Tercera y última excursión con el grupo de Andrés de la Mora. Este día visitamos Akumal, Xcacel, Xcacelito, Muyil y la reserva Sian Ka’an. El coste de la misma es de 990 pesos por persona e incluye desplazamientos y entradas (en esta ocasión no incluye comida).
La hora de recogida en nuestro hotel era las 07:45, por lo que tuvimos tiempo para desayunar tranquilamente antes de salir. Puntualmente nos recogió el que iba a ser nuestro conductor: Carlos, el hermano de Andrés. De camino fuimos parando en unos cuantos hoteles a recoger el resto del grupo. Una vez más tuvimos un trayecto pasado por agua, pero cuando llegamos a nuestro destino lucía un sol estupendo.
En el aparcamiento de Akumal, Carlos nos mencionó que había dos maneras de hacer la visita, una pagando un tour de 600 pesos en el que nos acercaban en lancha al arrecife y otra era quedarse en la playa en una zona acotada por boyas y que era de acceso gratuito.
Llegado este punto he de decir que fuimos engañados por Carlos, ya que nos dijo que si optábamos por el tour debíamos pagarle a él los 600 pesos para organizarlo. Como era un precio abusivo que nadie estaba dispuesto a pagar bajamos a la playa, donde nos llegaron a ofrecer el tour por menos de la mitad de lo que nos dijo que valía. Un precio más asequible pero que no pudimos pagar ya que todos bajamos sin dinero.
En todo caso, como era temprano estábamos solos en la playa y pudimos ver un par de tortugas, manta rayas e incluso algún que otro pelícano que se lanzaba en picado para capturar peces.
A la hora acordada regresamos a la furgoneta. Está claro que habría sido mucho mejor hacer snorkel en el arrecife, pero por lo menos no nos íbamos sin ver tortugas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La siguiente parada fue Xcacelito, un cenote entre manglares cuya agua cristalina es sin duda el más fría en la que nos bañamos en toda la Riviera Maya. El cenote estaba lleno de pequeños peces que no tenían reparo en acercarse a la gente, lo que hacía que nadar en sus aguas fuera toda una experiencia ... como si estuviéramos dentro de un acuario de agua dulce.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Al salir del cenote accedimos a la playa de Xcacel, que se encuentra justo al lado. Esta playa está repleta de estacas que señalizan cuando y donde las tortugas han depositado sus huevos. Según nos explicaron, las tortugas hacen su desove por la noche y, por la mañana, los investigadores recogen cuidadosamente los huevos y los entierran a mayor profundidad y tapan con una red para evitar que se los coman los depredadores. Luego señalizan el lugar para saber cuándo nacerán las tortugas. Nosotros tuvimos la suerte de ver las marcas que había dejado una tortuga esa misma noche.
De aquí nos acercamos al yacimiento arqueológico de Muyil. En la entrada del mismo estaba esperándonos el guía que se encargaría de acompañarnos, explicarnos y resolver nuestras dudas durante la visita. El yacimiento, aunque pequeño, tiene el encanto de que las ruinas se encuentran entre la selva y para llegar a las mismas hay que recorrer senderos que la atraviesan. La estructura más importante, denominada “el Castillo”, mide 17 metros y se trata de la pirámide en honor a la diosa de la fertilidad Ixchel. Dicha estructura guarda cierto parecido arquitectónico con Tikal.
El hecho de que estábamos solos en el yacimiento y estar rodeados de vegetación y ruinas, con el único ruido de los pájaros, le daba cierto aire de aventura a la visita.
Antes de hacer nuestra última visita del día nos acercamos a un restaurante que estaba justo en frente de la entrada de Muyil (al otro lado de la carretera) y donde pudimos comer un estupendo poc chuc (carne de cerdo marinada en jugo de naranja agria) por 135 pesos (6 € aproximadamente). La verdad es que llevo un buen recuerdo de todas las comidas típicas yucatecas.
Por último, nos acercamos a los humedales de la reserva de la biósfera de Sian Ka’an, donde nos esperaban unas lanchas para navegar por las lagunas. La primera de ellas se comunica con la laguna Chunyaxché por medio de un canal artificial creado por los mayas. Seguiríamos navegando las aguas azul turquesa de esta laguna hasta llegar a las ruinas de lo que fue una caseta aduanera maya. En este punto hay un embarcadero en el que amarraríamos las lanchas. Después de colocarnos los chalecos a modo de pañales nos tiramos al agua y nos dejarnos llevar por la corriente a lo largo de poco más de 1km del canal natural que comunica la laguna con el mar. Dejarse llevar por los canales, con sus aguas de color verde esmeralda y rodeados de manglares es una experiencia inolvidable, y que todo el mundo debería disfrutar. Luego regresaríamos a las lanchas por un paseo de madera que cruza los manglares.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La vuelta fue muy amena ya que mi tocayo Óscar (el lanchero) se dedicó a surcar a toda velocidad las ondas que dejaban las demás barcas, por lo que íbamos dando saltos. Cuando llegamos a tierra ya estaba esperándonos Carlos, por lo que subimos a la furgoneta y emprendimos el camino de vuelta a nuestros respectivos hoteles.
Era la última noche en la Riviera Maya, así que después de cenar aprovechamos para probar unos pocos cocteles. Aun así, pocos tomamos ya que esa noche también nos fuimos temprano para la habitación. La verdad es que tengo 39 años y estoy totalmente acabado Muy mal muy mal