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De París al Himalaya I

De París al Himalaya I ✏️ Travel Journeys of Indian Subcontinent Indian Subcontinent

Volvía a nevar. Era nuestro segundo día en la tienda. Había amanecido cubierto pero tranquilo. A mitad de mañana, un buen rato después de haberse ido Pemba, incluso se había despejado; pero luego los copos, mientras avanzaba la tarde, tornaron a...
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De Ejecutivo a Trotamundos.

Travelogue: De Ejecutivo a Trotamundos.

Points: 5 (7 Votes)  Travelogues: 10  Localization: Indian Subcontinent Indian Subcontinent 👉 Show Journeys

Volvía a nevar. Era nuestro segundo día en la tienda. Había amanecido cubierto pero tranquilo. A mitad de mañana, un buen rato después de haberse ido Pemba, incluso se había despejado; pero luego los copos, mientras avanzaba la tarde, tornaron a caer sin desmayo. Suponía que Pemba habría llegado cerca del puerto y me preguntaba si lo cruzaría antes de que cayera la noche o esperaría a la mañana siguiente. Imaginaba que en un par de días llegaría al pueblo. “Así que en otros cuatro días, a lo sumo cinco, estarán aquí. Siempre, claro, que la nieve permita atravesar el dichoso puerto”, pensé.

De París al Himalaya I - De Ejecutivo a Trotamundos. (1)

Nos quedaba sobre un kilo de arroz, un cuarto de lentejas y medio de muesli; té, café y leche en polvo, cuatro sobres de sopa, una cabeza de ajos, un par de cebollas, una lata de atún, otra de sardinas y una caja de queso en porciones. “Para esos cinco días tenemos. No vamos a hacer mucho ejercicio, tampoco necesitamos comer mucho”.

Veía a Jack incómodo. Se quejaba mucho del hombro izquierdo. Lo tenía hinchado y de un color cárdeno. Le daba un paracetamol cada ocho horas, pero me temía que tuviese algún hueso roto. Al despertar me había mirado con asombro. “Tú, tú ¿quién?... Peter, Peter”, dijo con una voz débil. Intenté hablarle, pero repitió su extrañeza y volvió a quedarse dormido. Supuse que Peter era su compañero desaparecido. A última hora de la tarde, tras explicarle como lo habíamos encontrado, al verse socorrido y en compañía, pareció que empezaba a recobrarse, aunque no se encontraba con fuerzas para salir del saco de dormir.

−¿Tienes dolores?
−No, sí…, el hombro –respondió con un hilo de voz− no veo bien.

Le miré la cara. Sus labios seguían amoratados y sus ojos parecían sin vida. No tenía yo mucha experiencia en esos casos. Pensé que lo peor ya había pasado y que tenía una ceguera temporal a causa de los días que había pasado entre la nieve y sin gafas. “Quizás debería vendarle los ojos”, pero no quise asustarlo.

−Sería mejor que te pusieras mis gafas –le dije al tiempo que se las ofrecía y le ayudaba a ponérselas−, te harán descansar los ojos. Te pondrás enseguida mejor, solo te hace falta reposo, hidratarte y comer. Ya verás cómo mañana te encuentras bastante bien.

No me respondió pero se dejó hacer. Le examine las manos. Los dedos de la derecha no habían mejorado mucho, los de los pies los tenía bien. Pero no parecía intranquilo por su estado. Pensaba en su camarada y en el regreso a casa:

−¿Qué voy a decir a sus padres? –musitó.
No supe qué contestar. ¿Qué podía decirle? Pero Jack −resultó que se llamaba así− tampoco esperaba una respuesta por mi parte. Tras un par de minutos, prosiguió:
−Se estaba muriendo… a mi lado… y yo, nada.
−Estoy seguro de que hiciste todo lo que pudiste. La montaña, el hielo. Es imposible luchar contra ellos.

Pero no pareció oírme. Murmuró alguna otra frase y volvió a su estado de postración. Sus palabras me hicieron pensar en mis padres y en mi niñez.
. . . . . . . . . . . . . . . .
Cuando desperté aquella mañana de nuestro tercer día fue como si me encontrara suspendido en un espacio etéreo. Jack dormía más tranquilo. Descorrí la cremallera y me asomé al exterior. Amanecía. Siempre se recibe el comienzo del día con esperanza. La necesitaba. Un halo rosa teñía el cielo todavía oscuro a nuestras espaldas. El fondo de la garganta permanecía en tinieblas y en lo alto brillaban los glaciares. El silencio era tan absoluto que se hacía perceptible y emocionante como el sonido continuo de una sola nota musical. Escuché inmóvil. Era mi corazón. En él resonaban los ecos de mi pasado.

De París al Himalaya I - De Ejecutivo a Trotamundos. (2)

Recuerdos, de nuevo recuerdos. Los que se asocian con la infancia siempre parecen felices. Los de mi adolescencia y primera juventud me lo parecieron también. Pero ahora sé que lo creía así porque éramos unos ignorantes. En verdad eran tiempos muy grises. Pero los niños, cómo no habíamos conocido otra cosa… Qué distinta hubiera sido mi vida si no me hubiera ido justo a los veintidós años a París.
. . . . . . . .

Jack se removió a mi lado. “Llevo casi toda la mañana sin salir de esta miserable tienda. ¿Es por este encierro qué los recuerdos de mi infancia vienen a mi mente?”, pensé. “¿Es por qué solo escucho el silencio de mi alma? ¿Estoy haciendo balance ante la cercanía de la muerte? ¿Esperando la mano de nieve?, como decía el ingenioso y disparatado poeta José Bergamín. ¿Qué siente un hombre cuando se muere? ¿Qué pensará Jack en su estado? Qué impotencia debe sentirse si en el momento de tu muerte no hay nadie a quien mirar. Tampoco nadie que te hable o que te escuche. Eso es la soledad auténtica, total”.

“Ni hablar, es tonto especular sobre eso”, reaccioné. “Estoy en perfecta salud y forma física. Pemba vendrá a buscarnos y si no, tan pronto como este hombre se recupere, nos vamos; y si se muere –me avergoncé de esa reflexión−, me voy yo solo; tampoco debo estar tan lejos del pueblo, recuerdo el camino. ¿Y si hay niebla o demasiada nieve?”

Mi compañero, ahora sí, se despertó y se frotó el hombro con la mano derecha. Le preparé un plato de arroz del que había cocido un par de horas antes y se lo ofrecí. Le ayudé a incorporarse y, mientras con mi brazo izquierdo le sostenía por detrás de la espalda, le fui dando cucharada a cucharada. Luego le di un té con las vitaminas y el antiinflamatorio. Musitó varias veces un “gracias” y volvió a tumbarse.

Yo, por mi parte, necesitaba moverme un poco y respirar. Salí al exterior. La tarde se había aclarado y el sol traspasaba tímido las nubes. Apenas llegaba a calentar. Extendí la manta de supervivencia a la entrada de la tienda y me senté. Allí, solo, con las montañas y el cielo entramado de grises y azules desvaídos, con mis recuerdos y mis inquietudes. “Debería pensar menos, poner la mente en blanco como enseñan los yoguis y relajarme”.

Divisé un grupo de bharales, esos carneros azules del Himalaya muy similares a la cabra hispánica, de gruesa piel gris y lomo azulado que, de lejos, cuando están inmóviles, parecen rocas. Los machos tienen grandes cuernos en forma de arco mientras que las hembras los tienen rectos y cortos. Eran una docena, cerca de doscientos metros ladera abajo, justo al linde del bosque. Pastaban sobre las duras hierbas altas que sobresalían de la nieve y mordisqueaban las ramas de los matorrales. Fueron subiendo con lentitud hacia donde yo me encontraba. Ya se habían acostumbrado a mi presencia y a la de la tienda.

De improviso echaron a correr, dispersos, uno por cada lado. Me preguntaba por qué, y lo que vi me trajo a la memoria el relato de Peter Mathiessen, The snow leopard, que había leído en Katmandú hacía un par de meses y donde el autor cuenta como acompañó al célebre zoólogo George Schaller en su expedición al valle de Dolpo en Nepal en busca de ese felino. Solo encontraron sus huellas y algunos excrementos. Lo que sí vieron fue muchos bharales y explica que estos son el alimento preferido del leopardo.

De París al Himalaya I - De Ejecutivo a Trotamundos. (3)

Y allí estaba, a lo lejos, delante de mí, el elusivo leopardo de las nieves, como se le adjetiva siempre en los relatos sobre la fauna del Himalaya. Debía de haber surgido del mismo lugar que los carneros unos minutos antes. Mis sentidos se agudizaron. Estaba a punto de ocurrir algo que pocas gentes habían tenido la suerte de presenciar. Saqué la cámara que guardaba entre el pecho y el anorak, para proteger las baterías del frío, y que había cogido para hacer fotos de la puesta de sol. Por suerte tenía colocado el zoom y a través de él, puesto a 200 mm., podía acercarme a la escena.

A todo esto, el leopardo había elegido presa: un joven corderito que corría pegado a los cuartos traseros de su madre. Su distancia con el cazador menguaba a ojos vistas. Apenas unos metros y éste tendría el botín bajo sus garras. Les seguía anhelante a través del visor. La ley de la selva. Inevitable y eterna. Cuestión de segundos. Pero entonces surgió el instinto, poderoso. Se revolvió la madre, bajó la testuz y, con sus cuernos bien dispuestos, plantó cara a la fiera mientras su pequeño vástago se apresuraba a ocultarse tras ella. Se frenó el felino, dudó, se movió unos pasos, a derecha, a izquierda, indagando por donde atacar a la decidida defensora. Esta se mantenía firme en su posición. El leopardo buscaba el flanco adecuado para abalanzarse, pero no lo hallaba. Hacía un simulacro de ataque y se encontraba enfrente cuernos y testuz. El corderito no se despegaba del trasero protector. Hasta mí llegaban sus balidos desconsolados.

De París al Himalaya I - De Ejecutivo a Trotamundos. (4)

Los demás bharales, entretanto, contemplaban la acción desde lejos sin hacer mención de intervenir. Dos cuervos negros aterrizaron sobre la nieve blanca, a una veintena de metros de la acción, a la espera de un desenlace provechoso. Unos cuantos ensayos más de embestida y el leopardo se inmovilizó. Bajó la cabeza hasta casi lamer el suelo como diciendo: “me rindo” y optó por la retirada, aunque cada pocos pasos se tornaba para volver a evaluar la situación. Pero la madre no le quitaba la vista, atenta y firme. Se escabulló, al fin, el felino entre los primeros árboles. Con el rabo entre las piernas, supuse. Se reagruparon los bharales. Ascendieron por la ladera y desaparecieron al rato. Alzaron el vuelo los cuervos, volvió el paisaje a su tranquila indiferencia y yo a mi juventud.


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Image: Madrizmemata  madrizmemata  19/01/2017 22:43
Enhorabuena y a seguir cumpliendo sueños y metas!!!!!
Image: Aaamazonia  Aaamazonia  11/02/2017 21:47
Comment about journal: Everest. Trekking por Gokyo
Precioso relato, Francisco. He buscado el libro en amazon, leido los comentarios y ya lo he comprado. Esperando su llegada.
Image: Aaamazonia  Aaamazonia  11/02/2017 21:49
Comment about journal: Everest. Trekking por Gokyo II
Y ahora incluso escena nocturna con una sherpani. Too much. Essperando más etapas de tu viaje. venga ya.
Image: Aaamazonia  Aaamazonia  11/02/2017 21:53
Comment about journal: Calcuta y Monique
Muy bien descrita Calcuta. Y Monique. Intriga pendiente. ¿Que pasa con ella y con el americano????
Image: Aaamazonia  Aaamazonia  25/03/2017 22:14
Leí el libro y me gustó mucho. He visto que se ha publicado en digital en amazon con un nuevo título: De ejecutivo a trotamundos. Y solo por 0.99 €.
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