![]() ![]() EL BAZAR DE LOS LIBROS ANTIGUOS. Sahaflar Çarsisi y Orhan Pamuk ✏️ Diarios de Viajes de Turquia
Recorrido en una tarde por el Barrio de Beyazit, las mezquitas y los mercados, y la búsqueda de las letras y la caligrafía en la ciudad de las tughras.![]() Diario: ESTAMBUL :RECORRIDO EN ALFOMBRA MAGICA. Primera Jornada: DESDE TAKSIM A GALATA⭐ Puntos: 4 (2 Votos) Etapas: 3 Localización:![]() IN VIAGGIO... AL BAZAR DE LOS LIBROS: Sahaflar Çarsisi “Al contrario que en las ciudades occidentales que han formado parte de grandes imperios hundidos, en Estambul los monumentos históricos no son cosas que se protejan como si estuvieran en un museo, que se expongan, ni de las que se presuma con orgullo. Simplemente, se vive entre ellos”. Orhan Pamuk, "Estambul. Ciudad y Recuerdos" En la lista de sitios que no deben ser buscados está el Sahaflar Çarsisi, el Bazar de los Libros Antiguos. Como si se escondiera. El más antiguo de Turquía en su especialidad, lo que es mucho decir en tierra de mercaderes. El nudo del comercio del mundo. Suena sin esfuerzo a tiempo de turbantes y califas, jenízaros y velos. Palacios y concubinas, con laúdes y chinchines. A estudiantes de las madrassas que acompañan, como en toda la ciudad, a cada mezquita. Sahaf, en árabe, alude a la actividad o la persona que se dedica a la venta de libros antiguos y Çarsisi significa mercado. Fue instalado tal como hoy se lo transita, sin rumbo, apuro ni necesidad, en el siglo XV sobre el antiguo barrio Chartoprateia donde funcionaba el mercado bizantino de libros y papel. El crearse el Gran Bazaar en 1454, los libreros se agruparon en este sector donde hoy aparece. El incendio de 1950 casi hace a su desaparición gracias a su edificación en madera con tanto o todo lo era entonces, pero el municipio rescató el mercado y lo dotó de la construcción que hoy no se advierte entre los toldos, mesas de libros y paredes cubiertas con objetos en venta. En Estambul, donde los edificios encastran en rompecabezas, ocultarse y perderse es una constante. Nos sumergimos en el laberinto" , cita Pamuk a T. Gautier del "Constantinopla" que jamás pude encontrar. Aparece solo, y para quien se lo merezca. Dueño y señor de la distribución de libros en la ciudad siempre gigante. Sabedor de que no compite en visitantes con el Gran Bazaar o con el Egipcio, espera ser profundamente deseado para hacerse visible en el complejo de Beyazit, en un patio contiguo y antiguo entre la mezquita y la entrada Fesciler del Bazaar. El barrio se extiende desde la Mezquita de Suleymaniye - levantada por Suleymán "el Magnífico" con diseño del gran Mimar Sinan - , se recuesta sobre el estrecho del Bósforo hasta Beyazit y abarca hasta Tahtakale, el corredor que une el Gran Bazaar con el Bazar Egipcio en calles repletas de puestos de venta de objetos de cocina, servicio de té y cafeteras de cobre que caen en manojos y cubriendo muros y vitrinas. Unos pocos escalones abajo, a la intemperie, el acceso a la Mezquita Nueva y su plaza. Todo unido, da cuerpo a Eminönü, parte de la vieja Constantinopla, la multitudinaria, la bizantina, con el cielo siempre cubierto del aleteo de los albatros y un aroma a pescado fresco que pervive a pesar de que hace años se liberó la zona retirando los puestos de venta que se ubican ahora en los mercados de Kadikoy, en Beşiktaş o en Usküdar. Eminonü tendría por significado el de " frente a la Justicia" debido , tal vez, a que en los muelles de la base del Puente de Gálata se localizaban los juzgados y sedes aduaneras otomanas. Ese perfil administrativo hizo que más tarde se instalara la estación de Orient Express desde el que partiera el asesino de Agatha Christie y que hoy reemplaza la Estación de Sirkeci. Advertir la homogeneidad urbanística, histórica y temática del barrio Beyazit y recorrerlo no es sinónimo de acceder al Bazar de los Libros Antiguos. Baste con indagar entre quienes hayan estado en la ciudad que Mehmet II le arrancó de las manos a Constantino XI en 1453, quién estuvo en el Sahaflar Çarsisi. Sólo para pocos. La localización en el mapa, a dedo o con app, tampoco es garantía de nada donde una cuadra son diez metros o doscientos, las mezquitas se yerguen en volúmenes increíbles sobre bloques edificados o se ocultan en el corazón de un complejo comunitario, las calles caen en picada hacia el mar o trepan las casas de colores, y las curvas desaparecen detrás de muros mágicos. "...Como mucho podríamos decir que existe una belleza pintoresca en el placer que obtenemos al entrever estos edificios pr un hueco entre las calles, o desde una cuesta cubierta de higueras o cuando se reflejan en ellos las luces del mar." Es que Estambul tiene vida propia, se mueve, se muestra y se esconde. Como sus gatos. "El Bósforo tiene un alma específica" escribe Pamuk Sin minaretes que nos orienten, los mercados con sus techos abovedados se localizan - en el mejor de los casos - por el movimiento de la gente, los ruidos de los voceadores, o los aromas. Y la intuición. Hay un momento en el que la ciudad de nos mete y lo que pudo haber sido sentido de la orientación deviene en intuición. Y todo es más exitoso. El Sahaflar Çarsisi, silencioso y custodiado por los adorados felinos, no convoca multitudes. Se lee en el material turístico que el Bazar está " en un ángulo" de Gran Bazaar. Pues no lo sé porque no tenemos idea de cómo llegamos. Sencillamente, apareció. Una tarde, una de esas de no parar, mareadas por el murmullo de los corredores del Kalpakçılar Çarsisi en los que los tenderos nos invitan a pasar, ver, degustar y comparar, fuimos exitosas en la localización de una salida que sólo se divisa por la diferencia de la luz. Dentro de los bazares no hay iluminación natural y predominan los tonos amarillos intensos decorados con guardas en marrones, blanco, tierra y azul, sobre los que flamean cientas de pequeñas banderas turcas. Así, tan perdidas como entramos, salimos y - de la nada- se hizo presente una muralla baja de la que pendía el cartel de acceso al Sahaflar Çarsisi. Estábamos, puestas a ubicarnos, a un lado de la Universidad de Estambul, detrás de la Mezquita de Beyazit y de la torre que lleva el nombre del barrio, y - por obra y gracia de la casualidad y el deseo - aparecimos dentro del bazar donde no sólo libros antiguos se encuentran. Es magnífica la sensación de descubrir si buscar; de llegar dejándose llevar por esta ciudad con su propios movimiento y voluntad. Hace unos días, una amiga que vive en Bologna me dijo : "Vos no elegís vivir en Bologna. Ella te elige a vos." Y Estambul te lleva a donde ella lo desea. Como una alfombra mágica. Acompañando las murallas de Beyazit, el Bazar de los Libros Antiguos , aloja un silencio poco común en sus callecitas de adoquines, árboles que dan maravillosa sombra y guías de luces que iluminan la caída de la tarde que se hace prematura en invierno. Los mozos con las bandejas que no se llevan por la base sino pendiendo de una manija central. En torno a élla, los manjares locales, pocillos de café y pequeños vasos transparentes emplatados que dejan ver el líquido ambarino . Van y vienen sirviendo a los libreros desde bares que están , si es que era posible, más ocultos que el mismo Bazar. Sentados en banquetas bajas, los vendedores conversan y se ríen. Su lengua es indescifrable, parecida a ninguna, en la que sólo pueden entenderse los silencios. Pero no hay muchos mientras está abierto el bazar de los libros antiguos, y en turco. Todos hablan. La lengua es la misma del Medioevo cuando poblaron desde Asia Central a Anatolia, entonces parte de Bizancio. Se la compara por sus reglas con el vasco y el japonés y carece de distintivo de género. En la década del 20 se la sometió a una investigación lingüística tras la que se desprendió de las palabras prestadas de orígen árabe o persa. Y en 1928 el entonces presidente Mustafá Kemal Ataturk - literalmente "Padre de los Turcos" como el Parlamento lo declaró - dispuso la aplicación de un alfabeto que dejaba atrás el turco otomano. Crearon un alfabeto que se despojó el árabe, usando el latino y con símbolos añadidos que permiten un signo para cada fonema. De la mano del nuevo alfabeto, a lo que se denominó "la revolución de los signos", Turquía superó el analfabetismo y llegó a una alfabetización de más del 92% en 2006. Como cuando se recorre la feria del libro que se extiende en el Paseo de Gracia en Barcelona, o los pequeños locales sobre los canales en Amsterdam, los puentes parisinos o los pórticos de Torino y, claro, todo está escrito en catalán, holandés, francés o italiano. Y a quién le importa? Así se recorren en Constantinopla las líneas de los títulos en turco y hasta se lleva alguno como ideal recuerdo de la ciudad de libreros, caligrafistas y editores. La belleza está en la mezcla de libros antiguos y recientes, nuevos y de segunda mano - cuantas más mejor- que se acarician como Pamuk lo hacía en la infancia con los ejemplares familiares de historia y la famosa Enciclopedia Istanbul Ansiklopedisi , la primera que se registre sobre una ciudad. En la existencia misma de la letra, árabe o turca, dibujo elegante, redondeado, fuerte y sorpresivo. De curso intempestivo, puntos, rayas y asteriscos que jamás dejaremos de mirar como un misterio, como todo lo que espera por aquí. Como los gatos.
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