Bueno, va siendo hora de hablar del hotel en el que nos alojamos, el Hotel Zara, un hotelito de 3 estrellas en el que hemos estado a gusto. El hotel está en Via Quattro Fontane 37 y para que os hagáis idea de su ubicación os diré que prácticamente queda equidistante de estación Termini y de la Fontana de Trevi (a ambos puntos unos 10 minutos caminando).
[align=center] Nuestra "moderna" habitación
[align=center] Nuestra "moderna" habitación

*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos vino bien la cercanía de Termini cuando vinimos del aeropuerto (y claro está, para volver) y también para no madrugar cuando hicimos las excursiones a Florencia y Orvieto. También tiene muy cerca la estación de metro de Piazza della Repubblica.
Como hemos dicho, a la Fontana unos 10 minutillos cuesta abajo, así que a la vuelta se puede tardar un poquito más (y más teniendo en cuenta que prácticamente sólo regresábamos al hotel a la noche, muy cansados ya y tras pasar todo el día pateando la ciudad eterna).
El hotel no es muy grande, tiene tres pisos. La recepción es muy pequeña y estrecha también. Nos recibieron dos personas, y ambos, mal que bien hablaban castellano (uno de ellos, perfectamente, ya que era de origen sudamericano).
Fachada del hotel
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Lo cierto es que íbamos con cierta aprensión

Nos correspondió una habitación triple (aunque sólo íbamos dos) con vistas a un patio interior. Lo cierto es que el estilo y los colores de la habitación y de la colcha son un poco rancios (creo que eran de un extraño verde penicilina) y el conjunto no es muy bonito ni mucho menos moderno, pero todo estaba limpio y en orden. Los techos de la habitación, con empapelados estampados, son muy altos.
Piazza della Minerva (Roma centro)
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Aire acondicionado, calefacción, secador de pelo, una nevera por si queríamos conservar o refrescar algo… En recepción nos proporcionaban planos de la ciudad y el personal se mostraba amable y dispuesto ante cualquier consulta. Todo bien.
El baño, bien también. Amplio y la bañera con cortina en vez de con mampara pero no supuso ningún problema (en algunas de las críticas leímos sobre baños diminutos con platos de ducha que empapaban todo. Nada que ver con nuestra habitación y baño).
Hay wifi gratis en todo el hotel (tanto habitación como zonas comunes).
El desayuno, bastante básico, se servía en un pequeño comedor del primer piso. Teníamos una máquina de zumos (de naranja y de limón) y otra que servía diferentes cafés, leche, chocolate….
La mayor parte del buffet estaba formada por bollería (tartas, croissants, bollos, magdalenas….).
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También había algo de queso y embutido (poquito) y poco más. Para mí, que siempre desayuno café y bollería, más que suficiente, pero comprendo que haya a quien le pueda parecer escaso.
El último día nos guardaron las maletas tras hacer el check out hasta la hora en la que regresamos a por ellas. Eso sí, las dejamos en un descansillo de la escalera sin ningún tipo de resguardo o comprobante de que eran las nuestras (supongo que no habrán tenido problemas hasta ahora con ese funcionamiento).
Teatro Marcelo
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El hotel guarda buena relación calidad-precio. A pesar de su buena ubicación, a nosotros acabó por no resultarnos la localización ideal

Bueno, vamos a lo que vamos, que ya hemos desayunado y Roma nos espera ahí fuera.
Esa mañana enfilamos hacia Santa María in Cosmedin pero antes pasamos junto al Teatro Marcelo, que data de los años 13 y 11 a.c. Vemos a gente que pasea junto al teatro pero no vemos el acceso hasta esa zona (hay que dar una pequeña vuelta) y seguimos camino hacia Santa María in Cosmedin, iglesia conocida a nivel popular por albergar en su pórtico la bocca della verita.
Tomo prestada ésta (en la nuestra salimos nosotros)
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Cuando estamos llegando ya a la pequeña iglesia aparece de la nada un numeroso y ordenado grupo de turistas orientales que se ubican en perfecta cola para acceder al pórtico. Puf…. Por unos segunditos no hemos llegado antes que ellos. Afortunadamente, la cola va rapidita y en un cuartito de hora podemos meter la mano en la famosa bocca (dice la leyenda que si mientes, la boca de piedra se cerrará sobre tu mano).
Esta losa redonda se encontró en el Tiber en la Edad Media, pero data de mucho antes (dicen que tal vez 2.300 años o más). No se sabe a ciencia cierta cuál fue su función en su origen, si fue una fuente o una tapa de alguna cloaca o vaya usted a saber qué. Lo que todo el mundo sabe es que Gregory Peck engañó a Audrey Hepburn en “Vacaciones en Roma” haciendo ver que la boca le mordía la mano y se la arrancaba.
Interior de Sta María in Cosmedin
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Posamos las manos en las fauces del terrible rostro (todavía no entiendo por qué no me mordió…

De allí marchamos a ver el Circo Máximo, una vastísima explanada en la que se celebraban carreras de caballos y cuádrigas. Pero poco más hay que ver por allí. Parece que se va a hacer algún tipo de reforma u obra en la zona del circo, por lo que adivinamos en varios carteles sobre el proyecto expuestos allí mismo. Otros carteles ayudan a hacerse una idea de la verdadera forma que tuvo en tiempos aquel gran estadio.
Sta María in Cosmedin y alrededores
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Así que no nos entretenemos mucho porque tenemos verdaderas ganas de visitar nuestro próximo objetivo: el Coliseo. En nuestra anterior visita a Roma yo no entré a verlo. Después de recorrer Italia de arriba abajo y entrar en cientos de museos, iglesias y monumentos, estaba saturado ya y no me apeteció visitar el Coliseo, algo de lo que llevo años arrepintiéndome. No me explico cómo fui capaz de no entrar….
Habíamos leído en los viajeros que para ver el Coliseo y los foros lo más recomendado era o bien comprar la entrada en los foros (donde las colas son menores) o bien comprarla on line (con un pequeño recargo) y así uno se evita la cola de la gente que llega al Coliseo a comprar la entrada.
Al fondo se ve parte de la tremenda cola
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Nosotros la compramos on line (14 euros por cabeza). Así que, muy contentos con nuestras entradas nos acercamos a los accesos del Coliseo. Preguntamos a uno de los guías de agencias particulares que andan por allí cual es la cola para los que ya tenemos entrada y nos indica una cola que se pierde casi detrás del horizonte. Le explico que no, que ya tenemos entrada y me vuelve a indicar la misma cola. Nos quedamos de piedra


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No estamos dispuestos a ponernos en aquella enorme cola y decidimos volver otro día a primera hora de la mañana (en ese momento serían las 11:00 o así).
Así que damos la vuelta al Coliseo y enfilamos hacia San Juan de Letrán, la catedral de Roma. De camino al citado templo, vamos constatando algo que al principio sólo fue una impresión: Roma es la ciudad de los coches pequeños. Es increíble la cantidad de utilitarios de un tamaño muy pequeño que se ven por las calles de la capital italiana, pero resulta también comprensible. Las estrechas callejuelas del centro con sus curvas muchas veces de 90º hacen que sean realmente prácticos y casi necesarios (por no hablar de la facilidad para aparcarlos).
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En fin… comentando el tema de los coches y charlando, poco a poco nos vamos acercando a San Juan de Letrán.
Nos confundimos y entramos en lo que resulta ser el espectacular baptisterio pensando que es el acceso a la catedral. No nos entretenemos mucho y rodeamos el enorme edificio buscando la entrada principal.
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Frente a la puerta hay una pequeña cola y es que se ha improvisado un control de seguridad para entrar. En una tienda de campaña se han colocado arcos detectores de metales y son miembros del ejército italiano fuertemente armados los que están a cargo del control. Sigo ocultando a mi mujer la noticia de los atentados de Bruselas el martes de esa misma semana. No nos retrasa mucho el pequeño control y entramos en San Juan (acceso gratuito) a través de sus conocidas puertas de bronce. Conectamos entonces la audioguía que llevamos en el móvil y que nos ayuda a disfrutar y entender mucho mejor la visita a la catedral romana. Desde luego, el interior es espectacular y lo primero que nos llama la atención son las enormes esculturas de los 12 apóstoles en las columnas de la nave central.
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Pero lo que nos deja embobados es la recargada zona del baldaquino y el altar mayor. Según nos cuenta nuestra audioguía, el baldaquino conserva reliquias de las cabezas de San Pedro y San Pablo. Esa zona del templo es impresionante realmente, espectacular.
Al salir de la archibasílica (también detenta ese título) nos alejamos para poder contemplar mejor su formidable fachada coronada por 15 estatuas.
Nos vamos de allí y pasamos junto al obelisco más alto de Roma y que fue traído de Egipto a Roma en el año 357.
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Nos damos una buena caminata por unas calles bastante sosas y anodinas hasta llegar a nuestra próxima meta: San Pietro in Vincoli, la iglesia que guarda la escultura del Moisés de Miguel Ángel y las cadenas con las que cargó San Pedro en Jerusalem. Pero nos llevamos el 2º chasco del día después de la tremebunda cola del Coliseo. ¡La iglesia está cerrada!:eek: Llegamos a las 12:50 y vemos en un cartel que el horario de apertura es de 8:00 a 12:20 y de 15:00 a 18:00. No sé si es el horario de Semana Santa o el habitual.
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Desde luego, no nos apetece estar allí dos horas de espera, aunque vemos a bastante gente sentada en las escaleras y con pinta de estar dispuestos a tirarse allí un buen rato hasta que abran. No es nuestra idea. Decidimos volver otro día. En realidad, os adelanto que no lo hicimos. No encontramos momento adecuado para volver y el hecho de que ya la visitásemos en nuestro viaje anterior hizo que nos quedásemos sin visitarla.
Así que otro buen paseo hasta Santa María Maggiore, otra de las mayores basílicas de la ciudad. Ese día transitamos por calles bastante menos turísticas que las que habíamos pateado hasta entonces, y la cantidad de talleres mecánicos, ferreterías, o pequeños bares denotan que salimos de la zona más eminentemente turística ya que por el centro todo son tiendas y restaurantes enfocados al turismo.
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En Santa María Maggiore volvemos a encontrar una tienda de campaña con control de seguridad, ahora es la policía en vez del ejército la que se ocupa de él. Lo pasamos sin apenas esperar y entramos en el templo. Nos llama la atención que en la nave central el techo es plano con artesonado de madera, mientras que en las otras dos el techo es abovedado. Llamativo contraste.
Al salir de la basílica nos damos cuenta de que hemos pateado un montón, estamos cansados y es hora de comer, así que elegimos una terracita con buenas vistas ya que está situada al otro lado de la carretera y justo en frente de la fachada de Santa María Maggiore.
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Comemos allí pero antes nos tomamos un par de reconstituyentes vermouths (por cierto, nos obsequian con una bandejita de patatas fritas, cacahuetes y galletas). Al ir a pedir al interior del bar doy con un montón de policias y militares que están tomando algo. Es realmente notorio el despliegue de seguridad que hay en la ciudad.
Después de comer comenzamos a andar sin rumbo concreto y se nos ocurre ir hasta il Campo di Fiore, ya que suponemos que aún estará el mercadillo. Y así es, pero nos parece que en este mercado ya queda poca fiore (flores) a la venta y éstas han dado paso a alimentos y viandas.
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Y también a porquería, mucha porquería. No es lógica, por mucho mercado que haya, la cantidad de basura que se desparrama por el suelo (cartones, plásticos, papeles….). Da la impresión de que estos tenderos no son muy curiositos, precisamente

Pero bueno…. no todo nos resulta tan poco atrayente. Hay agradables terrazas así que buscamos una que nos gusta y nos sentamos a tomar algo. Tengo una leve discusión con el camarero ya que le había pedido un Martini y me sirvió un Cinzano. El sabor es claramente diferente y cuando le comento que no me ha servido lo que le he pedido me contesta que es que ellos lo que más sirven es el Cinzano. Me parece maravilloso, campeón, pero no es lo que te he pedido. El tío al final resulta ser majo y se ofrece a cambiarme el vermouth, decido no dar más vueltas al asunto y me quedo con el que tengo (pero queda constancia de que no es correcto servir lo que no se pide).
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Algunas estrechas calles de los alrededores de Campo di Fiore nos gustan especialmente, parecen callejuelas de un pueblito en vez de las de una gran capital. Nuestros pasos nos llevan hasta Piazza Navonna donde decidimos entrar a la iglesia con la fachada diseñada por Borromini, Santa Agnese in Agone. El templo, de planta griega, nos resulta sorprendentemente pequeño y por el contrario, su cúpula enorme, sobre todo comparándola con el tamaño de la iglesia.
Seguimos vagando sin rumbo por Roma y damos con las Galerías Alberto Sordi, un centro comercial. Entramos por el acceso de Vía del Corso a echar un vistacito por sus tiendas.
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Una de las tiendas tiene varios sótanos, enormes por cierto, habilitados como parte del comercio y a mi mujer se le ocurre comentar “aquí, como no excavan los del metro, excavan los de las tiendas”

Entre cervecitas, paseo y alguna compra se nos pasa el resto de la tarde. Ponemos rumbo al Trastevere para ir pensando en cenar.
Roma nos sorprende en ese momento con un regalo espectacular

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Entramos en el populoso Trastevere y encontramos un pub con una pinta de lo más atrayente. El local, que se llama Baylon Café, es grande, decorado con un aire muy moderno. Los camareros son chavales jóvenes pero muy profesionales y uno de ellos elabora constantemente cocktails de manera espectacular. Nos pedimos unas cervezas Peroni doble malta que están buenísimas, de las mejores catadas hasta ahora en este viaje.
Una esquina del Baylon Café
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En ese momento, consultando el plano entre trago y trago, me doy cuenta de que tenemos que estar muy cerca de la pizzeria La Fraschetta, muy recomendada en el foro. Así que me acerco a reservar mientras mi mujer se entretiene con el cocktelero. Buf, qué mal me ha sonado esto último...

Serían como las 19:30 y no hay mucha gente en la Fraschetta, hablo con un chico y reservo para una hora más tarde. Me gusta la pinta del local, muy típico, con manteles de cuadros, horno de leña, luz muy tenue, ristras de ajos colgando del techo junto a mazorcas de maiz, pimientos y pucheros.
Vuelvo al pub y a las cervezas donde pasamos un buen rato. Decididamente, habrá que volver a este garito en días sucesivos.
Llega la hora a la que he concertado la cena y nos acercamos hasta la Fraschetta
La Frascheta
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Al entrar nos mandan pasar al comedor del fondo (el local tiene dos comedores). Al llegar al 2º comedor nos recibe un maitre barbudo con uno modales de lo más peculiares. Nos manda que esperemos en el pasillo y casi ni nos mira a la cara. Al principio nos hizo gracia, pero a medida que pasa el tiempo y va a sentando a otras personas mientras nos manda con malos modos que nos apartemos de donde él mismo nos ha puesto se me empiezan a hinchar un poco las narices

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Tampoco es muy larga la espera, llevamos como 10 minutillos pero es que el pasillo no es el mejor sitio para esperar turno y los aires que se da el tipo, como de centurión romano, mandando a diestro y siniestro sobre camareros y clientes no me gustan un pelo. Finalmente aparece el encargado del otro comedor, del más cercano a la entrada y nos pide que le acompañemos. Éste sí que resulta un tipo simpático y hasta sabe sonreir (no como el barbudo de antes). Pedimos unas croquetas de arroz, una por cabeza, son grandotas (las croquetas, no las cabezas

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Mi mujer, que no soporta el queso, le suelta al camarero las únicas palabras que sabe en italiano “senza formaggio” (sin queso) y el amable tipo no pone ninguna pega. Mientras esperamos la cena observo que entra mucha gente italiana (familias, grupos de amigos…) y que son saludados por los camareros con mucha cercanía, como si fuesen clientes muy habituales. Considero muy buena señal que los romanos acudan en cantidad al local. Llegan los entrantes y están buenos, después las pizzas que están de campeonato, churruscaditas por los bordes y por la base, riquísimas. Acompañamos la cena con unas cervecitas y a la hora de pagar nos parece un precio muy adecuado. Salimos contentos del local (a pesar del áspero trato del camarero barbado).
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Nos vamos hasta el pub de días antes, Ombre Rosso, donde no está el trio rockero del otro día sino una cantante femenina y un guitarrista que no tienen nada que envidiar a los rockeros. Son muy buenos también.
Tras pasar un buen rato en el pub, volvemos paseando hasta el hotel. Bueno… volvemos después de perdernos un buen rato por unas solitarias calles romanas. Esa noche aprendo (ya me vale!!!

Animadas noches en el Trastevere
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Yo me dejé llevar por la posición de Il Vitoriano en el plano (que poco tiene que ver con la realidad), en base a ella me orienté y nos perdimos por unas oscuras y muy solitarias calles


Tras la obligada caminata extra llegamos al hotel y acabamos la jornada (bien cansados, por cierto).
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