Después de algunos imprevistos, finalmente el recorrido completo quedó así:
DIA 1. Mirador de la Bureba, Oña, Tobera y Frías. Noche en Oña. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES. DIA 1. OÑA, TOBERA Y FRÍAS.
DÍA 2. Cascada de Pedrosa de Tobalina, Herrán, Desfiladero del Purón (ruta a pie), Monte Santiago y Salto del Nervión (ruta a pie). Noche en Quincoces de Yuso. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES, DÍA 2. Coche y senderismo.
DÍA 3. Cueva Palomera, Soncillo-San Cibrían: Cascada de las Pisas (ruta a pie), Puentedey, Cascada de la Mea (ruta a pie). Noche en Espinosa de los Monteros. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES. DÍA 3. Coche y senderismo.
DÍA 4. Espinosa de los Monteros. Irus: calzada romana y cascadas del río Hijuela (ruta a pie), Nacimiento del río Cadagua (ruta a pie), San Panteleón de Losa, Cebolleros, Medina de Pomar, Desfiladero de las Palancas (ruta a pie). Noche en Orbaneja del Castillo. Relato en esta etapa.
DÍA 5. Orbaneja del Castillo. Pesquera de Ebro. Mirador sobre las Hoces del Ebro. Desfiladero de los Hocinos en Valdenoceda (ruta a pie). Relato aquí: RUTA 5 DÍAS MERINDADES. DÍA 5. ORBANEJA DEL CASTILLO, PESQUERA DE EBRO...
Mapa de las Merindades
Dejamos Espinosa de los Monteros para retomar el itinerario que tuvimos que modificar el día anterior por el cambio en el horario de la reserva de la Cueva Palomera. Por lo tanto, debido a ese imprevisto, el perfil de la jornada quedó más o menos así según GoogleMaps:
IRUS: calzada romana y cascadas del río Hijuela.
Ya con muy buen tiempo, hicimos los 17 kilómetros que separan Espinosa de los Monteros de este pueblecito del Valle de Mena en un cuarto de hora. Pasado el efecto del puente de San Isidro, la mayoría de los madrileños se habían ido y quedábamos muy pocos turistas por la zona. Lo que hay que visitar allí es la calzada romana (sobre esto hay diversas teorías, pues hay quien afirma que es romana y quien dice que es de época medieval) y las cascaditas que forma el río Hijuela. La ruta es corta, 2 kilómetros aproximadamente, y muy sencilla, ya que se trata de seguir la calzada que va paralela al río, dejando éste a nuestra derecha.
El pueblo es muy pequeñito pero está ubicado en un sitio muy bonito y tiene interesantes casas de arquitectura popular del siglo XVIII. Se puede dejar el coche cerca del río, junto al puente que está al lado de la carretera, donde también se puede ver un antiguo abrevadero. Desde allí hay que caminar hacia la iglesia, por el camino vimos un interesante panel informativo con todas las rutas a realizar por la zona.
Fotografía del panel informativo.
Puente, río Hijuela y abrevadero.
Puente, río Hijuela y abrevadero.
Se pasa la Iglesia Parroquial de San Millán, de finales del siglo XV, y el cementerio, a cuyo lado derecho hay una alambrada que corta el camino, pero tiene un trozo abierto por el que se puede pasar. Con el río a la derecha, iniciamos la pequeña caminata por la calzada, oculta en muchos tramos por la vegetación pero siempre presente, y enseguida vemos la primera cascadita. Hay que tener cuidado porque los pequeños senderos que llevan al agua están casi borrados por la hierba y los matorrales y se pierden con mucha facilidad. Pese a haber llovido bastante la semana anterior, las cascadas bajaban con poco agua; aun así el paseo resultó muy agradable, entre hayas y abedules, pero tampoco fue de lo que más nos gustó de la zona.
Iglesia.
Camino por la calzada... ¿romana?, rodeados de vegetación.
Camino por la calzada... ¿romana?, rodeados de vegetación.
La ruta termina en las proximidades de Arceo, donde se puede tomar un senderito que lleva al salto de Aguasal. Este tramo ya no lo hicimos porque nos habían dicho que la cascada estaba seca y sería más de lo mismo, así que preferimos ahorrar tiempo para el resto de la jornada.
En resumen, un paseo corto y muy agradable, aunque cabe la posibilidad de encontrar las cascadas secas o muy mermadas.
CADAGUA. Nacimiento del río Cadagua.
Apenas tuvimos que recorrer seis kilómetros hasta llegar al inicio de nuestra siguiente ruta. Por el camino vimos la torre de la localidad de Lezama, edificio del siglo XVI, que además de su carácter defensivo, constituye un buen ejemplo de casa señorial de la zona, que también constituía una clara manifestación de la preeminencia del señor sobre el resto de la población.
Poco después llegamos al pueblo de Cadagua y dejamos el coche en el aparcamiento habilitaddo junto a la iglesia, donde también encontramos un detallado panel informativo, del que pongo una fotografía. Desde allí iniciamos la caminata que nos llevaría al nacimiento del río Cadagua, afluente del Nervión. La ruta es muy corta, no llega a dos kilómetros en total, pero la recompensa si se va en la época correcta es sensacional. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar porque esta cascada es de las que se secan en verano y cuando no llueve.
Cadagua. Las casas y el paisaje ya hablan de su proximidad al País Vasco.
Tomamos la calle que sale por la izquierda de la iglesia y seguimos los indicadores, dejando a nuestra derecha unos hermosos paisajes verdes. Enseguida llegamos a una alambrada con dos tubos verticales que hay que atravesar (menos mal que no estamos gordos) para alcanzar una pradera. A la derecha podíamos escuchar el bramido del agua, lo cual era un excelente presagio.
En la pradera nos cruzamos con una pareja que también habíamos encontrado en Irus, al parecer estábamos haciendo un recorrido similar por la zona. Éramos los únicos visitantes por allí. Pasamos otros tubos, aquí ya había un agujero en la alambrada, seguramente alguien voluminoso que decidió pasar como fuera. Tomamos el sendero, que empezó a picar hacia arriba ya muy cerca del río, con abundante agua despeñándose por las piedras. Al fin, vimos una cascada de las que te dejan con la boca abierta, pero vencimos las ganas de parar y continuamos: queríamos llegar primero al nacimiento y luego volver aquí.
Más arriba tuvimos que meternos entre los peñascos para alcanzar el premio gordo, ¡y qué premio! Madre mía cómo estaba la cascada, ¡preciosa! Realmente el sitio era espectacular, con las rocas completamente verdes por el musgo, entre las que se precipitaba el agua formando varias chorreras. Y encima estábamos solos, lo que contribuía a incrementar el hechizo porque si te encuentras con veinte personas allí supongo que no hubiera sido lo mismo.
Aquello parecía el paraíso. ¡Qué sitio tan bonito! Si hasta enviamos una foto por whatsapp a las amistades… No es que seamos muy aficionados a las redes sociales, pero el lugar era de los que hay que enseñar para presumir y de paso dar un poco de envidia: era día laborable, ellos trabajando y nosotros en el paraíso. ¡Qué malos!
Al cabo de unos minutos, dejamos aquella maravilla natural y fuimos hasta la otra chorrera, la que habíamos dejado pendiente a la ida. Precioso lugar también, no sabría cuál de los dos escoger. Otro whatsapp…
Decir que las fotos no hacen justicia a lo que vimos.
Estuvimos un buen rato contemplando las cascadas, disfrutando de la paz y el sosiego de aquel sitio, rotos solo por el enorme bramido del agua que, sin embargo, produce un profundo relax. La vuelta se hace por el mismo camino. Tardamos más de una hora en completarlo, contando el tiempo que estuvimos contemplando las cascadas y disfrutando de ellas. Una ruta preciosa y con unas cascadas espectaculares en un lugar idílico. Sin embargo, hay que tener presente que no siempre llevan tanta agua como cuando las vimos nosotros (a veces llevarán más y debe ser el “desparrame”) y en verano suelen estar secas.
COZUELA. CASCADA DE PEÑALADROS.
Pues sí, el día iba de cascadas. Así que pusimos rumbo hacia el pueblo de Cozuela, donde se encuentra otro tesoro natural de estas latitudes, la cascada de Peñaladros. Y este precioso secreto, por lo menos una parte del mismo, se encuentra prácticamente a pie de carretera, con lo que apenas hay que andar unos cuantos metros desde el coche.
Antes de llegar a Cozuela pasamos por Villasana de Mena con la idea de almorzar allí, pero todavía era temprano y no teníamos demasiado apetito después del opíparo desayuno que habíamos tomado en hotel de Espinosa de los Monteros. Esperábamos un pueblecito más pequeño, pero como teníamos que buscar hueco para aparcar y demás, decidimos continuar hacia la cascada. Ya en Cozuela es preciso seguir los indicadores de color rosa que llevan hasta un pequeño aparcamiento en la cuneta, donde también hay un panel informativo. En algún sitio había leído que ésta es “la cascada perfecta”. Había llegado el momento de comprobarlo. Y allí estaba.
La cascada puede verse de tres formas, desde arriba, en el punto de la caída, desde la base y con una espectacular perspectiva lateral, donde se la ve embebida en el bosque. Os aconsejo que antes de ir hacia la derecha, para verla desde arriba, vayáis hacia la izquierda siguiendo unos metros la carretera pero ya caminando por la cuneta. Siguiendo el sonido del agua, en un hueco que hacen los árboles, aparece la cascada como una visión espectacular, parece que estemos en algún país tropical, los árboles son diferentes, pero… ¿quién se va a dar cuenta de eso?
Siguiendo un poco más adelante, sale un senderito a la izquierda (hay que buscar un poquito) que baja a la base de la cascada. Es muy estrecho y se debe tener cuidado si ha llovido porque puede estar resbaladizo, pero son apenas cincuenta metros y merece la pena acercarse y verla en primer plano. Otro whatsapp… Nunca hemos enviado tantos en una sola jornada. Si hasta le hice un vídeo…
¡Madre mía, si parece la de los limones del Caribe…!
¡Madre mía, si parece la de los limones del Caribe…!
Por último, volvimos a la carretera y fuimos a verla desde arriba, donde también se tiene una perspectiva estupenda. Aquí sí hay que tener un poquito más de cuidado y asomarse con precaución.
Otra maravilla natural de estas tierras. Según nos comentaron, lleva agua todo el año. Incluso en verano; en cualquier caso, vale la pena acercarse y comprobarlo.
Otra maravilla natural de estas tierras. Según nos comentaron, lleva agua todo el año. Incluso en verano; en cualquier caso, vale la pena acercarse y comprobarlo.
Ya era hora de almorzar, pero habíamos pasado un puerto y no nos apetecía volver a Villasana de Mena, así que decidimos ir a Quincoces de Yuso, donde sabíamos que había restaurantes abiertos. Teóricamente estábamos cerca, pero el navegador nos hizo una buena pirula, pues nos guio por carreteras estrechas que subían y bajaban sin destino aparente. Al final nos saludó el cartel de entrada en el País Vasco y nos mosqueamos completamente: nos llevaba a nuestro objetivo pero en dirección contraria a la más lógica, y nos había preparado una excursioncita de lo más mona por Álava. Como ya no era cuestión de dar marcha atrás porque íbamos a perder más tiempo todavía, seguimos hasta que vimos un restaurante junto a la carretera, en un pueblo alavés que, lo lamento, no recuerdo cómo se llama. Tomamos el menú del día por 10 euros, platos normales (yo comí lentejas y sepia), pero que estaban muy buenos.
SAN PANTALEÓN DE LOSA.
No subimos hasta la ermita, nos conformamos con ver su fantástica ubicación desde un mirador que hay en la carretera, frente al pueblo, de cara al sorprendente promontorio rocoso en forma de barco, aislado en medio de un entorno llano. Allí nos encontramos un cartel que señalaba que fuera de los meses de julio y agosto las visitas solo se realizan los sábados. Recién comidos y con bastante calor, no nos apetecía demasiado subir a ver solo la fachada exterior, así que decidimos dejar la visita completa para otra ocasión.
CEBOLLEROS.
Pasamos por allí simplemente para ver el curioso castillo de estilo medieval que construyó un vecino de este pueblo, Serafín Villarán, durante más de veinticinco años, utilizando cantos rodados de río. Este hombre murió en 1998 y sus hijos continuaron la labor para terminar el que fue el gran sueño de su padre. Ciertamente es muy llamativo y según he leído también cuenta con un interior bastante peculiar. Creo que se puede visitar ciertos días, pero ignoro cuáles y el horario.
MEDINA DE POMAR.
Teníamos pensado tomar un café en su plaza, contemplando las famosas torres medievales, pero al final lo vimos solamente de paso porque teníamos otra actividad prevista que nos atraía más.
De paso por Medina de Pomar.
LÁNDRAVES. DESFILADERO DE LAS PALANCAS.
Fuimos hasta el pueblo de Lándraves y dejamos el coche en un aparcamiento perfectamente señalizado, junto al río. Por cierto que esta ruta está muy bien indicada. Se trata de un pequeño desfiladero, de unos cuatro metros de ancho, por el que corre el río Trifón, que hay que atravesar saltando de piedra en piedra si el cauce lo permite. Hay que tener suerte para realizar esta ruta porque si el río baja muy crecido resulta peligroso y no se puede hacer; y si va muy bajo, aunque el paisaje merece la pena, el recorrido pierde la pizquita de aventura y, por tanto, buena parte de su gracia.
Afortunadamente, lo encontramos en un nivel perfecto: con bastante agua, que permitía la formación de cascadas muy bonitas, pero sin cubrir del todo las piedras, por lo cual era posible cruzar saltando de una en una sin que resultase peligroso.
La distancia del recorrido está en torno a los tres kilómetros y medio (sólo ida), que incluyendo la vuelta se hace en unas dos horas y media.
Tomamos la senda que señala el indicador, dejando el río Trifón a nuestra izquierda. Había algo de barro, pero nada serio. Cruzamos una amplia pradera, con un paisaje llamativo al fondo, pues la barrera formada por una serie de picos, a contraluz, mostraba una imagen un tanto perturbadora.
Poco después llegamos al primer desfiladero, que hay que cruzar por unas piedras que están en la parte central. El río las dejaba a la vista, así que pasamos sin mayores problemas. Para muestra, mi ejemplo.
Siguiendo el curso del río, llegamos al segundo desfiladero, el más estrecho, que tuvimos que superar como pudimos, saltando por las piedras y apoyándonos en la pared rocosa para mantener el equilibrio y sortear el agua. Fue un tramo francamente entretenido. Nos reímos un montón y sacamos muchas fotos tontas pero divertidas, como estas nuevas demostraciones de mis innegables habilidades sobre las piedras,
Al final contemplamos bonitos rápidos y cascadas que iba formando el río en su impetuoso descenso. De nuevo el estar solos ayudó a que la excursión tuviese un aire aventurero muy atractivo. Desde aquí se puede continuar hasta el pueblo de Munilla, pero decidimos dar la vuelta porque teníamos que recoger las llaves en nuestro hotel de Orbaneja del Castillo antes de las nueve de la noche.
Otra jornada de lo más entretenida. Y nos esperaba otro plato fuerte. Os lo cuento en la quinta y última etapa de esta serie dedicada al norte de Burgos y a las Merindades.
Continúa en la etapa siguiente.