Desde hace bastante tiempo nos apetecía ir a Ibiza y a Formentera, ya que las Pitiusas eran las únicas islas mayores que no conocíamos de los dos archipiélagos españoles. Como nuestro viaje no buscaba sol y playa, el verano no parecía el mejor momento por la masificación y los precios, así que lo fuimos dejando hasta que a comienzos de la pasada primavera dijimos “de este año no pasa”. Y tenía que ser antes de junio, mes a partir del cual hay que solicitar una autorización, con su correspondiente tarifa, para llevar un vehículo a Formentera. Así que fijamos la última semana de mayo.
Siempre habíamos tenido la idea de llevar nuestro coche en vez de ir en avión y alquilarlo allí, pero nos echaba para atrás el alto precio que tiene el ferry desde Denia, punto más cercano de la península a Ibiza (100 km). Sin embargo, en los buscadores, me percaté de que el ferry desde Valencia era bastante más barato, lo cual nos venía fenomenal saliendo de Madrid. Decidido, pues.
Consulté las webs de las navieras y comprobé con cierta sorpresa que, entre Valencia e Ibiza, todas tenían el mismo horario, con un viaje al día. Había pases de pasajero libre, dos tipos de butacas y camarotes, pero para un trayecto de cinco horas, saliendo a las nueve de la noche y llegando a las 2 y cuarto de la madrugada, no me pareció que compensase la diferencia de precio, así que escogí la naviera más barata, que era GNV, y las butacas más económicas. En total, ida y vuelta, los dos con un vehículo de clase turismo (preguntan la marca del coche y sus dimensiones) nos salió por 141,80 euros.
También reservé por internet el trayecto Ibiza-Formentera-Ibiza con Trasmapi. En este caso hay muchos horarios para escoger, aunque no tantos si se quiere llevar el coche, ya que, lógicamente, el ferry que se utiliza es más grande y salen de terminales diferentes. En total, ida y vuelta (los dos y el coche), nos salió por 58 euros.
En total, las travesías Valencia-Ibiza-Valencia y Ibiza-Formentera-Ibiza nos costaron 199,80 euros, dos personas con el coche incluido. Añadiendo el gasóleo que consumimos desde casa hasta Valencia, ida y vuelta, nos resultó más económico que si hubiésemos ido en avión desde Madrid y alquilado coche allí, lo que no siempre resulta fácil ni mucho menos barato.
Cuestión diferente fueron los hoteles, que me dieron un buen quebradero de cabeza, ya que los alojamientos están carísimos en las dos islas. Y eso en mayo. No me atrevo ni a imaginar las tarifas de verano.
Otro problema era que llegábamos a Ibiza de madrugada, así que o nos quedábamos a dormir en el coche -¿y dónde?- o encontraba un hotel cerca del puerto, con recepción 24 horas -pagando la noche completa, claro está- y, preferentemente, con parking sin que se me fuese de precio. Fue imposible. Al final, se me iba, y sin aparcamiento. Así que me resigné a pagar una buena pasta por dos noches en el Hotel Vibra Marítimo, de tres estrellas, muy bien situado, al borde del mar, en la Playa de Figueretas y a un kilómetro de Dalt Vila, lo que nos permitía ir caminando para visitar la parte más interesante de la capital ibicenca.

En Formentera, encontré un apartamento a buen precio en Es Pujols. Y para nuestro regreso a Ibiza, vi un hotel en el Port de Sant Miquel que no salía muy caro. Así que contraté allí las cuatro noches restantes, algo que no suelo hacer, ya que me gusta ir variando el lugar de alojamiento para no pasarnos las horas muertas en el coche, yendo y viniendo. Pero, bueno, como la isla no es muy grande, pensé que eso tampoco importaba demasiado.
Al final, el itinerario quedó con dos noches en Ibiza capital, dos noches en Formentera (Es Pujols) y cuatro noches en el Port de Sant Miquel.
Y llegó el día de la partida con unas previsiones meteorológicas nada halagüeñas, pues daban riesgo alto de lluvias y tormentas durante toda la semana en ambas islas. En fin, tampoco nos íbamos a amargar por anticipado. Además, se supone que algún día saldría bueno a finales de mayo, ¿no?