Día 4: ULLAPOOL-HEBRIDAS
Hoy nos levantamos alrededor de las 8.30 porque nos disponemos a cruzar el Minch, el estrecho que separa la costa escocesa de la isla de Lewis, la isla más septentrional del archipiélago de las Hebridas. El barco zarpará de Ullapool en torno a las 10 de la mañana desde un muelle situado a unos escasos 500 metros del hotel.

El fuerte viento hace zozobrar el barco, pero a mitad de camino y conforme nos acercamos a la terminal portuaria de Stornoway, el día se abre y a partir de aquí, un sol radiante nos acompañará durante los dos próximos días en las islas de Lewis y Harris. Una vez que atracamos en Stornoway, la capital de Lewis con unos 15.000 habitantes, nos alegra no ver a muchos turistas tras el asedio de Edimburgo. Parece que pocos son quienes se atreven a llegar a un lugar tan remoto. Tras una pausa para comer en el centro de exhibiciones del municipio (An Lanntair) andamos hasta el hotel, un bed and breakfast cercano al puerto y llamado Hal O’ The Wynd. Al igual que en Ullapool, el lugar nos parece una maravilla. Se trata de una casa blanca de tres plantas que culmina con un tejado a dos aguas y dos chimeneas en los laterales. La habitación nos la dan en la planta superior, la del tejado, con unas magníficas vistas a la ensenada y al puerto. Camas cómodas y a pesar de que compartimos un cuarto de baño exterior con otros clientes, el lugar es una auténtica delicia y muy familiar. Es precisamente el baño uno de los puntos fuertes del hotel, ya que goza de unas vistas al mar de 180 grados y de una decoración muy marinera.
Tras dejar el equipaje en el hotel, decidimos no perder más tiempo y preparamos nuestra primera visita. Por la tarde, nos dirigimos en autobús a las Piedras de Callanish, un conjunto de monolitos erigidos en la Prehistoria. Los menhires que contemplamos conforman un crómlech y una avenida central, que sirvieron como lugar de enterramiento, aunque hay muchas más interpretaciones sobre su función. Interesante visita, aunque aquí ya se puede intuir la presencia de algunos intrépidos turistas. Descendemos de este monumento por un sendero en el que nos percatamos de la singularidad del paisaje isleño: pequeños collados entre los que aparecen intercaladas numerosas lagunas que anticipan la presencia cercana del mar.

A continuación, buscamos un lugar para cenar y entramos en un restaurante chino de una calidad muy discutible. Por el precio que pagamos la comida dejó mucho que desear. Stornoway comienza a vaciarse y volvemos al hotel cruzando los edificios más representativos de la ciudad, el bonito ayuntamiento de piedra con la torre del reloj y la iglesia gótica. Hay que conservar energías, porque estamos en la antesala de un día duro con una de las visitas estelares del viaje: Harris.
