ETAPA EXTRA: UN PASEO POR LISBOA ✏️ Diarios de Viajes de PortugalPasamos tres días (2 noches) en la capital portuguesa en diciembre de 2016. Ya conocíamos la ciudad, pero siempre es un placer volver para pasear por sus calles y disfrutar de sus miradores y su comida.Diario: EL CORAZÓN DE PORTUGAL: MONASTERIOS, CASTILLOS Y ALDEAS⭐ Puntos: 5 (45 Votos) Etapas: 6 Localización: PortugalEtapa añadida al anterior diario, de un par de días que pasamos en Lisboa justo un año después. No teníamos planes para el puente de diciembre de 2016. Nos apetecía ir a algún sitio, pero sin muchas complicaciones ni grandes distancias, que el año había sido duro y Portugal está tan cerca que pensamos que era la opción ideal. ¿A qué zona de Portugal? Pensamos repetir Sintra y ver los palacios que nos quedaron pendientes en nuestra anterior visita, como el de Monserrate, y acercarnos a Mafra y Queluz. Pero pudieron más las ganas de volver a pasear por Lisboa, así que nos decidimos por la capital portuguesa. Se nos unieron dos amigos que no habían estado nunca allí, ideal para enseñarles lo imprescindible. Alquilamos un apartamento por Airbnb en Mouraria, en el Beco das Farinhas: www.airbnb.es/rooms/4727778. Todo un acierto, tanto el apartamento, limpio, cuidado y espacioso, como por la situación, a un paso de la Baixa y del ascensor del castillo. Fuimos en coche y en algún sitio había que dejarlo. Reservamos en el Parking Empark Campo Mártires da Pátria, con la oferta vacaciones que cuesta 4 euros/día, con la condición de que el coche no se puede sacar hasta el último día. Está a unos 15 minutos de nuestro apartamento, con bajada y subida de escaleras incluidas, pero para dos días llevábamos poco equipaje así que no nos importó mucho. Llegamos a media mañana, nos instalamos en el apartamento y salimos a dar una vuelta por Lisboa. Era diciembre pero hacía una temperatura de primavera. Bajamos las escaleras que separan el barrio de Mouraria de la Baixa, en las que encontramos el emblemático mural dedicado al fado. Porque Mouraria es conocido como la cuna del fado auténtico, el fado vadio, que es el que cantan los espontáneos en las tascas. El primer sitio a donde nos dirigimos fue a la Estación de Rossio, con su portada neomanuelina del siglo XIX. También subimos a la zona de los andenes, que son bonitos. Y las vistas desde la entrada por el barrio do Chiado. Fuimos a comer a un restaurante cercano recomendado en el foro, A Provinciana. Lo que nos hizo decidirnos fue su vitrina llena de tartas, qué buena pinta tenían todas. Es un local pequeño y casi siempre está lleno, por lo que nos tocó esperar, pero apenas 10 minutos. Pedimos un plato del día cada uno, probamos cocido a la portuguesa, cerdo con almejas y pulpo a la lagareira. Y un postre cada uno, la tarta de naranja estaba de lujo. Con 4 cafés y de bebida 4 cervezas y una botella de vino de la casa la cuenta ascendió a 43 euros. El trato de la camarera fue muy bueno, un local llevado con mucha eficiencia, ya que solo está una persona en la cocina, otra atendiendo las mesas y otra en la barra. La Praça de Dom Pedo IV (Praça do Rossio) estaba llena de puestecillos navideños, y en uno de ellos nos tomamos una ginja de Óbidos en vaso de chocolate. Estaba muy buena, ya la probamos el año anterior cuando visitamos Óbidos, un pueblo precioso. Desde allí nos fuimos al famoso elevador de Santa Justa, un ascensor metálico que lleva a un mirador con bonitas vistas de la ciudad. Nosotros no subimos, es caro, hay cola, y se puede llegar al mismo sitio a pie, en el barrio de Chiado. Reservamos para comer al día siguiente en el restaurante UMA, muy cerca del elevador, famoso por su arroz de marisco. Seguimos por la rua Augusta, el eje central de la Baixa, con muchos restaurantes y todo tipo de negocios orientados al turista. Es una calle peatonal con mucha animación, esa tarde estaba tocando la tuna. Pasamos por el famoso Arco da Vitoria, que da acceso a la Praça do Comerço. Es la plaza más importante de Lisboa, donde se celebran los eventos importantes, desde triunfos deportivos, hasta el fin de año. Tiene salida al mar y desde allí hay buenas vistas del Puente 25 de Abril. Un buen lugar para sentarse a descansar. Desde allí subimos al barrio de Chiado. Intentamos tomarnos algo en el mítico café A Brasileira, pero estaba hasta arriba, así que continuamos nuestro paseo, desde la Plaza Luis de Camões por el barrio Alto. Pasamos por la sede de la República Portuguesa, y tras bajar y subir varias cuestas (por algo se conoce a Lisboa como la ciudad de las 7 colinas) fuimos a parar a la Basílica da Estrela. La basílica es de estilo neoclásico y barroco, merece la pena entrar. Hay un portal de belén del siglo XIX, muy interesante. Pagamos algo por verlo, pero poco, algo simbólico. Desandamos el camino, y justo antes de llegar a la Plaza de Luis de Camões, vimos a gente haciendo cola en una pastelería. Era la Manteigaria Fábrica de Pastéis de Nata, y allí entramos a comprar algunos pasteles. En teoría eran para el desayuno del día siguiente, pero no pudimos evitar comernos algunos allí mismo. Bajamos por el Largo do Chiado, ya estaba la iluminación navideña encendida, lo cual le daba aun más encanto a este barrio en el que conviven tiendas de franquicias con otras tiendas centenarias. Se nos había hecho de noche y no habíamos parado en todo el día. Buscamos el elevador do Castelo, un ascensor gratuito que sube desde la rua dos Fanqueiros, a la altura de la Rua da Vitoria hasta la rua Magdalena. Desde allí a 100 metros hay un supermercado Pingo Doce donde se coge otro ascensor que te deja cerca del castillo. Pero nosotros en esta ocasión no queríamos subir tanto. Entramos en el supermercado y compramos avituallamiento para el desayuno del día siguiente y para la cena de esa noche. Compramos un pollo asado con arroz y croquetas, estaba todo muy bueno. Además de unas ricas cervecitas y unas botellas de vino verde. Y así pasamos el resto de la noche en el apartamento, de conversación tras la cena con una copita de vino. DÍA 2 El segundo día lo dedicamos a recorrer Alfama y el barrio del castillo, con sus fantásticos miradores. Nos salió un día espectacular, así que había que aprovecharlo. Fuimos hasta el Pingo Doce para coger el elevador do Castelo, que deja en la rua Costas do Castelo. Desde allí solo hay que subir una pequeña cuesta hasta el arco que da entrada al castillo. No entramos, la entrada cuesta 8.50 euros, y lo principal es pasear por las murallas disfrutando de las vistas de la ciudad. Estuvimos callejeando por las callejuelas aledañas, la verdad es que se encuentran rincones muy curiosos, como este urinario público. Después nos dedicamos a visitar miradores. Primero fuimos al mirador Portas do Sol, aunque el sol estaba un poco bajo y nos daba un poco de frente. Desde allí se ven la iglesia de San Vicente de Fora y el Panteón. Suele haber mucho ambiente de músicos callejeros y caricaturistas, venta de souvenires,… Subimos por el Largo de Graça hasta la plaza, mirador e iglesia del mismo nombre. Uno de los más bonitos de la ciudad, con vistas del castillo y el puente 25 de abril. Lástima que había obras. Subimos otro poco más hasta el mirador do Monte. Vistas parecidas a las del mirador de Graça, pero más espectaculares al estar más elevado. Lo peor un edificio de color naranja que habían construido justo delante y que estropea la panorámica y las fotos. Desde allí bajamos por otras calles y escaleras, esos lugares que tienen tanto encanto en Lisboa. Pasamos por el Panteón Nacional y entramos en la Iglesia de San Vicente de Fora. Volvimos a pasar por el mirador de Portas do Sol, otra paradita y justo más abajo está el mirador de Santa Luzia. Tiene unos jardines, está muy bonito, pero no son de las mejores vistas. Bajamos hasta la catedral, la Sé Patriarcal da Nossa Senhora. La entrada es gratuita, salvo el claustro. Fue construida en el siglo XIII en estilo románico, aunque fue muy dañada en el terremoto. El interior es bastante oscuro y elegantemente sencillo. El claustro es posterior, del siglo XIV, construido en estilo neogótico. Con tanto paseo se nos había hecho la hora de comer, y nos fuimos al restaurante UMA, donde habíamos reservado. El arroz de marisco estaba muy bueno, es de tipo caldoso, como suelen servir los arroces en Portugal. El arroz para 4 personas y 8 cervezas fueron 52 euros. Lo que menos me gustó es que no nos habíamos acabado aún la bebida ya estaban cambiando la mesa para los siguientes. Entiendo que hay mucha gente fuera esperando, pero casi nos echaron. Para bajar un poco la comida subimos al barrio de Chiado y fuimos a Landeau (Rua das Flores) a tomar nuestra ración de dulce. Había leído que su tarta de chocolate era deliciosa, y es verdad. Un poco caro para ser Portugal, pero un lugar agradable y tranquilo. Callejeamos por el barrio hasta las ruinas del Convento do Carmo, destruido por el terremoto, y junto a las que está la parte alta del Elevador de Santa Justa. Desde allí las vistas de la ciudad, con el castillo en lo alto, son fantásticas. Dejamos atrás Chiado y nos fuimos hasta la Praça Libertadores y pasear un poco por la Avenida Marqués de Pombal. A este personaje se le debe la reconstrucción de la Baixa tras el terremoto que destruyó la ciudad en 1755. Por allí, en una tasca, nos tomamos unas ginjas que nos calentaron el estómago. En la Praça do Rossio nos encontramos con una tienda que nos desconcertó, y es que entramos porque no sabíamos lo qué era. Todo color y luces, música, estética de circo, y lo que vendían eran ¡sardinas! Se llama “O mundo fantástico da sardinha portuguesa” y venden latas de sardina con años diferentes, resaltando los hechos importantes que ocurrieron y los personajes ilustres que nacieron ese año. Al módico precio de 5 euros cada lata, que supongo que nadie abrirá porque se compran de recuerdo. Nos encantó, había latas de todos los años desde 1916. En la misma plaza preguntamos en el puesto de la ginja de Óbidos si allí nos venderían los vasitos de chocolate, y les compramos además una botella de ginja, sobremesa perfecta para las fechas navideñas que se avecinaban. Estábamos agotados, así que nos fuimos al apartamento a descansar un rato. Salimos a tomar algo antes de cenar, a un bar raro que había por Mouraria, con muebles que podrían ser casa de abuelos, mezclado con cosas modernas. Y luego nos fuimos a cenar, y todo nos salió mal. Teníamos fichado el restaurante O Velho Eurico para cenar, cerca de nuestro apartamento, pero había una cola enorme. Nos fuimos a otro cercano que se había recomendado en el foro, el restaurante Santa Rita, pero también estaba hasta arriba con cenas de grupo. Y nos fuimos al Hó Caldas, que estaba cercano. Fatal, servicio lento y comida mala. Açorda de marisco con palitos de surimi y mejillones de lata, bacalao a bras que estaba como cocido y con líquido (malísmo), calamares precocinados,... El peor restaurante en el que he comido en Portugal. Para resarcirnos nos compramos una botellita de vino para la sobremesa en el apartamento. DÍA 3 El tercer y último día lo dedicamos a ver el barrio de Belém. Recogimos las cosas y fuimos a por el coche, lo sacamos del parking y aparcamos junto a la Torre de Belém. La niebla era espesa, menos mal que no íbamos a dedicar el día a miradores. La Torre de Belém es el edificio más simbólico de Lisboa, y es el máximo exponente del estilo manuelino civil. Se puede subir hasta su terraza, un mirador con buenas vistas del Tajo. Pero ese día estaba cerrada por obras. También había andamios en uno de los laterales. Después nos fuimos a ver el Monasterio de los Jerónimos, que por fortuna no fue afectado por el terremoto de Lisboa, ya que es una maravilla de edificio. Tuvimos que hacer cola para sacar las entradas (10 euros), pero la espera mereció la pena. El claustro, que es a lo que da acceso la entrada es una maravilla del manuelino. La recargada decoración, en la que predominan los elementos marinos, provoca el efecto de que no sepas a dónde mirar. De hecho, todas las columnas del claustro son diferentes entre sí. También se visita el refeitorio, con azulejos que representan escenas bíblicas, los curiosos confesionarios y varias salas con exposiciones y féretros de personajes ilustres, como Fernando Pessoa. Además, se tiene acceso al coro de la iglesia, desde donde hay una bonita perspectiva de la misma. El acceso a la iglesia es gratuito. Es fantástica, con recargadas columnas y las altísimas bóvedas. Allí están enterrados Luis de Camões y Vasco de Gama. A la salida del monasterio fuimos a comer. Había buscado en tripadvisor un restaurante por la zona con muy buenas críticas. Se llama O Prado y está en la misma calle que la Pastelería de Belém, un poco más adelante. Pintaba muy bien, y la comida nos estaba gustando mucho, el trato también, pero se estropeó cuando nos pusieron un bacalao muy muy salado, del que nos dejamos la mitad. El resto de los platos estaban buenos. Después nos fuimos a la famosísima pastelería. Había mucha cola en la puerta para comprar los pasteles. Nosotros preferimos entrar y, apenas sin hacer cola, nos sentamos, pedimos cafés y pasteles, tanto para tomar allí como para llevar. Estaban muy buenos, aunque a mí quizá me gustaron más los de la Manteigaria de Chiado. Creo que los ponen demasiado calientes, al día siguiente estaban más ricos. Después pensamos en ir al Padrão dos Descubridores, pero estaba cubierto por andamios, y no queríamos salir muy tarde. Nosotros ya lo habíamos visto pero nuestros amigos no. Así que les queda para la próxima, además de que tienen que conocer Sintra, para mi indispensable si se visita la zona. Pero eran solo dos días completos, al menos les sirvió como primer contacto, y a nosotros para volver a pasear por Lisboa, que siempre es un placer. Hasta pronto Portugal Imagenes relacionadas Índice del Diario: EL CORAZÓN DE PORTUGAL: MONASTERIOS, CASTILLOS Y ALDEAS
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