27 de junio.
Mi último día en Bali. Bajé a desayunar (esta vez probé el Deeva bubur ayam, unas gachas de arroz con pollo, frutos secos y fideos transparentes) y a las 10 tomé de nuevo el shuttle para la ciudad.
Esta vez no tenía pensado visitar nada, sino simplemente algunos recuerdos. A las 12 y pico volví de nuevo al hotel y a las 13:00 salí hacia el aeropuerto.
Tenía 3 horas por delante hasta que saliese el vuelo a Makassar y encima se retrasó media hora.
Llegué al aeropuerto de Makassar y le dije al de la asistencia PMR que necesitaba ir en taxi hasta la estación Daya. Me llevó directamente a un taxi, con lo que me imaginaba que no me iba a cobrar la tarifa de zona 1. Efectivamente me cobró la tarifa de zona 2.
El taxista me dejó junto a la oficina de Metro Permai, empresa de autobuses en la que supuestamente el guía que iba a tener en Rantepao me había reservado un billete de autobús por 200000 IDR con salida alrededor de las 21:00. Después de hacérselo saber al empleado, que por suerte chapurreaba algunas frases de inglés, me vendió un billete con salida a las 21:20. Después de estar esperando más de una hora en la anodina sala de espera, mientras que veía en la TV del año la polca un reality indonesio y por otro lado escuchaba los vídeos que la otra empleada de la empresa veía en su móvil a todo volumen, salí al andén que me indicaron para ver si estaba por allí el autobús a Rantepao. Ciertamente había uno, pero el conductor indicó que no era el correcto. ¿Por qué? Ni idea. No hablaba inglés. Me señaló el andén contiguo. Allí, otro hombre que hablaba algo de inglés, me dijo que era el andén correcto y que otras mujeres que había a mi lado también iban a Rantepao. 5 minutos después cogió mi billete y me dijo que esperara. A los pocos minutos volvió y me llevó a otro andén donde había un autobús que al parecer sí que era el correcto. Todavía no sé cómo no me quedé en tierra y no perdí el autobús.
El asiento muy cómodo, reclinable y con manta. Durante todo el viaje, que duró 8 horas estuvo diluviando. Se me hizo pesado. Hizo muchas paradas, encendían la luz y me costó trabajo dormirme.
28 de junio.
A Rantepao llegamos a las 5:30. Pensaba que sería a una estación de autobuses, pero en esta ciudad cada compañía tiene su parada, en la misma calle, eso sí. Total, que a las 5:30 me bajé del autobús y me metí en una especie de garaje que resultó ser Metro Permai. Del guía ni rastro y ya creía yo que a lo mejor había llegado antes (pensando que habría cogido un autobús con salida anterior) y al no verme se habría ido. El hotel Luta Resort se supone que estaba a unos 100 m, pero no sabía en qué dirección ni había nadie en la calle a quien preguntar. A los 20 minutos asomó un hombre que resultó ser mi guía, Arruan Tangdilintin. Iba con otro hombre en moto, que me llevó a mí primero al hotel y luego al guía. Llegué todo mojado y la maleta igual, no sólo por fuera, sino por dentro. Algo de agua se metió.
Mientras que esperaba que arreglasen la habitación que me iban a asignar, el guía me explicó que no iba a poder ejercer de tal durante los siguientes 3 días, porque su mujer estaba embarazada e iba a dar a luz. Me presentó al otro hombre, de nombre Gibson, que iba a ser mi nuevo guía y me dijo que confiase, que se conocía toda la región perfectamente bien. Pagué las 3,700,000 IDR y quedamos a las 9:00 para comenzar la primera excursión.
En cuanto al Luta Resort
www.booking.com/ ...ja.es.html
es un hotel de 3* de diseño tradicional en el que la fachada representa una de las casas típicas que luego vi. Al lado del vestíbulo hay un jardín tropical, por el que hay que pasar para ir al restaurante, a la piscina y subir a las habitaciones. Con la lluvia no me dio la sensación de que fuese muy apetecible bañarse. Tampoco es que me hiciese mucha gracia la ubicación de la piscina al lado del restaurante. Demasiado pública. La habitación que me asignaron estaba en la tercera planta del hotel (sin ascensor). A media subida había muy buena panorámica por uno de los ventanales, ya que se podía ver el río justo detrás del hotel y al fondo un campo de arroz. El cristal no estaba muy limpio, así que imposible hacer fotos decentes. En cuanto a la habitación, a primera vista se veía bastante bien, espaciosa, cama grande, escritorio, TV plana, hervidor de agua para té y café, botella de agua gratuita, un pequeño balcón con vista al jardín, TV, un par de butacas. El cuarto de baño también se veía bien y grandecillo. Eso a primera vista. Con una inspección más detallada observaba bastantes detalles de falta de mantenimiento.
Bajé a desayunar a las 7. El desayuno es de tipo buffet y bueno, no es que no tuviese poco, pero no me entraba por la vista y no me apetecía. Lo que más desayuné los 3 días fue nasi goreng.
Salimos a las 9 de la mañana y no llovía. Junto con Gibson haciendo de guía, iba el conductor. El coche, un buen todoterreno en muy buen estado y nuevo.
Lo primero en ver esa mañana fueron las casas típicas, llamadas tongkonan, en Maruang. Estas casas tienen el tejado con forma de barco, se cree que en recuerdo de aquellos primeros habitantes de la región que llegaron en barco procedentes de algún lugar de Indochina. Frente a las tongkonan que tienen uso de vivienda, hay otras que se utilizan como granero, para guardar el arroz. Están elevadas sobre el nivel del suelo para evitar humedades y bichos y están sostenidas sobre pilares de madera. En las tongkonan más tradicionales la cubierta del techo está formada por hojas de bambú, pero en las más nuevas se va sustituyendo en muchos casos por láminas metálicas, al ser su coste de mantenimiento inferior y deteriorarse con menos facilidad que el bambú. En la decoración de las tongkonan suelen predominar los siguientes colores:
blanco, representando la pureza
negro, representando la muerte y la oscuridad
rojo, representando el color de la sangre que simboliza la vida humana
amarillo, la bendición de Dios y el poder
Algunas escenas se repiten en la decoración, como el sol y los rayos, figuras que representan búfalos (símbolo de prosperidad y sacrificio ritual).
Todo esto lo pude ver en estas casas de Maruang. Adicionalmente, sobre uno de los pilares de la vivienda estaban uno sobre otro una colección de astas de búfalo, que corresponderían probablemente a la celebración de algún funeral familiar.
Hablando de funerales, asistí a uno en el pueblo de Londa. Me explicó Gibson que era de un hombre de clase alta que había fallecido 6 meses antes. Según las creencias animistas de los Toraja (sus creencias más arraigadas pese a haber sido convertidos mayoritariamente al cristianismo hace un siglo por los holandeses), hasta que no se celebra el funeral, la persona no está muerta sino enferma y como tal la mantienen y cuidan en su casa, le hablan, le dan comida, etc… La organización del funeral lleva desde meses hasta varios años, ya que aparte de los preparativos para la celebración uno de los aspectos más importantes, sino el que más, es la adquisición de búfalos para sacrificarlos durante el funeral. Y cuantos más búfalos mejor. Según sus creencias animistas, el sacrificio de estos animales garantiza que el fallecido vaya al paraíso y desde él pueda velar por la seguridad y la prosperidad de la familia. Los funerales toraja duran no menos de 4 días en los que se celebran diferentes actos.
En este funeral en concreto se estaba celebrando el primer día. En el lugar de celebración se habían montado diferentes tongkonan y pabellones para acoger a los invitados y realizar los diferentes actos.
Según llegaba vi algunos cerdos a los que les estaban pasando por encima una especie de manguera que estaba conectada a una bombona. Olía raro. Me imaginaba que los estaban quemando con alguna sustancia o gas, pero no sé si para matarlos de esa manera o ya estaban muertos.
El guía me invitó a sentarme sobre el suelo de un tongkonan y me indicó que entregara el obsequio, que se trataba de una caja de cigarrillos. Esto me garantizó que me ofreciesen un té y una serie de dulces, entre los que había unas galletas típicas toraja, de aspecto nada apetecible pero de buen sabor.
Una de las cosas que más me impresionó fue la cantidad de cerdos que llevaban en motos y camiones para ser sacrificados. Estos cerdos los transportaban con un palo de madera de bambú que los cerdos llevaban sobre su lomo. Las patas las llevaban atadas y bajo su lomo iban sujetos por otro palo de bambú.
Tuve la maravillosa "suerte" de que junto al sitio donde me senté empezaron a amontonar unos cuantos cerdos. Muy a menudo escuchaba sus horribles berridos como si no hubiese un mañana. Luego se tranquilizaban hasta que se volvían a alterar por algo. Alguno incluso se movía tan violentamente pese a estar atado, que me tuve que desplazar de mi sitio hasta por 3 veces. Observaba como les temblaba el lomo y cómo alguno se meaba. Sabían lo que les esperaba. Me entró mucho agobio, no sabía dónde mirar y las escenas anteriormente detalladas me desagradaban enormemente.
Simultáneamente, los invitados empezaban a llegar y a acomodarse en los distintos pabellones.
Me fijaba en sus vestimentas y en que el calzado oficial eran las sandalias. Teniendo en cuenta el barrizal que era todo el suelo, muy limpio no era. Los invitados incluso tenían que esquivar los cerdos que había tirados por la tierra. Yo pensaba, “como alguno se revuelva se cae alguien encima”.
Un grupo de mujeres iba atendiendo a los invitados y sirviendo comida y bebida. En todos los funerales toraja interviene una asociación de voluntarias para dar soporte a la familia que organiza el funeral. Son mujeres de la aldea o aldeas cercanas.
Más a lo lejos un grupo de hombres estaba finalizando la construcción del tongkonan sobre el que pondrían el féretro con el fallecido, para hacer la procesión alrededor de la aldea.
A partir de las 12, que era como la hora de comienzo de los actos oficiales del funeral, un grupo de hombres en coro comenzaron a danzar (un movimiento rítmico de lado a lado) en círculo y a entonar un cántico en honor al fallecido.
Cuando por fin tuve el gusto de irme del tongkonan en la que estaba sentado, me acerqué a otro pabellón donde unas mujeres golpeaban rítmicamente con un palo de madera de bambú un cajón grande, en el que si no entendí mal, lo que hacen normalmente es machacar el arroz.
Por otra parte del recinto estaban las nietas del fallecido vestidas con trajes típicos.
Más tarde me invitaron a comer en un pabellón acondicionado para aquellos asistentes no están relacionados con el funeral. Nasi goreng servido con pescado seco y carne de cerdo cocinada en bambú sobre una hoja. Como cubiertos, las manos.
Justo cuando terminé de comer, que no me llevó demasiado rato, empezó la procesión, en la que participaban niños, mujeres y hombres jóvenes y más mayores. Sobre los hombros, los hombres transportaban la tongkonan con el féretro situado en el interior. La efusividad era tal que yo creía que en algún momento la tongkonan terminaría por los suelos y el féretro rodando camino abajo.
A la vuelta de la procesión, desmontaron la tongkonan y entonces tenían que subir el féretro por unas escaleras de bambú hasta la planta alta de otra tongkonan, sobre la que permanecería el féretro hasta finalizar las celebraciones del funeral. El guía me enseñó un vídeo de un funeral de un par de semanas antes en el que al subir el féretro se les escurrió y mató al hijo de la mujer que iba en el féretro.
Nos fuimos ya del funeral. Por el camino había un rastro de sangre y a muchos cerdos les estaban aplicando la manguerita esa. El olor era desagradable y escuchaba continuos berridos de cerdos, pero no sé si eran de estos o de otros.
A continuación fuimos a Marante. En este pueblo hay enterramientos en cavidades excavadas en la pared de una montaña que luego cubren con una puerta de madera. Es donde realmente son enterradas las personas una vez celebrado el funeral. Delante de las puertas ponen los tau-tau. Estas son representaciones talladas a imagen del fallecido. Esto sólo ocurre si la familia pudo reunir al menos 24 búfalos para sacrificarlos en el funeral. Si no, sólo ponen una foto.
Al pie de la montaña (o en diferentes niveles de ésta) ponen también un tongkonan, ya que éste es el vehículo en el que los fallecidos hacen el camino hasta el paraíso. Además pueden poner otros objetos que le gustasen al fallecido en vida o asociados a su modo de vida.
El siguiente lugar fue Bolu market. Es el mercado de búfalos y cerdos cercano a Rantepao. Aquí es donde va la gente para vender estos animales y otros para comprarlos para los funerales. Los cerdos incluso se los pueden llevar en moto a su destino.
Vi cómo alimentaban a los búfalos y cómo los lavaban. De entre todos, parece que son muy valorados económicamente unos búfalos que tienen los ojos claros.
La última visita de la excursión fue la aldea tradicional de Buntu’Pune’.
Cuando regresé al hotel tuve que dedicar un par de horas a limpiar el calzado porque llevaba barro pegado por todas partes.
Para cenar fui al restaurante Monika, enfrente del hotel.
www.tripadvisor.es/ ...awesi.html
Pedí lo siguiente:
- Zumo de sandía
- Mie goreng Kwangton: no me disgustó pero los fideos estaban tiesos (demasiado al-dente) y llevaban una salsa verde que bueno…..
Pagué 70000 IDR. El personal fue atento.
29 de junio.
Tras el desayuno salí de excursión sobre las 9 de la mañana.
Primero fuimos a Lemo, población en la que hay otros enterramientos muy antiguos en la roca de la montaña. En estos, debido a la antigüedad, los tau tau eran tallas genéricas, es decir, que no estaban hechas a imagen y semejanza del muerto.
También compré unos souvenirs y eché una ojeada a la aldea tradicional. De regalo me llevé un kg más de barro y hierbajos en la suela del calzado. El conductor, para evitar que le dejase el coche por dentro hecho un barrizal, fue más precavido y puso unos cartones.
A continuación, Gibson me preguntó si seguía interesado en las ceremonias funerarias y yo, como no había tenido bastante con el del día anterior, le dije que sí. El funeral elegido fue en el pueblo de Sangalla.
En esta ocasión las celebraciones eran por una mujer de clase alta que había fallecido ni más ni menos que 2 años antes y durante este día tenía lugar el segundo día de actos. Nada más llegar al recinto que habían preparado comprobé que parecía mejor organizado y más lujoso que el del día anterior.
Lo primero que vi fue un búfalo enorme que llevaba sujeto un chico joven. Gibson me dijo que se trataba de un búfalo de pelea y que por ese motivo lo mantenían separado del resto.
Mientras tanto una fila de chicos desfilaba con otros búfalos que estaban llevando hacia el matadero.
Más tarde, sentado en otra tongkonan, vi como iban llegando los invitados de una familia, a los que se anteponía un hombre vestido con ropas tradicionales que danzaba dando saltos con un palo sujeto en la mano. Estos invitados eran acompañados a una tongkonan de recepción de invitados.
Posteriormente entró otro grupo de personas que pertenecían a la familia de la mujer fallecida, encabezados por un hombre que iba tocando la flauta y una mujer que cantaba una canción tradicional. La combinación del sonido de la flauta y la canción era muy especial. Emocionaba.
Otro grupo de mujeres vestidas con trajes tradicionales en naranja y negro y con un sombrero con forma de tongkonan, llegó detrás cantando y bailando. Según me contó Gibson, estas mujeres no tenían nada que ver con la familia sino que pertenecían a un grupo artístico profesional y sólo actuaban en los funerales de mujeres de alta sociedad.
El grupo de mujeres voluntarias llevaba la comida y bebida para los invitados.
Varios grupos de hombres se aproximaron a la tongkonan donde llegaban los invitados y empezaron a cantar y a danzar en círculo. Todos estos actos me parecieron llamativos.
A continuación los invitados eran acomodados en los diferentes pabellones y nuevamente comenzaron los mismos eventos para el siguiente grupo de invitados. La persona que estaba narrando los actos del funeral iba nombrando a los invitados.
Por supuesto, durante las 2 horas y pico que estuve llevaron un montón de cerdos atados que chillaban con desesperación.
Incluso en un vídeo que grabé de las danzas y cánticos que se desarrollaban, se escuchaba a los cerdos por encima.
Lo último que vi del funeral fue el sitio donde habían matado a búfalos y el trasiego de algunas piezas de carne.
Con esto di por finalizada mi asistencia a funerales, así que no vi el tercer día de celebración, correspondiente al sacrificio de los búfalos.
Con respecto a cómo aguantaban los "enfermos" tanto tiempo hasta la celebración del funeral, el guía me contó que le inyectaban una inyección de formol, con lo que el cuerpo podía aguantar hasta casi 10 años. Luego he leído por internet algún comentario de algún guía en el que si no fuese por ungüentos de hierbas, el olor sería insoportable.
Paramos para comer en un warung al lado de un campo de arroz en Sangalla. Muy pintoresco.
Pedí
- Zumo de Tamarella (¿tamarillo?)
- Chicken Pa’piong: pollo cocinado a fuego lento en madera de bambú y acompañado de verduras.
Tenía buena pinta, pero los trozos de pollo eran puro hueso, por lo que había poco que comer. Me decepcionó.
La cuenta final fue de 99000 IDR.
Más tarde llegamos a Kambira. Aquí vi dos cosas. Por un lado el árbol de los niños, donde enterraban antiguamente a aquellos bebés que fallecían antes de que les hubiese salido el primer diente. Me sorprendió que hacían un agujero en el tronco del árbol, en el que metían el cadáver. Después lo tapaban. Muchas de estas cavidades se habían encogido tanto que me pareció increíble que en algún momento hubiesen podido meter un bebé ahí. El guía comentó que con el crecimiento del árbol hacia arriba se suponía que el espíritu del niño se acercaba hacia el paraíso. Estos enterramientos los hacían no después de una hora de haber muerto el bebé. Este tipo de enterramientos ya casi no se hacen, a causa de la disminución de la mortalidad infantil (mejor sanidad, más ayudas internacionales o de organismos sanitarios, etc...).
La otra cosa que vi en Kambira fue una tongkonan con uso de vivienda por dentro, con las habitaciones dedicadas a dormitorio de los niños (sur) y de los padres (norte). Era posible comprar algún souvenir.
El último lugar antes de volver al hotel fue Tampangallo. Sitio sorprendente junto a un arrozal en el que vi cómo trabajaban los campesinos.
Se trata de una cueva con cientos de años de antigüedad, con tau-tau y féretros a la vista. En muchos casos, por el tiempo transcurrido, los féretros habían caído y estaban fragmentados. Por muchas partes de la cueva vi un gran número de cráneos.
De vuelta hacia el hotel vi entre la vegetación otra aldea con tongkonan, esta vez con techo metálico.
Buena parte de la tarde la tuve que dedicar otra vez a la limpieza del calzado, puesto que iba hecho un asco. A la noche decidí ir a cenar al café Aras, que en Tripadvisor estaba el nº 1 y con muchos comentarios. Fui pero me di la vuelta, porque no me llamó la atención para nada. La ciudad de Rantepao, pese a su escasa población comparada con otras poblaciones de Indonesia, tenía mucho tráfico. La iluminación era escasa y las aceras tampoco estaban en demasiado buen estado, así que como tampoco me apetecía coger ningún tuk-tuk, volví al hotel y opté por cenar allí.
- Zumo de sandía
- Mini spring rolls
- Nasi goreng seafood.
La comida normalita, ni fu ni fa. La cuenta, un total de 99000 IDR.
30 de junio.
Tras el desayuno hice el check-out y pagué los extras del hotel, como la lavandería (78000 IDR). Por cierto, la ropa que llevaba con manchas se quedó con las mismas manchas.
De nuevo sobre las 9 de la mañana salimos de excursión, en un día dedicado a ver paisajes y más enterramientos.
El primero de ellos en Bori. Hay una zona de celebración para los funerales de personas de la nobleza. La peculiaridad con respecto a otros funerales, es que aquí hay monumentos megalíticos. Cada uno de los monumentos corresponde a un funeral.
Cerca de Bori vi la estatua dedicada a Antonie Aris van de Loosdrecht. Fue un misionero holandés que fue a Rantepao en 1917. Construyó varias escuelas y escribió libros en idioma toraja para los estudiantes. Fue asesinado porque su mensaje de todos iguales ante Dios en el cielo no encajaba con las creencias animistas.
Continuamos por una carretera en mal estado, estrecha, con muchos baches, curvas y de montaña, por la que no se podía ir a 10 km/hora, aunque a cambio la tranquilidad era casi absoluta, porque salvo alguna moto no pasaban coches. Llegamos a un café con una terraza mirador desde la que se podían contemplar las terrazas de arroz y las montañas.
Seguimos hasta Lo’ko’Mata, donde vimos más enterramientos en la pared de una montaña, en diferentes niveles y los correspondientes tau tau y tongkonan. Algunos monumentos megalíticos también había.
Empezó a bajar la niebla y la temperatura. Volvimos hasta el área de Batutumonga y paramos a comer en el restaurante Mentirotiku. Excelentes vistas del paisaje de montaña y campos de arroz.
En cuanto a la comida
- Zumo de fruta de la pasión.
- Sopa de patatas.
- Nasi Campur con pollo.
La sopa de patatas estaba normal, pero el nasi campur me pareció que estaba asqueroso. Estaba completamente frío y el trozo de pollo, que no sé de qué parte sería porque no tenía casi de donde sacar carne para comer, al estar frío tenía mal sabor y olía mal.
Otros turistas que llegaron me preguntaron que qué estaba comiendo y yo me permití recomendarles lo que no tenían que pedir. La cuenta fue de 70000 IDR.
Iniciamos el regreso hacia Rantepao. Para la vuelta debimos de ir por otra carretera, porque tardamos muchísimo menos tiempo que a la ida. Antes de llegar a Rantepao paramos en Tambollang. En este lugar, los huecos excavados en la pared de la montaña están a muchos metros de altura. El guía me dijo que para realizar la tumba y subir el féretro tenían que utilizar escaleras de bambú. Me pareció peligroso pero por lo visto nunca ha habido un accidente.
Este lugar tiene la peculiaridad de haber tenido féretros colgantes, sujetos por palos de madera de bambú. No vi ninguno en este modo, puesto que parece que por el paso del tiempo y las lluvias, cedieron y fueron cayendo. Cerca de algunos enterramientos había sombreros de campesinos.
Con esto acabaron las excursiones. Antes de despedirme les di a cada uno de ellos una propina, convencido más por la del conductor (que había circulado de forma muy tranquila) que la del guía, todo sea dicho. 100000 IDR para cada uno.
El resto de la tarde estuve de espera, hasta que me fui a la estación de autobuses alrededor de las 18:00. Al llegar allí, la calle estaba en peor estado que el día que llegué, porque habían hecho una zanja (quizás para hacer algún tipo de canalización) y habían puesto un tablón de madera por encima para cruzar. Menos mal que me ayudaron con la maleta. Dos días antes había reservado el billete de autobús. La salida era a las 20:00 y el precio del billete era de 250000 IDR. Después de darle la lata unas cuantas veces al empleado de Metro Permai cuándo llegaba el autobús y dónde paraba, por fin llegó 10 minutos después de las 20:00.
1 de julio
El viaje duró 8 horas, así que al llegar al aeropuerto de Makassar eran sólo las 4 de la madrugada. El avión a Kuala Lumpur no despegaba hasta las 11:30. Decir que la espera se me hizo interminable es decir poco. Hasta 2 horas antes o menos no empezó la facturación. Tras pasar el control paré en un bar de comida rápida para desayunar. Cayó un plato de Mie Tarik Goreng, por 55000 IDR. Al final, el vuelo despegó con retraso a las 12:00.