Siguiendo con las etapas dedicadas a nuestra escapada andaluza de finales de febrero, ésta la voy a dedicar a Las Alpujarras granadinas, en concreto a la zona en torno al Barranco de Poqueira, quizás la más conocida y también la más atractiva desde el punto de vista turístico, donde se ubican tres pueblos con mucho encanto, Pampaneira, Bubión y Capileira, incluidos en la Asociación de los Pueblos más bonitos de España.
Situación de la Alpujarra granadina en el mapa peninsular según Google Maps.


No era la primera vez que visitábamos estos lugares, pues a principios de los años noventa hicimos una excursión de un par de días, durante la cual nos alojamos una noche en Lanjarón, su puerta de entrada. Sin embargo, apenas nos acordábamos de aquello, así que aprovechando que íbamos a estar por los alrededores de Sierra Nevada, decidimos volver y pasar una jornada por allí.
Como llegar desde Granada.


Desde Granada hasta nuestro destino final, Capileira, tuvimos que recorrer 74 kilómetros, con una hora y media aproximadamente de trayecto en coche. Los treinta y ocho primeros fueron muy cómodos, por la A-44, hasta la salida 164, en Lecrín, donde tomamos la carretera A-348, que recorre ya la parte baja de la Alpujarra granadina, pasando por Lanjarón y Orgiva, en cuyas inmediaciones giramos a la izquierda hasta la carretera A-4132, que conduce a Pampaneira, desde donde sigue hacia Trevélez, si bien nosotros giramos a la izquierda por la A-4129, que lleva a Bubión y Capileira, en cuya población termina. Esto parece complicado, pero no lo es tanto y se aprecia muy bien en el siguiente mapa sacado de Google Maps.

Si buscamos datos sobre esta región histórica en internet o en guías de viajes, encontraremos que se conoce como La Alpujarra o Las Alpujarras (granadina y almeriense) a una amplia franja de terreno formada por valles y barrancos, que desde la ladera sur de Sierra Nevada llega hasta el mar Mediterráneo. Aparte del fértil valle del río Andarax, la parte almeriense es en general más árida y agreste, mientras que la granadina presenta un clima más suave de lo que sugeriría su altura y un flujo estable de agua, lo que propicia un paisaje de gran belleza natural con fuertes contrastes, en el que abunda el arbolado, tanto frutales como cerezos, castaños, naranjos y limoneros, como olmos y álamos, junto con prados naturales donde pastan rebaños de vacas, cabras y ovejas.
Pastos en Bubión


Colonizada en tiempos remotos por íberos, celtas, romanos y visigodos, esta región fue un importante foco de resistencia cristiana cuando se produjo la invasión árabe debido a lo intrincado del terreno. Aunque la dominación musulmana tardó en llegar más tiempo que en otras zonas peninsulares, fue durante su pertenencia al reino nazarí cuando adquirió su mayor desarrollo, destacando la producción y el comercio de la seda en la vertiente almeriense. Con la toma de Granada por los Reyes Católicos, se firmaron las Capitulaciones que otorgaban un pequeño feudo a Boabdil en torno al río Andarax, donde podría mantener sus posesiones, creencias y costumbres. Sin embargo, el reparto de tierras entre la nobleza y la intransigencia del Cardenal Cisneros provocó la ruptura de tales concesiones y Boabdil tuvo que marcharse definitivamente a Fez en octubre de 1493. Estos hechos produjeron varias revueltas y la más importante tuvo lugar en Las Alpujarras en el año 1500. Su fracaso se tradujo en que los musulmanes tendrían que emigrar o bautizarse, recibiendo en este caso el nombre de moriscos.
Bubión y Pampaneira desde Capileira


Durante el reinado de Carlos I, hubo cierta tolerancia, pero en 1567 Felipe II proclamó un edicto que obligaba a cristianizar a los hijos de los moriscos, lo que produjo otra revuelta con el noble morisco Fernando de Córdova y Valor como caudillo, que tomo el nombre de ABen Humeya y se coronó rey de Las Alpujarras. Las primeras expediciones militares de Felipe II no tuvieron éxito porque los sublevados recibieron ayuda del Imperio Otomano, pero no tardaron en surgir rivalidades entre los moriscos, que llevaron a la horca a Aben Humeya en 1569, poniendo en su lugar a su jefe, Aben Aboo, con quien, sin embargo, se repitió la historia y también fue acusado de traición y ajusticiado. En 1571 la rebelión fue finalmente sofocada por Juan de Austria, y la mayor parte de los moriscos que sobrevivieron (unos 80.000) fueron expulsados de Granada y repartidos por Castilla, La Mancha y el occidente de Andalucía, donde padecieron penosas condiciones de vida. Algunos consiguieron quedarse hasta que Felipe III decretó su expulsión definitiva en 1610. A partir de entonces, Las Alpujarras fueron repobladas con gente del norte de España, sobre todo de Galicia, pero eso evitó la gran decadencia en que se vio sumido el territorio hasta que a finales del siglo XIX y durante el siglo XX se convirtió en refugio y lugar de interés para artistas e intelectuales de diversos países, en especial británicos. Actualmente, se está desarrollando bastante el turismo como nueva fuente de riqueza para su economía.
Capileira


Nuestro recorrido por la Alpujarra granadina.
Por diversas circunstancias acaecidas en el curso del viaje, tuvimos que reducir el tiempo que habíamos destinado para esta excursión a menos de un día completo, lo cual nos obligó a descartar algunas de las actividades que habíamos previsto. En cualquier caso, mereció la pena el desplazamiento.
Sierra Nevada desde la A-44
Entrando en Las Alpujarras.


Entrando en Las Alpujarras.

Tras dejar la autovía, en la cual se quedó momentáneamente la imagen de los picos blancos de Sierra Nevada, entramos en la virada carretera que atraviesa la región y que nos ofrecía un aperitivo de los paisajes alpujarreños, con sus barrancos y sus valles. Atravesamos Lanjarón, muy conocido por sus aguas minero medicinales y por su Balneario, y dejamos a nuestra derecha la población de Órgiva, situada en el valle del río Guadalfeo y sobre cuyas casas se elevan significativamente las torres gemelas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Expectación.
Entorno de Lanjarón.


Panorámicas de Órgiva



Allí, giramos a la izquierda para tomar la carretera que asciende vertiginosamente por el barranco, dejando en pocos minutos Órgiva muy abajo, en un aparente valle distante y remoto. En cualquier caso, es a partir de aquí cuando se empieza a sentir la esencia más auténtica de la Alpujarra, o al menos eso me pareció.
Barranco de Poqueira: Pampaneira y Bubión.


El Barranco de Poqueira empezó a manifestarse, ofreciéndonos una primera e imponente imagen de los tres pueblos que en perfecta sucesión y superposición se agarran como lapas blancas y alargadas a la falda la montaña, con las torres de sus iglesias a modo de faros guía de cada uno, y coronado el conjunto por una cresta quebrada que apareció como arte de magia al doblar una curva de la carretera: por fin, volvíamos a deleitarnos con las cumbres de Sierra Nevada, entre las que, en algunas perspectivas, creímos identificar los picos Mulhacén y Veleta. Esta zona resulta diferente a la que habíamos visto con antelación. Y, la verdad, también mucho más bonita en mi opinión.
Bubión y Capileira.


Pese a estar en invierno, la temperatura era excelente, la nieve solo se observaba en las cimas más altas y el terreno ofrecía abundantes contrastes de color entre la maraña de esqueletos grises de miles de ramas sin hojas. Como he dicho varias veces, esta falta tiene la ventaja de que el paisaje de algún modo se transparenta y se aprecian perfiles que en otras estaciones quedan ocultos tras las espesas copas verdes.


PAMPANEIRA.
Resulta muy llamativo el ascenso por la carretera mientras se retuerce sobre sí misma hasta llegar al primero de los pueblos, el menos elevado. Pampaneira, a 1.059 metros de altitud sobre el nivel del mar, apenas alcanza los 400 habitantes censados, lo que no es óbice para que se haya convertido en un importante núcleo de actividad cultural pues con mucha frecuencia, sobre todo en verano, acoge numerosos conciertos y exposiciones. Figura en el catálogo de la Asociación de Pueblos más bonitos de España, recibe mucho turismo y, al igual sus dos vecinos, cuenta con bastantes extranjeros entre su población habitual. Aparte de sus intrincadas y blancas callejuelas, son puntos destacados la Iglesia Parroquial de estilo barroco, el Museo-Casa Alpujarreña y las fuentes, en especial la de San Antonio, también conocida como Chumpaneira.
Panorámica de Pampaneira.


También merece mucho la pena asomarse a los miradores que desde el pueblo permiten obtener bellas perspectivas que se han convertido en las espectaculares estampas que aparecen en todas las guías turísticas, vislumbrando hacia lo alto Bubión y Capileira, pueblos con los que comparte una singular arquitectura que se manifiesta sobre todo en sus tejados y chimeneas, a los que luego me referiré. También me llamaron la atención las innumerables jarapas de brillantes colores colgadas en las fachadas de muros, vallas y casas, algunas convertidas en restaurantes, bares y tiendas de recuerdos y artesanía. Otro lugar digno de mención es el Monasterio Budista O Sei Ling, que se encuentra en la ladera del Centro de la Atalaya y adonde acuden personas en busca de tranquilidad y meditación. Ignoro las condiciones para realizar visitas, si es que se admiten.
Vista de los tres pueblos.


CAPILEIRA.
En Pampaneira, dejamos la carretera A-4132 y giramos a la izquierda, por la A-4129, por la que seguimos ganando altura y que en unos pocos kilómetros nos condujo a Bubión. Sin embargo, no nos detuvimos allí, ya que queríamos llegar pronto a nuestro alojamiento de la jornada, en Capileira, el pueblo más alto de los tres, a 1.436 metros sobre el nivel del mar y también el mayor en población, unos 600 habitantes. Gran parte del municipio pertenece al Parque Nacional de Sierra Nevada y se encuentra entre los tres términos municipales más altos de la península, junto con Guéjar-Sierra y Trevélez, siendo también los segundos de España en esa clasificación tras La Orotava, en Tenerife.

Nada más llegar, nos dirigimos al Hotel Rural Real de Poqueira, que se encuentra frente a la Iglesia parroquial, en el mismo centro. Se puede llevar el coche hasta la puerta para dejar el equipaje, aunque lo mejor es dejarlo estacionado en el aparcamiento público gratuito que hay en la entrada del pueblo, a menos de cien metros, donde también está el Centro de Interpretación Turística.


El hotel, de tres estrellas, me gustó bastante porque sin ser lujoso no le falta de nada: muy confortable e instalado en una casona tradicional rehabilitada que le proporciona mucho encanto. Además, las vistas desde la habitación eran muy bonitas pues la ventana estaba a un escaso par de metros de la Iglesia de Santa María la Mayor, asomándose a ésta y a una de las calles más coquetas del pueblo. Nos costó 65 euros con desayuno incluido.
Vistas desde la habitación.









Ya que me he referido a la Iglesia de Santa María la Mayor, comentar que comenzó a levantarse en el siglo XVI, en estilo mudéjar, aunque no se terminó hasta el S. XVIII. En su interior atesora bello retablo barroco.

Y después de instalarnos, tocaba conocer el pequeño núcleo urbano de este municipio, declarado Conjunto-Histórico-Artístico, Paraje Pintoresco y modelo de arquitectura popular según mención del Consejo de Europa.

Ya en un primer vistazo, Capileira me pareció más tranquilo que Pampaneira y también que conserva un poco mejor la tradicional arquitectura alpujarreña, caracterizada por sus calles estrechas y empinadas, plazas recoletas y casas blancas dispuestas en terrazas normalmente orientadas al sur para aprovechar al máximo la luz del sol, siendo el techo de la de abajo el que sostiene a la que está más arriba, mientras los tejados aparecen cubiertos de launas, unas piedras de pizarra que sujetan unas chimeneas muy pintorescas, que se pueden contemplar perfectamente desde diversos miradores y desde las partes más altas del pueblo.


También puede ser que mi impresión se deba a que tuve suerte y pillé el pueblo en un día laborable de febrero, por la tarde, cuando había pocos visitantes y las calles estaban no diré que solitarias pero sí poco concurridas, con lo cual se apreciaba mejor la esencia de su arquitectura blanca y peculiar.

Por supuesto, una de las cosas imprescindibles para hacer en Capileira es recorrer sus callejones olvidando las prisas y sin dejarse intimidar por las sempiternas cuestas, que primero hay que subir y luego bajar o a la inversa, pues es el único modo de descubrir encantadores rincones tradicionales, algunos de los cuales se hallan bastante escondidos entre edificios más modernos, aunque parece que se ha intentado que la mayoría no desentonen demasiado y en muchos casos se ha optado por la rehabilitación de casas antiguas, sobre todo en el casco histórico.


En cuanto a su curiosa forma de construcción tradicional, hay quien la asemeja a las casas bereberes del norte de África, de forma cúbica, dos plantas y tejado plano solado con una capa de arcilla que se impermeabiliza con el agua y un alero de piedra. A menudo, las casas estaban unidas por pasos que dejaban las calles cubiertas, a resguardo del frío, la lluvia, la nieve y el sol. Todavía es posible contemplar varias de estas casas.


Consecuencia del gran número de manantiales que surgen por doquier, son varias las fuentes con nombre que hay en el pueblo. Según daba mi paseo me fui encontrando con la del Cerezo, la del Calvario y la del Carril, aunque creo que existe una ruta establecida para verlas todas en su orden.

No hay que dejar de ver la parte alta de Capileira, desde donde se contempla muy bien la singularidad de la arquitectura local y su perfecto encaje en la ladera de la montaña y el Barranco de Poqueira.

En cuanto a los miradores, Capileira ofrece unas vistas estupendas, seguramente las mejores de los tres pueblos del Barranco de Poqueira. Uno de los más conocidos y el más asequible es el Mirador del Perchel, que se encuentra junto al aparcamiento que hay en la entrada del pueblo, desde el que se contemplan muy bien los tradicionales tejados con sus chimeneas. También se ve el propio Barranco de Poqueira con el pueblo de Bubión y su iglesia como primer referente, pero estorban algunas casas y no se capta la mejor panorámica de esta zona en la foto.


También está a la vista Sierra Nevada, pero curiosamente, pese a ser el pueblo más alto, no me pareció que fuese desde donde mejor se divisan los llamativos picos nevados, salvo que se recorra el Sendero de la Cebadilla, un interesante recorrido circular, de 7,5 kilómetros de longitud y 4 horas de duración, del que solo pude hacer el primer kilómetro y medio, por un camino empedrado y muy empinado, ya que no me daba tiempo a completarlo antes de que oscureciera. Una lástima. Otra vez será.
Capileira desde el sendero de la Cebadilla.


Sí que llegué a un mirador sobre el barranco con vistas más extensas que el de la entrada del pueblo, ya que incluye en la estampa al propio pueblo de Capileira en una de sus perspectivas más bonitas. Desde allí se contempla también perfectamente otro los miradores más famosos, el de las Eras de Aldeire.
Capileira y a la derecha, abajo, el Mirador de las Eras de Aldeire.



Igualmente resulta interesante el Museo Etnológico, dedicado al escritor de Guadix Pedro Antonio de Alarcón, gran amante de estas tierras a las que dedicó una de sus obras, “La Alpujarra”, un magnífico referente de la literatura viajera del último tercio del siglo XIX. Allí se exhibe una colección de aperos de labranza y utensilios domésticos que ilustran el modo de vida alpujarreño.

Volviendo al tema del senderismo, Capileira es un importante punto de partida para realizar rutas en torno a Sierra Nevada, y de aproximación para emprender el ascenso al Mulhacén. Pero esa es otra historia. Así que, de momento, me conformé con seguir el sendero hacia Bubión, que parte desde una zona cercana a la entrada del pueblo, donde también se conservan dos antiguos lavaderos públicos bajo las fuentes de Hondera y la Pileta. Merece la pena acercarse a verlos.

BUBION.
El pueblo intermedio de Bubion está a un par de kilómetros de Capileira, con lo cual es posible ir de uno a otro caminando sin ningún problema, bien por la carretera con la debida precaución o mejor todavía por un sendero que comunica ambos pueblos en apenas veinte minutos de paseo, en el curso del cual, eso sí, hay que salvar casi doscientos metros de desnivel.
Capileira desde Bubión al atardecer.


Bubión está situado a 1290 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta con unos cuatrocientos habitantes. Conserva un buen ejemplo de arquitectura tradicional, su Iglesia del siglo XVI y un ejemplo de Casa Alpujarreña, convertida en Museo. En la carretera hay varios puntos desde los que se obtienen buenas panorámicas y también un mirador acondicionado.


Después no hay más que internarse en la maraña de casas, del mismo estilo que las de sus vecinos, Pampaneira y Capileira, y perderse entre sus calles, en las que se esconden rincones con mucho encanto. Eso sí, las cuestas no le tienen nada que envidiar a las de Capileira
.



De nuevo, la literatura sobra porque lo más interesante de Bubión es callejear con tranquilidad, fijarse en detalles que a veces pasan desapercibidos y, si gusta, fotografiarlos. A continuación, unos ejemplos.



Cuando regresé a Capileira, ya casi era de noche y el frío comenzaba a notarse con intensidad. La buena temperatura de que disfrutábamos durante el día gracias al sol, casi hacía olvidar que estábamos en febrero y a más de mil metros de altitud. Cenamos en un pequeño restaurante, junto al hotel. Después di una pequeña vuelta para hacer unas fotos, de las que pongo una muestra.


Al día siguiente, habíamos pensado continuar la excursión llegando hasta Trevélez y llegar a Guadix por el Puerto de la Ragua, pero por diversos motivos tuvimos que cambiar de planes y nos dirigimos hacia Monachil, dando por terminada nuestra visita a Las Alpujarras de Granada.
