DÍA CUATRO EN GRECIA.
Nos levantamos temprano y desayunamos muy a gusto en la terraza del hotel, contemplando las fantásticas vistas que habíamos podido entrever en el ocaso de la tarde anterior, aunque estaban un pelín emborronadas por una ligera neblina.


Enseguida nos preparamos para iniciar la ruta de la jornada. Como ya he mencionado, el dormir en el lugar de la visita principal de la jornada tenía la ventaja de que llegábamos antes que la mayoría de los turistas, lo que en Delfos nos vino francamente bien.
Itinerario de la jornada según Google Maps.


Delfos.
De camino pasamos nuevamente por el pueblo moderno.

Vale la pena madrugar para llegar a Delfos antes de que esté demasiado concurrido. En mi opinión, es uno de los lugares imprescindibles en Grecia, un sitio mágico y espectacular por su significado histórico y por su ubicación en torno al Monte Parnaso. Ya, simplemente, el transitar por la estrecha carretera que lleva hasta el yacimiento es toda una experiencia tanto para la vista (por los paisajes) como para la imaginación (por las ruinas con que nos encontramos).
Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos, Zeus soltó dos águilas en lados opuestos del mundo y se cruzaron sobre Delfos, lo que interpretó como que era su centro. Aquí estableció su morada el dios Apolo, que a partir del siglo VIII a.C. comenzó a recibir un gran flujo de gentes de todo el mundo antiguo para consultar al oráculo sobre el curso de sus vidas. Conoció su época dorada desde el siglo VI a.C. hasta la llegada de los romanos en el siglo II a.C. Fue abolido por el emperador Teodosio en 393 d.C. Todo el sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.
Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos, Zeus soltó dos águilas en lados opuestos del mundo y se cruzaron sobre Delfos, lo que interpretó como que era su centro. Aquí estableció su morada el dios Apolo, que a partir del siglo VIII a.C. comenzó a recibir un gran flujo de gentes de todo el mundo antiguo para consultar al oráculo sobre el curso de sus vidas. Conoció su época dorada desde el siglo VI a.C. hasta la llegada de los romanos en el siglo II a.C. Fue abolido por el emperador Teodosio en 393 d.C. Todo el sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.
Carretera hacia Delfos.



Al yacimiento principal se accede por un Ágora, donde los visitantes podían comprar todo tipo de objetos religiosos (a pasar por la tienda primero, como ahora: en aquella época ya existía el merchandising,
). Allí estuvimos un rato recibiendo explicaciones y me debió picar algún bicho (no era un mosquito) en una pierna, que me produjo una hinchazón bastante considerable y con picor, aunque afortunadamente no me impidió seguir con la visita en parte gracias a una crema que me dio nuestra guía, que llevaba de todo.

Ticket de acceso:

Delfos nos recibió asi:
El Ágora (las tiendas de la epoca).


El Ágora (las tiendas de la epoca).


Subimos la ladera hacia el Santuario de Apolo por un camino empedrado (Vía Sacra, a cuyos lados se situaban los diferentes tesoros construidos por las ciudades para albergar las ofrendas de sus respectivos ciudadanos) descubriendo el Tesoro Sifnio, el Tesoro Ateniénse (edificado tras la batalla de Marathon y reconstruido en 1909), la cámara del Consejo de Delfos, la Sala del Magistrado, la Roca de la Sibila y el Templo de Apolo (las ruinas que hay datan del siglo IV a.C., fueron excavadas por arqueólogos franceses en 1812 y parte del templo se reconstruyó después).
La Vía Sacra y sus tesoros.
Tesoro ateniense.



Tesoro ateniense.

Los creyentes pagaban una tasa y hacían un sacrificio, un sacerdote exponía sus preguntas y escuchaban al dios Apolo a través del oráculo, manifestándose en voz de una sacerdotisa que entraba en trance. Luego, el sacerdote interpretaba lo dicho por la sacerdotisa, de modo normalmente ambiguo para acomodarse a cualquier acontecimiento futuro.
Templo de Apolo.




Por fin alcanzamos el Teatro, construido hace 2.500 años y con aforo para 5.000 personas. Aquí, el escenario resulta espectacular y no solo por el propio teatro sino por el extraordinario paisaje que se contempla. No hay más que dejar volar la imaginación y disfrutar del momento.



Mucha gente se da la vuelta desde el Teatro, pero si hay tiempo y no importa caminar cuesta arriba, yo aconsejaría subir hasta el Estadio, ya que es uno de los mejor conservados de Grecia. En parte excavado en la roca y con capacidad para 7.000 espectadores, desde el siglo VI a.C. albergó recitales de música y teatro para posteriormente ser sede los Juegos Piticos. Los restos que se conservan actualmente son de la época romana y gran parte de las gradas se encuentran intactas.
El Estadio.
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Terminada esta visita, fuimos hasta el llamado Recinto de Marmaria (cantera de mármol), al que se accede por un sendero, al otro lado de la carretera, donde se encuentran los restos del santuario de Atenea Pronaia. Además de las ruinas de un par de templos, hay que llegar hasta aquí para ver uno de los monumentos más bonitos de Delfos, el tholos circular, del siglo IV a.C. Estuvo rodeado por 20 columnas, de las cuales fueron reconstruidas tres en 1938. La foto de las columnas con su entorno queda la mar de chula.


Después fuimos a ver el Museo Arqueológico, que contiene piezas sumamente interesantes y está considerado el segundo más importante de Grecia después del de la Acrópolis en cuanto a esculturas y restos de arquitectura clásica. Destacan un friso con los héroes griegos luchando con gigantes, la esfinge de Naxos y, sobre todo, la figura del Auriga de bronce, una estatua que conmemora la victoria en una carrera de cuadrigas durante los Juegos Píticos de 478 a.C.
El auriga de bronce.
Los frisos.
Las esculturas, con la esfinge.


Los frisos.

Las esculturas, con la esfinge.

Volvimos al hotel para comer y luego emprendimos un largo viaje que nos llevaría hasta Meteora. Cruzamos unas montañas con unos paisajes estupendos, mucho más verdes y boscosos de lo que me hubiera imaginado en Grecia.



Después llegamos al paso de las Termópilas, que se encuentra junto a la carretera que procede de Atenas. Allí se ha construido un monumento moderno con la estatua del rey Leónidas, que conmemora la batalla que en el año 480 a.C. libraron a su mando 7.000 soldados espartanos frente a un impresionante ejército persa, al que contuvieron durante unos días. Únicamente sobrevivieron dos griegos y los persas invadieron Grecia central y Atenas, pero fueron derrotados en el año 479 a.C. en la batalla de Platea por los atenienses y sus aliados. Junto a la estatua se encuentran los túmulos funerarios de los soldados muertos y a la izquierda unas fuentes de aguas sulfurosas que dieron nombre a las termópilas, palabra que puede traducirse como puertas calientes. No es que sea un sitio especialmente bonito, ni siquiera lo son las esculturas, pero su significado histórico casi obliga a detenerse unos minutos y sacar alguna foto.


Kalambaca.
El viaje hasta Kalambaca se nos hizo muy largo porque el paisaje por las zonas que cruzamos no resultaba tan atractivo como el Peloponeso, las orillas del Golfo de Corinto o los alrededores de Delfos; tras pasar el macizo montañoso, las llanuras de Tesalia por donde transcurre la carretera eran bastante anodinas.



En las proximidades de Meteora, el asunto comenzó a cambiar, y unos enormes pináculos de piedra caliza fueron surgiendo llamativos en lontananza conforme nos acercábamos a Kalambaca, donde estaba nuestro alojamiento de esa noche.

Kalambaca es una pequeña ciudad de Tesalia, considerada la entrada natural a Meteora. Casi todas sus casas son de construcción moderna ya que los nazis quemaron la ciudad durante la II Guerra Mundial. Meteora merece una visita tranquila, al menos de una jornada, por lo que es muy aconsejable (incluso imprescindible) pasar una noche aquí, o mejor aún en el cercano pueblecito de Kastraki (situado a unos 2 kilómetros), que tiene mejores vistas hacia los montículos porque está más embebido entre ellos. Sin embargo, nuestra habitación en el Hotel de Kalambaca ofrecía unas vistas magníficas pues incluso llegábamos a ver uno de los monasterios colgados en la roca, el de Agiou Stefanou, con su cúpula parecida a una cebolla.

Antes de cenar, fuimos a dar un paseo hasta la ciudad antigua y llegamos a la Catedral del siglo XIV, con influencias bizantina y paleocristiana, y seguimos caminando hasta la Iglesia de la Virgen Dormida (siglos IX y X), que cuenta con un campanario bizantino y un relieve en el exterior del siglo IX. No se pueden hacer fotos en el interior, que cuenta con frescos del siglo XII y el único púlpito de mármol de Grecia.


Junto a la Iglesia hay un balcón que hace las veces de mirador y desde el que se tienen una amplia vista de la ciudad. A sus espaldas, enmarcando la iglesia, emergían como gigantes los picos de Meteora, coronados por sus monasterios. Desde aquí se vislumbraban los de Agias Triados, a la derecha, y el de Agiou Stefanou, a la izquierda. Nos hubiera gustado acercarnos a Kastraki, pero la noche estaba cayendo y ya no nos daba tiempo.

