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Lugo.
Lugo, ay Lugo, dónde se mezcla lo feo y lo bonito, feo, de muralla para fuera hay muchos edificios de 12 o más plantas que a veces exhiben sus feas partes traseras, solares abandonados donde la maleza revienta los muros, algunos otros edificios en ruinas, explanadas de cemento entre estos bloques, etc. Por la muralla, curiosa y bonita, pero a veces se han cuidado poco algunos detalles, como que la parte trasera de algunos edificios del interior dan a la muralla afeando mucho la vista, o incluso de la muralla hacia afuera la primera línea de edificios en ocasiones alternan ruinas con edificios sin gracia.
Lo bonito, bajando al nivel del suelo, por la zona de los vinos el ambiente de tapas, allí te ponen una tapa de cocina que te dan a elegir con la caña o vino y luego viene el camarero con una bandeja con pinchos en plan catering para que cojas, incluso en un sitio después de haber pagado, habiendo tomado sólo dos cañas, nos ofreció unas cortezas recién hechas para nosotros y nuestras hijas, que no habían consumido nada. Pues eso, el tapeo y el paisanaje, muy bueno, y también tuvimos la ocasión de pasar por unas calles del casco viejo vacías a esas horas llenas de tiendas muy chic (menos mal para mi bolsillo). Pues eso, Lugo tiene de todo, me da la impresión de que se vive bien. Tal vez sea que llegando de Salamanca, ciudad dorada gracias a la piedra utilizada en recubrir las fachadas no sólo del centro histórico, sino de gran parte de la ciudad, y de León, ciudad dónde aparte de sus dos barrios más conocidos, su calle Ancha da sensación de limpieza y pulcritud, Lugo se aparece al viajante como una ciudad muy gris, demasiado, y eso que tuvimos unos días radiantes de sol y temperaturas desorbitadas (por encima de 38º C), tal vez en invierno con la lluvia y la niebla tenga el toque bucólico que necesite.
Mondoñedo.
Aquí paramos para ir a la playa de las Catedrales, camino que se nos hizo largo porque cogimos todo autovías y dimos mucha vuelta, (primero fuimos hacia el Ferrol y luego hacia el Noreste), pues bajamos a esta pueblo, por una larga y sinuosa cuesta por dónde subían algunos peregrinos en bicicleta o andando, desde abajo se veía allá arriba, algunos cientos de metros por encima un impresionante viaducto por el que habíamos venido. El entorno ya es gallego profundo total, vacas en los prados, huertos de maíz, más bosques de pino que de eucaliptos, las cunetas más verdes que en Lugo y alrededores, dónde llegaban a estar tan amarillas como en Castilla (y eso llama la atención a un mediterraneo que siempre ha pensado que Galicia siempre está verde), las sierras más altas con prados de altura, muros y casas de piedra, etc, y allá abajo su coqueta catedral, en su agradable plaza para tomar un café o tentempié, también aquí pasan y te ofrecen pincho. Probé una tarta que decían que había ganado nosequé concurso, en fin, estaba buena, pero una tarta más, no soy muy de tartas. Después de reponer fuerzas y hacer unas cuantas fotos en la plaza, volvemos al coche y a subir lo bajado, hasta llegar a las alturas por dónde trascurre la autovía, curioso enclave, preguntamos a un joven y nos contestó ya en un habla más difícil para nosotros, sin darnos cuenta divisamos el cantábrico (a este lado de cierto cabo ya se llama así) y rápidamente nos encontramos dónde acaba la tierra y empieza el mar de una manera curiosa para nosotros, pues vas entre prados y de repente un acantilado y el mar, ahí estaba, la Playa de las Catedrales o Praia das Catedrais.
Playa de las Catedrales (Ribadeo).
Lugar impresionante, con marea alta la vimos desde arriba e hicimos un picnic en las mesas preparadas a tal efecto, la niebla del cantábrico acechaba, de los 30 grados de Lugo o Mondoñedo a unos pocos kilómetros, habíamos bajado a unos agradables 22º C o menos, y de vez en cuando un banco de niebla se nos echaba encima. Íbamos pertrechados con chaquetas pero al final la niebla abrió, dejamos chaquetas en el coche, cogimos sombrillas y bajamos a la playa, baño con marea alta, agradable el trozo dónde se puede bajar con marea alta, menos gente de la esperada, y ahí estuvimos tocando el agua (que no bañándonos propiamente dicho, agua fresca), la arena, haciendo fotos, hasta que bajó la marea y nos lanzamos a recorrer la playa, la bajamar era a las 22:00, pero a partir de las 18:00 ya iba para abajo e iban abriendo trozos de playa, si estás ya abajo puedes recorrerla antes de hordas de gente que baja más tarde, así que aún pudimos recorrerla bien, primer hacia la derecha, y luego hacia la izquierda, es increíble andar por dónde horas antes habíamos visto una rompiente impresionante, incluso al retirarse el agua se forma alguna pequeña poza de agua que llega a calentarse un poco más y te puedes bañar mejor. Muy muy bonito, es uno de esos sitios naturales que hay que ver una vez en la vida (o más si hay ocasión). Salimos de la playa y anduvimos hacia la izquierda por arriba por un paseo de madera y nos asomamos a unos miradores, nos fuimos ya pasadas las 21:30, casi en la bajamar, no se cansaba uno de las vistas, aunque sí algo del sol, que al final lució de lo lindo, a esas horas aún calentaba y aún le faltaba casi una hora de recorrido, impresionante el tema de las mareas y lo que dura el día por allí para gente del mediterráneo como nosotros.
Próxima parada, Santiago (fugaz) y provincia de Pontevedra.
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