Por fin llegó el momento de visitar uno de los sitios que más curiosidad me suscitaba desde hacía bastante tiempo y que tuvimos que aplazar en un par de ocasiones por culpa de la pandemia. Una vez retirados los cierres perimetrales impuestos por las Comunidades Autónomas, me puse manos a la obra, consultando internet para planificarlo.
UBICACIÓN DEL PARQUE MINERO DE RIOTINTO.
Minas de Riotinto es un municipio de la provincia de Huelva, comarca de Cuenca Minera, que cuenta actualmente con algo más de 3.800 habitantes y se halla a 416 metros de altitud sobre el nivel del mar. En sus alrededores es posible contemplar paisajes insólitos a causa de las peculiaridades del río Tinto y de la explotación minera que desde tiempos ancestrales se ha realizado en la zona.
Como estaba claro que tendríamos que emplear al menos tres días en la excursión, decidí aprovechar el viaje y preparar una escapada más amplia, incluyendo el sur de Badajoz (Zafra y Llerena) y, ya en Huelva, pernoctar en Aracena la noche antes de ir a Riotinto y en Cortegana, la de la visita (eso queda para otras etapas). La distancia desde Madrid es de 510 kilómetros, con cuatro horas y tres cuartos en el coche, en un itinerario bastante cómodo, ya que se hace en su mayor parte por autovía, primero la A-5 hasta Mérida, donde, en la salida 343, se enlaza con la A-66, que se sigue hasta las inmediaciones de Santa Olalla del Cala, en cuyas proximidades se toma la carretera A-461, que conduce directamente a Riotinto.
Itinerario desde Madrid según Google Maps.
Otras distancias que se me ocurre mencionar son 87 kilómetros desde Sevilla, 71 desde Huelva, 190 desde Badajoz y 31 desde Aracena.
PREPARATIVOS.
Esta excursión resulta muy aconsejable llevarla preparada desde casa, o al menos lo esencial, ya que los horarios cambian con la estación del año y hay que compaginar las diferentes visitas en el Parque Minero. Así, lo primero consulté la página web parquemineroderiotinto.es/, que facilita todo tipo de información y también permite hacer las reservas y sacar las entradas.
Los precios varían según la modalidad de visita elegida. Nosotros nos decantamos por la más completa de entonces, que incluía el Museo Minero, la Peña del Hierro y el Tren Minero. Su importe es de 20 euros por persona y nos hicieron un euro de descuento en cada entrada al reservar online. En la actualidad, he visto que han dispuesto un nuevo paquete completo, que añade a todo lo anterior la visita a Corta Atalaya con un precio total de 23 euros. Otras opciones son sustituir Peña del Hierro por Corta Atalaya (20 euros) o prescindir del Tren Minero y visitar el Museo Minero y una de las dos minas a elegir (Corta Atalaya o Peña del Hierro), en cuyo caso la entrada cuesta 10 euros. La entrada únicamente al Museo Minero cuesta 5 euros. Todas las posibilidades incluyen, asimismo, la Casa 21, aunque cuando estuvimos nosotros estaba cerrada por las restricciones de la Covid.
Por lo tanto, la diferencia de precio la marca sobre todo el Tren Minero. Si bien en un principio lo del tren puede parecer un poco turistada, después de haber realizado el recorrido, creo sinceramente que es un dinero muy bien empleado y que la visita se quedaría muy coja si no se toma el tren, desde el que se contemplan los paisajes más fascinantes de Riotinto. Existe una entrada solo para el tren que cuesta 11 euros.
Si se apuesta por subir en el tren, habrá que fijarse bien en los horarios, que se escogen a la hora de hacer las reservas, para cuadrar el resto de las visitas. En la propia web dan una pista de cómo hacerlo en cada caso. Por mi parte, lógicamente, mi relato se refiere a nuestro recorrido.
ANTES DE NUESTRA VISITA.
A primeros de junio todavía se mantenía el horario de primavera, durante el cual el tren solo funcionaba los sábados y los domingos. Por nuestro plan de viaje, tenía que ser el sábado, día conun único turno a las 13:30 y en torno al cual debíamos cuadrar el resto. El Museo tiene un horario amplio (de 10:30 a 15:00 y de 16:00 a 18:00, sin turnos), con lo cual no suponía un problema. Para Peña del Hierro se recomienda dejar por lo menos hora y media de margen con el tren si se va primero a la Mina, y dos horas si se hace primero el tren. De modo que nos decantamos por ir primero al Museo, seguir con Peña del Hierro en el turno de las 12:00 y terminar con el tren a las 13:30.
Embalse de Gossan.
Igualmente, reservamos mesa en uno de los restaurantes recomendados en la zona, en nuestro caso fue Casa Idolina, situado en la antigua estación de tren de la cercana población de Nerva, a cinco minutos en coche de la estación del Tren Minero. Luego hablaré de nuestra experiencia allí. Naturalmente, era día de alta demanda e hicimos muy bien en reservar con antelación, a las 15:15, según me indicaron por teléfono desde el propio restaurante, teniendo en cuenta que el trayecto del tren dura en torno a una hora y media.
El recorrido que finalmente hicimos figura así en Google Maps.
NUESTRA VISITA.
La noche anterior nos habíamos alojado en Aracena, con lo cual hicimos unos treinta kilómetros de recorrido en coche hasta llegar a las inmediaciones del Embalse de Glossan, donde ya empezamos a descubrir el impacto de la minería en la zona, con la aparición de equipos pesados y maquinaria, unida a un cambio drástico en el paisaje. Paramos en el Mirador de Cerro Colorado, ya que era imposible hacerlo en otro punto por estar todo vallado. Resulta muy interesante detenerse en este sitio por las vistas (aun estando al otro lado de la carretera) y. sobre todo, por los paneles explicativos allí instalados, que nos ofrecen una introducción a lo que vamos a encontrarnos más adelante. Hay un aparcamiento grande.
La del Cerro Colorado es la segunda explotación en tamaño a cielo abierto después de Corta Atalaya. El mineral de cobre se extrajo desde 1969 hasta mediados de los años 80, reanudándose en 1995 hasta 2001. En esta última etapa se realizó la extracción de mineral de gossan con alto contenido en oro y plata.
EL MUSEO MINERO.
A continuación, nos dirigimos a la población de Minas de Riotinto, donde dejamos el coche en el amplio aparcamiento del Museo Minero, instalado en el edificio del antiguo hospital de la Rio Tinto Company LTD, que ha sido completamente restaurado para este cometido. La visita no está sujeta a turnos, por lo cual, con cualquiera de las entradas, se puede entrar y salir todas las veces que se desee. Además, existe un centro de recepción donde facilitan la información necesaria sobre los distintos recorridos, así como un plano para acceder por carretera tanto a las Minas como al tren.
El museo consta de 17 salas en las que se cuenta la historia de la minera en la zona y también se ofrecen explicaciones sobre geología en general, con exposiciones de objetos, maquetas, minerales, documentación y un sinfín de material, sin que falte una locomotora de la época y un vagón histórico, sumamente lujoso hasta el punto de ser conocido como “Salón Maharajá”, que fue construido en 1892 para una viaje de la reina Victoria de Inglaterra a la India y posteriormente cedido a la compañía de Río Tinto para una visita del rey Alfonso XIII a las minas.
En las primeras salas se explica la evolución minera en la Cuenca de Riotinto-Nerva, cuyas explotaciones se remontan a la Edad del Cobre, iniciadas por fenicios y tartessos, aunque el auge llegó con los romanos, que incorporaron nuevos métodos de explotación. Posteriormente, los almohades utilizaron las minas para obtener tintes medicinales.
En el siglo XVIII comenzó la explotación empresarial de las minas por un ciudadano sueco, si bien la titularidad la mantuvo el Estado español hasta el siglo XIX, cuando en 1873 un consorcio británico se las compró por 92 millones de pesetas, fundando la Rio Tinto Company Limited.
Una de las salas del Museo recoge con mucha documentación uno de los sucesos más graves que tuvieron lugar en Riotinto. Acaeció el 4 de febrero de 1888, que se conoció como “el año de los tiros” y supuso unas de las primeras manifestaciones de denuncia medioambiental que se recuerdan. En un ambiente pacífico e incluso festivo, se reunieron miles de personas de toda la comarca para protestar por los efectos de las emanaciones sulfurosas provocadas por las calcinaciones de minerales al aire libre. Por orden del Gobernador Civil, tropas del Regimiento Pavía llegadas desde Málaga abrieron fuego sobre la multitud, registrándose más de 100 muertos. Las influencias de la compañía minera lograron minimizar un hecho trágico que apenas se divulgó en el resto del país y que, finalmente, se tapó sin que se depuraran responsabilidades. Más tarde, esta masacre fue objeto de varios libros, reportajes y novelas de denuncia y reivindicación, por ejemplo, “El metal de los muertos, de Concha Espina o “El corazón de la tierra”, de Juan Cobos Wilkins. Incluso creo haber visto una película sobre el tema.
Una de las atracciones principales del Museo, que no conviene perderse, es la recreación de una mina romana, incluyendo iluminación, sonidos, herramientas, maquetas de personajes, etc. Lo cierto es que resulta todo tan real que incluso impresiona. Yo la recorrí sola (no había nadie más dentro) y terminé acelerando el paso. Ojo a las personas con claustrofobia porque son unos 200 metros y el recorrido se les puede hacer largo.
EL BARRIO DE BELLA VISTA Y LA CASA 21.
La compañía minera construyó un barrio entero para alojar a los directivos y empleados ingleses, que vivían completamente separados de los mineros y otros trabajadores locales, manteniendo sus costumbres y privilegios. Bella Vista se convirtió en una especie de colonia británica, donde se levantaron casas de tipo victoriano con jardín. La Casa 21, que data de 1888, se conserva con los enseres, muebles y detalles de la época, denotando el tipo de vida de sus moradores, que jugaban al tenis, al criquet o al fútbol, deportes prácticamente desconocidos en la España de entonces. En 1879, la compañía creo un equipo de fútbol llamado “Club Inglés”, un antecesor del Recreativo de Huelva, el primer club de futbol español, fundado también por ciudadanos británicos en 1889. Supongo que en aquella época el contraste con los lugareños tanto en cuanto a las casas como en la forma de vida debió de ser brutal, pero, al margen de su valor histórico y con la perspectiva actual, no nos llamó demasiado la atención, ya que nos pareció un barrio de chalecitos sin más. En fin, ni siquiera hice fotos. Y tampoco pudimos visitar la Casa 21 al estar cerrada por las restricciones impuestas por la Covid. Ignoro si ya está abierta.
PEÑA DEL HIERRO.
Desde el Museo nos trasladamos en nuestro coche hasta Peña del Hierro, siguiendo el mapa que nos habían facilitado en el mostrador de información. En este enclave nace el río Tinto y se desarrollan las investigaciones de los científicos del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) y de la NASA. Tardamos un cuarto de hora en cubrir los 10 kilómetros de distancia que hay entre ambos puntos. Dimos una pequeña vuelta, viendo los alrededores y alguna maquinaria, mientras esperábamos que dieran las doce, hora de nuestro turno. En el Centro de Visitantes nos proporcionaron un gorro desechable y un casco. Debido a la Covid, las visitas guiadas estaban suspendidas (no sé si a estas alturas se habrán reanudado) y el recorrido los hicimos por libre.
Entre la máscarilla y el casco, mi pinta tiene su tela
Este yacimiento se encuentra al sur de la Sierra de San Cristóbal, ya en el término municipal de Nerva. De ella se extraía cobre y pirita para la fabricación de ácido. Su explotación se inició a mediados del siglo XIX y cesó en 1972 debido a la caída del precio de la pirita en los mercados internacionales, lo que supuso su falta de rentabilidad.
Exterior de Peña del Hierro y túnel.
Entramos a través de un túnel y recorrimos los 70 metros que, creo, tiene la galería, a lo largo de la cual se expone diverso material y paneles explicativos con los detalles del lugar y su explotación, que se llevó a cabo tanto a cielo abierto como de manera subterránea, al principio, mediante huecos y pilares para pasar a fajas laterales en las últimas etapas de extracción. Al final, llegamos a un mirador desde el que se contempla la zona inferior de la espectacular corta.
La panorámica es impactante debido a los múltiples colores que emanan de un subsuelo rico en minerales y que convierten sus paredes en una especie coloreada paleta que se refleja en el agua, desde cuyas orillas se aprecia perfectamente su espeluznante tinte rojo.
Después de las consabidas fotos, retrocedimos por la galería, devolvimos los cascos y regresamos a la entrada del Centro de Visitantes, muy cerca del cual vimos un sendero señalizado de 500 metros que asciende hasta la parte alta de la mina, donde nos encontramos un amplísimo balcón sobre el hueco, en cuya parte inferior habíamos estado anteriormente. Las vistas que se obtienen desde allí son espléndidas.
Mucha gente no se percató de este sendero o no les pareció interesante, quizás por desconocer lo que se contempla desde arriba. Merece la pena el esfuerzo de subir la pequeña cuesta.
Después de asomarnos al mirador, continuamos un rato por la pista de tierra roja que seguía hacia adelante y al cabo de pocos minutos divisamos unas panorámicas alucinantes a nuestra derecha, que nos mostraban casi a vista de pájaro los terrenos mineros que habíamos recorrido por la carretera que llega desde Riotinto.
Esa pista forma parte de una ruta que se denomina “Sendero Corta Peña de Hierro”, según pude leer en un cartel sito en el mirador del “punto 7”, que se encuentra sobre el nacimiento del Río Tinto y las instalaciones mineras. Ya no pudimos explorar más, pues se acercaba la hora de ir a tomar el tren. Así que dimos la vuelta y volvimos al coche. Si no vais mal de tiempo, vale la pena caminar este pequeño tramo, que por lo además es casi llano.
TREN MINERO.
Desde Peña del Hierro retrocedimos hasta la estación del tren minero, contemplando paisajes insólitos. Para llegar a la estación, tuvimos que cruzar un puente sobre el río Tinto, contemplando ya unas vistas sobrecogedoras. Como llegamos con margen suficiente, aproveché para dar una vuelta y sacar algunas fotos.
Por aquella época, debido a la pandemia, el aforo del tren estaba a la mitad, pese a lo cual había mucha gente ya haciendo cola. Se trata de locomotoras originales y vagones de madera reconstruidos a partir de los planos del siglo XIX, a los que les han quitado los cristales de las ventanillas, lo cual se agradecía porque el flujo del aire apaciguaba la sensación de intenso calor de aquella mañana. Además, supone una gran ventaja para poder contemplar bien el panorama y hacer mejores fotos. Normalmente, la tracción del tren es de motor diésel, pero hay posibilidad de hacer un recorrido de 10 kilómetros de ida y vuelta en máquina de vapor cada primer domingo de mes entre noviembre y abril.
El tren recorre 22 kilómetros, 11 de ida y 11 de vuelta, en un trayecto que dura una hora y media, con un cuarto de hora de parada en la estación de destino, tiempo durante el cual los viajeros pueden bajar caminando hasta el curso del río Tinto mientras se realiza el cambio en la locomotora para deshacer el camino.
Hay que sentarse sí o sí en ventanilla y, a la ida, en el lado izquierdo, que se asoma al río y ofrece, por tanto, las vistas más espectaculares. Esto es muy importante para disfrutar de la excursión, sobre todo si se desea tomar fotografías. Como los asientos son libres (al menos lo eran cuando estuvimos nosotros), si no resulta posible ponerse a la izquierda en la ida, habrá que hacerlo a la derecha a la vuelta, aprovechando que los viajeros bajan a ver el río y tardan un rato en subir. Atentos, pues. Nosotros no tuvimos problema para conseguir asientos a la izquierda en la ida, pues la mayor parte de la gente se empeñó en ir casi apiñados en los vagones traseros, sinceramente no sé por qué. Además, el aforo reducido por la pandemia nos lo hizo más fácil.
El tren, que circula en paralelo al curso del río Tinto, nos empezó a brindar desde el principio unos panoramas impactantes, primero de la actual zona minera y luego de la parte repoblada con pinos. Entretanto, por megafonía se nos ofrecían todo tipo de explicaciones.
El río Tinto nace en la Sierra de Padre Caro y tras recorrer 100 kilómetros llega a la ría de Huelva, donde se une con el Odiel. El color rojo de sus aguas se debe a la acción de unas bacterias que oxidan los minerales depositados en los yacimientos que se hallan a lo largo del río, compuestos en gran medida por rocas de pirita (sulfuro de hierro) y calcopirita (disulfuro de hierro y cobre). De modo que el flujo de ácido sulfúrico le confiere al agua del río un carácter muy ácido. También hay tramos con las aguas de color amarillo fuerte u ocre por causa de las explotaciones mineras.
Para este recorrido se ha recuperado parte del trazado de la vía construida en 1875 para conectar las minas con el Puerto de Huelva y que se mantuvo en funcionamiento hasta 1894. Con un ancho de vía de 1067 milímetros y una longitud de 83,67 kilómetros, mantuvo un gran tráfico ferroviario en las épocas de apogeo de las minas, cuyo volumen de transporte de mineral y mercancías alcanzó su máximo histórico en 1929. Actualmente, su trazado está abandonado y desmantelado, excepto los 11 kilómetros recuperados para el tren turístico.
Los paisajes que contemplábamos resultaban sorprendentes, realmente espectaculares, con un río que ofrece un gran surtido de colores en todas las gamas habidas y por haber, salvo los que serían propios de un río (no hay que dejarse engañar por el aparente tono azul de algunos tramos, pues en realidad no lo son): escarlatas, amarillos, ocres, morados, negros, verdes fosforito… Y la tierra teñida de mil tonos diferentes, un reflejo de las consecuencias de las actividades mineras a cielo abierto en la naturaleza y también en la forma de vida de los habitantes de la comarca.
Algunos científicos han definido este lugar como el más parecido al planeta Marte en la Tierra. Evidentemente, será en cuanto a la composición mineral o de la tierra, porque, por lo demás, el agua, aun de color rojo, y la abundancia de árboles en varias zonas descolocan un poco, pero lo que vi no me resultó indiferente prácticamente en ningún momento. El paisaje transformado por la acción minera no creo que se pueda considerar bello en sí mismo sino más bien espeluznantemente atractivo y sobrecogedor. En cualquier caso, merece la pena verlo.
Desde mi asiento, pude distinguir a varios senderistas surcando aquellas tierras rotas, marcadas por colores magnéticos, muy cerca del río Tinto, que hace justicia a su nombre. Al parecer hay una ruta para recorrer la zona. Tengo que enterarme de en qué consiste y cómo se puede hacer. Tiene que ser una auténtica pasada caminar por allí con tranquilidad, fijándose en todo.
Una vez en la estación de destino, nos dieron quince minutos para llegar hasta el río y contemplar sus aguas rojas, que no se pueden tocar, claro está. Como todos, aprovechamos para hacer unas fotos. Quienes no hayan conseguido ir del lado izquierdo, ahora tienen oportunidad para volver prontito al tren y cambiar de lugar. Por nuestra parte, cedimos nuestro sitio a otros pasajeros para que disfrutasen también de las mejores vistas, si bien tampoco faltan paisajes fascinantes que ver desde el otro lado.
Ya de regreso, estuvimos de acuerdo en que, sin duda, el tren cumple todas las expectativas y es la mejor forma de contemplar las mejores vistas panorámicas de unos paisajes únicos, plagados de colores y contrastes, conformando un sitio muy peculiar, difente, casi como de otro planeta.
Para finalizar, fuimos al restaurante Casa Idolina, en Nerva, a cinco minutos en coche desde la estación del tren minero. Teníamos mesa reservada desde una semana antes. La comida y la atención fueron excelentes, pese a que se trataba de un sábado, por tanto un día de máxima afluencia. Tomamos el menú degustación que por 48 euros para dos personas ofrece cinco platos, pan, agua y un surtido de postres.
Como resumen, decir que la excursión nos gustó mucho. La única pega, el calor. Estábamos a principios de junio, así que no me quiero imaginar lo que debe ser esto en pleno verano. Por lo demás, una visita imprescindible en España. Y, por supuesto, incluyendo el tren minero. Bueno, al menos en nuestra opinión. Otra cuestión es elegir entre Peña del Hierro o Corta Atalaya. Si no se desea escoger el paquete completo que requiere 6 horas, me han comentado que Corta Atalaya es más espectacular que Peña del Hierro, pero tampoco puedo opinar al no conocerlo de primera mano.
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