DÍA 5. ITINERARIO.
LA OROTAVA. EL PUERTO DE LA CRUZ. PARQUE NACIONAL DE LAS CAÑADAS DEL TEIDE.
Recorrido de la jornada en Google Maps.
LA OROTAVA.
En La Orotava nos alojamos en otro de esos establecimientos con encanto que tanto nos gustan. En esta ocasión fue el Hotel Rural de la Orotava, una antigua casa solariega que data nada menos que de principios del siglo XVII, uno de los edificios más antiguos del casco histórico de la villa, que aparece mencionado en el plano que facilita la Oficina de Turismo. A lo largo de los siglos, la que fue residencia de los Marqueses de la Florida ha mantenido su trazado original de la época, si bien sufrió diversas modificaciones y fue rehabilitada en 1994 para adaptarla a diversas necesidades comerciales, aunque conservó algunos materiales originales: pisos y artesonados de madera, pilares y capiteles de piedra basáltica. En 2004 se adecuó para hotel. Su arquitectura es de estilo canario, consta de dos plantas y tiene dos preciosos patios interiores. Las habitaciones, creo que son seis, presentan decoraciones diferentes en estilo clásico canario y son amplias y muy confortables. Nos gustó mucho. Como venía siendo habitual, el precio era de 81 euros con desayuno, pero booking nos aplicó un descuento Genius y quedó en 78,75.
Además, cuenta con un restaurante (Sabor Canario) donde cenamos muy bien a base de cocina típica canaria, si bien uno de los platos (Escaldón, lleva gofio) era demasiado contundente y con una ración hubiésemos tenido suficiente, la segunda nos sobró entera. También sirven menús.
Calle San Francisco. A la izquierda, el edificio del hotel.
Nuestro recorrido nocturno por La Orotava.
Después de cenar salimos a dar una vuelta por el casco antiguo de La Orotava, lo que no nos supuso ningún problema porque estábamos en el mismo centro. La noche era fría, aunque parecía que, al fin, habíamos dejado la lluvia atrás. Pongo un resumen en fotos de nuestro recorrido nocturno, pero dejo las explicaciones para el paseo más completo que hicimos a la mañana siguiente.
Mención aparte merece el gigantesco Belén instalado en la Plaza del Ayuntamiento, perfectamente iluminado, de inspiración canaria y al que no le faltaba ni un detalle. Una auténtica atracción turística por sí misma.
Nuestro recorrido de día por La Orotava.
A la mañana siguiente, por fin pudimos disfrutar de un día soleado y con una temperatura propia de las Islas Afortunadas . Desayunamos en el hotel y luego dimos una vuelta por el interior, que parece un museo.
Después, fuimos a pasear por la villa, en mi opinión, creo que nada arriesgada, una de las tres localidades más bonitas de Tenerife junto con La Laguna y Garachico. De hecho, según señala su página web de turismo “es la única ciudad de Canarias con su centro histórico casi enteramente intacto”.
Su historia se remonta al reino guanche de Taoro, que incluía varios municipios actuales del norte de la isla, entre ellos la propia Orotava, el Puerto de la Cruz y los Realejos, y que fue repartido entre los conquistadores en 1496. Durante el siglo XVI fue asentándose en el territorio un núcleo de población muy jerarquizado, con el predominio de los nobles que recibieron la posesión de las tierras y que incluso llegaron a formar un grupo cerrado, denominado Doce Casas y que residían en la llamada Villa de Abajo, que posteriormente conformaría el núcleo de la ciudad histórica. A finales del siglo XVI, el cultivo de caña de azúcar dio paso al de la vid, convirtiéndose la producción vitivinícola en la principal de toda la zona, hasta el punto de que la riqueza que generó hizo de La Orotava una villa próspera económicamente y protagonista a nivel social durante el siglo XVII. Consecuencia de ello fue una Real Cédula de Felipe IV, en 1648, por la cual se le concedió el título de Villa Exenta, única en Canarias que lo recibió por orden real.
En el siglo XIX se produjeron dos hechos fundamentales en la historia de La Orotava. Por una parte, la desamortización de los bienes eclesiásticos trajo como consecuencia el reparto de las tierras y la supresión de los mayorazgos, con lo cual la iglesia y los nobles perdieron parte de su poder económico al tener que compartirlo con burgueses y prestamistas. Además, a finales de la centuria, tuvo lugar la introducción del cultivo del plátano, iniciativa favorecida por la presencia de compañías exportadoras británicas. La riqueza que conllevó este comercio al tiempo que favoreció la construcción de edificios de estilos modernistas, eclécticos y neogóticos que modernizaron la ciudad también supuso un acicate para la conservación de la arquitectura tradicional canaria.
Actualmente, la Villa de La Orotava cuenta con casi 45.000 habitantes y, como dato curioso, señalar que en su término municipal se encuentra una parte del Parque Nacional de las Cañadas del Teide, con lo cual es el municipio español con mayor altitud.
Ni que decir tiene que su casco histórico hay que visitarlo caminando, aunque en algunos tramos sea necesario superar algunas empinadas cuestas. Para no perderse lo más interesante resulta muy útil pedir un plano en la Oficina de Turismo, en la calle Cantos Canarios nº 1, esquina a la Calle del Calvario. Además, los edificios destacados cuentan con paneles informativos en las fachadas. Lo cierto es que nos sorprendió gratamente lo cuidada que se encuentra la villa, algo que no recordábamos de nuestro anterior visita, hace más de treinta años.
Paseo a pie por el centro histórico de La Orotava.
Dado que nuestro alojamiento se encontraba en la calle de San Francisco, apenas a veinte metros, iniciamos nuestro paseo por la Plaza del Ayuntamiento, diseñada en 1912, y que se utiliza para sostener la monumental alfombra de arenas naturales que cada año se elabora en honor al Santísimo Corpus Cristi. He visto fotografías y el resultado es una auténtica maravilla. Los viajeros que estén en esas fechas por Tenerife pueden aprovechar para verlo. Nosotros, por nuestra parte, disfrutamos del enorme Belén instalado en la Plaza, lo cual tampoco estuvo mal.
El Ayuntamiento es un gran edificio neoclásico de finales del siglo XIX, construido sobre el solar de un antiguo convento de monjas clarisas, en el que destaca el Salón Noble de Sesiones, que se puede visitar. Es gratis y hay que preguntar en la entrada. A nosotros nos coincidió un día festivo y no pudimos entrar. En la propia plaza o en sus inmediaciones se encuentran otros edificios destacados como la Casa de Benítez Lugo Viña, la Biblioteca Municipal, la Casa de Benítez Lugo o la Casa de Benítez de las Cuevas. Hay que subir las escalinatas para contempla mejor tanto la plaza, las casas que la conforman y el fondo que la enmarca.
También desde lo alto de las escalinatas, podemos contemplar la colorida cúpula de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, que se encuentra un par de manzanas detrás. Este templo es Monumento Nacional y data de finales del siglo XVIII, aunque fue muy reformado a finales del XX. Se edificó sobre los restos de dos iglesias anteriores, una de finales del siglo XV y otra de mediados del XVI. Tiene una de las portadas barrocas más interesantes de Canarias. Igualmente dispone de un Museo de Arte Sacro. Pude acceder al interior, pero no saque fotos porque estaban celebrando misa.
En la propia plaza o en sus inmediaciones se encuentran otros edificios destacados como la Casa de Benítez Lugo Viña, la Biblioteca Municipal, la Casa de Benítez Lugo o la Casa de Benítez de las Cuevas.
En la parte posterior del Ayuntamiento, pudimos visitar la Hijuela del Jardín Botánico, antiguo huerto del convento de clarisas de San José, que se vio afectado por las desamortizaciones. A finales del siglo XIX se decidió reconvertirlo en vivero para aclimatar especies vegetales foráneas que luego pasan a engrosar la colección del Jardín Botánico municipal, sito en los llanos de La Paz. Recomendable visitarlo: lleva poco tiempo, es pequeño pero bonito y, además, gratis.
En la parte posterior del Ayuntamiento, pudimos visitar la Hijuela del Jardín Botánico, antiguo huerto del convento de clarisas de San José, que se vio afectado por las desamortizaciones. A finales del siglo XIX se decidió reconvertirlo en vivero para aclimatar especies vegetales foráneas que luego pasan a engrosar la colección del Jardín Botánico municipal, sito en los llanos de La Paz. Recomendable visitarlo: lleva poco tiempo, es pequeño pero bonito y, además, gratis.
Muy cerca, en la calle San Agustín, se encuentra uno de los lugares más pintorescos de La Orotava y, en pleno centro, los Jardines Victoria o del Marquesado de la Quinta Roja. Hasta principios del siglo XX formaban parte de los jardines de la Mansión del Marquesado de la Quinta Roja, luego convertida en el lujoso Hotel Vitoria, hasta que ambos pasaron a ser propiedad municipal. Los jardines están formados por terrazas a las que se accede mediante escalinatas hasta llegar al panteón que mandó erigir la marquesa para acoger los restos de su hijo al morir, al que la iglesia negó sepultura por ser masón. Actualmente el mausoleo está vacío, pero se ha convertido en un extraordinario mirador sobre la Villa de La Orotava, ya que en días muy claros y despejados se puede ver desde el nivel del mar hasta el Teide. En nuestro caso, se veía la costa, pero unas inoportunas nubes ocultaban el Teide, aunque lo pudimos ver después, de camino al Puerto de la Cruz.
Caminando solo unos pasos, salimos a la Plaza de la Constitución, otra de las importantes en la villa, a un lado de la cual destaca el edificio de la Sociedad Cultural Liceo de Taoro o Casa Ascanio, un elegante palacete de estilo ecléctico, erigido en 1928 por el matrimonio Ascanio Monteverde. Situado tras una verja, ascendimos la escalinata hasta la puerta, desde donde pudimos contemplar una bonita perspectiva del casco antiguo.
En la misma Plaza de la Constitución, vimos también la Iglesia de San Agustín, que fue templo de un convento agustino, y que actualmente alberga la sede de la Casa de la Cultura. Data del siglo XVII y presenta una mezcla de estilos con un peculiar campanario, elementos mudéjares y una portada barroca. Se puede visitar el interior de forma gratuita.
Al cruzar la plaza, nos encontramos en la Carrera del Escultor Estévez, que nos ofreció una estupenda vista panorámica de la parte baja de la villa, destacando las fachadas de varias casas señoriales de lo más fotogénicas.
Volvimos en dirección a la Plaza del Ayuntamiento, nos animamos a bajar por la empinada Calle de Tomás Zerolo, flanqueada de hermosas fachadas, en las que llaman mucho la atención la disposición y decoración de los balcones y las ventanas.
Al llegar a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, templo de un antiguo conjunto conventual convertido ahora en el Museo de Artesanía Iberoamericana, decidimos no descender más porque luego, evidentemente, tendríamos que recorrer lo andado y cuesta arriba esta vez, y ya habíamos acumulado bastantes metros de desnivel.
Callejeando por aquí y por allá, no dejamos de toparnos con casas llamativas y coloristas, que nos invitaban a sacarles una foto; algunas particulares y otras convertidas en edificios públicos o museos, como la Casa Salazar, hoy Universidad Europea de Canarias, o la Casa Torrehermosa, actual sede de la Empresa Insular de Artesanía.
De nuevo frente a la fachada de la Iglesia de la Concepción, dimos la vuelta por la anexa Plaza de Patricio García con la Casa Machado en su vértice, y nos metimos todo a la izquierda por la Calle Colegio, desde la que se tiene una preciosa vista de la Iglesia de la Concepción y su colorida cúpula.
Subiendo esta calle, nos encontramos a la izquierda con la Casa Monteverde, y a la derecha con la Casa Ponte Fonte o Casa Lercaro, que data del siglo XVII y constituye una muestra de la arquitectura canaria tradicional, con una elegante fachada y patios interiores ajardinados. Dentro hay tiendas y creo recordar que también una cafetería o un restaurante, pero se pueda pasar a echar un vistazo sin ningún problema.
Seguimos la calle hacia arriba, ya cerca del enlace con la Plaza de San Francisco, nos encontramos con uno de los lugares más visitados de La Orotava, más que nada porque allí se encuentra la antigua Casa Molina, con portada de estilo renacentista tardío, hoy conocida como “Casa del Turista”, donde se venden todo tipo de recuerdos y acuden en masa las excursiones organizadas. Al cruzar la verja del jardín anexo, se llega a un mirador que ofrece buenas vistas panorámicas del entorno de la villa, aunque no son las mejores.
Durante el día hay tanta gente, que la Casa Molina se aprecia mejor de noche.
Sin embargo, el principal aliciente de este lugar es que enfrente se encuentra Casa de los Balcones, nombre por el que se conoce popularmente a la Casa Méndez Fonseca, centro de artesanía local, y que destaca por el precioso balcón corredor situado en la planta superior. También muy bonita la balconada del edificio de al lado.
Desde este punto, en la esquina, se tiene una atractiva vista panorámica de la Calle San Francisco, bajando hacia la Plaza del Ayuntamiento, donde teníamos el hotel.
Por último, nos acercamos a la Plaza de San Francisco, en la que, por cierto, habíamos dejado aparcado el coche la noche anterior, aunque el hotel ofrece aparcamiento propio. En sus inmediaciones, formando parte de un atractivo conjunto, pudimos ver la fachada de la Iglesia de San Francisco, la Casa Lugo Masieu, así como, calle arriba, una serie de lavaderos y antiguos molinos de agua.
Y allí pusimos punto y final a nuestro recorrido por La Orotava, cuyo casco histórico no recordaba tan bonito la primera y única vez que lo vimos. En especial, merece mucho la pena caminar tranquilamente (si lo permiten las cuestas) y fijarse, sobre todo, en los balcones y ventanas.
EL PUERTO DE LA CRUZ.
Nuestro paseo por La Orotava nos llevó más tiempo del previsto, por lo cual estábamos un poco indecisos sobre lo que hacer a continuación. Esa noche íbamos a alojarnos en el Parador de las Cañadas del Teide, pero queríamos ir por el camino largo, que nos llevaría casi hora y media. El inconveniente era que teníamos que almorzar casi ya. Así que decidimos rememorar viejos tiempos y bajar a comer al Puerto de la Cruz, donde nos alojamos en nuestro primer viaje a Tenerife, más de tres décadas atrás. El recorrido desde La Orotava es corto, no llega a diez kilómetros, pero puede resultar un tanto lioso, sobre todo si hay que aparcar el coche y gratis, a ser posible.
Por la carretera, vimos el Teide, precioso con su caperuza nevada. En vivo la perspectiva resultaba mucho más imponente que en la foto. Pero algo es algo.
El Puerto de la Cruz ha crecido inmensamente desde que estuvimos una semana alojados allí. Por entonces, ya había muchos establecimientos hoteleros y algunos bloques de apartamentos, pero nada parecido a lo que vimos en esta ocasión. Y, aunque nos lo esperábamos, nos sorprendió. Las inmensas fincas de plataneros que recordábamos casi pegadas al centro urbano ya no están. Bueno, cosas del turismo y del progreso. No en vano nos encontrábamos en el primer puerto canario que, en 1886, abrió un sanatorio para atender a los turistas enfermos; y el primer centro turístico español de ámbito europeo. De lejos le viene la ocupación turística, por tanto.
Dejamos el coche en un hueco sorprendentemente libre, no muy lejos del centro. Y caminamos hacia el Paseo Marítimo y el Lago Martianez, intentando seguir el instinto del pasado. Y la verdad es que no nos falló demasiado, y salimos a Playa Jardín, frente al Castillo de San Felipe, construido en el siglo XVII para preservar a la población del ataque de los piratas. Seguimos hacia el Muelle, jugando a adivinar en qué esquina se encontraba el chiringuito donde antaño tomábamos café y churros canarios para desayunar, aunque nos resultó un reto mayor intentar localizar la pequeña taberna del puerto donde tomábamos un riquísimo pescado fresco a precio de ganga, eso sí, en pesetas. A un lado de la playa del muelle nos encontramos la Casa de la Real Aduana, hoy convertida en Museo de Arte Contemporáneo, y paseamos junto a los cañones de la Batería de Santa Bárbara, disfrutando de las vistas, con las rocas negras y el mar bravío: eso sí que no ha cambiado; el volumen de edificios que ascienden por las laderas, sí.
Pasamos la Playa de San Telmo y, por la Avenida de Cristóbal Colón, llegamos al Lago Martiánez, complejo turístico que consta de un lago, siete piscinas, miradores, terrazas, jardines… Fue diseñado por César Manríquez, mezclando elementos de la arquitectura canaria, como la piedra volcánica, con su particular visión del paisajismo. Construido en dos fases, la segunda se inauguró el 30 de abril de 1977. Y esa versión es la que guardábamos en la memoria. La actual data de unas reformas llevadas a cabo entre 2004 y 2006. Por eso lo encontramos muy diferente. Solamente lo vimos desde fuera, claro está. Almorzamos un menú rápido en una terraza y volvimos al coche, pasando por lo que queda del casco viejo, fundamentalmente el entorno de la Plaza de la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, cuyo origen se remonta a 1632, aunque fue reformada posteriormente, y el entorno de la Plaza del Charco.
Otros lugares interesantes para visitar en un primer viaje al Puerto de la Cruz son el Loro Parque, un zoológico y delfinario en un gran jardín, y el Jardín Botánico o Jardín de Aclimatación de La Orotava, fundado en el siglo XVIII, con una amplia colección de especies vegetales exóticas como palmeras, bromeliáceas, aráceas y moráceas, entre las que destacan algunos árboles de porte extraordinario, de los que todavía me acuerdo. Supongo que habrán crecido todavía más…
En el Puerto de la Cruz hace más de tres décadas
Piscinas del Lago Martiánez y Jardín Botánico.
Piscinas del Lago Martiánez y Jardín Botánico.
Y ya nos tocaba ir hacia el Parador, pero eso lo contaré en las dos etapas siguientes, que dedicaré completas al Parque Nacional de las Cañadas del Teide.