10 días por Irlanda en verano de 2024 ✏️ Blogs de IrlandaCircuito por la mitad sur de Irlanda en coche de alquilerAutor: Lapilvi Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Índice del Diario: 10 días por Irlanda en verano de 2024
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Etapas 1 a 3, total 12
Un año más, este verano de 2024 hemos tirado para el norte. Y es que, para pasar calor, nos quedamos en casa. Ya tenemos una edad en que sobrellevamos muy mal los excesos de temperatura, así que el viaje de vacaciones es para nosotros la ocasión de huir por unos días del calor estival que padecemos en nuestra ciudad.
Dicho esto, paso a detallar el itinerario que preparé para nuestro circuito por la mitad sur de Irlanda. Volamos a Dublín, donde estuvimos un día y medio para después iniciar un circuito en coche de alquiler por la mitad sur de Irlanda, con final nuevamente en Dublín. El plan del viaje fue el siguiente (quizá se ve de forma más intuitiva en el mapa que adjunto a continuación, donde cada día está representado con un color diferente): Día 1. Vuelo Madrid-Dublín y visita de Dublín Dia 2. Dublín Día 3. Recogida del coche de alquiler – Kilkenny - Cork Día 4. Cork – Cobh - Kinsale Día 5. Castillo Blarney – Parque Nacional Killarney Día 6. Dingle – Slea Head Drive – Adare - Limerick Día 7. Parque Nacional Burren – Acantilados Moher Día 8- Corcomroe Abbey – Dunguaire Castle -Galway Día 9. Kylemore Abbey – Upper Sky Road Día 10. Clonmacnoise Abbey – Athlone – Devolución del coche - Vuelo Dublín-Madrid Itinerario previsto
En cada etapa iré detallando lo que finalmente vimos o no vimos, y las impresiones que nos causó cada lugar. Por ejemplo, el día 3 teníamos dos alternativas para llegar a Cork desde Kilkenny: pasando por Rock of Cashel o por Jerpoint Abbey. Pero finalmente no pudimos parar en ninguna de las dos por una serie de incidencias que relataré en la etapa correspondiente. Los precios. En Irlanda utilizan el euro (excepto en Irlanda del Norte), y absolutamente todo es más caro que en España. Los hoteles, sobre todo en Dublín, son escandalosamente caros. Me costó muchísimo encontrar algo mínimamente asequible en Dublín. La comida en los restaurantes también es más cara que en España (sí es cierto que las raciones han sido siempre abundantes y todo ha estado muy bueno en general). Una ensalada o un Fish&chips no menos de 15 ó 16 €. Un café con leche en torno a 3 €. Una copa de cerveza no baja de 6 € (¡menos mal que ponen jarras de agua gratis!). La gasolina en torno a 1,78 €/litro. Los precios de todo en general en los supermercados son más altos que aquí también. El único supermercado que vimos con precios un poco más comedidos fue el Lidl. Cerveza Madrí en Irlanda
El clima. El viaje ha sido desde el 29 de julio hasta el 7 de agosto. Los pronósticos del tiempo vaticinaban máximas de 22-23º y mínimas de 10-12º (¡para nosotros, temperaturas perfectas!), con algunos días soleados, otros semi-nublados y otros con lluvia. Un poco de todo. Así que llenamos las maletas de “porsiacasos”: varias camisetas de manga corta, una de manga larga, dos o tres pantalones cortos y uno largo, un chubasquero y alguna prenda de abrigo ligero. Y acertamos, porque lo usamos todo, más o menos en esa proporción. Al final hubo suerte, porque sólo nos llovió dos días. Los paisajes y la gente. No sería honesto decir que no hemos visto lindos paisajes (muy verdes) y pueblos con encanto, desde luego que los hemos visto, pero nada que nos haya dejado con la boca abierta. En nuestra opinión, lo que hemos visto de Irlanda ha sido bonito, no se puede negar, pero no ha habido nada realmente impresionante o espectacular. Por supuesto, los puntos de vista son subjetivos. Con toda seguridad habrá quien opine que Irlanda es una maravilla y no seré yo quien le contradiga. Quizá, sin querer, lo comparo con paisajes como los de Islandia o Noruega, pero es que esos países están en otra división. En cualquier caso, Irlanda es suficientemente bonito como para visitarla al menos una vez en la vida; de eso no me cabe duda. Paisajes en Irlanda
Lo que es innegable es que la gente es, en general, muy cordial y simpática. Todas las personas con las que hemos tenido ocasión de relacionarnos han sido amables y nos han atendido con una sonrisa, siempre muy colaboradores. Nos ha parecido que tienen un carácter más similar al nuestro que a los británicos, por ejemplo. No hemos encontrado grandes masas de turistas en ningún sitio, algo que ha sido muy de agradecer. Por supuesto había mucha gente en los Acantilados de Moher, por ejemplo, pero no se podría catalogar como masificación. Conducir en Irlanda. En Irlanda no es necesario el carnet internacional. En cuanto a conducir por la izquierda, yo llevaba mucho miedo porque nunca lo habíamos hecho antes. Pero el Mortadelo, que ha sido quien ha conducido durante todo el viaje, enseguida se acostumbró y no tuvimos ningún percance en absoluto. Eso sí, alquilamos un coche automático para facilitar la conducción y fue todo un acierto. Según dice el Mortadelo, lo único que le costó un poco al principio fue controlar bien la posición del coche dentro del carril para no echarse demasiado a la izquierda. Mortadelo “on the drive”
En lo que respecta a las carreteras: Las autovías empiezan por M y los carteles son azules (velocidad máxima 120 km/h). Las carreteras nacionales empiezan por N y los carteles son verdes (100 km/h). Las secundarias empiezan por R y los carteles son blancos (80 km/h). Lo de la velocidad máxima de 100 km/h en las nacionales es casi un chiste, porque la mayoría han sido como la de la foto anterior o como la siguiente: carriles muy estrechos, mucha curva, sin arcenes y con la vegetación invadiendo los laterales, de modo que las ramas rozaban la carrocería cada vez que nos echábamos un poco a la izquierda al cruzarnos con otro, y daba un poquito de canguelo. Las fantásticas nacionales N de Irlanda
En algunas autopistas hay peajes. Dejo aquí el mapa de todos los peajes existentes. Todos cuestan entre 2 y 4 €, y son de barrera normal excepto el de la M50 que circunvala Dublín, que es electrónico, por lo que en éste no hay que detenerse para nada. Nosotros pasamos por allí y nuestra agencia de alquiler (Thrifty) nos lo cobró tras devolver el coche. Mapa de los peajes de Irlanda
Seguridad. Irlanda nos ha parecido un país bastante seguro. En ningún momento hemos tenido sensación de inseguridad de ningún tipo. Etapas 1 a 3, total 12
Al tratarse de un país que no pertenece al espacio Schengen, volar a Irlanda implica un doble control de seguridad en los aeropuertos. En Barajas, además del consabido control de equipaje, tenemos que superar un control de identidad pasando unos torniquetes en los que depositas tu DNI o pasaporte con la foto boca abajo sobre una pantallita mientras miras a un objetivo muy inteligente que verifica que tú eres el de la foto. Vamos, un rollazo todo el protocolo aeroportuario.
Sobrevolando Velvet Strand instantes antes de aterrizar en Dublín
Aterrizamos sin novedades en la Terminal 1 del aeropuerto de Dublín sobre las 15:30, hora irlandesa (una hora menos que en España). Aquí nuevamente pasamos otro control de identidad, esta vez más de andar por casa, consistente en un policía que mira tu foto y la compara con tu cara. Para llegar desde el aeropuerto hasta Dublín tomamos el autobús Dublin Express 782. Los billetes se pueden comprar anticipadamente online, o bien en un mostrador específico que hay en el vestíbulo de salida del aeropuerto. Nosotros preferimos comprarlos en persona en el aeropuerto porque cuando investigué el tema en Internet vi mucha información confusa y contradictoria, varias páginas distintas vendían los billetes a diferentes precios, incluso en algunas te obligaba a elegir un horario concreto… y no estaba muy claro cuál era la página oficial. En fin, que no sé si online nos hubiera salido un poco más barato, pero preferimos ir sobre seguro. Compramos billetes de ida y vuelta, a razón de 14 € por persona, que sirven indiferentemente para el 782 o el 784 y para cualquier horario. Ambas líneas pasan por las dos terminales del aeropuerto y tienen diversas paradas dentro de Dublín. La vuelta es abierta (si no recuerdo mal, el plazo para usar la vuelta es de 3 meses). Así que ¡no perder el ticket! Los buses azules de Dublin Express
En sólo quince minutos de trayecto estamos en nuestra parada, la de George´s Quay, que es la primera que hace desde que sale del aeropuerto. Esta parada está a escasos 100 metros de nuestro hotel, el Staycity Aparthotel Dublin City Quay. Como ya he comentado anteriormente, me costó mucho encontrar un hotel asequible en Dublín que estuviera medianamente céntrico. No queríamos alojarnos en las afueras y depender constantemente de autobuses o tranvías los dos días que íbamos a estar en la capital. Me sangraban los ojos viendo precios de hasta 1.000 € por dos noches para 3 personas (el Mortadelo, el Niño y yo misma). Hasta que di con este hotel, grande, moderno y bien decorado, perfectamente situado en pleno centro, al lado del Trinity College, a 5 minutos andando de la zona de Temple Bar y al lado de la parada del bus del aeropuerto. Fueron 396 € por dos noches en un pequeño estudio para 3 personas con baño y una cocinita totalmente equipada, incluso con té, café y cápsulas de leche. Que ya está bien, porque ni siquiera incluía desayuno (había un buffet, pero se pagaba aparte), pero más barato que cualquier otra opción que yo pude encontrar. Estudio para tres en el Staycity Aparthotel Dublin City Quay
Bueno, pues ya estamos aquí. Dublín nos ha recibido con cielo azul y una perfecta temperatura de 22º, así que vamos a salir a explorarla. Como lo que tenemos más cerca es el famoso Trinity College, vamos lo primero hacia allí. Trinity College es la Universidad más antigua de Irlanda. Fue fundada en 1592 por Isabel I y es un complejo de varios edificios dispuestos en torno a unas grandes praderas de césped. Lo más reseñable es su Biblioteca, que actualmente posee casi 3 millones de libros. De entre ellos, destaca como su joya más preciada el Libro de Kells, que contiene los Cuatro Evangelios escritos en latín sobre el año 800, con una caligrafía muy ornamentada y exquisitamente ilustrado. En este momento la Biblioteca está en remodelación, por lo que no nos planteamos entrar a visitarla (19 €/persona) y únicamente damos unas vueltas por el exterior del College. Trinity College
Continuamos por Dawson Street hacia Grafton Street. Por cada calle que atravesamos ya vamos viendo esa arquitectura victoriana de ladrillo rojo tan típica de la ciudad. Grafton Street es una calle peatonal, de las más comerciales y concurridas de Dublín, donde se encuentra todo tipo de establecimientos, muchos de ellos de firmas de lujo. También hay bastantes artistas callejeros. Al final de Grafton Street encontramos un edificio totalmente diferente, el Stephen’s Green Shopping Centre. Es un centro comercial, construido en la segunda mitad del S. XX con estructura de hierro y cristal, que toma el nombre del parque que está justo enfrente: Stephen’s Green. Merece la pena entrar un momento a ver el interior, que está presidido por un original reloj gigante. Stephen's Green Shopping Centre
Damos también una vuelta por el parque Saint Stephen’s Green, creado en 1664 y rediseñado en el S.XIX al estilo victoriano. Hay un laguito con cisnes, praderas con flores… Sin ser nada del otro mundo, no está mal. Es agradable y hay mucha gente paseando o simplemente descansando. Saint Stephen’s Green Park
Volvemos hacia el centro atravesando calles con edificaciones típicas; algunas se ven realmente pobres y poco cuidadas; otras son verdaderamente bonitas y se nota que están conservadas con mimo. Preciosa esquina en Suffolk Street
En Suffolk Street encontramos la famosa estatua de Molly Malone. No está demostrada la existencia de la tal Molly; tal vez se trate todo de una leyenda. El caso es que en 1880 un músico compuso una canción dedicada a una hermosa mujer así llamada, que supuestamente vivió en el S.XVII. La chica era vendedora de pescado de día y prostituta de noche, y tristemente murió jovencita de tifus. La canción tuvo tal éxito que llegó a convertirse en el “himno” no oficial de Irlanda, y en honor de Molly se erigió en Dublín esta estatua de la joven. Molly Malone, con su carro de pescado de día y su escote de noche
A lo largo de la tarde hemos entrado en un par de supermercados que nos han pillado de paso, para comprar algo para el desayuno de mañana, pero nos hemos salido espantados tras ver los 3 €, como mínimo, que costaba cualquier paquetillo de galletas que en nuestra ciudad nos hubiera costado menos de 1 €. Buscamos un Lidl en Google Maps y nos dirigimos al más cercano, que está en Aungier Street. Por el camino pasamos junto a este impresionante edificio victoriano situado en George’s Street. Se trata del George’s Street Arcade, uno de los más antiguos mercados urbanos de Europa, construido en 1881, hoy en día reconvertido en centro comercial. George’s Street Arcade, tan grande que sólo cabe medio en la foto
Hago aquí un inciso para comentar que Dublín no tiene metro, al parecer debido a que el subsuelo de la ciudad está plagado de restos arqueológicos que dificultarían cualquier intervención subterránea. Así pues, el transporte público en Dublín es todo por superficie (más de cien línea de autobuses y dos de tranvía). Nos llama la atención que los buses son todos de dos pisos. Los buses de Dublín
Volvemos hacia el río para cruzarlo por el Ha’penny Bridge. Este puente exclusivamente peatonal, construido con hierro y madera en 1816, es el icono de Dublín. El nombre le viene de Half Penny, porque hasta 1919 había que pagar medio penique para cruzarlo. Menos mal que ahora es gratis, porque con los precios que se gastan allí… Ha’penny Bridge ahora se cruza sin pagar, así que lo cruzamos
Lo de cruzar el puente es porque va siendo hora de cenar y queremos probar el The Church Café, que está situado al lado norte del río Liffey. Es un bar-restaurante instalado en una pequeña iglesia del S. XVIII que conserva sus vidrieras, sus deambulatorios y hasta el órgano de tubos (muy bonito éste, por cierto). En el horario de cenas tienen música tradicional irlandesa en directo. Hemos visto la carta y no es más caro que otros restaurantes, así que decidimos cenar ahí, por lo peculiar. Si pasamos por alto la lentitud del servicio, que es desesperante (esperamos como una hora desde que nos sentamos hasta que nos sirven la comida porque están desbordados y se han olvidado de nosotros), es una buena experiencia. Una riquísima y gran hamburguesa de pollo especiado, un plato de “calamares crujientes en sriracha y alioli”, otro de alitas marinadas, patatas fritas, una cerveza y un refresco... Todo está bastante bueno, pero la cuenta sube hasta casi 69 €. A partir de aquí veremos, día tras día, que en Irlanda los precios van a estar a este nivel, o incluso por encima. The Church Café Bar
Son más de las 9:30 y está anocheciendo. Volvemos hacia el hotel dando un paseo a través de la zona de Temple Bar, un barrio de calles estrechas adoquinadas, junto a la orilla sur del río, lleno de pubs, cafés y restaurantes donde se toca música tradicional irlandesa en vivo. Aquí se concentra el ocio nocturno de Dublín, tanto de turistas como de locales, y a estas horas es un hervidero de gente, en las calles y en los establecimientos. Anocheciendo en el barrio de Temple Bar
El local más famoso de este barrio, y quizá de todo Dublín, es el que lleva su mismo nombre: The Temple Bar Pub, con su inconfundible fachada roja en esquina. Hacemos intención de entrar a tomar algo, pero tenemos que desistir porque está absolutamente abarrotado. Lamentablemente, la encrucijada de calles donde se encuentra ubicado se encuentra vallada por obras, así que es imposible hacer una foto de la esquina entera. Imposible tomar algo en The Temple Bar
Terminamos así nuestro primer día en Dublín. A descansar, que mañana hay más. Etapas 1 a 3, total 12
El día amanece nublado hoy en Dublín. Desayunamos en nuestra habitación del Staycity Dublin City Quay con el café, el té y la leche de cortesía y las galletas que compramos ayer en el Lidl, y salimos para continuar explorando la ciudad.
El río Liffey a primera hora de la mañana
Cruzamos el río Liffey por el puente Talbot Memorial, que es el más próximo a nuestro hotel. Justo enfrente, en la otra orilla, está el conjunto escultórico The Famine Memorial. Este monumento de 1997 se erigió en conmemoración de los dos millones de personas que tuvieron que emigrar y el otro millón y medio que murió en Irlanda durante la hambruna de 1845 a 1849. El conjunto resulta bastante escalofriante, sobre todo cuando te fijas en los rostros de horror y sufrimiento que muestran las estatuas. En Toronto hay otro grupo escultórico similar a este, que recuerda a los emigrantes irlandeses que consiguieron llegar a las costas de Canadá. The Famine Memorial
La Gran Hambruna fue una terrible tragedia en la historia de Irlanda. En el S. XIX era muy común que los jornaleros arrendaran las tierras de sus señores pagando con su trabajo, y obteniendo apenas una pequeña cosecha de patatas, que era el sustento de su economía y de su alimentación. En 1845 sobrevino una plaga conocida como “enfermedad de la patata”, que arrasó todos los cultivos, dejando a un tercio de la población en la inanición y en la pobreza más absoluta. Más de un millón de personas murieron de hambre, y otros dos millones decidieron emigrar, con lo que la población irlandesa disminuyó drásticamente. Casi toda la emigración se dirigió en barcos hacia las costas de Canadá, o bien de Estados Unidos. Estos barcos eran conocidos como “barcos ataúd”, ya que estaban compartimentados en diminutos camarotes donde la gente viajaba hacinada. Muchos morían durante la travesía debido a las pésimas condiciones de salubridad y al hacinamiento, que propiciaban el contagio de enfermedades. Caminando un poco hacia el este por la orilla del río Liffey, a 250 metros del Famine Memorial hay una réplica exacta del Jeanie Johnston, uno de estos “barcos ataúd”, que se puede visitar por 15 €. Jeanie Johnston
Seguimos un poco más adelante hasta llegar al puente de Samuel Beckett... inconfundible diseño de Calatrava. Es el segundo de los dos puentes que este arquitecto ha construido en Dublín. Dicen que para su diseño se inspiró en el arpa celta, instrumento musical que es símbolo de Irlanda. Puente de Samuel Beckett
A estas horas de la mañana empiezan a desaparecer las nubes y comenzamos a ver los primeros trocitos de cielo azul. La temperatura es ideal para ir en manga corta sin pasar nada de calor. Deshacemos nuestros pasos y vamos ahora otra vez hacia el centro, pasando por delante del imponente edificio llamado The Custom House (Casa de Aduanas), con su característica cúpula de bronce verde. Se encuentra situado a orillas del río y fue construido en estilo neoclásico a finales del S. XVIII. Actualmente es sede de un ministerio. No hice ninguna foto del edificio completo, así que voy a tomar prestada aquí una vista de Google Maps. The Custom House (imagen tomada de Street View)
Seguimos hacia O’Connell Street. Esta amplia avenida de aceras anchas, que debe su nombre al libertador de Irlanda, es una calle muy comercial y una de las más importantes de Dublín. En ella encontramos varias estatuas, entre ellas una de James Joyce y otra del propio Daniel O’Connell. También hay una gran aguja de 120 metros de altura, The Spire, que se levantó en 2003 en el lugar donde se encontraba otro monumento que fue destruido en un ataque terrorista. James Joyce
Mimetizándonos con The Spire
En la esquina de O’Connell con N. Earl Street nos tropezamos con una curiosa instalación que ha sido colocada hace escasos dos meses. Se trata del Dublin Portal, una gran pantalla circular conectada con otra igual que está instalada en Nueva York junto al edificio Flatiron. Desde Dublín vemos la gente que pasa por delante de la pantalla de Nueva York, y ellos nos ven a nosotros. En Nueva York ahora mismo es muy temprano; pasa poca gente, muchos con cara de sueño… seguramente van a trabajar y no se detienen a interactuar con la pantalla. Pero en Dublín es mediodía y hay un montón de personas haciendo aspavientos con los brazos delante de la pantalla para intentar captar la atención de los neoyorkinos. Cada vez que alguno se para a responder al saludo, aumentan los aspavientos y comienzan las risas. Resulta muy divertido cuando un chico de aspecto oriental muy bien trajeado se detiene ante la pantalla de Nueva York con gesto sorprendido, tratando de entender quiénes son y dónde están esas decenas de personas que le saludan desde una pantalla. Dublin Portal
Deambulamos un rato por los alrededores de O’Connell y luego avanzamos en paralelo al río hacia el oeste, por calles en las que se repite el mismo patrón de edificaciones de ladrillo rojo de estilo victoriano. Henry Street
Mercadillo de frutas en Moore Street
Pasamos junto al bonito edificio que fue sede del periódico The Independent, en Middle Abbey Street. The Independent y el tranvía
Cruzamos nuevamente a la orilla sur del río para ver de cerca el precioso edificio de Sunlight Chambers, en la esquina de Essex Quay con Parliament Street. Este edificio se construyó en 1900 como sede de Port Sunligh, la marca de jabones que ideó su fabricación a partir de aceites vegetales en lugar de sebo de origen animal. Los frisos decorativos de la fachada representan la historia de los hermanos Level, fundadores de la empresa. El edificio quiso destacar marcando una diferencia de estilo dentro de un entorno repleto de arquitectura victoriana y georgiana. Sunlight Chambers
Seguimos avanzando hacia el oeste hasta llegar a The Brazen Head, el pub más antiguo de Irlanda. Su fundación está fechada en el año 1198. Como ya va siendo hora de comer, pensamos tomar algo aquí y así de paso lo vemos por dentro. The Brazen Head
Atravesando el zaguán de entrada se accede a un patio muy decorado y festivalero, donde hay varias mesas para consumir al aire libre. El ambiente es agradable, pero miramos los precios de la carta que tienen expuesta fuera y se nos pasa un poco el hambre de repente. Decidimos que, ya que hemos llegado hasta allí, vamos a tomar aunque solo sea algo de beber. Tengo antojo de probar el auténtico café irlandés de Irlanda, que vemos en la carta que son 7 €… Somos conscientes de que sería más adecuado como postre que como aperitivo, pero no nos importa; nos apetece. Venga, pedimos dos… Uno para el Mortadelo y otro para mí. Al Niño no le apetece. Extracto de la carta de The Brazen Head
Mientras que el Mortadelo y el Niño cogen mesa en el patio, yo entro a pedir las dos copas de café irlandés. Me las preparan con todo esmero y, cuando voy a pagar, me dicen que son 21 euros… ¿Cómooooo? Digo que en la carta pone 7 € y me dice que no, que el 7 es el código de los alérgenos, que el café irlandés cuesta 10,50 €. Me quedo turulata pero ya no tiene remedio. Soy tonta y no me he fijado bien en que no ponía € detrás del 7… pero tal vez ellos también tienen su parte de culpa por omitir el precio del Irish Coffee e inducir a engaño. En fin… Menos mal que, por lo menos, estaba bastante bueno. En su punto de dulzura y de alcohol, para nuestro gusto. Las copas del delito
Sigue siendo la hora de comer y el café irlandés nos ha vuelto a abrir el apetito. He leído recomendaciones acerca de una cadena de hamburgueserías llamada Bunsen, que es más barata que la media de los restaurantes de Dublín, así que volvemos hacia el centro, a una que está justo enfrente del pub The Temple Bar. Anoche vimos la zona iluminada y ahora la vemos con luz de día. El barrio de Temple Bar, de día
Preciosas vallas de obra. Detrás, el pub The Temple Bar
Las hamburguesas del Bunsen son pequeñas, sin nada destacable, y bastante rácanas de ingredientes. Está claro por qué este lugar es más barato que cualquier otro sitio. Hemos comido los tres por 46 €, pero no nos hemos quedado ni la mitad de satisfechos que anoche. El Bunsen está bien para una comida rápida, para salir del paso, pero poco más. Aún tenemos toda la tarde por delante para continuar visitando Dublín. Nos dirigimos ahora al Dublin Castle, un complejo de edificaciones fundado por el rey Juan en 1204 sobre un antiguo asentamiento vikingo. Hay que recordar las raíces de esta ciudad, que en el S.X era la más importante del mundo vikingo. El castillo, de estilo normando, fue devorado por las llamas en 1684 y se reconstruyó en estilo georgiano, quedando únicamente del original la Torre de Registro. Actualmente, el complejo alberga dos museos, una biblioteca, cafetería, etc. y se utiliza para celebrar recepciones del Gobierno. La visita guiada, en inglés, cuesta 8€. Los exteriores se pueden visitar de forma gratuita. El castillo de Dublín y su jardín circular
Desde el Castillo, en cinco minutos andando estamos en la Christ Church Cathedral. Al igual que el Castillo, esta catedral también se levantó sobre una edificación vikinga; en este caso sobre una pequeña iglesia de madera. La Catedral es de culto anglicano y al parecer tiene 19 campanas, cada una tocando en un diferente tono, lo cual es un récord mundial. Bajo ella hay una cripta del S.XII que es la construcción más antigua que se conserva en Dublín. Por 11,50 € puedes visitar la cripta, donde verás estatuas medievales, tesoros, y hasta un ratón y un gato momificados, que fueron encontrados dentro de uno de los tubos del órgano. Christ Church Cathedral
Al lado de la Christ Church Cathedral está el museo Dublinia (14 €), que contiene una exposición interactiva sobre la historia de Dublín desde la civilización vikinga (800 d.c.) hasta la Edad Media. Seguramente estará muy interesante, pero cuando disponemos de tan poco tiempo en una ciudad preferimos no invertirlo en visitar museos. En 1870 se construyó un puente para comunicar interiormente la Christ Church Cathedral con el Dublinia; desconozco la razón. Christ Church Cathedral y el museo Dublinia, conectados por un puente
Caminando desde Christ Church Cathedral hacia el sur llegamos en unos minutos a la otra catedral que tienen en Dublín, también anglicana. Se trata de St. Patrick’s Cathedral, o Catedral de S. Patricio, y es más grande y moderna que la anterior. Su construcción se inició en el año 1200, también sobre otra pequeña iglesia de madera vikinga. Está rodeada por un agradable parque. St. Patrick’s Cathedral
Volvemos en dirección al río y pasamos junto a la Saint Audoen’s Church, una de las más originales iglesias medievales que se conservan en Irlanda, que también está rodeada de un pequeño y apacible parquecito. Saint Audoen’s Church
Cuando planifiqué este viaje vi que uno de los reclamos turísticos que ofrece Dublín es la cárcel de Kilmainham Gaol, que está situada a las afueras de Dublín, hacia el oeste. La verdad es que dudé mucho sobre si nos apetecería ir o no. Al final hubo acuerdo entre el Mortadelo, el Niño y yo, en que preferíamos ver otras cosas antes que una cárcel, por mucha historia que encierren sus paredes. Así que, finalmente, descarté esa visita y optamos en su lugar por ir al Parque Phoenix y ver sus cervatillos en libertad. En cualquier caso, para quien le interese visitar la cárcel, las visitas son guiadas, de 1 hora de duración, y hay que comprar la entrada en su web (8 €) con bastante antelación, porque se agotan. Así pues, caminamos desde St. Audoen’s Church hasta el Phoenix Park a lo largo del río Liffey durante aproximadamente media hora. Por el camino nos desviamos un poquito hasta la calle Smithfield para ver esta divertida tetera gigante, conocida como Utah Teapot. No soy capaz de explicar el significado de esta figura, pero es algo relacionado con la creación de modelos 3D a partir de la computación gráfica mediante patrones matemáticos… o algo así. Al Niño, reputado pitagorín de las ciencias computacionales, a la par que buen bebedor de té, le hizo gracia porque él sí lo entendió. El Niño computando con la Utah Teapot
Llegamos a media tarde al Phoenix Park. Es una enorme extensión de praderas con zonas arboladas, creada en 1662 como reserva de ciervos. Dentro del parque también hay lagunas, monumentos, un zoo, zonas de juegos infantiles, etc. Actualmente es un área de esparcimiento para los dublineses, aunque aún se pueden ver grupos de ciervos en libertad en ciertas zonas. Lo que menos nos gusta de este parque es que está completamente atravesado por una carretera que dificulta a los visitantes el paso de una mitad a la otra. Parterres de flores a la entrada de Phoenix Park
Monumento a Wellington en Phoenix Park
Para ver a los ciervos tenemos que adentrarnos bastante en el parque. He señalado de rojo en este mapa la zona donde vemos los primeros, más o menos: Zona de ciervos en Phoenix Park
Los ciervos están pastando tan tranquilos. Es evidente que están muy acostumbrados a la cercanía de las personas. Ciervos atareados con la hierba del Phoenix Park
De vuelta hacia el centro de Dublín, damos un pequeño rodeo para pasar junto a la Guinness Storehouse. Este complejo de edificios es la antigua fábrica de la irlandesa cerveza Guinness, la más consumida del mundo, hoy en día reconvertido en museo visitable por el módico precio de 20 €. Nuestra intención no es entrar; sólo ver por fuera su interesante arquitectura de ladrillo de estilo industrial del S.XVIII. En el año 2000, cuando se abrió como museo, se le añadió en la azotea un bar-restaurante con vistas de 360º. El precio de la entrada incluye tomarte una cerveza (Guinness) en este bar. Caballitos percherones que te llevan o te traen a la Guinness Storehouse
Por lo que se cuenta, Arthur Guinness estaba tan seguro del éxito de su cerveza, que en 1759 firmó un contrato de alquiler de estas instalaciones por 9.000 años. El complejo era como una mini-ciudad que disponía de todo tipo de instalaciones para los empleados. Regresamos ya hacia el hotel. Son unos 40 minutos caminando, atravesando nuevamente el barrio de Temple Bar. Ya hemos visto esta zona de noche y a mediodía, y ahora la vamos a ver al atardecer. El barrio de Temple Bar al atardecer
Descansamos un ratito en el hotel de las buenas caminatas que nos hemos pegado hoy y volvemos a salir con la intención de cenar algo por la zona de Temple Bar. Imposible. Todo lleno a rebosar y con listas de espera. Terminamos entrando en una pizzería llamada Sano Pizza, casi el único sitio donde aún queda alguna mesa vacía, y resulta ser una buena opción. Las pizzas son de buen tamaño y no están nada mal. Tres pizzas y un refresco nos cuestan 44 €. Más barato que la hamburguesería Bunsen y, desde luego, salimos mucho más satisfechos. Volvemos al hotel y caemos rendidos. Mañana nos despedimos de Dublín. Hemos estado un día y medio y sólo nos ha dado tiempo a ver lo esencial, sin entrar a museos. La noche en Dublín
Nuestra impresión de Dublín es que lo más destacable es su ambiente. No tiene nada especialmente reseñable, ni edificaciones o monumentos extraordinarios, ni lugares inolvidables… pero sí resulta una ciudad alegre y vibrante, y la gente es acogedora. Etapas 1 a 3, total 12
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