Mis ganas de ver lobos siguen intactas, por lo que ayer tomé la decisión de ir hoy por mi cuenta. Así que madrugón y a coger el coche para ir a la zona de observación de ayer por la mañana. Allí supongo que estarán de nuevo los de wildwatching con otros clientes o las chicas que aparecieron.
El trayecto sin pérdida gracias a que tenía el camino grabado con el wikiloc del móvil. Justo antes de dejar el coche se me cruzaron un par de ciervos de golpe y porrazo con el consiguiente susto. Aparco el coche, cojo la mochila con el teles, trípode, cámara bridge y un zumo con galletas y andando. En el trayecto de poco más de kilómetro y medio hasta la loma del monte empieza a clarear y da para ver a una cierva y una liebre cantábrica. Bien. Saco los bártulos, los coloco y a esperar, que el día amanece aún peor que ayer: una niebla que cubre toda la montaña donde están los cánidos.
La espera la acabo a las 9. La niebla apenas ha subido y va a ser imposible hoy el verlos, así que recojo y me dirijo al coche para dar una vuelta con el mismo por los prados de los alrededores para intentar localizar el gato montés. Por cierto, estuve todo el rato solo. Voy hasta Besande, luego paso por el puerto de Monteviejo y de allí ya me dirijo hasta Boca de Huérgano y Riaño. Gato no he visto, pero sí un zorrete y los sempieternos ratoneros y buitres.
Nieblazo. Zorrete en los prados de caza.
Son las 10:30 y ya estoy con la mujer. En principio hoy íbamos a hacer la ruta del Bosque de Pardomino, ruta en zona de reserva por lo que también tuve que solicitar permiso a la Junta. La situación es que mi mujer dice verse flojilla e incapaz de realizar los 12 kms. Yo le señalo que el desnivel es mínimo y es muy llevadera y que además, la tenemos que hacer hoy sí o sí ya que el permiso es para un día concreto. Al final, no la realizamos y decidimos cambiarla por el mirador de Piedrashitas que fue el que nos quedó pendiente el otro día. Además Mario, el guía de Wildwatching, nos dijo que desde allí partía un sendero muy interesante.
Llegamos al puerto de Panderruedas y tras aparcar nos dirigimos al mirador, que se encuentra a unos 500 metros por un camino concurrido y sin pérdida. El mirador está bien y se ve a su izquierda que parte una senda bien marcada. La seguimos y al principio todo muy bien, sin desnivel, por en medio de un bosque de robles y con alguna que otra zona en la que se abría y la gente con un vértigo fuerte podría pasar un poquito de miedo, pero sinceramente yo padezco de vértigo y no le vi dificultad. Llegado un momento hay un giro brusco a la izquierda y con hierbas por encima de la rodilla llegamos al punto donde se encuentra la dificultad de la ruta, que es una subida pronunciada de menos de un km, que desde mi punto de vista no tiene problemas, más allá de tomártela con calma, pero mi mujer sí que debería estar floja porque a mitad me dijo que no podía ni con su alma y nos tuvimos que volver.
Mirador de Piedrashitas. Zona boscosa y más expuesta. El comienzo de la subida se ve a la derecha. Vistas a mitad de subida.
Volviendo y justo donde empieza la subida, enfrente vemos una caseta y donde es posible tener muy buenas vistas, similares a la del mirador, pero sin gente. Nos dirigimos allí y, efectivamente, vistas similares pero para nosotros solos. Allí estamos un ratillo y nos volvemos. Por cierto, la ruta que estábamos haciendo es esta
Ya en el coche nos dirigimos para Riaño. Intentamos pillar un restaurante pero el pueblo está hasta los topes: fin de semana, 15 de agosto y además son las fiestas aunque no haya nada programado por el Covid. El caso es que acabamos en Boca de Huérgano tras ver que era imposible pillar sitio. Allí, en una terracita pedimos una ensalada y cecina, que no tiene nada que ver con la delicatesen que nos pusieron en Soto de Sajambre.
Tras comer volvimos a Riaño para tomarnos un café en el “pub” del pueblo mientras decidimos qué hacer por la tarde. Allí se me empieza a remover el estómago y voy al servicio del local, que tenía sorpresa pero yo tenía necesidad. El caso es que me empecé a poner peor y en una tregua bajé y le dije a mi mujer que me iba al baño de la habitación del hotel, que lo tenemos en la misma calle y estaría más a gusto, que volvería en cuanto echara lo que tenía que echar.
En fin, dejo la escatología, pero el caso es que acabé en urgencias. Me puse malísimo, con diarrea, vomitando, tembleque, sudando y con apenas fuerzas. Llamé a mi pobre señora que ya se había tomado unos cuantos refrigerios en soledad esperándome para indicarle que estaba fatal y casi un par de horas de los primeros síntomas y algo mejor fuimos al centro médico. Allí todo sobre ruedas, con algo de aprensión por el tema del Covid, pero tras el diagnóstico –gastroenteritis- me pusieron una inyección y que comiera cosas ligeras durante unos días.
El resto de la tarde-noche no tuvo mucha historia, como podéis imaginar. Menos mal que me pilló en el pueblo y no en mitad del monte.
El trayecto sin pérdida gracias a que tenía el camino grabado con el wikiloc del móvil. Justo antes de dejar el coche se me cruzaron un par de ciervos de golpe y porrazo con el consiguiente susto. Aparco el coche, cojo la mochila con el teles, trípode, cámara bridge y un zumo con galletas y andando. En el trayecto de poco más de kilómetro y medio hasta la loma del monte empieza a clarear y da para ver a una cierva y una liebre cantábrica. Bien. Saco los bártulos, los coloco y a esperar, que el día amanece aún peor que ayer: una niebla que cubre toda la montaña donde están los cánidos.
La espera la acabo a las 9. La niebla apenas ha subido y va a ser imposible hoy el verlos, así que recojo y me dirijo al coche para dar una vuelta con el mismo por los prados de los alrededores para intentar localizar el gato montés. Por cierto, estuve todo el rato solo. Voy hasta Besande, luego paso por el puerto de Monteviejo y de allí ya me dirijo hasta Boca de Huérgano y Riaño. Gato no he visto, pero sí un zorrete y los sempieternos ratoneros y buitres.
Nieblazo. Zorrete en los prados de caza.
Son las 10:30 y ya estoy con la mujer. En principio hoy íbamos a hacer la ruta del Bosque de Pardomino, ruta en zona de reserva por lo que también tuve que solicitar permiso a la Junta. La situación es que mi mujer dice verse flojilla e incapaz de realizar los 12 kms. Yo le señalo que el desnivel es mínimo y es muy llevadera y que además, la tenemos que hacer hoy sí o sí ya que el permiso es para un día concreto. Al final, no la realizamos y decidimos cambiarla por el mirador de Piedrashitas que fue el que nos quedó pendiente el otro día. Además Mario, el guía de Wildwatching, nos dijo que desde allí partía un sendero muy interesante.
Llegamos al puerto de Panderruedas y tras aparcar nos dirigimos al mirador, que se encuentra a unos 500 metros por un camino concurrido y sin pérdida. El mirador está bien y se ve a su izquierda que parte una senda bien marcada. La seguimos y al principio todo muy bien, sin desnivel, por en medio de un bosque de robles y con alguna que otra zona en la que se abría y la gente con un vértigo fuerte podría pasar un poquito de miedo, pero sinceramente yo padezco de vértigo y no le vi dificultad. Llegado un momento hay un giro brusco a la izquierda y con hierbas por encima de la rodilla llegamos al punto donde se encuentra la dificultad de la ruta, que es una subida pronunciada de menos de un km, que desde mi punto de vista no tiene problemas, más allá de tomártela con calma, pero mi mujer sí que debería estar floja porque a mitad me dijo que no podía ni con su alma y nos tuvimos que volver.
Mirador de Piedrashitas. Zona boscosa y más expuesta. El comienzo de la subida se ve a la derecha. Vistas a mitad de subida.
Volviendo y justo donde empieza la subida, enfrente vemos una caseta y donde es posible tener muy buenas vistas, similares a la del mirador, pero sin gente. Nos dirigimos allí y, efectivamente, vistas similares pero para nosotros solos. Allí estamos un ratillo y nos volvemos. Por cierto, la ruta que estábamos haciendo es esta
Ya en el coche nos dirigimos para Riaño. Intentamos pillar un restaurante pero el pueblo está hasta los topes: fin de semana, 15 de agosto y además son las fiestas aunque no haya nada programado por el Covid. El caso es que acabamos en Boca de Huérgano tras ver que era imposible pillar sitio. Allí, en una terracita pedimos una ensalada y cecina, que no tiene nada que ver con la delicatesen que nos pusieron en Soto de Sajambre.
Tras comer volvimos a Riaño para tomarnos un café en el “pub” del pueblo mientras decidimos qué hacer por la tarde. Allí se me empieza a remover el estómago y voy al servicio del local, que tenía sorpresa pero yo tenía necesidad. El caso es que me empecé a poner peor y en una tregua bajé y le dije a mi mujer que me iba al baño de la habitación del hotel, que lo tenemos en la misma calle y estaría más a gusto, que volvería en cuanto echara lo que tenía que echar.
En fin, dejo la escatología, pero el caso es que acabé en urgencias. Me puse malísimo, con diarrea, vomitando, tembleque, sudando y con apenas fuerzas. Llamé a mi pobre señora que ya se había tomado unos cuantos refrigerios en soledad esperándome para indicarle que estaba fatal y casi un par de horas de los primeros síntomas y algo mejor fuimos al centro médico. Allí todo sobre ruedas, con algo de aprensión por el tema del Covid, pero tras el diagnóstico –gastroenteritis- me pusieron una inyección y que comiera cosas ligeras durante unos días.
El resto de la tarde-noche no tuvo mucha historia, como podéis imaginar. Menos mal que me pilló en el pueblo y no en mitad del monte.