Viernes 6 de abril de 2018: Postdamerplatz + Tiergarten + Columna de la Victoria + Iglesia memorial del Kaiser Wilhelm + Kurfürstendamm
Nos levantamos y bajamos a desayunar. A las 9:00 am hicimos el check-out y pagamos la estadía, ya que, en el caso de este hotel, la reserva que habíamos hecho por Internet solo abarcaba la primera noche y el resto se abonaba al final.
Caminamos hasta la estación central, Praha Hlavní Nádraží, y nos quedamos esperando a que en los carteles se anunciara la plataforma por la que saldría el tren EuroCity 174 con destino a Berlín. Llevábamos impresos los billetes que habíamos comprado por Internet en el sitio web de la empresa checa CD.CZ tres meses antes. Al igual que cuando habíamos llegado a Praga, nos sorprendió ver gente que se acercaba a los viajeros con el fin de agarrar su equipaje y ofrecerse a llevarlo a cambio de dinero.
La plataforma 3 apareció en pantalla unos 20 minutos antes de que el tren llegara a la estación. Como de costumbre, tratamos de subir al tren con tiempo para asegurarnos el espacio en el portaequipajes. Esta vez viajábamos en primera clase, porque a la hora de comprar los billetes no había mucha diferencia de precio entre primera y segunda clase. La reserva de asiento era optativa; nosotros la compramos por un suplemento. Por eso, arriba de nuestros asientos había una pantalla que marcaba el tramo reservado ("Praha hl.n. – Beriln Hbf”), mientras que, en los asientos sin reserva, la pantalla estaba vacía.
Los asientos eran cómodos y estaban distantes unos de otros, lo que dejaba un espacio razonable para poder estirar las piernas sin problemas.
En el portaequipajes más cercano a nuestra ubicación (en uno de los extremos del vagón) había espacio suficiente para dejar nuestras valijas/maletas grandes, pero una tercera del mismo tamaño ya no entraba. Desconocemos si en el otro extremo del vagón había un portaequipajes con más espacio.
El tren tenía wi-fi, conector USB y hasta regalaban una botellita de agua a cada pasajero. Por algún motivo, relacionamos el conector USB con un adaptador universal que habíamos traído y que veníamos usando para cargar las cámaras y los celulares. Al tratar de encontrarlo sin éxito en nuestras mochilas, nos dimos cuenta de que nos lo habíamos olvidado en la habitación del hotel de Praga. Google nos ayudó a descubrir que en la estación de trenes de Berlín había un local, Media Market, donde podíamos encontrar un nuevo adaptador.
El tren salió a las 10:21 am y, después de 4:20 hs de viaje, llegó a Berlín a las 14:41 pm, tal como estaba previsto. Durante el trayecto pasaron revisores dos veces para controlar los billetes y no hubo control de pasaportes.
La estación central de trenes, Berlin Hauptbahnof, era inmensa. De hecho, es considerada la estación ferroviaria de paso más grande de la Unión Europea.
En primer lugar, buscamos el Media Market. El local era grande y lo encontramos enseguida. Sin embargo, los pocos adaptadores que estaban a la venta no nos convencieron, así que nos fuimos con las manos vacías. Por suerte, teníamos otro adaptador que pudimos usar el resto del viaje.
En segundo lugar, nos dirigimos a una oficina de información turística para comprar dos Berlin Welcome Card de 5 días, zonas ABC (a 41,50 EUR por persona), con las que podíamos usar el transporte público en forma ilimitada. Más que una tarjeta, la BWC era un billete de transporte que venía acompañado por un pequeño libro en varios idiomas (entre ellos, español) que incluía un mapa de la ciudad y en el que se detallaban todos los descuentos, ya sea en atracciones, museos o restaurantes. Para viajar, había que validarla (es decir, insertarla en la ranura de una pequeña máquina) solamente una vez, al subir al primer medio de transporte. Para obtener los descuentos, había que mostrarla una vez validada.
En Berlín había distintos abonos o tarjetas; a la hora de hacer cuentas, nos convenía más la Berlin Welcome Card zonas ABC de 5 días (41, 50 EUR) que la Berlin City Tour Card zonas ABC de 5 días (37,90 EUR), el abono de transporte de 7 días (37,50 EUR) o varios abonos de 24 hs, uno para cada día (7 EUR para zonas AB; 7,70 EUR para zonas ABC), porque hicimos la diferencia con los descuentos de las distintas visitas. Obviamente, mientras más se usa la BWC, más se amortiza.
El siguiente paso, o desafío, era llegar al hotel: para eso, teníamos que tomar el tren S7 hasta la estación Friedrichstraße y luego el metro U6 hasta U Stadtmitte. Eran tantas las plataformas desde donde salían los trenes que, en vez de perder tiempo para tratar de encontrar la correcta, fuimos a una de las oficinas de la Deutsche Bahn (DB, empresa ferroviaria alemana) a preguntar.
Antes de subir al tren, validamos la BWC en una de estas máquinas que había en los andenes de la estación:
Veníamos bien acarreando nuestras valijas/maletas en las estaciones de transporte público hasta que llegamos a la estación del metro U6: allí, los ascensores estaban fuera de servicio y teníamos que usar las escaleras. Hasta ese momento no habíamos tenido tal inconveniente, porque siempre usábamos una escalera mecánica o un ascensor. Un señor nos vio y muy amablemente se ofreció a llevar una de nuestras valijas por las escaleras, ayuda que no rechazamos.
Tardamos un poco en ubicarnos cuando salimos de la estación de metro U Stadtmitte, pero finalmente llegamos al hotel, que quedaba a muy pocas cuadras.
A las 16:00 pm hicimos el check-in en el Gat Point Charlie que, como era de suponerse, estaba ubicado a metros del paso fronterizo CheckPoint Charlie. El personal en recepción fue muy amable y hablaban español. Nuestra habitación (302) estaba en el tercer piso. Era amplia, tenía televisor, un armario, caja de seguridad, un escritorio con una silla y un baño sencillo y funcional. El wi-fi funcionaba muy bien.
Justo al lado del hotel había un restaurante de comida asiática, al que también se podía acceder desde la recepción. No contratamos desayuno (12 EUR por día), pero en los alrededores había varias opciones para desayunar. Ofrecían un servicio de alquiler de bicicletas, algo que nos llamó la atención durante nuestra estadía, porque al parecer no solo en Ámsterdam veríamos multitud de personas andando sobre dos ruedas.
El Gat Point Charlie nos pareció muy recomendable, no solo por la relación precio-calidad, sino también por la ubicación, ya que estaba cerca de algunas estaciones de metro y se podía llegar caminando a distintos puntos de interés (por ejemplo, la Puerta de Brandeburgo estaba a 15 minutos a pie).
Dejamos nuestras cosas y salimos para aprovechar lo que quedaba del día. El hotel estaba justo en frente de una plaza, la Bethlehemkirchplatz, donde había dos esculturas muy curiosas: una llamada “Memorias Urbanas” (izquierda), perteneciente al artista español Juan Garaizabal, y la otra titulada “Houseball” (derecha), de la pareja de artistas Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen.
Caminamos en dirección a Postdamer Platz, donde vimos el semáforo más antiguo de Europa:
Luego atravesamos el Tiergarten, el parque principal de Berlín. El terreno era inmenso, lástima que el paisaje quedaba opacado por la gran cantidad de árboles que aún no tenían su color verde.
Después de un agradable paseo, llegamos a la Columna de la Victoria.
En realidad, llegamos era un decir, porque para alcanzar la base había que cruzar un paso subterráneo:
Para entrar a la Columna de la Victoria pagamos 3 EUR cada uno. Visitamos una exposición de maquetas de distintos edificios del mundo que había abajo y a continuación, tras subir una angosta escalera de caracol con 285 escalones, llegamos al mirador panorámico, desde donde contemplamos unas bonitas vistas:
Para llegar a nuestro siguiente destino, la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm, tomamos el bus 100 en una de las avenidas cercanas y en menos de diez minutos estábamos en la zona. Esta Iglesia fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y hoy en día sus restos y las construcciones aledañas conforman un memorial. Los berlineses apodaron "muela picada" a la iglesia en ruinas. A la torre de al lado (construida como campanario) la llamaron "el lápiz labial" y actualmente es una tienda de souvenirs.
El otro edificio que formaba parte del memorial, la Iglesia Nueva, fue apodado "la polvera". El interior, lleno de cristales azules, era precioso y muy llamativo.
Entramos a la Iglesia, donde había una exposición de fotos y paneles explicativos acerca de su historia. Las dos fotos que más nos impactaron fueron aquellas relativas al edificio antes de los bombardeos (izquierda) y después de los bombardeos, entre 1943 y 1945 (derecha):
Esta visita nos pareció una de las tantas que definitivamente no hay que perderse si están de paso por Berlín.
Antes de caer la noche, dimos un breve paseo por la Avenida Kurfürstendamm (coloquialmente llamada Ku’ Damm), una de las calles más transitadas de la ciudad, llena de tiendas y restaurantes. Pasamos por enfrente del gran centro comercial KaDeWe, acrónimo de Kaufhaus des Westens, e hicimos compras en H&m y Uniqlo.
Desde allí nos tomamos el metro U2 hasta la estación Mohrenstrabe, pasamos por el hotel a dejar las bolsas y salimos a cenar.
El lugar elegido fue el restaurante Maximilians, ubicado a cinco minutos a pie de nuestro alojamiento. Habíamos hecho una reserva, pero llegamos más tarde, a las 22:00 pm, y había bastante lugar. La atención fue cordial, pero el servicio, un poco lento. Los precios eran acordes y la comida era rica y abundante. De entrada, pedimos un mix de salchichas con ensalada y, como platos principales, cerdo a la napolitana con papas y bife de cerdo con huevo frito y ensalada de papa. Con dos bebidas (una de ellas, cerveza) y propina incluida, pagamos 50 EUR.
Una hora después, volvimos al hotel a dormir.