Se trata de una población pequeña prácticamente enganchada a Kaliningrado. Se puede llegar con el minibús 75.
Tenemos que destacar la Iglesia de santa Catalina.
En 1322 en el territorio de la fortaleza prusiana de lo que entonces se llamaba Arnau se construyó un castillo teutónico. A su lado, en una colina, se levantó una capilla de madera. En 1340 en el sitio de esa capilla se construyó una iglesia católica de ladrillo. En 1370 un artista desconocido pintó las paredes del edificio con frescos que representaban escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento. La iglesia, dedicada a santa Catalina, recibió la peregrinación de los fieles hasta 1525. Ese año se instaló allí un hospital y las paredes se cubrieron con cal. En 1868 se encontraron algunos frescos del siglo XV.
En 1945 fue casi destruida por completo. Se reconstruyó en 1960 y se usó como granero. Ha sido completamente restaurada y pertenece a la Diócesis de Kaliningrado de la Iglesia Ortodoxa rusa.
Intentamos entrar pero no sé si era por la hora estaba cerrada.

A pocos pasos de la iglesia encontramos un importante Cardiocentro, un hospital dedicado a enfermedades del corazón y también traumatológicas que, a pesar de haber sido inaugurado hace muy poco, tiene mucho prestigio. Al parecer viene gente de toda Rusia, en especial niños, para ser tratados aquí porque dispone de la más alta tecnología. Como experiencia personal tengo que decir que médicamente no puedo tener ninguna queja. Sí que es de queja el trato humano, prácticamente inexistente.
Nada más llegar te encuentras con una casita por donde tienes que pasar sí o sí. Allí hay unos vigilantes, todos ellos de la tercera edad y no demasiado listos. No disponen de ordenador para hacer comprobaciones y se limitan a mirar papeles sin enterarse mucho. Entrar es bastante complicado. Someten a pacientes y visitantes casi a un tercer grado y no importa demasiado si vas cada día.
No mejora mucho el trato en recepción. Aparte de poner a tu disposición patucos de plástico para entrar en el recinto, las señoras no saludan. Cuando vas casi cada día durante un mes y medio al final acaban haciendo algún gesto. Si tú saludas cuando llegas y te vas te miran como si fueras un extraño ser. Al final, cuando cogen confianza, tienen ciertas deferencias pero muy escasas.
Otra cosa que sorprende es la actitud casi reverencial que muestran todos ante los médicos de un cierto nivel. Se les pone a la altura de dioses y no hay nadie que se atreva a toserles. Vamos, casi ni a hacerles una pregunta se atreven.

Las visitas a los pacientes se realizan en dos sitios distintos, ya sean niños o adultos (ambos comparten el mismo edificio pero están separados por áreas). Los adultos reciben sus visitas en la recepción. Sí, en los sofás de la entrada. Sorprende ver a gente operada, con sus pijamas, sentados en un sofá con más gente, todos apretados y junto a la puerta de entrada y salida (con las corrientes que hay). Los pacientes niños, cuando ya no están en la UCI (donde se les atiende médicamente pero donde no hay muchos gestos de cariño por parte del personal), tienen que dormir en habitaciones del hospital con sus madres. Y, ojo, dije madre. En ningún caso se permite la entrada al padre. Los padres son aquellos señores que acuden a las 4 ó 5 de la tarde (esa hora de visitas la fija el hospital y parece que va cambiando cada día) a una pequeñísima salita de espera donde apenas hay bancos donde sentarse. Y allí se juntan todos los padres y todos los niños. Intimidad cero.
Yo, que trabajo para la sanidad pública catalana, encontré grandísimas diferencias con nuestros hospitales. Es muy bueno que la calidad del personal sea buena, está muy bien tener buenas máquinas pero no está de más ser un poco más sensible a la enfermedad ajena. Pero, ya se sabe, es Rusia.