Y después de despedirnos de la preciosa Zadar continuamos nuestra aventura...
Nuestra idea inicial era que la siguiente parada fuese Krka, sin embargo seguíamos sin tener muy buen tiempo por lo que decidimos aplazarlo para dos días después (fiándonos mucho del hombre del tiempo croata).
Por lo que pasamos de largo y nos dirigimos más al sur.
De Zadar a Trogir el trayecto es de 1h 30′, con un peaje de 41 kunas.
A la entrada de la ciudad encontraréis un parking para dejar el coche.
Trogir se trata de la ciudad medieval más antigua del Adriático y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Por si fuera poco tiene el complejo románico gótico mejor conservado de toda Europa central, con múltiples iglesias y palacios. Sus calles empedradas tienen un encanto especial, y perderte por los callejones es lo mejor que puedes hacer para descubrirla.
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Es una ciudad que se puede ver perfectamente en un día o incluso como hicimos nosotros, en una mañana.
Mientras disfrutábamos paseando de la ciudad amurallada y el casco antiguo comenzó a caer un chaparrón tremendo, tuvimos que resguardarnos en un bar y las calles se inundaron en algunas zonas. Como ya habíamos visto toda la zona monumental y puesto que parecía que no iba a parar de llover decidimos seguir hacia Split.
Tardamos unos 40 minutos porque había varias zonas de obra en la carretera.
Y así llegamos a Split, con la tormenta acechando. Ésta fue una de las ciudades que visitamos que más nos gustó. Tenía muchísima vida , en parte debido a los cruceros que paran en su puerto, y la zona del Palacio Diocleciano nos encantó.
En principio el alojamiento lo reservamos por booking pero hubo un error y no estaba disponible por lo que el dueño vino a buscarnos y nos alojó en otra habitación ¡dentro del palacio! no podía estar mejor situada, aunque fue la peor habitación de todas.
El baño estaba en el pasillo y tenías que elegir entre sentarte o cerrar la puerta que chocaba contra las piernas… pero bueno era sólo una noche y teníamos una ciudad por ver, no tuvimos tiempo casi de estar en la habitación.
Split tiene muchos sitios que ver, el centro se sitúa dentro del propio palacio ( suena raro pero imaginaos lo grande que se hizo el palacio Diocleciano para que ahora quepa parte de la ciudad dentro… ¡no eligió mal sitio para retirarse!).
Dicho Palacio está amurallado excepto en la parte que da al mar, dónde ahora hay un estupendo paseo marítimo donde tomarse un helado y dar una vuelta.
Decidimos callejear e ir viendo la ciudad. Uno de los principales monumentos es la Catedral, esta edificación era en su origen el mausoleo de Diocleciano pero con la llegada del cristianismo se convirtió.
Al lado está un precioso Peristilo, rodeado de columnas y una escalinata de acceso a la catedral y la torre.
La entrada a la catedral, la cripta (que sinceramente no creo que valga mucho la pena) y la Torre de la Campana vale 45 kunas/persona. Desde la Torre de la Campana tendréis una vista panorámica de la ciudad muy bonita, vale la pena la subida.
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Fuera del Palacio hay varios mercados durante el día, tanto de comida y ropa como de souvenirs donde vais a encontrar muchísimas cosas que comprar. Algunos está sólo hasta el mediodía y otros durante todo el día. Aquí aprovechamos para comprar nuestro típico imán para la nevera ( a mitad de precio de los que vendían en Dubrovnik).
Aprovechamos muchísimo el día y nos dio tiempo a ver todo lo que queríamos de Split. Para cenar probamos la típica “Dalmatinska pašticada” , se trata de carne de buey cocida en vino y especias, tiene un sabor fuerte pero estaba buenísima. Nosotros la probamos en el restaurante Gregolevante.
A lo largo del día nos había llovido varias veces, por lo que al día siguiente en cuanto nos levantamos decidimos ir a ver a a Grgur Ninski, se sitúa en una de las entrada correspondiente a la “puerta de oro” del Palacio Diocleciano y es una estatua enorme. Según dicen debes tocarle el dedo gordo y pedir un deseo, nosotros pedimos sol y se nos cumplió (con cosas más difíciles no sé si funciona).


¡ Tocaba seguir nuestro viaje !