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Hoy nos dirigimos de nuevo al parlamento para nuestra visita guiada de 90 minutos. La guía alemana llega tarde, muy tarde con más de 20 minutos de retraso. Según nos explica ha estado con una visita diplomática y se ha entretenido más de la cuenta. Eso nos va a retrasar ya durante todo el día.
La historia no ha tratado nunca muy bien a este singular edificio ya que en la noche del 27 de febrero de 1933, por causas desconocidas, un incendio calcinó la sala de plenos y la cúpula del Reichstag. Los nacionalsocialistas ya habían alcanzado el poder por entonces y utilizaron el incendio con fines políticos para acusar a cualquiera de ser enemigo de la nación. Lo cierto es que aún hoy se desconoce por completo quien o quienes fueron los causantes del incendio. Finalmente, durante la 2GM, el parlamento quedó totalmente destruido.
Nos cuenta que la cúpula original del Reichstag no era del agrado del Kaiser Guillermo II porque superaba en altura la del Palacio Real y, en general, el edificio le parecía de mal gusto. Llamaba al parlamento “Reichsaffenhaus” (la casa de los monos del imperio) y prohibió la famosa inscripción de la fachada “Dem Deutschen Volke” (“al pueblo alemán”), que no se colocó hasta 1916.
El edificio no fue reconstruido hasta los años 60 pero sin dotarlo de la cúpula. Entre tanto, el parlamento y las instituciones de la República Federal de Alemania fueron trasladados a la ciudad de Bonn. Tras la reunificación alemana se decidió proyectar la cúpula que causó gran controversia entre los ciudadanos. El proyecto se encargó a Norman Foster que respetó gran parte de la estructura e incluso dejó algunos daños del edificio a la vista para no olvidar su pasado y al mismo tiempo reconstruyó la preciosa cúpula que podemos visitar en la actualidad.
Durante nuestra visita guiada vimos los pasillos donde los soldados rusos dejaron pintadas a su paso por el Reichstag para liberarlo, el despacho de la canciller Angela Merkel, los sótanos donde hay un casillero o archivador con todos los nombres de los diputados elegidos democráticamente por el pueblo alemán (incluido el de Hitler) para finalizar sentándonos en la tribuna de espectadores del interior de la cámara, justo encima de donde se sientan los diputados. Nuestra guía hablaba un correcto castellano y nos detalló muchas curiosidades acerca del parlamento y de los parlamentarios, como las multas que han de pagar cada vez que faltan a alguna de las sesiones o cómo son elegidos, el funcionamiento de las sesiones o que no existe el Senado.
Contentos con la visita, subimos de nuevo a la terraza aprovechando que hoy el sol brilla en todo su esplendor y tomamos algunas fotos, ya eran más de las 12.
A continuación, ponemos rumbo al Memorial del Holocausto para entrar en el centro de información y poder conocer la historia del holocausto en toda su extensión y formarnos nuestra opinión. La entrada es gratuita y se pueden alquilar una audioguía por 4 euros si no recuerdo mal. No hace falta, el silencio y el respeto por los fallecidos durante esta parte tan horrible de la historia de Europa es lo único que se respira en el interior del museo. Es una sensación difícil de explicar lo que sentí al conocer todo lo que aconteció durante los años del nazismo, indescriptible. Salimos después de una hora, un poco más tristes.
Para comer no quería perder la oportunidad de ir a Hackescher Markt, una animada plaza repleta de restaurantes y terrazas que además los sábados cuenta con un mercadillo donde venden todo tipo de productos. Comimos unos frankfurt en una terracita de un local chulísimo llamado Restauration 1840 y de postre compramos unas rodajas de sandía en un puesto. A pocos paso de la plaza se encuentra Hackesher Höfe, unos patios de viviendas reconstruidos que hoy en día albergan gran cantidad de tiendas y tienen un encanto especial. El primero de los patios, adornado con azulejos diseñados por el arquitecto August Endrell, es el más impresionante. Este patio, llamado Endellscher Hof, alberga el teatro “Chamäleon”, un cine, y varios bares y restaurantes. El teatro ofrece un entretenimiento contemporáneo con acrobacias y escenas que son pura emoción. Nos gustó mucho esta zona.
Por la tarde teníamos planeado visitar el palacio de Charlottenburg. Cuando estuve preparando nuestro viaje a Berlín decidí incluir la visita al Palacio de Charlottenburg, en el barrio del mismo nombre ya fuera del distrito central conocido como Mitte. Ahora, desde la distancia, pienso que quizás deberíamos haber prescindido de esta visita para una escapada de apenas tres días como la nuestra. El Palacio se encuentra muy alejado de otras zonas turísticas y empleamos bastante tiempo en recorrerlo. En esta valoración también influyó que dejamos la visita para la tarde del tercer día en la ciudad cuando ya nos encontrábamos muy cansados.
Para llegar hasta allí decidimos tomar el S-Bahn sentido Spandau, en la estación de Hackesher Markt. Tras cinco paradas nos bajamos en Zoologischer Garten para tomar el autobús M45 hasta Luisenplatz. Son unos 30 minutos de trayecto en total, no es demasiado pero se nos hizo largo por el cansancio acumulado.
A pesar de este error de planificación, he de decir que no me arrepiento de haberlo visitado, al contrario, es un coqueto palacio barroco de finales del siglo XVII edificado como lugar de veraneo para a la reina Sofía Carlota de Hannover, esposa del príncipe Federico III. El palacio está rodeado por unos bellos jardines, fuentes y estanques ya que se encuentra muy cerca del río Spree que lo hacen un lugar perfecto para el paseo o descansar en las tardes soleadas.
Los jardines son gratuitos pero la entrada al palacio cuesta la friolera de 12 euros + 3 euros adicionales para poder tomar fotografías en el interior. Teniendo en cuenta que, a excepción de los museos de la Isla de los Museos, los monumentos y visitas habían sido muy económicos o gratis nos pareció un poco caro pero, ya estábamos allí.
A mi parecer, lo realmente sobresaliente en Charlottenburg son sus cuidados jardines públicos de estilo francés muy frecuentados a última hora de la tarde que constituyen un remanso de paz en la ciudad de Berlín.
Y con todo el cansancio del día acumulado en nuestros pies terminamos el día cenando en un local muy cercano al hotel llamado Berliner Marcus Bräu, de cocina típica y tradicional www.brau-dein-bier.de/index.html. Muy tranquilo y con una cerveza artesana muy rica. Cenamos un Strammer Max y un Brotzeit, algo ligero pues en realidad lo que queríamos era ir pronto a dormir para descansar y aprovechar a tope nuestro último día en Berlín.
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