Bristol, Gloucester y Bath: tres días, tres ciudades muy distintas ✏️ Blogs de Reino UnidoPuente de Mayo descubriendo tres interesantes ciudades de Inglaterra.Autor: Auri81BCN Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Índice del Diario: Bristol, Gloucester y Bath: tres días, tres ciudades muy distintas
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Etapas 1 a 3, total 4
¡Un puente de tres días en primavera es para aprovecharlo!
Planificamos nuestro viaje para visitar tres ciudades de tamaño relativamente pequeño. Bristol, Gloucester y Bath están muy bien conectadas entre ellas en tren y pasaremos un día en cada una de ellas, que será tiempo suficiente para visitarlas prácticamente por completo. El viernes llegamos de noche al aeropuerto de Bristol, que es pequeño y no está especialmente cerca de la ciudad. Para llegar al centro hay un shuttle hasta altas horas de la madrugada por 12£, se llama Airport Flyer. Nosotros hemos reservado una habitación en un hotel justo al lado de la estación de autobuses, que es donde nos dejará el shuttle del aeropuerto. El hotel de esta noche es de la cadena Premier Inn, ninguna queja, por 89,48£ la habitación doble con desayuno incluido. Etapas 1 a 3, total 4
Nos levantamos en Bristol y dormiremos en Bath, pero de momento, ¡no toca visitar ni una cosa ni la otra!
Hoy haremos una excursión a Gloucester, una pequeña ciudad un poco más al norte. Para ir de Bristol a Gloucester tomamos un tren. La verdad es que la estación de tren de Bristol no está nada céntrica así que para llegar tenemos que cruzarnos media ciudad. Está bien porque de paso vemos las ruinas de la iglesia de Saint Peter, en Castle Park. Todo el centro de Bristol, que eran callejuelas medievales con casas de estilo Tudor, fue duramente bombardeado en la Segunda Guerra Mundial. Apenas nada queda en pie anterior a 1940 en la zona que ahora llaman Shopping Quarter. Esta iglesia sin tejado es una excepción que sirve de homenaje para recordar a las numerosas víctimas. Hasta la estación de tren de Bristol es preciosa. Se tarda algo más de una hora en llegar a Gloucester en un confortable y puntual tren. Nos toma un breve paseo alcanzar la Catedral, y llegamos justo a tiempo para unirnos a una de las visitas guiadas. La entrada a la Catedral es gratis, pero por un coste muy razonable se ofrecen visitas guiadas al interior y también a la torre o a la cripta. La visita nos la ofrece una encantadora señora voluntaria, y es únicamente en inglés. Este templo muestra una mezcla de estilos arquitectónicos muy característicos de Inglaterra, el más temprano siendo el románico normando, en la primera parte de la nave. Las columnas de piedra son anchas y robustas. Sus arcos en semicírculo están decorados con motivos geométricos y todo tiene un poco de aire a castillo. Se nota que Guillermo el Conquistador quería mandar un mensaje bien claro a los anglosajones: estamos aquí para quedarnos. Pero avanzamos un poco más y a medida que nos acercamos al coro, en el crucero, la vista empieza a dirigirse hacia el techo inevitablemente. Es la verticalidad deliberada del gótico perpendicular, con sus finas columnas nervadas que conectan en la bóveda creando una de sus más distintivas características, el arco en forma de abanico. En la parte del altar destaca el magnífico vitral de época medieval. Nos sorprende aprender que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial siendo desmontado y guardado preventivamente. Aún así, los pilotos Nazis nunca bombardearon la Catedral, al igual que hicieron con otras, para usarla como punto de referencia para orientarse. Y finalmente visitamos la joya de la corona, el fascinante claustro. La luz se filtra en colores por los vitrales decorados (la mayoría son victorianos) y crea un efecto místico, pero lo más extraordinario es la bóveda de abanico, con una tracería delicadamente elaborada, la piedra se vuelve ligera y etérea, creando sombras y contrastes con la iluminación que llega del exterior. Presenciado esto, el jardín el cual rodea el claustro nos parece insulso, a pesar de la cuidada vegetación. Se acerca la hora de comer y vamos en busca de algún lugar auténtico, nada de fast food o comida exótica. Será el leitmotiv de este viaje: nos encontramos varias veces que no todos los pubs tradicionales sirven comida. En uno nos recomiendan el Café René. Bueno, esto suena a francés, pero por dentro tiene toda la pinta de antro británico que tanto nos gusta. Y la carta es típica inglesa. Y ya habiendo retomado fuerzas, volvemos a la Catedral, porque nos ha flipado mucho mucho, esta vez paseamos por dentro a nuestro antojo. Hay un numeroso coro ensayando para el evento celebratorio de la Coronación del Rey Carlos III. Y a continuación vamos a pasear por la animada zona de los muelles, rodeados por almacenes victorianos de ladrillo. Hace un precioso día primaveral de esos de los que los británicos vienen esperando desde hace meses con anhelo, y todos han salido a la calle. Se va acabando nuestra visita a Gloucester, pero antes de tomar el tren, pasamos por el monasterio de los Blackfriars , del que se conservan salas medievales. También contemplamos la fachada del edificio conocido como The Folk of Gloucester, de las casas más antiguas que quedan, del siglo XVI, en estilo Tudor, es decir, con las vigas de madera a la vista. Ahora tomamos el tren en dirección a Bath, es algo más de una hora. Al llegar notamos la diferencia de pasar de una tranquila localidad medieval a una concurrida ciudad comercial y turística. Y es que Bath está como quien dice, a tiro de piedra de Londres (menos de hora y media en tren) y es la excursión ideal para hacer en un día ida y vuelta desde la capital. Lo más famoso de Bath son los Baños Romanos, a los cuales hemos reservado entrada para mañana, así que hoy simplemente damos una vueltecita por el centro y buscamos algún sitio donde cenar. En los alrededores de nuestro hotel hay muchísima variedad de restaurantes, y nosotros como siempre elegimos el que nos parece más británico , el Sarracens Head. Y habiendo cenado, retiramos a descansar, que hoy el día ha sido muy completo y hemos acarreado las mochilas con nosotros todo el día y estamos cansados. El hotel Z es super elegante y cómodo, y no puede estar más céntrico. La habitación doble nos ha costado 164€. Etapas 1 a 3, total 4
Hoy amanece con lluvia, pero son cuatro gotas y llevamos paraguas.
Vamos a desayunar a una bonita cafetería y al salir, ya no llueve. Por suerte hoy iremos más ligeros porque hemos dejado las mochilas en el hotel. En Bath todo está cerca, así que vamos a todas partes caminando. Nos acercamos al pintoresco puente Pulteney. Como casi todo en Bath es del típico estilo georgiano del siglo XVIII, es decir, señorial y con un aire de arquitectura clásica, enfatizando la proporción y la simetría. Es hora de entrar en los Baños Romanos. El recorrido se hace con una extensísima audioguía que dura más de dos horas, pero uno puede saltarse algunos números e ir más rápido. La visita empieza por la famosa piscina exterior, de construcción victoriana. Oh vaya, pensábamos que los baños eran romanos y esto no es muy antiguo… estas estatuas de emperadores y nobles que rodean la terraza superior datan de finales del siglo XIX, cuando se descubrieron las abandonadas termas y las reconstruyeron para goce y disfrute de los acomodados vitorianos. Pero tranquilos , en el interior del museo veremos restos de lo que fue el antiguo edificio romano. El agua de la piscina es de un verde intenso y va sacando burbujillas. No hierve, sino que es gas que se libera del interior del manantial. Hace fresquillo y pienso que sería fantástico poder echarse un baño calentito aquí, pero esta agua puede ser mortal. Está contaminada por una ameba que infecta de meningitis a los humanos, con posibles consecuencias fatales. Dentro del museo vemos una maqueta de lo que habían sido las magníficas termas de Aquae Sulis, como se llamaba el pueblo en el siglo I d.C. Sulis era el nombre de la diosa celta a la que adoraban los locales. Los romanos le encontraron parecidos con su diosa Minerva y muy a su estilo de absorber culturas, decidieron crear un híbrido llamado Minerva Sulis a la que adorarían tanto ellos como las tribus autóctonas. La cabeza de oro que encontramos en una de las salas era de la estatua que presidía el templo, en las inmediaciones del balneario. En otra sala se nos muestra lo que queda del que había sido el hermoso pedimento frontal de la entrada al recinto, con una feroz cabeza de Gorgona. Las piedras que no se conservan hoy en día están representadas con una proyección para que nos hagamos la idea de cómo hubiera sido la totalidad de la obra. Se conserva también buena parte de un altar sacrificatorio, varias piedras esculpidas con imágenes o textos relacionados con el culto a los dioses. Unos de los objetos más curiosos son unas tablillas de estaño grabadas a mano llamadas “tablillas de las maldiciones” , y es que cuando un romano había sido víctima de algún perjuicio, compraba una de estas pequeñas hojas metálicas, gravaba con un punzón el delito y/o el nombre de los sospechosos, doblaba la fina lámina y la tiraba al agua, con la fe que la diosa se encargaría de ejercer justicia sobre los malhechores. A través de unas ventanas se puede observar otra piscina, esta con forma irregular y más pequeña, es la que los romanos llamaban el manantial sagrado, de la cual ascienden nubes de vapor, ya que esta agua sale a 46º C. Es evidente que para los humanos de la antigüedad esto les parecería un fenómeno sobrenatural y le atribuirían propiedades divinas. Además, también se conservan los yacimientos de las instalaciones del recinto de la época: varias salas que habrían servido de sauna, de vestuarios, de gimnasio, etc. Y finalmente al acabar la visita se puede degustar este agua que lleva atrayendo a personas a Bath desde hace más de dos mil años. Sabe a hierro. Al salir de esta completa visita vamos a comer un típico “rustido de los domingos” o sunday roast en un pub tradicional. Los domingos el horario de visita de la abadía de Bath es muy escaso. Abren solamente entre la una y las dos y media y luego a media tarde un par de horas más. A veinte minutos de abrir ya hay una larga cola. La entrada cuesta 6,50£ si se coge también una audioguía que te descargas directamente en tu móvil. Esta es muchísimo más breve que la de los Baños Romanos. El interior es un fantástico ejemplo de gótico perpendicular. Al salir, nos dirigimos un poquitín al norte, donde está la plaza The Circus, con señoriales edificios con la fachada curvada para formar un círculo casi perfecto de viviendas de estilo georgiano, albergando un delicioso jardincito en el centro. Muy cerca está el elegante Royal Crescent, con sus treinta casitas de fachada idéntica formando un enorme semicírculo. Actualmente una de ellas es un museo y otra es un lujoso hotel. Paseamos por el extenso parque de enfrente. Y para finalizar la visita a Bath, damos una vuelta más por las calles comerciales del centro hasta que es la hora de tomar el tren en dirección a Bristol. Una vez en Bristol, entre la estación y el centro, pasamos por la peculiar Temple Church, su torre de Pisa particular. Lo que queda después de los bombardeos nazis es sólo el esqueleto de la iglesia. Pero la inclinación de la torre no tiene nada que ver con ninguna guerra, ya desde su construcción en el siglo XIV se empezó a inclinar, aún así, siguieron construyéndola. Nos queda un buen rato de tarde por delante y decidimos dar una vuelta por la Old City y los muelles que la rodean. Pasamos por delante del histórico Grand Hotel, de estilo renacentista, construido por la característica piedra amarillenta tan típica de las ciudades de esta zona. Desde la calle The Grove, al sur del todo de la Old City, se tiene una bonita vista del campanario de Redcliffe y una hilera de casitas de colores por las que es conocida Bristol. También pasamos por la Queen Square, un animado parque de estilo georgiano. Con tanto paseo nos está dando ganas de sentarnos un rato y tomar algo. En la calle King Street encontramos una amplia variedad de pubs tradicionales. La elección es difícil pero nos quedamos con The Llandoger Trow. Habiendo descansado un poco, seguimos pululando por el centro. Nos encanta el aire lúgubre medieval del All Saints Lane. Esta callejuela cruza los centenarios Saint Nicholas Markets, que hoy están cerrados. Más arriba, al extremo norte de Broad street vemos la iglesia de Saint John, muy curiosa porque la base de su campanario está abierta al tránsito, formando un pequeño arco gótico. Pero no todo es medieval, a pocos metros, en esta misma calle, nos sorprende la original fachada del edificio Edward Everard, de estilo Arts & Crafts, lo que vendría a ser el modernismo, pero a la inglesa. Estamos cerquita del hotel y se está haciendo tarde, vamos a buscar algún sitio para cenar pero ya todo está cerrado, así que cenamos en el mismo hotel. Etapas 1 a 3, total 4
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