ver los mosaicos del techo de la basílica pero desde mucho más cerca, ya que estás en la planta alta. Así mismo puedes ver tapices, maquetas y los famosos cuatro caballos de bronce de San Marco. Los que están en la fachada son réplicas. Además, se puede acceder a un balcón que recorre toda la fachada de la basílica con unas vistas bonitas tanto a la Piazza como a la Piazzetta San Marco, donde se encuentran las dos famosas columnas con el León de San Marco y San Teodoro.
Después de visitar la Basílica durante una hora, más o menos, subimos al Campanile (8€ p.p.). Muy bonitas las vistas, pero, en mi opinión, lo son más desde las del Campanile de San Giorgio Maggiore.
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Llegaba la hora de comer y fuimos a probar la famosa pasta recomendada en los foros del Alfredo’s (calle de la casseleria 5324, en el sestiere de Castello). Si quieres sentarte a comer tranquilamente, no es el sitio más indicado. Este establecimiento vende pasta para llevar. Eso sí, pasta fresca y recién hecha, que, como nos dijo el dueño, no debías dejar pasar mucho tiempo para comerla. Nosotros nos pedimos 2 Coca Colas, unos macarrones con salsa Alfredo’s y unos Fussilli con otra salsa que ahora no recuerdo el nombre. Y allí mismo en la calle nos la zampamos mientras charlábamos con un matrimonio norteamericano. La comida riquísima, pese a que tuvieras que comerla de pie.
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Una vez recargadas las pilas nos dimos un paseo por los sestieres de Castello y San Marco, paseando por lugares como Santa Maria Formosa, Santa Maria dei Miracoli, Santi Giovanni e Paolo, San Zaccaria, Santo Stefano, Teatro La Fenice, San Vidal, Rialto, entre otros. Tras el paseo, decidimos montarnos en una góndola. Nos acercamos hasta la parada que hay por San Moisé, en San Marco, pero aquéllo era estresante. Grupos de turistas haciendo cola. Las góndolas iban cargando y saliendo. Una tras otra. No nos gustó nada el panorama, así que decidimos volver por el sestiere de Castello, ya que cuando esa tarde paseamos por allí se veían góndolas por canales pequeños y muy tranquilos, en comparación con el bullicio que acabábamos de presenciar. Así que, en la calle al ponte de L’Anzolo, vimos una góndola parada y el gondolero sentado en un banco esperando clientela. Le preguntamos cuánto costaba y nos dijo que ochenta euros, cuarenta minutos. Antes de montarnos le dije que cuál sería el itinerario y dijo que él solía llevar a los clientes por el interior de Castello, tocando algo de Cannaregio y San Marco, pero siempre canales pequeños y tranquilos. No era partidario del bullicio de salir al Canal Grande.
Y así fue. Disfrutamos del paseo por eso precisamente, la tranquilidad y el encanto de los canales pequeños. Encima tuvimos la fortuna que “il gondolieri” nos había salido cantarín y estuvo durante el trayecto cantando canciones típicas que hicieron del momento algo más especial si cabe.
Y así fue. Disfrutamos del paseo por eso precisamente, la tranquilidad y el encanto de los canales pequeños. Encima tuvimos la fortuna que “il gondolieri” nos había salido cantarín y estuvo durante el trayecto cantando canciones típicas que hicieron del momento algo más especial si cabe.
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Después del maravilloso paseo en góndola, era temprano para cenar aún, así que cogimos el vaporetto y nos acercamos a Giardini, un parque en Castello donde se estaba celebrando la Biennale Internazionale d’Arte. Dimos un paseo y estaba bastante ambientado el paseo. Junto a la entrada de la Biennale había un Bar-Terraza llamado Paradiso, y estaba lleno de gente tomando el típico spritzel. La tarde estaba agradable, así que esperamos cinco minutos a que se quedara una mesa libre y nos tomamos dos spritzel, por ver a qué sabía eso que todo el mundo estaba bebiendo. No estaba mal, pero prefiero una cerveza bien fría.
Luego paseamos por el Arsenale, que eran los antiguos astilleros de Venecia, en el sestiere de Castello. Cuando íbamos por Campo Bandiera e Moro, nos topamos con la Trattoria “alla Fonte”, y como ya había hambre, y se veía muy bien la terraza exterior, pues nos dispusimos a cenar. Pedimos un antipasti, una pizza y unos macarrones. Para beber una botella de Prosecco. De postre un tiramisú y un café. Todo por 70€. La comida aceptable. Si os coge por allí la hora de comer pues no está mal, pero tampoco es para tirar cohetes. Ya os digo, normalito.
Luego paseamos por el Arsenale, que eran los antiguos astilleros de Venecia, en el sestiere de Castello. Cuando íbamos por Campo Bandiera e Moro, nos topamos con la Trattoria “alla Fonte”, y como ya había hambre, y se veía muy bien la terraza exterior, pues nos dispusimos a cenar. Pedimos un antipasti, una pizza y unos macarrones. Para beber una botella de Prosecco. De postre un tiramisú y un café. Todo por 70€. La comida aceptable. Si os coge por allí la hora de comer pues no está mal, pero tampoco es para tirar cohetes. Ya os digo, normalito.
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Después de cenar nos fuimos a ver de noche la Piazza San Marco. Muchísimo ambiente en las terrazas con sus orquestas amenizando con música. Y así concluía nuestra segunda noche en Venecia.