DÍA 5 EN GRECIA.
Llegábamos al último día del tour. Íbamos a dedicar toda la mañana a los Monasterios y por la tarde emprenderíamos el largo viaje de regreso a Atenas.
Zona de los Monasterios de Meteora según GoogleMaps.


Itinerario por los Monasterios desde Kalambaka y Kastraki.


Meteora es un lugar que en su conjunto está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1988 y su nombre significa “cuerpo que cae del cielo”. Así los Monasterios de Meteora se refieren a los monasterios suspendidos en el cielo. Según la leyenda, Zeus creó este mar de inverosímiles picos al descargar su ira contra las montañas, aunque la explicación que ofrece la ciencia es bastante diferente. Hace cientos de miles de años aquí había un mar interior, pero como consecuencia de los movimientos tectónicos, el terreno cedió, el agua encontró una salida hacia el mar Egeo y todo el macizo se hundió, las montañas que lo flanqueaban presionaron sobre los depósitos sedimentarios del antiguo mar y se originaron grietas y fisuras, que la erosión y los terremotos fueron conformando en el paisaje único, extraño y espectacular que hoy podemos contemplar. Por si eso fuera poco, la instalación de los monasterios ortodoxos en sus cumbres le ha proporcionado un magnetismo único, convirtiendo este escenario en uno de los más visitados de Grecia.


Ya en el año 985 se instaló en una cueva de Meteora un ermitaño llamado Barnabás. Otros le siguieron, pero la verdadera proliferación de los monasterios sucedió a partir del siglo XIV, cuando el imperio bizantino estaba en clara decadencia y los albaneses y los otomanos invadieron Grecia, con lo que los monjes se vieron forzados a escapar y a buscar refugio en lugares seguros y alejados de las persecuciones de los infieles. El primero de ellos fue el Megálo Meteoro, fundado por Athanasios, a 615 metros sobre el nivel del mar. A partir de entonces, las cumbres de las imponentes y recónditas rocas de Meteora se convirtieron en el sitio más propicio para instalar sus monasterios y se erigieron hasta 23 más, a los que en un principio solo era posible alcanzar mediante escaleras de cuerdas. Posteriormente se instalaron cabrestantes y los monjes eran izados en cestas. Debido a su precariedad, a finales del siglo XIX la mayor parte estaban abandonados o en ruinas. En 1920 se construyeron escaleras talladas en la piedra para alcanzar los seis que quedaban habitados y que son las que utilizan actualmente los turistas durante sus visitas. En cualquier caso, los monjes tampoco estuvieron completamente protegidos ya que los monasterios fueron asaltados en varias ocasiones por los turcos, en el siglo XVII y en el XIX. Durante la II Guerra Mundial se destruyeron varios monasterios por las tropas italianas de ocupación ya que muchos miembros de la resistencia griega los utilizaron para refugiarse.

Los seis monasterios que permanecen habitados y pueden visitarse están unidos entre sí por una carretera de 10 kilómetros de longitud que rodea todo el conjunto de rocas y que lleva hasta la base de cada uno de ellos. El simple tránsito por esta carretera ya justifica el desplazamiento hasta aquí, ya que las vistas son realmente soberbias y, concretamente, el Mirador de Psaropetra ofrece un panorama espectacular. Hay un autobús público que hace el recorrido desde Kalambaka y Kastraki. También existe un itinerario a pie de unos 17 kilómetros para recorrer la zona. Lástima que no dispusiéramos de tiempo suficiente para hacerlo. Debe ser muy bonito e interesante. En una jornada no es posible visitar todos los monasterios porque no todos abren a diario. Hay que tener en cuenta que hay unas normas de vestuario para el acceso: no se pueden llevar los hombros al aire, los hombres tienen que ir con pantalones largos y las mujeres con faldas por debajo de la rodilla, no valen los pantalones ajustados ni los vaqueros, así que viene bien llevar un pareo para ponerse por encima de la ropa. También está prohibido sacar fotografías en el interior de los recintos religiosos. La entrada cuesta entre 2 y 3 euros.
En esta fotografía se ven cuatro de los seis monasterios: San Nicolás, Gran Meteoro, Varlaam y Rosanou.


Monasterios actuales.
Para no perderme, voy a describir los monasterios según los fuimos viendo durante nuestro recorrido, es decir los que continúan habitados y se pueden visitar. Primero pasamos por Kastraki, donde, además de su vegetación, nos llamaron la atención varias cosas, como una curiosa roca en forma de dedo, llamada Andrachti, que es objetivo de muchos escaladores y también un saliente en la roca o una cueva con numerosas banderas, flores y ofrendas. Nos explicaron lo que significaba, pero la verdad es que se me ha olvidado, quizás tenga relación con los miembros de la resistencia muertos durante la II Guerra Mundial.
Vista de Kastraki, con la roca en forma de dedo al fondo. El sol daba de cara.
Curiosa capilla en la roca en Kastraki, solo apta para escaladores.


Curiosa capilla en la roca en Kastraki, solo apta para escaladores.

Siguiendo hacia Meteora, el primer monasterio que nos encontramos fue el de Agiou Nikolaou o de San Nicolás. Como todos, está instalado en lo alto de una roca vertical, a la que parece imposible acceder si no fuera por una empinada escalera de varios tramos escavada en la piedra. Todavía conserva las cuerdas por donde antaño ascendían los monjes.
Ticket de acceso:
Monasterio de San Nicolás, que aún conserva las antiguas cuerdas por donde subían los monjes.




El paraje es realmente bonito, tiene mucha vegetación y en lo alto cuenta con una terraza de madera desde donde se obtienen unas fabulosas vistas panorámicas, con Kastraki, las rocas Doupiani y del Espíritu Santo que casi se pueden tocar con los dedos, los monasterios de Megála Meteoro y Varlaam, y la zona oeste de Meteora que no es tan visible desde otros monasterios. También merece la pena dar la vuelta por el exterior, para ver las formaciones rocosas de cerca. El monasterio es pequeño, estaba poco concurrido y cuenta con unos frescos extraordinarios, pintados por Theofanes. La verdad es que pasamos un buen rato en este monasterio, no sé si porque realmente tenía algo especial o porque nos lo parecía al ser el primero que veíamos.
Vistas desde el Monasterio de San Nicolás.




Después, continuamos por la vertiginosa carretera que se pega y se retuerce junto a las rocas ofreciendo espléndidos panoramas. La vista del monasterio que acabábamos de visitar, desde la carretera, casi producía mareo. A la izquierda sale una carretera que lleva hasta el pequeño aparcamiento del monasterio de Gran Meteoro.

Megála Meteoro o Gran Meteoro. Fue el primero en construirse, el que se encuentra a más altura y el más famoso y concurrido de todos. A la entrada está la cueva donde vivió su fundador, Athanasios, que está enterrado en la iglesia principal. Fue el más rico y poderoso por la protección que le brindó el emperador serbio Symenon. Tiene una gran cúpula y hermosos frescos, además de un gran osario con una espeluznante exposición de cráneos. Había muchísima gente y me gustó más desde lejos (hay un mirador soberbio) que in situ. No paramos demasiado tiempo allí.



Monasterio de Argias Varvaras Rosanou. De monjas, su iglesia de la Metarmorfosis data de 1545 y tiene bellos frescos de la Resurrección y de la Transfiguración pintados en 1560. Para llegar hay que cruzar un pequeño puente colgante de madera, está situado en un lugar espectacular y ofrece unas vistas soberbias. Nos gustó mucho, aconsejo visitarlo.




Monasterio de Varlaam. Se encuentra a unos 700 metros pasado Gran Meteoro y de vuelta a la carretera principal. Tiene un museo, una canasta con cuerdas y una iglesia con frescos del siglo XVI. Es el segundo más grande de Meteora, vimos un montón de gente, autocares incluidos, y decidimos no ir hasta allí, conformándonos con las vistas de lejos.

Seguimos hasta el final de la carretera, contemplando alguno de los parajes más espectaculares de Meteora, como el que ofrece una roca vertical sobre Kalambaca, en cuya cima se asienta el Monasterio de Agias Triados. Apareció en la película de James Bond, Solo para tus ojos, y desde la distancia, parece imposible llegar hasta allí. Me enteré después que está solo a un 1 kilómetro a pie desde Kalambaka.



Al final de la carretera, se encuentra el Monasterio de Agiou Sefanou o de San Esteban, el más aislado, pero que veíamos muy bien desde nuestra habitación en el hotel de Kalambaka. Es un convento de monjas.

Poco antes de llegar nos encontramos con uno de los miradores más espectaculares de Meteora, desde el que se pueden contemplar los seis monasterios y un panorama realmente fantástico. No os lo perdáis, merece mucho la pena aunque el viento sopla de lo lindo y te da cierta cosa acercarte al extremo de la roca. Yo me quedé… cerquita pero no muy al borde, por si acaso
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Desde este mirador, las vistas cortan la respiración.
Monasterios de Gran Meteoro y Varlaam.





Monasterios de Gran Meteoro y Varlaam.

Para finalizar una jornada sumamente interesante que habíamos empezado muy temprano, fuimos a comer a un restaurante familiar, donde nos recibió la dueña, una señora muy mayor, que nos mostró muy orgullosa sus fogones y la materia prima con la que cocinaban sus hijos. Nos sirvió guisos tradicionales realmente buenos. De lo mejor del viaje a Grecia en cuanto a la gastronomía. Lamento no recordar nada más, pero en aquella época aún no me había registrado en el foro (aunque lo leía y lo consultaba mucho) ni, lógicamente, escribía diarios, con lo cual no hacía fotos en los restaurantes ni en los hoteles.
Itinerario de vuelta desde Kalambaka a Atenas.


Por la tarde nos faltaba lo peor: el viaje de regreso a Atenas, largo, tedioso y aburrido, sin que lo remediaran los paisajes más entretenidos, ya al borde del mar, del final del trayecto.
Fotos tomadas desde el autobús.



Nos llevaron hasta nuestro alojamiento de esa noche: el hotel Plaza, de cinco estrellas. ¿Cinco estrellas? Pues sí, un chollo, una oferta espléndida que encontré inesperadamente en internet, casi más barato que el de tres estrellas donde habíamos estado las dos primeras noches, y con desayuno incluido. Eso sí, sin cancelación gratuita: pago en el acto y no reembolsable. Y me arriesgué. ¿Misterio? Pues sí… en la mismísima esquina de la Plaza Sintagma, un lugar espléndido… si no fuera por las movidas de aquella dichosa semanita griega. Cuando llegamos, lo peor de las protestas había pasado… de momento. Pero las cosas no estaban tranquilas. En la plaza seguían las sentadas de grupos numerosos con pancartas frente al Parlamento; además, los restos de la batalla campal que había tenido lugar durante los días anteriores resultaban evidentes. Tuvimos que entrar al hotel por una puerta lateral, la principal estaba cerrada y tenía los cristales rotos. Numerosos adoquines del suelo de la plaza estaban levantados y habían sido arrojados contra las puertas y los cristales de varios hoteles de cinco estrellas que hay en la plaza. Para una vez que se me ocurre reservar un cinco estrellas… Menos mal que no coincidió con lo peor del tema.
Ambiente en la Plaza Sintagma cuando llegamos a nuestro hotel, que era el de la esquina con las cristaleras anaranjadas por el reflejo del sol, foto de abajo, a la derecha.


El hotel muy bien, aunque se notaba que el personal no estaba del todo tranquilo. Nos dieron una habitación en la primera planta que daba a la calle y nos dijeron que, por si acaso, no nos acercásemos demasiado a las ventanas. La terraza exterior, con unas vistas estupendas a la Acrópolis estaba cerrada a cal y canto, y no pudimos disfrutar de ella.
Plaza Sintagma por la noche.


Salimos a dar una vuelta y a cenar. Había mucha gente y se mascaba una calma tensa, pero esa noche no presenciamos ningún incidente. Terminamos por la zona aledaña a Plaka, donde el ambiente era más turístico y agradable.
