En la montaña de Olèrdola, por su situación estratégica, ha habido asentamientos desde la Edad del Bronce (hace unos 4.000 años) hasta bien entrado el siglo XX.
De los primeros pobladores se han encontrado pocos hallazgos, una sepultura tumular situada cerca de la actual zona de entrada. La palabra túmulo proviene del Latín tumulus (elevación). Es, para que nos entendamos, el nombre que recibe el montón de tierra y piedras levantado sobre una tumba o varias, que se remonta a la época de las edades de Piedra, del Bronce y del Hierro.
Originariamente consistía en una pila de rocas que recubrían directamente el cuerpo, pero su estructura fue modificada y estos enterramientos fueron cubiertos por tierra hasta formar verdaderas colinas artificiales, a lo largo de los siglos, y creciendo de tamaño hasta llegar a convertirse en cámaras funerarias en las que reposaban tanto el guerrero muerto como sus armas y sus principales pertenencias. En ocasiones albergaban el enterramiento de numerosos individuos. La aparición de los túmulos está habitualmente relacionada con una forma de reivindicación de derechos sobre las tierras en las que se ubicaban. Cuanto menos visibles desde lo lejos eran los asentamientos, más visibles se hacían los túmulos, a modo de indicadores de que el territorio estaba ocupado.
De la Edad del Bronce se han encontrado vasijas, herramientas y restos de algún suelo de cabañas. Se sabe que vivían en los riscos cercanos e incluso parece que en algún lugar próximo hay alguna pintura rupestre.
El primer asentamiento en Olèrdola protegido por una muralla dataría de los inicios de la Edad del hierro (siglo VIII - principios del siglo VI a.C). La Edad del hierro es aquel período en el que se descubrre y usa el hierro para hacer herramientas diversas o armas. Se podría considerar como la última etapa de la Prehistoria.
Entre los siglos V - IV y I a.C., Olèrdola fue ocupada por los cesetanos, uno de los pueblos íberos que ocupaba la zona costera catalana. El país de los cesetanos comprendía una parte de la costa central catalana, con las actuales comarcas del Alt y el Baix Penedès, Garraf, el Camp de Tarragona y probablemente una parte de la Anoia. Su ciudad más importante era Cesse, conocida porque acuñaba moneda. Se desconoce exactamente con qué ciudad o municipio actual se correspondería. Hay teorīas que apuntan a Tarragona aunque no está claro.
Los romanos llamaron a la zona Cosetania y sus habitantes también son conocidos como cosetanos.
Dije que eran cesetanos o cosetanos pero también he dicho la palabra ibero. ¿Cómo es eso?. ¿Es lo mismo?. Pues sí y no. Veamos.
Íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. Había muchos pueblos íberos:
elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.

A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. Vamos, que no eran iguales e incluso algunos pueblos no íberos tenían similitudes con algunos de los que sí entraban en esa categoría. Un lío.
Hago un inciso para comentar que también eran cosetanos los que vivían en Calafell, cuya ciudadela puede visitarse y recomiendo.
Volvamos a los cosetanos o cesetanos. Habitaban en una zona poco accidentada y con una larga costa, sembrada de pequeños asentamientos que, como estaban muy próximos unos de otros, formaban un densa red.
Daré algunas pinceladas sobre los pueblos íberos (a estas alturas ya habremos relacionado lo de íberos con Península ibérica).
Las antiguas fuentes se refieren a ellos como un pueblo belicoso pero, al ser tan dispares entre sí, no era común que establecieran alianzas entre tribus, incluso para enfrentarse al enemigo común. Se sabe que disponían de armas de hierro (principalmente las falcatas, sus espadas de hoja curva), jabalinas de hierro o madera, cascoos de bronce o cuero, escudos, corazas...
Pero no solo era un pueblo guerrero. También uno dedicado a la ganadería y la agricultura. Cultibaban principalmente cereales (trigo o cebada) y leguminosas (lentejas, por ejemplo). Criaban animales como bueyes, caballos u ovejas. También desarrollaron la creación de cerámicz, tejían (lino, lana de sus ovejas o esparto) y comerciaban (en especial con los griegos, también grandes comerciantes).
En cuanto a su ropa, no era pobre y simple, por lo menos en clases acomodadas. Las mujeres vestían túnicas superpuestas, decoradas con cenefas en el borde. Podían llevar velo o manto e ir descalzas o con sandalias de tela fina. Llevan peinados elaborados, incluso con postizos.
Los hombre llevaban túnicas cortas ceñidas con cinturón y se cubrían con un manto sujeto en un hombro.
Toda la ropa se prendía con fíbulas.
Los íberos vivían en poblados. Solo en Catalunya se han encontrado unos 1.000.

El oppidum (Poblado fortificado) íbero de Olérdola era bastante grande (3,5 ha) y sus habitantes se instalaron en la parte baja de la plataforma rocosa, adaptando sus viviendas a la orografía del terreno, algo abrupta, y aprovechando la muralla ya existente . A la derecha de la puerta de entrada del recinto se sabe que se concentraban varios talleres artesanos que funcionaron entre el siglo IV y finales del siglo III a.C., entre ellos una tintorería y / o curtiduría única documentada en el mundo íbero.

Las casas íberas eran rectangulares y se construían con piedra sin argamasa. El interior de los muros se recubría con barro. Normalmente solo tenían una sala y a un lado había un espacio prqueño para usarlo como despensa. En esa sala había un hogar para cocinar y un banco de piedra adosado a la pared para dejar los utensilios de cocina. Era normal que en la casa hubiera un telar para confeccionar la ropa.
Muchos poblados tenían murallas y solían tener cisternas para recoger el agua de lluvia y garantizar el abastecimiento del poblado.

Ya en los inicios del siglo I a.C. los romanos establecieron un campamento militar en la zona para controlar el territorio y principalmente la vía de acceso hacia Tarraco, capital de la Provincia Hispania Citerior, que atravesaba la llanura del Penedès. Recordemos la importancia que Tarraco, actual Tarragona, tenía en la Hispania romana. De la huella romana quedan en Olèrdola tres evidencias de bastante envergadura: la muralla, la cisterna ( cuya capacidad era de 350.000 litros) y la torre-atalaya situada en la cima, además de dos canteras de donde se extrajo la piedra para hacer la muralla. Después hubo un largo período de abandono.
Casi 1.000 años más tarde, ya en la Alta Edad Media, el recinto fortificado volvió a ser habitado. Según la documentación, Olèrdola fue "fundada" en un momento indeterminado entre el 911 y el 937 por Sunyer, conde de Barcelona, que hizo construir una muralla perimetral, las iglesias de San Miguel (dentro muralla) y de Santa María (fuera muralla ) y el castillo. A lo largo del siglo X, en el marco de las luchas territoriales entre cristianos y musulmanes, el "castrum" de Olèrdola tuvo un destacado papel en el control y defensa de la Marca sur del Condado de Barcelona. Se convierte en sede de uno de los castillos dd la Marca hispánica destinados a detener el avance musulmán. La Marca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera político-militar del Imperio carolingio con al-Ándalus (al sur de los Pirineos), desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados. Fue instaurada por Carlomagno en el 795
A mediados del siglo XI, en medio de la revuelta feudal contra el poder de los condes, tomó especial protagonismo el autoproclamado príncipe de Olèrdola, Mir Geribert, principal impulsor del levantamiento. Mir Geribert era hijo del vizconde de Barcelona, Geribert, y de Ermengarda, hija del conde de Barcelona Borrell II. Era señor feudal de un amplio conjunto de tierras en el delta del Llobregat, el Vallés y el Penedés. Entre sus posesiones destacaban el castillo barcelonés del Puerto, la fortaleza de Olérdola y el castillo de Sant Martí. Tuvo muchos conflictos con todo el mundo y el más sonado fue el que sostuvo con Ramon Berenguer I, conde de Barcelona, y que le llevó a autoprocamarse príncipe y atacar el Palacio condal. Al final se llegó a un entendimiento entre ambos personajes.
A inicios del siglo XII, se inicia la decadencia de Olèrdola. Los ciudadanos se trasladan a vivir en la llanura, donde ahora está en pueblo de Olèrdola. Vivir allí arriba y en aquellas condiciones no debía ser sencillo ni muchísimo menos.
La estructura urbana de la aldea altomedieval muestra dos núcleos: en el recinto fortificado se encontraba, en la parte superior, la zona militar, con el castillo y, más abajo, el área sacra, con la iglesia y la necrópolis. Ocupando la parte media de la plataforma rocosa había un área de actividad económica: prensa y bodega de vino, la cisterna romana de nuevo en uso, la cantera romana reabierta, un granero y otros. La parte baja de la montaña estaba ocupada por las casas de labradores acomodados y por talleres de artesanos, que se abrían en la calle principal en torno a la puerta de entrada. Fuera de las murallas también había algunas edificaciones. El lugar más conocido es el Pla dels Albats, con la iglesia de Santa María y su necrópolis de tumbas antropomorfas (también llamadas olerdolanas). La iglesia de San Miguel fue parroquial hasta el 1884, momento en que el Obispado de Barcelona la vendió junto con todo el recinto y el lugar pasó a ser una explotación agrícola. También la necrópolis se usó hasta el siglo XX.
En 1963 la Diputación de Barcelona adquirió la finca. En noviembre de 1971, después de algunas reformas en la iglesia y la construcción de un nuevo edificio en el lugar ocupado por una antigua masía-rectoría, el conjunto monumental de Olèrdola se abre al público. En 1995 el conjunto monumental de Olèrdola pasa a ser una de las sedes del Museo de Arqueología de Cataluña, y desde el 2014 es gestionado por la Agencia Catalana de Patrimonio Cultural. Olèrdola fue declarada Bien Cultural de Interés Nacional en 1931 y Bien de Interés Cultural (BIC).
