Nuestro segundo día en Islandia lo teníamos planificado también para seguir descubriendo la capital del país. Nuestra idea era pasar toda la mañana en el museo Perlan y a mediodía volver al centro ya que ese día se celebraba el Orgullo Gay. La verdad es que todo el país está volcado con este tema, hay banderas por todas partes, como ya dije, hasta en las iglesias. En Reykjavik se nota mucho, tiendas y restaurantes decorados para la ocasión, pero en los pueblos del resto de país también se veían de vez en cuando aunque menos que en la capital.
Desayunamos en una cafetería que había justo en frente de nuestros apartamentos, y de allí fuimos al Perlan andando, unos 25 minutos de caminata mañanera. Está ubicado en la cima de una pequeña loma en un parque, y para llegar a él tuvimos que cruzar una autovía y subir por caminos entre el bosque. El museo es grande por fuera, parecen 4 depósitos gigantescos bajo una cúpula de cristal. Al entrar, lo primero que hicimos fue preguntar por los horarios para entrar a dos de sus atracciones más solicitadas, la cueva de hielo y el planetario. Nos dijeron que la cueva de hielo se abre cada 15 minutos, así que no había problema, pero los pases del planetario son menos habituales y el primero era a las 11, así que teníamos que estar con tiempo para pillar sitio.
El museo incluye exposiciones sobre la geología y la fauna de Islandia sobre todo, con vídeos, paneles explicativos, maquetas, etc. La parte de geología me gustó mucho y te explican muy bien por qué el país tiene tanta actividad volcánica, la separación de las placas tectónicas etc. Entramos en la cueva de hielo y la verdad es que hacía muchísimo frío dentro, y eso que iba con jersey y con chubasquero, pero debíamos estar a 0 grados allí dentro. Aún así, nos hicimos unas cuantas fotos allí, incluidas las del trono de hielo.
Después nos fuimos a ver el planetario, con un documental en inglés sobre las auroras boreales de nuevo, y se entendía perfectamente. Aquí no entraron aún más ganas de verlas algún día en directo. Al acabar el pase del planetario recorrimos los que nos faltaba del museo y subimos a la terraza, donde se tienen unas vistas panorámicas de todo Reykjavik, con la silueta de la Hallgrímskirkja presidiéndolo todo. Estando allí empezó a gotear un poco y ya que estábamos en la cúpula aprovechamos para tomar un café en el café-restaurante giratorio que tienen allí arriba contemplando el panorama.
Tomando el café nos dio la 1 y decidimos que era hora de irnos al centro otra vez, ya que el desfile del orgullo empezaba a las 2 según la web oficial del evento. Fuimos andando hasta el centro, y por el camino vimos un autobús decorado con imágenes de Daði og Gagnamagnið, los representantes de Islandia en Eurovisión 2020 y 2021, a los cuales les tenemos mucha simpatía.
Un poco antes de las 2 estábamos de nuevo en la calle Skólavörðustígur, pero no vimos ningún desfile ni mucho ambiente festivo. Había gente con banderas arcoíris pero nada que pareciera muy reivindicativo ni festivo. Además estaba empezando a llover ligeramente. Entré en la oficina de turismo de la calle principal para preguntar y me dijeron que el desfile se había cancelado debido al aumento de la incidencia covid en los últimos días, así que nos quedamos con las ganas de verlo en directo. Seguimos caminando por la calle Laugavegur buscando un sitio para comer y al final nos decidimos por el Rossopomodoro, un italiano que nos gustó bastante. Nos dieron una mesa junto a la ventana y pudimos ver que cayó una tromba de agua bastante fuerte durante un rato, menos mal que nos pilló bajo techo. También vimos a un grupo de mujeres que iban con una gran bandera arcoíris, montándose su propio desfile.
La verdad es que la tarde pintaba mal, estaba todo muy gris y con lluvia y no hacía tiempo de estar por la calle de paseo. Después de comer volvimos otra vez a la zona del Puerto Viejo, esta vez para ver el museo de las Sagas. Es un museo con figuras de cera que recrean pasajes de la historia de Islandia en los tiempos de las Sagas. Como curiosidad, las caras de los personajes son las de habitantes reales del Reykjavik actual que sirvieron como modelos. La verdad es que están muy bien logradas. El recorrido dura unos 40 minutos y te dan una audioguía en el idioma que quieras y te va contando la historia de cada una de las representaciones, resulta muy entretenido y sirve para descubrir los inicios de la historia del país y de cómo se vivía entonces. Al finalizar la visita te encuentras una tienda-café de nuevo, y lo mejor, una zona donde puedes disfrazarte con capas, cascos, espadas, etc., y dejar volar tu imaginación para hacerte fotos frikis, cosa que obviamente hicimos.
De vuelta al apartamento pasamos por unas calles interiores que no habíamos visto hasta ahora y que resultaron muy animadas, con varios restaurantes y cafés y hasta vimos un restaurante de tapas español, con una gran vaca en la puerta pintada la mitad con la bandera de España y la otra mitad con la de Islandia. Después paramos en Penninn Eymundsson Austurstræti, una librería que ya habíamos visto el día anterior, pero que en sus pisos superiores tienen una cafetería y aprovechamos para merendar un café y unos pasteles, que viajar también es probar los dulces locales
En la calle Laugavegur llegamos a la esquina con la calle Klapparstígur, una zona muy colorida pues allí se encuentran los pocos locales de ambiente de la ciudad y también algunas casas decoradas con unos fantásticos murales, es como el Chueca de Reykjavik, salvando las distancias.
Como el tiempo seguía inestable y llevábamos cansancio acumulado decidimos comprar algo en un super y cenar en el apartamento. Entramos en un Euromarket que teníamos cerca y casi todo lo que vendían era polaco, y con pocas opciones para cenar, pero bueno, algo encontramos. Echamos un par de partidas a juegos de cartas que llevábamos y a dormir, que al día siguiente recogíamos el coche que teníamos alquilado y empezaba nuestra aventura fuera de la capital.