
Tras salir de la residencia de estudiantes en la que nos alojamos, comenzamos el día desayunando en una popular cafetería: Loudons. De ahí continuamos nuestro camino hacia la ciudad vieja hasta llegar a Grassmarket, una monumental plaza de la Old Town repleta de restaurantes desde la cual se divisa el castillo de Edimburgo. Subimos desde Grassmarket hasta la Royal Mile a través de una calle medieval curvada y empedrada, Victoria Street. Desde la Royal Mile accedemos al saturadísimo castillo de Edimburgo, el emblema de Escocia, una fortificación que contiene una amalgama de construcciones medievales que comenzaron a levantarse en el siglo XII. Entre los múltiples edificios, el más interesante de todos ellos me pareció la pequeña capilla de St. Margaret. Aunque el conjunto arquitectónico exhala historia por todas partes, el interior no es demasiado cautivador, no lo suficiente al menos para los 25 euros que cuesta la entrada. Aunque siendo justos, hay que reconocer que desde las alturas del castillo se puede disfrutar de una soberbia vista de la ciudad.
Tras tres horas en el abarrotado castillo, descendemos la Royal Mile. En primer lugar, nos detenemos en el museo de los escritores, localizado en un pequeño pasaje adyacente a la principal arteria de la ciudad vieja, una pequeña joya ignorada por las hordas de turistas y en donde se puede repasar la biografía y obra de las principales figuras literarias de Escocia, entre las que se encuentran Stevenson y W. Scott. La visita dura menos de una hora.

Seguimos bajando por la histórica Royal Mile con su excelente arquitectura medieval mientras nos vamos zafando del resto de turistas. Alcanzamos al final de la calle el edificio del Parlamento de Escocia, obra del arquitecto español Miralles e inaugurado en 2004. A pocos metros del edificio parlamentario se halla el palacio de Holyrood, un complejo arquitectónico a los pies del monte Arthur que data del siglo XVI aunque estuvo sujeto en siglos posteriores a diferentes reformas. Los restos de una abadía augustina en situación ruinosa perviven en los terrenos del palacio, al cual no decidimos entrar, pues la información y las fotografías reunidas de antemano no me parecieron lo suficientemente atractivas como para abonar otros quince euros. La bonita fachada y la fuente central del palacio merecen una parada, aunque a mi juicio es suficiente con verlas desde el exterior.
Desde Holyrood ascendemos hasta los alrededores de Calton Hill cruzando un antiguo cementerio desde donde se pueden hacer unas increíbles fotos de Arthur’s Seat, la montaña cercana al parlamento. Tras rodear Calton Hill enfilamos Princes Street, haciendo por segunda vez en este viaje una parada en la librería Waterstones, donde volvemos a deleitarnos con sus magníficas magdalenas y té con leche. El cielo ha estado todo el día nublado, aunque ni mucho menos la lluvia ha interrumpido nuestros planes. Cuando abandonamos Waterstones, nos dirigimos por la New Town hacia la catedral de Santa María, un impresionante edificio neogótico del siglo XIX con un interior realmente bello. Tras esta visita, nos encontramos ya en las cercanías de Haymarket, no muy lejos del alojamiento. Aprovechamos para tomar por esta zona una buena cena de despedida en un restaurante japonés. Mi plato es especialmente sabroso: una sopa picante de pasta y mariscos servida en fuego. El viaje por Escocia toca prácticamente a su fin. Mañana a las 15.30 tenemos el vuelo de regreso a España desde Glasgow.