[align=justify] Esta vez no madrugamos tanto. La noche anterior la pasamos con nuestro anfitrión y su colega, de cervezas y esas cosas, y se nos hizo tarde en tan buena compañía. Al día siguiente, al despedirnos, quería regalarnos su GPS porque decía que no lo usaba nunca. Por supuesto nos negamos, y él dijo que en Glasgow lo lamentaríamos. Tuvo razón, claro. Nos despedimos que nos faltó llorar, y prometió visitarnos en España.
Antes de dejar Skye queríamos ir a Elgol, situado al suroeste, así que allá zarpamos. Unas vistas impresionantes, una carretera bastante estrecha pero yendo con precaución no sientes miedo (y yo soy de las que se asusta). Nos encontramos un montón de vacas que iban por mitad de la carretera, tan panchas, por lo que tuve que detener mi coche y esperar a que pasaran TODAS. Unos diez minutos muy graciosos y tiernos jejejeje.
Y ya iba tocando dejar Skye... y lo hicimos... llorando

Nuestra primera parada era Eilean Donan Castle, como siempre en un enclave único (los castillos me refiero), eso sí, lleno de gente hasta los topes, y más que seguían llegando, era un no parar de autobuses. Comimos algo, café, cigarro, paseo corto. No entramos. Cogimos carretera, pasando por Fort William, y algo más adelante nos habría gustado subir al Ben Navis, cosa complicada si vais dos y a ambos os da miedo el telesférico. Porca miseria.
No recuerdo el sitio exacto, pero cuando nos volvió a dar hambre paramos en un sitio muy chulo, con lago o río, montaña, y merendero. Sitio para aparcar, así que echamos un ratico muy bueno.
Y de repenté llegó


Llegar a Killin fue fácil, bien señalizado, (toda Escocia lo está, salvo para mí las ciudades y poblaciones en relación a cómo salir y en qué direcciones). Killin es un pueblecito que se encuentra en el Parque Nacional Loch Lomond and the Trossachs, al norte. Está cerca del sitio donde se encuentra la tumba de Rob Roy. Nada más llegar a Killin te encuentras unas cascadas muy chulas, llamdas Falls of Dochart. Allí esperamos a nuestra anfitriona, una mujer joven que nos trató con toda la hospitalidad del mundo. Ella y su familia eran adorables, cuando los niños se fueron a la cama hicimos reunión en el salón, sacaron vino y por supuesto whisky, que has de beberlo solo. Él era un escocés auténtico, hablaba con un acento que según su mujer a ella misma le costaba entenderlo. Muy divertidos y grandes bebedores, porque a mí me tumbaron. Por cierto, al igual que el resto de los escoceses que conocimos, opinaban que el referéndum había sido un timo. La verdad que lo que vimos por Escocia era un clamor por el sí.
Entre risas y whisky, nos fuimos a la cama.