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Después de 3 días en la ciudad ya dominábamos las distancias, éramos capaces de orientarnos sin problema y sabíamos utilizar por fin el complejo entramado de transporte público pero este iba a ser nuestro último días en Berlín y nuestro vuelo era a las 16:30 por lo que debíamos dejar la ciudad sobre las 14:00 para ir al aeropuerto.
Nos levantamos a las 8 y bajamos a desayunar puesto que queríamos aprovechar la mañana para ver cosillas que teníamos pendientes y hacer algunas compras. Era domingo y la ciudad tardaba más en despertar que otros días. En el hotel nos facilitaron mucho el tema del check out y tras dejar las maletas en consigna nos dirigimos a la estación de Alexanderplatz para ver uno de los lugares que más deseaba visitar, el East Side Gallery. Inicialmente no teníamos la intención de ver este trozo de muro el último día sino hacer una de la rutas del Berlin subterráneo que ofrece la empresa Berliner Unterwelten pero lo descartamos por el horario y la duración que no nos dejaba tiempo libre para despedirnos de Berlin.
Para llegar hasta aquí lo mejor es tomar el tren o el metro hasta Warchauer Straße y a unos 300 metros veréis el puente Oberbaum donde comienza la mayor galería de arte al aire libre del mundo, el mayor tramo de muro de Berlín de 1,3 kms. de largo. Para nosotros era una visita imprescindible y reservamos nuestra última mañana en Berlín para disfrutar de ella.
Algunos años atrás, la ciudad de Berlín pidió a más de 100 artistas de todo el mundo que viajaran a hasta la ciudad para pintar su propia interpretación del muro y el cambio que había producido su caída. A lo largo de la ribera del río Spree, en la parte oriental podréis admirar el resultado de este llamamiento: 118 graffitis de artistas procedentes de 21 países, restaurados en 2009, que expresan una gama de emociones desde la euforia hasta la esperanza por un futuro libre y mejor. Los murales son realmente impresionantes pero todos comparten la temática del muro de fondo. Entre los más fotografiados está el del beso de Erich Honecker al líder ruso Brezhnev, el Trabant atravesando el muro o las palomas de la paz.
El regreso podéis hacerlo desde la estación de Ostbahnhof, muy cerca del otro extremo del muro.
Satisfechos con el recorrido por el East Side y de haber encontrado poca gente nos bajamos en Alexanderplatz para hacer nuestras compras en la zona comercial cercana a la catedral (había fichado ya un par de tiendas de recuerdos y sobre todo, la tienda Ampelmann que me encantó)
y volver al barrio Nikolai a tomar un café y perdernos por esas calles tan alemanas. Caminamos por última vez por la avenida Unter den Linden y entramos a ver la catedral católica que se halla en Bebelplatz donde estaban dando misa y de ahí a ver Gendarmenmarkt, la plaza más bonita de Berlín.
Hicimos algunas fotos más y buscamos un lugar para comer unos frankurts entre el bullicio de la plaza y compartimos mesa con una pareja de italianos ya mayorcitos. La señora tenía tanta hambre que empezó a comerse nuestras patatas fritas compulsivamente ¡vaya cara le echaba la tipa! Casi nos deja sin comer.
A las 14.00 ya estábamos de nuevo en la estación de Alexanderplatz con nuestro equipaje para tomar el RE7 o el RB14 que en una media hora te dejan en Schönefeld, sin duda uno de los aeropuertos más cutres en los que he estado y ya he visitado unos cuantos. Sin lugar donde sentarte a esperar, ni ascensores, ni escaleras mecánicas ni rodantes y con un servicio nefasto por parte de EasyJet que trata a sus pasajeros como ganado. Embarcamos en hora y después de llevar algo más 40 minutos sentaditos en nuestros asientos nos indican que ese avión ha sufrido desperfectos durante el vuelo anterior al chocar con un ave y que no podemos volar. Suerte que Schönefeld es el aeropuerto base de la aerolínea y tiene otro avión igualito libre pero ya sólo el traslado de equipajes y personas y los permisos pertinentes nos retrasan 1,5 horas.
Estamos preocupados porque el último autobús de Barajas a Alcalá de Henares sale a las 21:15 y no sabemos si llegaremos pero el comandante dice que va a tomar otra ruta más corta para tratar de recuperar media hora en vuelo y que otros pasajeros no pierdan sus enlaces.
Es una verdadera lástima que el nuevo Schönefeld esté acabado a tan solo unos metros de la terminal antigua y no haya sido inaugurado problemas de seguridad. No solo en España se hacen aeropuertos de los que no despegan aviones. 
Ha sido una escapada inolvidable pero nos ha sabido a poco. Nos ha quedado mucho por ver en esta enorme y maravillosa ciudad. Volveremos.
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