Las 7:30 y el despertador sonando. Siendo el último día, es incluso cuando más conviene madrugar para aprovechar las últimas horas. ¡Arriba!

Después de desayunar, fuimos a visitar Cala Marçal, en el propio Portocolom. Está andando a unos 10 minutos pero como íbamos con el tiempo muy justo fuimos en coche (ni 3 minutos) y aparcamos sin problema porque era bien pronto. La verdad es que para ser una cala "de ciudad" está bastante bien y nos dimos un último baño para despedirnos de las aguas mallorquinas:

A las 11Am volvimos al hotel e hicimos una visita relámpago a la piscina, para al menos poder decir que la habíamos catado y justificar así mi capricho piscinero al elegir el alojamiento


Tras recoger los bártulos y hacer el check-out, nos dirigimos a Palma, donde habíamos quedado a comer con un amigo de mi chico que vive en la isla. Tras 1 hora de trayecto (bendita gorra: eso de ir descapotado mola, pero me habría abrasado de no haber llevado tapado el pescuezo) llegamos a la zona de Portixol, donde comimos en el restaurante Cocco por unos 20 eur por cabeza (todo rico y buenas vistas).
Después de despedirnos del amiguete y siguiendo sus recomendaciones, viistamos la Catedral y el Palacio de la Almudaina (ambas cosas por fuera) y caminamos por el casco histórico (Plaza del Cort, Paseo del Born, judería…). La verdad es que esa zona está preciosa.

Recogimos el coche del párking de la Catedral (5,2 eur por algo más de 2 horas) y nos fuimos al Castillo Bellver. Sabíamos que ya estaría cerrado (era Lunes y sólo abre por la mañana) pero la idea era aprovechar la zona por las vistas de Palma y lo cierto es que merece la pena:

Entre pitos y flautas eran algo más de las 5pm y nuestro vuelo salía a las 18:45, así que era momento para ir al aeropuerto a devolver el coche. En total, le hicimos casi 700Km y se portó como un jabato, con un consumo de risa (6 litros de media). Un grato acierto el Peugeot 108


Sin más novedad, llegamos a nuestra puerta de embarque para al poco rato comprobar que el vuelo estaba retrasado. No fue nada grave y salimos como una media hora más tarde de lo previsto. Eso sí, el piloto debió de atajar por las nubes, ya que llegamos a Madrid prácticamente a la misma hora que si no hubiera habido retraso.
Con la sensación de haber exprimido al máximo el tiempo del que dispusimos y más morenos (aunque nunca es suficiente


