Después de algunos imprevistos, finalmente el recorrido completo quedó así:
DIA 1. Mirador de la Bureba, Oña, Tobera y Frías. Noche en Oña. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES. DIA 1. OÑA, TOBERA Y FRÍAS.
DÍA 2. Cascada de Pedrosa de Tobalina, Herrán, Desfiladero del Purón (ruta a pie), Monte Santiago y Salto del Nervión (ruta a pie). Noche en Quincoces de Yuso. Relato en esta etapa.
DÍA 3. Cueva Palomera, Soncillo-San Cibrían: Cascada de las Pisas (ruta a pie), Puentedey, Cascada de la Mea (ruta a pie). Noche en Espinosa de los Monteros. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES. DÍA 3. Coche y senderismo.
DÍA 4. Espinosa de los Monteros. Irus: calzada romana y cascadas del río Hijuela (ruta a pie), Nacimiento del río Cadagua (ruta a pie), San Panteleón de Losa, Cebolleros, Medina de Pomar, Desfiladero de las Palancas (ruta a pie). Noche en Orbaneja del Castillo. Relato aquí: RUTA DE 5 DÍAS POR EL NORTE DE BURGOS Y MERINDADES. DÍA 4. Coche y senderismo.
DÍA 5. Orbaneja del Castillo. Pesquera de Ebro. Mirador sobre las Hoces del Ebro. Desfiladero de los Hocinos en Valdenoceda (ruta a pie). Relato aquí: RUTA 5 DÍAS MERINDADES. DÍA 5. ORBANEJA DEL CASTILLO, PESQUERA DE EBRO...
Mapa de las Merindades
El día amaneció plomizo, muy gris. Menos mal que el pronóstico del tiempo era bueno para por la tarde porque de lo contrario hubiera sido algo deprimente. Pero, en fin, a mal tiempo, buena cara y buen desayuno. Lo tomamos en el hotel mientras el dueño nos explicaba algunas rutas y nos confirmaba que el Salto del Nervión no llevaba agua (es muy difícil verlo con agua salvo en invierno, con deshielo o lluvias torrenciales) pero que el lugar merece una visita incluso sin agua. Así que lo mantuvimos en la agenda y el itinerario de la jornada fue el siguiente según GoogleMaps.
Nos despedimos de Oña, sacando la inevitable foto a Sancho García con la fachada del Monasterio que ordenó construir y empezamos el deambular de nuestra apretada jornada.
PEDROSA DE TOBALINA. CASCADA DEL PEÑÓN.
Pasamos de nuevo por el Desfiladero de la Horadada y nos dirigimos hacia Pedrosa de Tobalina, unos 20 kilómetros en coche que se cubren en otros tantos minutos aproximadamente. El motivo de esta visita era ver una de las cascadas más bonitas de las Merindades, la Cascada del Peñón. Desde Trespaderne, se sigue por la carretera BU-550 hasta el cruce con la BU-532, que lleva a Pedrosa de Tobalina. Al entrar al pueblo hay que ir despacio porque pronto nos encontramos el desvío a la derecha, con el cartel indicador un poco escondido. Hay que dejar el coche y acercarse a pie hasta el mirador, el sonido del agua nos guía sin problemas; de todos modos, son unos pocos metros.
Desfiladero de la Horadada.
Cartel informativo sobre la cascada que está junto a la carretera.
Lo primero que vimos desde el balconcillo fue la cascada desde la parte superior. Lucía bonita, pero se notaba que no estaba en su mejor momento, o eso me pareció viendo las fotos de alguno folletos. De todas formas se trata de una cascada que hay que llevar apuntada para visitar en cualquier época del año porque siempre suele llevar agua, y no quita de nada ni requiere mucho esfuerzo porque está prácticamente a pie de carretera.
Un senderito cortito y muy cómodo lleva a la base de la cascada, donde forma una poza que en verano se utiliza para el baño.
Estábamos viendo la cascada cuando empezó a llover, así que volvimos rápidamente al coche. El cielo estaba negro, pero manteniendo la esperanza de que los servicios meteorológicos no se equivocasen en sus pronósticos pusimos rumbo hacia Herrán, a unos 11 kilómetros de allí, un cuarto de hora en el coche aproximadamente.
HERRÁN Y DESFILADERO DEL RÍO PURÓN (ruta a pie).
La ruta de senderismo que pensábamos hacer esa mañana sale del aparcamiento que hay a la entrada del pueblo de Herrán y sus datos son los siguientes:
- Longitud: 7,8 km
- Duración aproximada entre dos horas y dos horas y media (sin paradas)
- Desnivel: 430 metros positivo, pero las pendientes no son muy acusadas.
- Grado de dificultad: en el panel informativo pone medio, pero yo lo calificaría como fácil (para gente acostumbrada a caminar por el campo, claro).
- El camino de ida acaba en el pueblo abandonado de Ribera, ya en tierras alavesas, y el regreso habitual es por otro lado, convirtiendo la marcha en circular, pero puede ocurrir que haya que volver por el mismo sitio de la ida como nos sucedió a nosotros (luego lo contaré).
- Longitud: 7,8 km
- Duración aproximada entre dos horas y dos horas y media (sin paradas)
- Desnivel: 430 metros positivo, pero las pendientes no son muy acusadas.
- Grado de dificultad: en el panel informativo pone medio, pero yo lo calificaría como fácil (para gente acostumbrada a caminar por el campo, claro).
- El camino de ida acaba en el pueblo abandonado de Ribera, ya en tierras alavesas, y el regreso habitual es por otro lado, convirtiendo la marcha en circular, pero puede ocurrir que haya que volver por el mismo sitio de la ida como nos sucedió a nosotros (luego lo contaré).
El panel informativo de la ruta que hay en el aparcamiento pone unas claves para no perderse, pero la verdad es que no consigo entenderlo, incluso después de haber hecho la ruta. No tiene pérdida hasta Ribera, luego, la vuelta es otro cantar al que ya me referiré.
Fotografía del panel informativo del aparcamiento.
Llevando nuestros bocatas, emprendimos la marcha y dejamos la visita del pueblo de Herrán para la vuelta. Seguía lloviendo, aunque empezaba a vislumbrarse alguna pequeña brizna de cielo azul allá, a lo lejos.
Al principio fuimos por una cómoda pista, rodeados de altos promontorios rocosos y con el río a nuestra derecha, pero todavía con un campo bastante abierto, hasta que a lo lejos vimos el primer desfiladero, con el puente sobre el río. El tiempo mejoraba por momentos y ya no llovía.
Una vez que cruzamos el puente, el paisaje se cerró bastante y aparecieron las primeras cascadas que forma el río en su tortuoso deambular entre las rocas. Poco después de pasar el puente, nos encontramos con la ermita de San Felices, colgada del promontorio y rodeada de vegetación, con lo cual sus ruinas se ven a duras penas.
Seguimos por el sendero y aunque el campo volvió a abrirse, el río corría encajonado a nuestra izquierda: el paisaje era cada vez más bonito y apareció un hermoso chorro a lo lejos. Después del cruce donde se separan los caminos de ida y vuelta de la ruta circular, seguimos por el de la izquierda, que enseguida empezó a picar hacia arriba, vimos el chorro más de cerca y el sendero se internó durante unos minutos por una zona con mucha vegetación.
Al fin, alcanzamos el lugar de la foto más famosa de esta ruta, que muestra el sendero casi embebido en la roca. Es una zona ciertamente bonita, sobre todo con el bramido del agua que corre muy rápida allí, empezando a formar las cascadas más bonitas del recorrido.
Seguimos remontando el río y tuvimos que parar a menudo para sacar fotos. De nuevo volví a hacerme la promesa de aprender a fotografiar cascadas de una vez por todas, aunque confieso que estoy muy contenta con estas dos primeras .
Entre cascada y cascada el camino se nos hizo corto y agradable. Al final llegamos a un portón de madera que abrimos y fue como entrar en otro escenario, una extensa pradera sembrada de margaritas que conduce al pueblo abandonado de Ribera (final del recorrido), con los restos de sus casas comidos prácticamente por la vegetación y la maleza.
Subimos hasta la iglesia en ruinas, que tiene la particularidad de contener pinturas en sus paredes, en el interior. Yo sabía que hay una especie de jaula dentro para protegerlas de desalmados que han dejado su huella en forma de pintadas y otras gracias, pero lo que nos encontramos fue una cinta todo alrededor, prohibiendo el paso por riesgo de desprendimientos. Además, una tranca impedía el acceso a la jaula, con lo cual solo pude sacar alguna foto estirando el brazo de mala manera, en la que, sin embargo, se aprecia alguna de las pinturas. La portada es bonita y todavía se conservan esculturas sobre los capiteles.
Tomamos nuestros bocatas en el merendero acondicionado con mesas y contenedores para tirar la basura. Intentamos regresar por el otro camino, haciendo la ruta circular. En Ribera hay varios cruces y, en principio, no está muy claro cuál hay que seguir. Al final comprendimos que es el que tiene un círculo de color amarillo; y allá que fuimos, dejando la iglesia a nuestra espalda.
En esta parte no existe sendero marcado, sino que hay que caminar por la pradera hacia la parte opuesta del risco y allí retomar el sendero. Sin embargo, nos fue imposible hacerlo: toda la zona tenía muchos agujeros, estaba completamente encharcada y con gran cantidad de barro y la hierba tan alta dificultaba saber dónde metías los pies. Avanzamos como veinte minutos y al final tuvimos que dejarlo y dar marcha atrás pues los resbalones eran un problema serio y no queríamos tener un percance desagradable, más todavía en el comienzo de las vacaciones. De todas formas, la parte más bonita de la marcha estaba ya hecha. Otra pareja quiso seguir, pero al rato nos los volvimos a encontrar deshaciendo el camino porque tampoco pudieron pasar. Era la consecuencia de los días de copiosas lluvias que habíamos tenido la semana anterior en casi toda España. Seguramente en época seca cruzar la pradera no supondrá ningún problema.
Así que regresamos por el mismo camino que a la ida, lo cual no nos importó demasiado porque era todo hacia abajo y, además, volviendo a ver las cascadas y escuchando el sonido del agua.
En resumen, una ruta muy bonita.
En resumen, una ruta muy bonita.
Cuando llegamos a Herrán el sol ya ejercía su dominio en el cielo y empezaba a hacer calorcito. Nos hubiera gustado tomar un café, pero el pueblo estaba desierto y el único bar que vimos (en la posada) estaba cerrado. Así que nos contentamos con dar una vuelta y verlo. Es muy pequeño y se termina enseguida. Muy bonito el emplazamiento.
QUINCOCES DE YUSO.
Era el pueblo donde teníamos reservado alojamiento para pasar esa noche. Como queríamos ir a ver el Salto del Nervión y no sabíamos cuánto tiempo podía llevarnos, decidimos coger primero las llaves de la habitación ya que nos pillaba de paso. Pudimos ver que este pueblo cuenta con tres restaurantes lo cual no es malo de saber porque no siempre es fácil encontrar lugares donde comer en los pueblos más pequeños de las Merindades. Nos alojamos en el Hotel Puente Romano, un edificio rehabilitado con una bonita decoración interior y con habitaciones espaciosas y muy cómodas, al igual que el cuarto de baño. Nos costó 54 euros sin desayuno. Para el verano, tiene un jardín muy chulo junto al río. Además, el dueño (muy amable) me facilitó todo tipo de información y un mapa grande y detallado de la zona.
Justamente al lado se encuentra el mayor atractivo de Quincoces: su puente romano.
MONTE SANTIAGO. SALTO DEL NERVIÓN.
Aunque ya sabíamos que no llevaba agua, en Quincoces volvieron a decirnos que merecía mucho la pena desplazarse a ver el lugar. Después de todo estábamos a poco más de media hora en coche, ya que desde Quincoces son unos 18 kilómetros hasta Berberana y de allí otros tantos hasta la entrada al Monumento Natural de Monte Santiago. Esta parte está todavía en Burgos, pero el salto propiamente dicho ya pertenece a la provincia de Álava. Por la carretera, los verdes se hacían mas intensos con cada kilómetro que avanzábamos hacia el País Vasco.
En la entrada del Parque hay una caseta con barrera y un primer aparcamiento antes de pasarlas donde no se paga nada. Ignoro cuánto se paga y cuándo porque cuando fuimos la barrera estaba abierta y no había nadie en la caseta. Así que pasamos libremente. Se continúa por una pista de tierra que lleva hasta los aparcamientos sucesivos. En total hay cuatro contando el de la entrada. Para visitar el Salto del Nervión hay que dirigirse al aparcamiento número tres, porque los demás quedan demasiado lejos del inicio de los senderos.
El número de coches está limitado en los aparcamientos y no hay demasiados sitios, unos veintitantos me pareció ver. Llegamos sobre las seis y media de la tarde y todavía había bastante gente pero encontramos varios huecos. Quizás por la mañana no hubiésemos tenido tanta suerte.
Está todo bastante bien señalizado y enseguida localizamos los indicadores que buscábamos para hacer nuestro recorrido.
Fotografía del panel informativo con las rutas.
RUTA CIRCULAR DEL PAISAJE, de 6 kilómetros y unas dos horas de duración.
Con salida y llegada en el Aparcamiento de Fuente Santiago, comprende tres senderos enlazados que son: Senda Mirador del Nervión, PRBU-42, Senda del Cortado, PRBU-45, y Senda Mirador Esquina Rubén, PRBU-41. Se puede hacer en ambos sentidos, si bien siguiendo el orden citado (nuestro caso) la última parte es toda cuesta abajo, pero eso sí, el cortado es cuesta arriba.
Senda del Mirador del Nervión.
Senda Mirador del Nervión: 1,7 kilómetros aproximadamente. Una pista comodísima que cruza un bosque, sin apenas desnivel. De camino, se ve una lobera. Al final, se alcanza el cortado y te quedas con la boca abierta. Resulta inconcebible que estés allá arriba y que exista esa caída descomunal. Hay que verlo. No suelo tener vértigo en los miradores, ni siquiera en los de suelo de cristal, pero me dio mucho respeto el asomarme al balconcillo que se adentra apenas un metro en el vacío.
Llegamos al cortado, que surge casi de improviso. Menuda sensación.
Y, sí, la de la punta del mirador soy yo. Da cierto yuyu, la verdad.
La plataforma de piedra por la que salta el agua estaba seca, y solo un pequeño hilo de agua caía por la roca, más abajo. Sin embargo, el sitio es espectacular, merece la pena ir a verlo. Cuando lleve agua debe ser increíble. A ver si alguna vez tenemos suerte y nos coincide. Si hay prisa o uno se da por contento con la excursión, simplemente dar media vuelta y volver por donde se ha venido. La caminata es corta y cómoda. Un paseo de 3,4 kilómetros; una hora y sin complicaciones.
Senda del Cortado: PRBU-45. 1,9 kilómetros. Enlaza los miradores del Salto del Nervión y de la Esquina. Es un sendero que va paralelo al cortado. Esta es otra historia porque aunque no se trata de nada del otro mundo, tiene muchas piedras y va muy cerca del cortado (sin peligro manteniendo un poco de sentido común), lo que no gustará a las personas con vértigo. El problema añadido para nosotros fue que estaba muy embarrado en algunas zonas y que se nos iba la luz natural, lo que nos obligó a acelerar la marcha. En la dirección que lo hicimos nosotros va cuesta arriba y parecía que no llegaba nunca el saliente en cuestión (claro, es el último de todos). Como es de imaginar, el sendero ofrece continuos panoramas espléndidos sobre el Cañón del Nervión o de Delika y las tierras alavesas del Valle de Arrastarría. Entre otros lugares, se ve Orduña y, en días claros, se divisa el mar. Hay una ruta que va por el fondo del cañón y que debe ser igualmente espectacular. Espero poder hacerla algún día.
Fotos en la Senda del Cortado.
Todo esto se aprecia muy bien (incluida la ruta circular que hicimos, que une el punto de información con los dos símbolos de los miradores) en el panel informativo que está en el mirador del Salto y del que pongo una fotografía. Las vistas no eran todo lo buenas que deberían por la falta de luz, pero la puesta de sol se veía muy bonita.
Senda Mirador de la Esquina Rubén. PRBU-41. Une el aparcamiento de Fuente Santiago con este Mirador, al que nosotros llegamos después de hacer la Senda del Cortado. Ya era muy tarde y las vistas no se contemplaban nítidamente, pero en cualquier caso son impresionantes.
Vistas desde el Mirador de la Esquina Ruben.
Desde aquí al aparcamiento se va por una pista similar a la del Mirador del Nervión, si bien ésta sí tiene pendiente, de subida hacia el Mirador, de bajada hacia el aparcamiento. La ruta completa nos llevó un par de horas. Ya el coche contemplamos una bonita puesta de sol.
Después volvimos a Quincoces de Yuso, donde cenamos en el Restaurante Moreno. Fueron muy amables ya que nos abrieron la cocina. Estuvo bastante bien y a buen precio (20 euros).
Y de allí a la cama, que bien nos habíamos ganado un descansito. Por cierto que en este caso casaba muy bien el famoso dicho “con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho”, porque al día siguiente nos tocaba madrugar.
Continúa en la etapa siguiente.