Amanecemos temprano y con las energías a tope, nos dirigimos al metro para llegar al centro e ir a por nuestra Prague Card para empezar a descubrir la ciudad. Puede recogerse en el aeropuerto, pero a la hora que llegamos la oficina ya estaba cerrada y teníamos que esperar hasta las 9 de la mañana para poder recogerla en la plaza vieja, así que decidimos ir hacia el puente de Carlos antes de que aquello se pusiera imposible. Bajamos en Staromestská y nada más salir, nos encontramos de cara con el Rudolfinum.

Bajamos por la orilla del río hasta llegar delante de la torre del puente de Carlos que, efectivamente, aún no estaba plagado de gente ni de vendedores pasadas las 8 de la mañana.

A pesar del día triste que se aprecia en las fotos, parecía que iba asomando el sol y no hacía frío. Después de recorrer el puente de arriba abajo, nos dirigimos hacia la plaza vieja para poder estar en la oficina de turismo bien puntuales y, a pesar de ser a penas las 9 de la mañana, los guías turísticos ya están al acecho para ofrecer sus free tours a todos los turistas. He de decir que es la ciudad europea donde más españoles se me han acercado a ofrecerme free tours. A los primeros me paraba a explicarles que tan sólo teníamos dos días y no teníamos tiempo para el tour, pero eran bastante insistentes. El último día descubrí que la mejor manera era decirles que ya me iba de la ciudad, entonces no insistían más. La verdad es que soy de las turistas que siempre hace el free tour para situarme en la ciudad y porque no soy muy entendida en historia y me gusta que me pongan en contexto para entender lo que estoy viendo, junto con las anécdotas o leyendas del país (y por lo que entendía, Praga estaba repleta de leyendas misteriosas), pero por mucho que intentamos introducir en nuestro planning el free tour, eran dos horas que nos descuadraban siempre y mi compañero ya podía ir explicándome hechos históricos, así que fue un sacrificio necesario.
Para recoger la Prague Card tan sólo tuvimos que enseñar nuestra reserva, que hicimos a través de CIVITATIS, y la chica nos escribió el día de inicio y de caducidad de la tarjeta, así como nuestro nombre y apellidos. Le preguntamos algunas dudas pendientes y con el wifi del lugar configurado, que nos iría muy bien cuando estuviéramos por el centro para poder buscar algunas direcciones, nos encaminamos hacia el barrio judío.
Teníamos entrada gratuita a todas las sinagogas excepto a la Nueva-Vieja, pero después de pensar en si valía la pena o no, decidimos no comprar la entrada puesto que era bastante cara teniendo en cuenta lo que ya habíamos pagado. Empezamos nuestro recorrido visitando la sinagoga de Maisel, sorprendentemente cerca de la plaza vieja. Para mi gusto, la más renovada por dentro y la que tiene el exterior más curioso. Aquí nos validaron la Prague card y nos dieron la entrada para todo el recorrido.

Saliendo de Maisel, seguimos recto y giramos a mano izquierda y aparecemos ya en la sala de ceremonias, desde donde vemos el final del cementerio judío, así que deshacemos un poco el camino y aparecemos en la sinagoga de Pinkas, con los 80.000 nombres escritos a mano de los judíos checos y moravos víctimas de la persecución nazi. En el piso superior hay una pequeña sala con dibujos expuestos de los niños que vivieron todo aquel desastre y, la verdad, a mí me impresionó muchísimo.
Accedemos al cementerio, sorprendentemente vacío en el momento en el que entramos, hecho que hace más lúgubre la visita. Es una pasada ver las lápidas amontonadas, sin saber dónde empiezan y acaban muchas de ellas.
Algo de lo que me acabo de dar cuenta ahora mismo y que me hace sentir muy, muy, muy estúpida, es que nada más salir del cementerio, acabas delante de la puerta de la sala de ceremonias. Eso ya lo sabíamos, porque acabábamos de visitarla. No hay problema. Salimos tan confidentes que no nos dimos cuenta que delante de nuestras narices estaba la sinagoga de Klaus. Seguimos avanzando para ir hacia la sinagoga Vieja-Nueva a preguntar por el precio, y dimos aquella zona del barrio por finiquitada y hasta ahora mismo, no me he dado cuenta de que no entramos a Klaus. Tuvimos un lapsos tan tremendo (y, sinceramente, tampoco hice una búsqueda exhaustiva de cada una de las sinagogas, metiéndolas en un saco y confiando en mirar bien el mapa una vez estuviera allí), que nunca más se supo de Klaus. Así que… ya tengo un motivo para volver a Praga
Después de este tremendo lapsus, nos dirigimos a la sinagoga española. Sin duda, la más representativa para mi gusto. La fachada y la decoración interior te dejan embobado, admirando todos los detalles. En el piso superior sigue la exposición con fotos, dibujos, poemas, etc. de judíos. También decir que en el mismo piso superior tienen unos baños públicos, que siempre va bien. Justo en la entrada también podéis ver el monumento de Frank Kafka.
Teníamos ganas de ver la sinagoga de Jerusalén, que no aparecía en el recorrido pero que nos habían dicho que merecía la visita. Desgraciadamente, estaba cerrada en temporada baja, así que nos teníamos que conformar con la fachada, pero nos dijeron que valía la pena, así que pasaríamos por delante más tarde.
Con la ignorancia de no haber visto la sinagoga de Klaus (que ya es una espinita clavada, porque pasamos literalmente por delante), dimos por finalizado el barrio judío y decidimos ir hacia el Klementinum. Al llegar, nos dijeron que teníamos que pagar en efectivo, cosa que nos trastocó un poco los planes ya que no pensábamos ir en busca de un EXCHANGE hasta por la tarde. Nuestra amiga nos había dado la dirección de uno que era fiable, ya que por el centro es prácticamente imposible conseguir un buen cambio. Pudimos comprobar cómo había algunas oficinas que tenían la poca vergüenza de hacer un cambio de 1€ = 16 CZK, o aplicar comisiones del 28% (ya íbamos preparados después de ver el vídeo en youtube de “Honest guide” - www.youtube.com/watch?v=2zQ5j3T0v0I). El sitio está en la calle Jindrisská 12, se llama PRAHA EXCHANGE, el exterior es rojo y supimos que era ese porque tenía cola, lo que no habíamos visto en ninguno de los anteriores que habíamos entrado a mirar la tabla de cambio. Esperamos nuestro turno y conseguimos un cambio con 0% de 1€ = 25,4, así que perfecto. Antes de entrar aquí, por cierto, vimos Wenceslao ya que esta calle está justo a la derecha de Mustek, así que ya aprovechamos para recorrer la avenida. También nos desviamos un poco para encontrar el lugar, ya que íbamos con el mapa en vez de con Google y un mal giro nos hizo acabar en la cabeza giratoria de Kafka, pero así íbamos callejeando y empapándonos un poco de la ciudad.
Saliendo del Exchange, vimos una torre que parecía la de la pólvora, pero en pequeñito. Era la torre de Henry, una torre privada con un restaurante dentro. Con la Prague card teníamos descuento del 50% para visitarla, pero ya nos entraba la torre de la pólvora, así que no subimos. Pero nos había servido acabar allí ya que estábamos a una calle de la sinagoga de Jerusalén, así que giramos a la derecha y allí estaba. La verdad es que sí valía la pena verla, aunque tan solo fuera el exterior.

Volviendo hacia el centro histórico, llegamos a la torre de la Pólvora, desde donde conseguimos las primeras vistas desde las alturas de la ciudad. También entramos al hall principal de la Sala municipal, que estaba justo al lado, por chafardear un poco.
Se nos estaba haciendo ya un poco tarde, así que decidimos dejar el Klementinum para después de comer. Nuestra amiga nos había recomendado algún sitio, así que nos dirigimos a información turística para aprovechar y ver el ayuntamiento antes de ir a comer. Por cierto, tuvimos la magnífica suerte de visitar Praga cuando el reloj astronómico estaba fuera de servicio y, en su lugar, había una fantástica lona con una foto, así pues no sólo tengo que volver a Praga para ver Klaus, sino para ver el icónico reloj. El ayuntamiento sólo podíamos visitarlo con un guía, y no nos coincidían bien las horas ni para el de inglés ni para el de español, y aunque pintaba interesante, no era una prioridad, así que nos conformamos con aprovechar las magníficas vistas desde la torre del mismo.

Ahora sí, eran casi las 3 de la tarde y, a parte de hambre, necesitábamos parar un poco, así que nos dirigimos a U PARLAMENTU, justo al lado de la parada de metro de Staromestská, cerca también del Klementinum. Es un restaurante con muy buena calidad-precio. Por unos 12€ tuvimos un plato principal típico checo con una bebida, y estaba muy rico. Justo nos tocó un camarero español, fueron rápidos y simpáticos. Eso sí, no tenían wifi.
A la hora de pagar, no nos pusieron problema en pagar por separado con tarjeta de crédito, y muy sutilmente nos dijeron que el datáfono les “preguntaba” si queríamos añadir una propina, y que lo normal en Praga era dar un 10%, que en nuestro caso sería de poco más de 1€. Aproveché para preguntarle cómo calculaban después las propinas de cada uno, y me explicó que todas las propinas acaban en un “fondo” a parte de la cuenta, que dividen a partes iguales al final del día entre los camareros. Yo acepté, porque había comido bien y 1€ me parecía aceptable, pero es cierto que si no hubiera querido dar propina, por el motivo que fuera, hubiera sido un momento muy incómodo y violento pues les estas diciendo a la cara que no piensas darles ni un duro de más, que no es como pagar tu cuenta e irte sin decir nada. Lo digo porque al día siguiente me volvió a pasar, y es un momento en el que te pillan que no sabes que decir (en mi casa, que viajamos con un presupuesto bastante ajustado y mochilero).
Con las pilas recargadas y nuestras coronas en efectivo, nos dirigimos al Klementinum. Tienen visitas casa media hora, y nosotros por dos minutos no pillamos la de las 4 de la tarde, así que tuvimos que esperar y aprovechamos para visitar a Freud colgado, que estaba por ahí y que me hacía mucha gracia ver.
Hicimos la visita, que duraba unos 45 minutos, para poder ver la biblioteca, que era la razón por la que lo hicimos. Con la Prague card teníamos descuento y tuvimos que pagar 150 CZK del precio toral. La biblioteca es una pasada, aunque tiene una valla al inicio que no te permite acceder, y tienes que conformarte con verla por turnos desde la entrada. Aun así vale la pena. Tuvimos bastante debate con visitar el Klementinum o Strahov, y optamos por ver los dos. A mí, sinceramente, me impresionó mucho más el primero. Nos recalcaron que estaba prohibidísimo hacer fotos de la biblioteca, pero todo el mundo sacaba disimuladamente el móvil y cuando vieron que el guía, que estaría harto, tampoco decía nada, ya los sacaron descaradamente y hicieron fotos sin flash. Las vistas desde la torre también eran muy bonitas, aunque para subir hasta arriba tienes que subir unos escalones bastante empinados y no muy fiables, pero al ir haciendo la visita por bloques no se hace tremendamente pesado.
Salimos de allí pasadas las 5, estábamos bastante exhaustos pero no podíamos parar aún. Nos dirigimos hacia Petrin, que para nuestra desgracia tiene el funicular en desuso en esta temporada, y conscientes de la caminata que nos esperaba, enfilamos sin más dilación hacia la colina. Accedimos cruzando el puente de la legión, justo delante del Teatro nacional. Llegamos al monumento de las víctimas del comunismo, que da bastante mal rollito, y nos colamos por un atajo justo detrás del monumento.
Empezó la ascensión, que no calculé pero que duró unos 40 minutos, hasta llegar a la torre de Petrin. Entramos al laberinto de los espejos, ya que nos entraba gratis con la Prague Card, y que por fuera parecía un castillo en miniatura de Disney. Es muy pequeñito pero muy gracioso, imagino que con niños es más entretenido. Si no nos hubiera entrado gratis no creo que hubiera valido la pena pagar, pero fue un momento gracioso aunque breve. Subimos a la torre de Petrin, que también era gratis, justo cuando estaba anocheciendo. La pequeña Torre Eiffel en miniatura tiene dos pisos, el primero abierto y el segundo ya cerrado. Fue muy bonito ver Praga iluminada, pues ya la habíamos visto desde las alturas a la luz del día desde la colina. Se podía ver perfectamente la parte del río, con todos los puentes y el recinto del castillo allí mismo.

Ya de noche bajar de la colina no fue tan fácil, ya que los caminos no estaban muy iluminados y algunos tramos que habíamos acortado campo a través eran inviables sin luz. Cuando al fin llegamos abajo, volvimos al puente de Carlos, donde habíamos quedado con nuestra amiga para ir a tomar algo y descansar por fin. Eran las 7:20 y estábamos muertos, así que decidimos buscar ya un sitio para cenar. Probamos en varios lugares del centro donde nos estaba guiando, pero los dos primeros estaban a tope a pesar de ser martes y de estar un poco más escondidos que los típicos restaurantes de las calles principales, así que cansados de dar vueltas y, personalmente, siendo una enamorada de la cadena Vapiano, optamos por ir hacia el centro comercial justo delante de la cabeza de Kafka. Después de cenar y charlar, decidimos ya dar por finalizado el día, pues no podíamos ya con nuestros cuerpos, necesitábamos una buena ducha y una buena noche de descanso para enfrentarnos al siguiente día, que no iba a ser mucho más tranquilo que el que acabábamos de tener.