POBLET ✏️ Diarios de Viajes de España

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Poblet es, sin lugar a dudas, visita obligada para todo el que vive o viaja a Catalunya. Además de ser una joya del arte, hoy se considera como uno de los más importantes monasterios de Europa.

La zona en la que se ubica es privilegiada y goza de la calma que requiere. Está rodeada por algunas montañas elevadas como las de la Serra de Prades pero, además, hay campos de cultivo, principalmente de viñas. En 1984 la zona fue declarada "paraje natural de interés nacional".

Ya desde antiguo el hombre ha poblado este lugar. Se han encontrado restos paleolíticos en L'Espluga de Francolí, como veremos, o en Vimbodí. Además también hay evidencias de poblados íberos o de villas romanas.

Sabemos que los musulmanes habían llegado a Catalunya. Pero sabemos también que fueron expulsados. En el siglo XII cayó Siurana, último castillo musulmán de la zona. Los condes de Barcelona, que ya hacía tiempo que querían repoblar el territorio, ven ahora la posibilidad de hacerlo. Ramon Berenguer IV decide fundar un monasterio.

Los monjes llegaron aquí en el siglo XII. Provenían de la Orden del Císter. Esa orden seguía las reglas de austeridad, pobreza y trabajo que propugnaba la Regla de San Benito. Habían fundado un monasterio en Cîteaux, en Borgoña (Francia). El conde de Barcelona escogió esta orden porque en su tiempo gozaba de prestigio. Se puso en contacto con el abad Sanç de Fontfroide, cerca de Narbonne (vid. mi diario sobre Béziers y Narbonne para saber más sobre esa abadía) y le ofreció unas tierras conocidas como hortus Populeti (el huerto de Poblet). El nombre provenía del latín y significaba algo como el lugar donde hay álamos (populus en latín y pollancre en catalán). El abad aceptó.

La primera comunidad, formada por 12 monjes ( así lo establecía su regla) se instala en 1152 o 1153.

Sabemos que seguían la regla de San Benito, por lo tanto el Ora et labora, oración y trabajo. Vestían un hábito blanco con un escapulario negro. Cuando iban a la iglesia o a la sala capitular se ponían una cogulla (hábito con capucha) de color blanco. Para trabajar, vestían con una sencilla túnica gris. Dormían en una misma habitación sobre paja, con un cojín y una manta. Debemos imaginar el frío de la zona, las paredes desnudas de un gran monasterio... pero formaba parte de la austeridad de su día a día. Había monjes, que rezaban, y los conversos, que trabajaban los campos.

Y como ellos eran austeros, también lo era el monasterio. Ni pinturas ni esculturas ni torres ni campanarios. Vamos, completamente distinto de lo que vemos ahora. Está claro que algo cambió. Y mucho. Para darnos cuenta de ello tenemos que visitarlo.

Una parte del grupo llegó caminando en un agradable paseo desde el hotel. Otros vinieron en coche y lo aparcaron en la puerta.

Lo primero que vemos es que el recinto monacal está amurallado. Hoy no tienen mucho sentido pero antiguamente servían de protección ante ataques externos y preservaban la espiritualidad entre los muros.

Esa muralla fue un encargo del abad Domènec Porta en el siglo XVI.

Encontramos una puerta presidida por un reloj y con una imagen de la Virgen. Tiene un arco rebajado de entrada. Al lado está la antigua portería. Tiene como decoración en el arco la imagen de tres personajes en la cama (símbolo del carácter hospitalario de la regla de san Benito). Ambas entradas son del siglo XVI.

Nada más entrar encontramos a la derecha la pequeña capilla de Nostra senyora del Roser, Sant Miquel y sant Jordi. Aunque quizás vamos tan entusiasmados con ver el monasterio que nos pasa por alto su existencia. Fue un encargo de Alfonso IV el Magnánimo para agradecer su conquista de Nápoles (1442). Se trata de una capilla cuadrada con espadaña y fachada finamente trabajada. En la fachada vemos los escudos de Alfonso IV y el abad Conill y encima la cimera real del un dragón alado, propia de algunos reyes de la corona de Aragón. No recuerdo haberla visto nunca abierta.



Y alcanzamos la Puerta Dorada, una de las fotos clásicas del monasterio. Fue obra de los abades Miquel Delgado y Joan Payo, ambos del siglo XV y que a su vez fueron presidentes de la Generalitat. Destaca su matacán, elemento defensivo que vemos más propio de un castillo que de un monasterio. Un matacán es esa especie de balcón en voladizo que vemos en algunas torres de castillos y desde el que se podían arrojar varios materiales en caso de ataque. Debajo vemos blasones de la Corona de Aragón, Sicilia y Castilla, que aluden a los reyes Joan II y su hijo, Fernando el Católico.

En esta puerta descabalgaban los reyes cuando iban de visita al monasterio. Les recibía el abad correspondiente, que les hacía arrodillar y besar un Lignum crucis. Hecho eso, seguían camino bajo palio hacia el monasterio, acompañados de los monjes y su comitiva. Se recibía a los reyes vivos pero también muertos. Poblet es conocido por ser panteón real y los féretros dd los reyes muertos también se recibían en esa puerta.

¿Es dorada realmente?. En 1585, cuando Felipe II visitó Poblet, las placas de bronce que cubrían la puerta se doraron. Hoy tiene placas de cobre.

Si al atravesar la puerta nos damos la vuelta veremos una ventana gótica.

Cuando pasamos bajo la Puerta dorada se abre una gran plaza ante nosotros. Hay varios edificios a nuestro alrededor pero sin duda la vista se nos irá hacia lo que tenemos delante. Pero vayamos por partes.

Estamos en la Plaza mayor, en tiempos quizás menos plaza porque había varias dependencias (administración, herrería, carpintería, cárcel de mujeres, el palacio del abad, hospital de pobres y peregrinos..). Hoy aún vemos varios edificios, uno de ellos la actual hospedería..

Allí también está la capilla de Santa Catalina de 1250. En los alrededores hay restos de antiguas construcciones.

Nos llama la atención una gran cruz, una cruz de término, que en origen estaba en el cruce de caminos de Prades. Data de 1568 y la mandó hacer el abad Joan de Guimerà. Las circunstancias hicieron que mucho tiempo después acabara en París, de donde se trajo para ponerla donde la vemos actualmente. Es un buen lugar para una foto.

Pero nuestros ojos quizás se hayan dirigido hacia la Iglesia, barroca del siglo XVII, sobriedad cero. Y, sin embargo, tiene mucho qué ver con el Císter. Si miramos detenidamente la fachada vemos arriba de todo una hornacina con la Virgen. Debajo hay otras dos con sendas esculturas que representan a Sant Benet de Núrsia, creador del monaxato benedictino, y Bernardo de Claraval, impulsor de la reforma cisterciense.

En el siglo XVIII se emprendieron algunas modificaciones (los dos ojos de buey inferiores enmarcados entre columnas salomónicas).

Al otro lado vemos otra de las estampas clásicas de Poblet, la Puerta Real. En 1368 el rey Pere el Cerimoniós le encargó a Guillem de Guimerà, su ingeniero militar, que construyera una muralla que protegiera las dependencias monacales. La Puerta Real es la puerta de ese conjunto defensivo. Se trata de dos torres hexagonales muy sobrias entre las que hay una puerta de arco dd medio punto con dovelas. A los lados están esculpidas a cimera real y el escudo del rey Pedro. Y, por si nos queda alguna duda, hay una inscripción que dice "Aquesta obra es va començar en temps de Pere, rei d'Aragó".



El perímetro de la muralla tiene 13 torres y un paso de ronda de 2 metros de ancho.

Si atravesamos las puertas llegamos a un patio interior del siglo XIV. Una escalera da acceso al palacio inacabado de Martí I l'Humà.


Al otro lado está el acceso a las estancias de clausura y el horno de pan.

El abad Copons mandó construir un atrio que uniera las estancias destinadas a los conversos con el claustro. Destaca la bóveda ojival así como el escudo del abad. Copons fue el primer abad en dejar muy claro qué obras había ordenado hacer.

Al lado está el actual locutorio, la llamada "Sala de Cups", donde nos llaman la atención los grandes arcos. Se construyó en el siglo XIII, algunos dicen que inspirándose en refectorios como el de Fontroide. En esta sala parece que en origen pudo estar el dormitorio de los conversos arriba y en un nivel inferior un almacén. El abad Copons cambió la función de la sala y la tranformó para elaborar vino. Cerca, en una sala que quizás fue el refectorio de lis conversos, ordenó hacer la bodega. Actualmente tiene mesas y sillas y sirve de locutorio.

Dejamos atrás el atrio y entramos en el magnífico claustro mayor, una de las joyas de Poblet (veremos que hay más). Alrededor del claustro se distribuyen las distintas estancias. Empezó a construirse en el siglo XII y en el XII se cubrió con una bóveda apuntada (un gótico muy temprano y austero). En cuanto a los capiteles, son muy simples.



En el claustro encontramos algunas tumbas de nobles. Tenemos que entender que ser enterrado en Poblet siendo laico era un privilegio al alcance de muy pocos. Pero incluso esas tumbas son sencilas, siguiendo la regla cisterciense. Apenas se distinguen unas de otras.

La cocina es una sala amplia de bóveda apuntada. La evacuación de humos se hacía por un agujero en el centro de la bóveda. Al fondo encontramos una chimenea reconstruida. Allí se cocinaba con grandes calderos. A la derecha estaban los fogones y las pilas para lavar platos.

Las dos pequeñas ventanas servían para pasar los platos al comedor. Se sabe que el monje cisterciense comía verduras, legumbres, frutas, aceite, pescado (fresco y salado), huevos, queso de cabra u oveja y en fiestas dulces de miel. Hasta el siglo XVII los monjes no comían carne (excepto los enfermos).

Al lado de la cocina está el refectorio (el comedor). En principio los monjes solo tenían permitido comer una vez al día. Se trata de una gran sala rectangular del siglo XII con una bóveda denominada de estilo borgoñón.

No puede faltar la trona desde la que uno de los monjes leía mientras los otros comían en silencio. En el centro de la salahay una fuente.

Al salir de nuevo nos maravillamos con un templete hexagonal del siglo XII que alberga en su interior una fuente de 34 caños. Servía para que los monjes, que seguramente habían estado trabajando en el campo, se lavaran antes de entrar en el refectorio.

Al lado encontramos una sala llamada calefactorio. Se usaba para lo que indica su nombre, para calentarse. Tenemos que pensar que el monasterio sería un lugar muy frío. Es lógico pensar que hubiera una sala con una buena chimenea encendida para reconfortar a los monjes en los días de invierno. Data del siglo XIII. Tiene bóveda de cañón apuntada y no es muy grande para que el calor no se disperse. Se sabe que algunas veces hacía la función de barbería.

Seguimos hacia adelante para encontrar el locutorio (otro). Éste era el único sitio donde los monjes tenían permitido hablar entre ellos. Aquí también se hacía el reparto de tareas. Por una puerta se ve la antigua sala de los monjes, ahora biblioteca.

Dentro de un monasterio una de las estancias más representativas es sin duda la sala capitular. La sala capitular es aquélla en la que los monjes se reunían diariamente para leer un capítulo de la Regla de san Benito, en este caso. También se llevaban a cabo aquí los actos más importantes de la comunidad como la elección de nuevo abad. Tenemos que fijarnos en los capiteles, con una bonita decoración floral. Se trata de una sala de 15 metros cuadrados de principios del siglo XIII. Se sustenta por cuatro columnas que se unen, formando una palmera. Fijémonos también en los dos ventanales que comunican la sala con el claustro y en las bellas claves de bóveda. Alrededor de la sala hay tres gradas con asientos.

Miremos también el suelo. Encontramos laudas sepulcrales (losas) con las figuras de antiguos abades. También en la salida de la sala hay una tumba, en este caso la de un abad llamado Viçens Ferrer, muerto en 1411 y que era sobrino del célebre santo del mismo nombre. Si seguimos caminando por el claustro nos encontraremos con la tumba de la familia Copons, la del famoso abad, del siglo XIV, y una reconstrucción de un Armarium, el lugar donde se guardaban los libros manuscritos hasta el siglo XV. Después de esa fecha, el invento de la imprenta hizo que hubiera muchos más libros y se tuviera que crear una biblioteca porque aquí ya no cabían.

Destaca también una virgen de alabastro. No es antigua sino una obra del célebre Frederic Marès. Por si alguien no sabe quién fue, este señor era un famoso escultor y coleccionista que murió en 1991. En Barcelona tenemos un fantástico museo de sus colecciones que recomiendo. Volveremos a hablar de Marès, os lo aseguro.

Vamos a visitar ahora la iglesia. Los primeros monjes, aquellos que vinieron de Francia, mandaron construir una pequeña iglesia que dedicaron a san Esteban. Pero seguramente pronto quedó pequeña y se emprendieron nuevas obras de ampliación en el último tercio del siglo XII. ¿Cómo podían los monjes sufragar semejante obra?. Pues con ayuda de los reyes y los nobles. No estamos hablando, ya se ve, de un monasterio cualesquiera.

El proyecto fue el de un gran templo de planta basilical (nave central grande y dos naves laterales más pequeñas). En el transepto se abrieron dos capillas absidiales. Se construyó una sacristía en un extremo y en el otro una capilla, que en el siglo XVIII se transformó en una sacristía mucho mayor. Una puerta románica comunicaba la iglesia con el exterior. Conviene fijarnos bien en esa puerta porque aún tiene un poquito de policromía. Pensemos que, aunque ahora nos pueda parecer extraño, las iglesias románicas, igual que pasaba por ejemplo con los templos o estatuas griegos, estaban pintadas. En el tímpano encontramos dibujado un Agnus Dei (el cordero de Dios) así como una inscripción conmemorativa de la construcción.

Volviendo a la nave central, es muy alargada y estrecha pero bastante sencilla, propia de la austeridad de la orden. En el siglo XVI el abad Copons emprendió una obra de envergadura consistente en derribar una de las naves laterales para construir una nueva con siete capillas góticas. En una de esas capillas, la dedicada a Santa Úrsula, se conserva la tumba gótica de Ramon Folch de Cardona, impresionante obra gótica. Más adelante encontramos otra capilla que en origen estaba dedicada a San Bernardo. En el siglo XVII se dedicó el culto a las reliquias del monasterio pero, cuando se destruyó en el siglo XIX y se reconstruyó en los años 50 del siglo XX, se instalaron las tumbas de los Cardona, magníficas obras del siglo XVII.

Seguramente, viendo otras iglesias, las ventanas tuvieran en origen vidrieras de colores, seguramente realizadas en L'Espluga de Francolí. No obstante se han perdido.

Aunque se sabe que desde el siglo XV la iglesia tuvo órgano, el que vemos ahora es de los años 60 del siglo pasado.

Pero hablemos ahora del precioso retablo de alabastro, obra de Damià Forment (siglo XVI). Si alguien ha visitado la Basílica del Pilar de Zaragoza quizás le suene ese nombre porque Forment también fue el autor de su maravilloso retablo.


En el primer piso vemos a la Virgen y al Niño (preciosa imagen) con tres imágenes a cada lado. En el segundo nivel encontramos escenas de la vida de la Virgen y en el centro la Resurrección. En el tercer piso, Jesucristo con los apóstoles y encima de todo una Crucifixión (antiguamente estaba acompañada de las imágenes de San Esteban y San Sebastián). Sin duda, una obra excepcional.

Como excepcionales son los Panteones reales. Alfonso el Casto dejó dicho en su testamento que quería ser enterrado en el monasterio de Poblet (1194). Su nieto, Jaume I, hizo lo mismo. De hecho, antes de morir, se hizo monje. No era raro que sucediera algo así. Muchos condes o monarcas habían querido ser enterrados en monasterios de renombre.

En un primer momento ambos reyes fueron enterrados en tumbas sencillas en el presbiterio. Pero, en 1340, Pere el Cerimoniós dispuso que se trasladaran al crucero de la basílica. De hecho, su disposición iba mucho más allá porque instauraba la obligación de que Poblet se convirtiera en Panteón real y todos los reyes fueran enterrados allí Al final no fue exactamente así pero encontramos a trece reyes, seis reinas y muchos infantes y príncipes. Tampoco está mal.

En el siglo XVII, Pedro Antonio de Aragón, duque de Segorbe y Cardona, trajo de Nápoles los restos de Alfonso IV el Magnánimo y mandó construir para él y imponente sepulcro barroco. Delante estaba la tumba, hoy desaparecida, de su hermano Enrique. Los restos de Martí I l'Humà (su muerte sin descendencia condujo al Compromiso de Caspe y a la subida al trono de la dinastía castellana de los Trastámara) se depositaron en el crucero, junto a la capilla de san Benet. En esa misma capilla, en los muros laterales, encontramos a varios infantes, hijos de Pere el Cerimoniós. En el otro lado del transepto, la tumba de Joana d'Aragó, condesa de Empúries y también hija del Cerimoniós.

Otros sepulcros se colocaron sobre arcos rebajados a la altura del crucero. Realmente la disposición es muy curiosa pero nos deja ver perfectamente las efigies de los difuntos. La obra es excepcional.

Muchas de las esculturas de esos sepulcros se perdieron en el siglo XIX. El encargado de restaurarlas fue Frederic Marès (ya dije que iba a volver a hablar de él). Tenemos que pensar que esos sepulcros habían sido profanados y todos los huesos mezclados. Fue una ardua labor intentar identificar esos huesos.

Los sepulcros que más nos llaman la atención son los que señalaré a continuación. En la actualidad (año de 2007) los sepulcros están distribuidos en el siguiente orden:

Lado del Evangelio:

Jaume I (muerto en 1276). Lleva la cogulla monástica.
Pedro IV el Ceremonioso (muerto en 1387) con sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia
Fernando I de Antequera (1416), con armadura, y su mujer Leonor

Lado de la Epístola:

Alfonso II el Casto (1196), vestido con cogulla monástica
Joan I (1396), con sus dos esposas Matha de Armagnac (murió sin llegar a ser reina y por eso no lleva la corona puesta sino entre las manos) y Violante de Bar
Joan II (1479), con armadura y su segunda mujer Juana Enríquez


Dejo un enlace con horarios y precios:
www.poblet.cat/ ...D&LDIy

Hay una hospedería y también un restaurante. El precio del menú del día es de 18 euros o de 25 con la entrada. El menú de fin de semana cuesta 25 euros o 32 con la entrada. Nosotros comimos y nos gustó bastante.

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