Día 1: Llegada a León.
(16-Mayo-2014)

El lunes tomé definitivamente la decisión de salir hacia León a empezar el camino de Santiago. Ya hacía mucho tiempo que quería hacerlo y lo tenía planificado para Junio, pero creo que ahora es el momento ideal para hacerlo, tras arreglar los papeles del paro, y además paso de quedarme otro fin de semana dándole vueltas a la idea de qué es lo que estará haciendo ella y con quien. Ya llevo más de un mes bastante autodestructivo. Sin entrenar, sin salir apenas de casa. Ya es hora de cambiar de ciclo.
Compro las cosas que creo me harán falta por el camino y finalmente el viernes a las 08:30 cojo el tren que me dejará por la tarde en León. Viaje de 5 horas bastante aburrido pensando, el tiempo libre que me dejaba ella, en qué experiencias me esperarían los próximos días.
Salgo del tren y me acerco a un parque próximo donde me como un bocadillo que me preparé antes de salir. Luego me relajo un rato mirando las vistas del río.
Sobre las 13:30 me dirijo al centro de León siguiendo las indicaciones urbanas y me acerco al punto de información turística donde una chica algo extraña y que se repite me informa de los albergues y de los puntos de interés turísticos de la ciudad, es algo tímida y me dice que es el primer día, le miento diciéndole que lo hace muy bien. Decido dirigirme al Convento de las Carbajalas, donde está el albergue municipal.
Tardo en encontrar el albergue y al entrar veo una fila de sillas con gente sentada sin zapatillas y tocándose las ampollas y heridas de los pies. Me llama mucho la atención ver esas heridas y esas caras de sufrimiento. Tras esperar a que terminen de atender a un peregrino recién llegado le comento a una señora que me atiende sentada tras una mesa que acabo de llegar a León y que tengo la intención de pasar la noche ahí para iniciar el día siguiente el camino hacia Santiago. Le pago siete euros, cinco por la estancia y dos por la “credencial del peregrino” donde se supone que me tienen que ir sellando en albergues y otros sitios para poder demostrar por donde paso y luego conseguir la compostelana en Santiago. Realmente me da un poco igual eso de la compostelana pero la credencial del peregrino, que es como se llama el pequeño folleto, me servirá como recordatorio para saber por donde he pasado. Un señor que parece cura me acompaña a la habitación masculina. Al entrar me recuerda a los barracones de la mili. Veo gente tumbada en la cama y organizando sus mochilas. Bastante extranjero por lo que puedo ver. Me indica cual es mi litera y pongo el saco encima sin saber muy bien que tengo que hacer ahora.

Me pego una ducha y me voy a dar una vuelta por León. Lugar bonito con monumentos medievales y ruinas romanas. No me concentro mucho en el turismo monumental ni arquitectónico, no es mi intención en este viaje. Me hago unas cañas y unas tapas por ahí, y sobre las 21:00 estoy de nuevo en el albergue. Me cambio y me acuesto.
Aparece de repente por una puerta una anciana monjita que cruza la habitación lentamente y mirando al frente informando de que va a empezar la oración de peregrino. Aviso que la mayoría ignora sorprendidos al mismo tiempo por la fantasmagórica aparición de la monja.
Las sensaciones durante el día fueron de tristeza por Sara, aburrimiento porque ese día, la verdad, no hice nada. Y ganas de empezar la etapa al día siguiente.
Me cuesta dormir, son las 22:30 cuando apagan las luces. Empiezan los ronquidos a pruebas de tapones. Y es curioso como con el tiempo empiezo a encontrar una sincronía entre el conjunto de ronquidos que, lejos de parecer una nana, crean una especie de melodía. Pero finalmente consigo conciliar el sueño.