Desayuno en el comedor del pub y segundo cafetito en el maravilloso patio, planificando la ruta del día, aunque me apetecía dar una vuelta de día por este pueblín (menos de 1.500 habitantes. La vista nocturna del castillo de Trim me había parecido extraordinaria, pero el paseo matinal por el recinto, entre la bruma del río y el ambiente gris de un día lluvioso le dio un punto de medievo, transmitiendo algo de lo duro que debió ser vivir en la época en que la calefacción y la ropa seca siempre de repuesto o la nevera llena no existían. Este es el castillo donde se rodaron algunas escenas de Braveheart.
A las tierras del condado de Meth no me extraña que las consideren como las más fértiles del mundo. Al menos lo parecen. La tierra es muy oscura y el verde profundo de la vegetación dan, al menos, esa imagen de prodigalidad que se atribuye. Me llamaron mucho la atención las granjas a ambos lados de la carretera. Para nosotros, en España (o al menos para los que, como yo, vivimos más bien de forma modesta), este tipo de casas están reservadas para los que pueden permitirse una segunda vivienda de recreo. Las casitas de una planta o, como mucho de dos alturas, transmiten pulcritud y confianza, (ni una reja); a ninguna le falta su jardincito (ya quisieran los patios de nuestras urbanizaciones de adosados!), su buen coche a la puerta, visillos blancos en las ventanas, macetas cuidadosamente elegidas para contrastar y resaltar los colorines de las paredes, de los tejados, de las puertas y ventanas, las vallas, los postes. Aunque detrás o al mismo lado estén los cobertizos del ganado, mucho menos estéticos, claro.
Y es que el ganado es muy importante, como en nuestro norte. No he dejado de ver vacas a los lados de ningún tramo de carretera.
Hoy tocaba hacer kilómetros y, mapa de michelín en ristre, enfilé hacia el condado de Kilkenny, donde parecían haber quedado todos los autobuses de turistas que en esos días visitaban Irlanda. Alrededor del castillo-palacio todo estaba preparado para los visitantes, pero al menos en los jardines se podía jugar con las ardillas y alejarse un poco del ruido.
Llegar por la tarde hasta la Abadía de Jerpoint me compensó de sobra. La torre aparece de repente como a punto de invadir la carretera y fue el primer sitio donde los gritos de los grajos me parecieron oportunos, pájaros negros entre ruinas de piedra y vegetación húmeda y oscura. Además tenían incluso un folletito en español (0,50 €), en el centro de interpretación del Brú na Boinne no lo tenían y tras mirarme como con extrañeza me ofrecieron uno en francés.
Me gustan mucho los claustros y éste, visitado casi en soledad, me pareció encantador.

El día iba de abadías porque, buscando un punto desde el que fotografiar la roca desde lejos, me encontré con un prado con vacas presidido por los muros de la Abadía de Hore y no pude resistirme a pasar un poco de miedo entre las sombras de sus piedras cuando ya se estaba poniendo el sol.

