Últimos días en La Habana ✏️ Diarios de Viajes de Cuba

---

Ahora sí que sí! Nuestro viaje se acaba! La vuelta desde el Resort olía a despedida así que este día y pico en La Habana nos supo distinto. Ya conocíamos algunos puntos de la ciudad así que orientarnos era relativamente más fácil, por lo que en líneas generales nos gustó mucho más.

La noche anterior a marcharnos, recibimos una llamada del taxista jovencito que nos trajo. Finalmente no iba a poder recogernos en Cayo Coco para llevarnos hasta La Habana, tal como habíamos pactado por teléfono una vez que nos encontramos en el hotel. Hablamos con el personal de recepción, quienes sacaron un archivador enorme con un montón de tarjetas de visita y nos dieron un teléfono. Llamamos desde allí y el señor se comprometió a recogernos en el hotel y llevarnos hasta Ciego de Ávila (60CUC). Allí cogeríamos el Viazul (48.71€ dos billetes, por Internet desde casa antes de viajar) que pensábamos ahorrarnos si el primer taxista nos hubiese llevado hasta La Habana. Ya que teníamos los billetes del autobús, seguiríamos con el plan inicial.

La vuelta se nos hizo larga. Anochecía en La habana cuando llegamos. Una vez en la estación, casi no te dejan ni bajarte del autobús, para ofrecerte taxis. Como teníamos casa por la zona de la universidad, decidimos hablar con uno de ellos. Nos hicieron un precio bastante aceptable y nos llevaron hasta la puerta.

El taxista estaba empezando y le costó encontrar la casa exacta pero preguntando llegamos a nuestra “roma”. Por el camino, nos contó su situación familiar y la verdad es que te hacen pensar en aquella frase de “problemas del primer mundo” cuando nos quejamos por tonterías.

Para estos últimos días elegimos la Casa Mirador La Colina. El nombre hace gala a las vistas desde la terracita donde se desayuna y a las de su azotea. Es una altura privilegiada para ver las escalinatas de la Universidad y de prácticamente todo el centro de La Habana.


Qué os voy a contar de nuestros días en casa de Aymee y de Gaspar… La habitación era de techos altos, estrechita pero estaba todo bastante limpio. Con nevera y aire acondicionado, como todas las que visitamos durante nuestro viaje. Y en cuanto a ellos, son gente encantadora. Nos ayudaron muchísimo, sobre todo el último día que nuestro vuelo salía por la tarde-noche. Nos dejaron estar con ellos allí antes de marchar, nos prepararon unos sandwichitos para merendar y para llevarnos al aeropuerto, estuvimos tomando algo en su azotea disfrutando de la tarde encapotada… Y para rematar, en vez de contactar con un taxista que nos llevase al aeropuerto, el mismo Gaspar, nos llevó hasta la puerta de la terminal de Salidas. Majísimos!!! Nos estuvieron contando un montón de historias durante el camino al aeropuerto. La verdad es que si tuviera que volver a La habana, repetiría!

Otra cosa (más) que le agradecemos a Aymee es la super recomendación para comer cerca de su casa. Entre varios sitios, escogimos El Biky. La primera noche fuimos y no llevábamos reserva. Tuvimos que esperar fuera un poco más de media hora y no entendíamos por qué tanta gente. Hasta que entramos y cenamos… Qué carta tan amplia! Qué difícil fue decidirse!!

Las limonadas y la comida distinta, me empezaban a pasar factura en el estómago y para cuando llegué a La Habana, no quería comer cosas muy pesadas por si me ponía peor. Pero del dicho al hecho……. Me olvidé de mi propósito y nos pusimos las botas con postre incluido, jaja! Por cierto, los combinados estaban riquísimos! Dani leyó Cordon Bleu y le pareció delicioso pero luego vio que era un plato corriente y moliente. Mi ropa vieja estaba riquísima. Todos estos manjares por 27CUC.


A la mañana siguiente nos pusimos en camino para repasar los rincones de la Zona vieja. Llegamos paseando desde la Calle Neptuno hasta el parque Central. Visitamos la Plaza vieja que ya la conocíamos de los primeros días y continuamos hasta la calle Churruca.


Esta calle es famosa por albergar un vagón de tren. El Coche Mambí, visitable por dentro a cambio de una propinilla, muestra las estancias del vagón presidencial. Era como estar en una casa sobre ruedas, con todas sus estancias y sus comodidades de lujo, aptas para los viajes de los presidentes de la República. Se construyeron solo 3 en el mundo. Además de este, otro dio servicio en Mexico y otro se lo quedó una compañía norteamericana.

Estuvimos también en la plaza de San Francisco de Asís. Es una plaza abierta donde ya empiezas a notar el aire del mar. A parte de por este motivo, me encantó por dos detalles:

El primero por la escultura de la foto que me chifló: “La conversación“. Representa el diálogo entre dos personas que, a veces, como dice su autor, puede ser de sordos o fecundo. Siempre fluido, por favor!


El segundo por otra figura: El caballero de París. Este hombre quiso vivir libre, sin ataduras. Se dedicaba a pasar las horas al atardecer en algún banco del Prado, regalando a quien le ayudase con una moneda, alguna figurita de artesanía hecha por él. Poco a poco se fueron apagando sus ilusiones y sus ideales hasta terminar siendo en los últimos días, según dicen, un señor triste y solo. Su escultura ya desgastada, sirve de superstición para los turistas: Tienes que tocarle la mano y la barba para volver. Yo, para no faltar a las tradiciones, le atusé bien la barba por si acaso se cumple, jajaja!


A esta plaza, que lleva su nombre por el convento que se alberga en ella, también se le conoce por la Plaza de las palomas, por lo evidente. Podemos encontrar cositas curiosas como la Terminal Sierra Maestra (terminal de cruceros), una fuente de marmol blanco con tres leones o la Lonja del comercio. Está bastante transitada ya que también hay alguna CADECA.

Paseamos por los alrededores, la calle Aguilera también con mucho ambiente, el Parque Guayasamín que recibe su nombre del escultor de la fuente que en ella se encuentra, hasta hacer parada en la Plaza de Armas: Si te gustan los mercadillos de libros usados o los carteles de películas, este es tu lugar. Antiguamente se hacían prácticas militares en esta plaza, de ahí su nombre. Está rodeada de edificios emblemáticos como el Palacio de Los capitanes generales, el museo de historia nacional o el Palacio del conde de Santovenia. En una de sus esquinas encontramos El Templete: Es un pequeño templo neoclásico que conmemora la fundación de la Villa de La Habana ya que se encuentra en él la columna de Cajigal ( en honor al gobernador español que la mandó construir) donde se bendijo por primera vez la ciudad. También encontraremos una ceiba: el árbol en el que en cada aniversario de la ciudad (por noviembre), los habaneros dan 3 vueltas sobre él y echan una moneda en sus raíces para que se cumpla su deseo. Contado así parecería precioso. Lo cierto es que al llegar, me decepcionó un poco por el aspecto de mal conservado.


Saliendo de la plaza, llegamos al Castillo de la Real Fuerza. Es una fortaleza rodeada de un foso, con cañones por todo el alrededor del recinto. La entrada es de pago.


Nos asomamos a la Bahía que ya se sentía cerquita. Las vistas a la Fortaleza de San Carlos de la cabaña y sobre todo al Castillo de los Tres Reyes del Morro son preciosas. Es en esta Fortaleza donde cada noche se celebra el Cañonazo de las 9. Antiguamente era la manera de informar del cierre de las compuertas de las murallas de la Habana desde el Puerto.


Tocaba comer algo así que probamos suerte en un sitio bastante concurrido que proponían en la guía. Se llamaba La Dominica pero no nos gustó nada. El servicio estaba enfadado. Peleándose entre ellos y pasando de nosotros totalmente. Tenían el salón llenísimo pero poco a poco se fue vaciando y ni por esas nos hacían caso. Tardamos en pedir la cuenta un milenio y otro para que nos la trajesen. Y la comida bastante normal. Viendo lo visto, no quisimos ni pedir postre. Yo seguía regular de la tripa así que pedí un plato de pasta con salsa simple de pesto y Dani una pizza con unos trocitos de langosta. Eso y las bebidas 20 CUC.

Al día siguiente, hicimos caso de las opiniones de Internet y nos fuimos a Doña Eutimia. No llevábamos reserva pero nos habíamos acostumbrado al horario turista así que aún no había mucha gente buscando dónde comer. Para nuestra sorpresa, sólo les quedaban un par de mesas en un comedor en la parte alta del local, subiendo una escalerita minúscula de caracol. A Dani sí le pareció rica la comida. A mí, sin más. Pedimos también el mojito típico de Doña Eutimia pero me pareció bastante fuerte y mi limonada frozen tampoco fue la más rica de todas las de Cuba. Del último día en La Habana no anotamos lo que nos gastamos, pero los precios eran en la línea del viaje.


A la vuelta vinimos paseando por el Malecón para disfrutarlo por última vez. Necesitábamos volver a la casa y descansar, darnos una ducha y hacer hueco en la barriga para volver al Biky. Esta vez con reserva (hablamos con ellos antes de marchar la noche anterior y así no esperar tanto en la cola).


Esta vez sí que Dani acertó con su cena. Dos platos y creo que postre por 32CUC en el Biky. Y hubiéramos seguido probando más cosas de la carta, pero tocaba marcharse al día siguiente de vuelta a casa.


El último día fue un poco extraño porque no queríamos perder el vuelo. Fuimos a dar una vuelta por el centro para pasear por los sitios preferidos. Volvimos a la plaza de la Catedral (Doña Eutimia está justo allí) y a la de San Francisco. Nos sentamos en el bordillo de una acera en una calle donde se cogía Wifi para gastar los minutos que nos quedaban. Estaba lleníísimo de turistas conectados con las tarjetitas ETECSA. Costaba encontrar un hueco entre ellos para descansar y dar señales de vida, jajaja!


Después de callejear un poco, nos volvimos hasta la casa para prepararnos y marcharnos. Estábamos intranquilos porque no queríamos exprimir demasiado el tiempo por si nos retrasábamos o surgía algún imprevisto. Ya teníamos la cabeza en el avión de vuelta. Pasamos un rato tranquilos merendando en la azotea de Aymee, tomando limonadas y Dani cubalibres o cervecitas hasta que el marido de Aymee nos recogió y llegamos al aeropuerto.

Se acababa. Ahora sí. Un viaje digno de ser de los mejores de nuestra vida. Con sus luces y sombras, comparando entre lo que se cuenta de Cuba y lo que realmente te encuentras o te cuentan. Viendo las realidades distintas de unos y otros. La ciudad, a veces viva y preciosa, otras caótica y descuidada. Y el resto de las provincias en las que hemos disfrutado. Todo un gustazo de viaje. Y sobre todo, compartirlo con el mejor compañero de aventuras.

---