Nos levantamos a las 9:00, desayunamos y cogimos el RER hasta Versailles, lo que nos llevó sobre una hora de viaje. Una vez allí caminamos desde la Estación hasta el palacio, siguiendo un poco a la gente, y compramos la entrada de visita completa.
Lo primero que vimos fue el palacio por dentro, en el que se suceden un sinfín de enormes salas ricamente decoradas.
Después salimos al jardín y allí comimos algo en un chiringuito: Pelayo pidió un bocadillo de pollo y yo pasta a la bolognesa. De postre tomamos un helado. La comida era bastante mala…
A continuación caminamos por el Trianon y los dominios de María Antonieta, en donde había una granja con animales y casitas con huerto que parecen de cuento. Quizás sea lo más bonito de la visita.
Volvimos caminando hasta el palacio, aunque estuvimos tentados de coger el trenecito, pero los 4 euros por persona que había que pagar por 5 minutos nos disuadieron, pese al cansancio que teníamos ya encima.
Cogimos el RER de vuelta tras una dura y larga caminata e hicimos la compra en un Lidl que había cerca de casa: vino, fiambre, tomates, zumo, galletas, etc. (38 eur). El barrio mete un poco de miedo por la gente que está parada en las aceras. En el súper Pelayo y yo nos dimos unos besitos y una señora que llevaba la cabeza tapada con un pañuelo nos llamó la atención.
Al llegar a casa ya estaba allí Miriam, pues sale de trabajar a las 18 horas. Pelayo preparó entonces la cena: ensalada de canónigos, tomate, pepino y salchichas troceadas. Miriam estaba encantada, pues es experta en cocina de supervivencia así que le pareció todo un manjar. Estuvimos de cháchara un buen rato y finalmente nos fuimos a dormir.
Lo primero que vimos fue el palacio por dentro, en el que se suceden un sinfín de enormes salas ricamente decoradas.
Después salimos al jardín y allí comimos algo en un chiringuito: Pelayo pidió un bocadillo de pollo y yo pasta a la bolognesa. De postre tomamos un helado. La comida era bastante mala…
A continuación caminamos por el Trianon y los dominios de María Antonieta, en donde había una granja con animales y casitas con huerto que parecen de cuento. Quizás sea lo más bonito de la visita.
Volvimos caminando hasta el palacio, aunque estuvimos tentados de coger el trenecito, pero los 4 euros por persona que había que pagar por 5 minutos nos disuadieron, pese al cansancio que teníamos ya encima.
Cogimos el RER de vuelta tras una dura y larga caminata e hicimos la compra en un Lidl que había cerca de casa: vino, fiambre, tomates, zumo, galletas, etc. (38 eur). El barrio mete un poco de miedo por la gente que está parada en las aceras. En el súper Pelayo y yo nos dimos unos besitos y una señora que llevaba la cabeza tapada con un pañuelo nos llamó la atención.
Al llegar a casa ya estaba allí Miriam, pues sale de trabajar a las 18 horas. Pelayo preparó entonces la cena: ensalada de canónigos, tomate, pepino y salchichas troceadas. Miriam estaba encantada, pues es experta en cocina de supervivencia así que le pareció todo un manjar. Estuvimos de cháchara un buen rato y finalmente nos fuimos a dormir.